sábado, 26 de diciembre de 2009

El requinto onírico

Una mañana por fin creyó recordar algo. Se levantó apresurado y sacó la guitarra, los papeles pentagrafiados, la grabadora digital y el amplificador. Empezó a tocar, tratando de reproducir lo que había soñado, pero no le fue posible; estaba completamente desilusionado.

Abrió la ventana para ventilar su cuarto, es difícil mantenerse fresco bajo el ardor del desierto. El jazz no le dejaba para vivir. Por las noches tocaba en un bar taciturno, El Bep, no muy lejos de la avenida principal. Por las mañanas intentaba componer un disco, esperando reunir algo más de dinero para comprar una camioneta gabacha, con el deseo loco de realizar una gira por todo el país. Pero sobre todo, no quería verse obligado a trabajar en la línea de producción de alguna maquiladora, eso si es que tenía suerte y lo contrataban como mano de obra barata. Se negaba a aceptar que no podría él solo. Esta mañana, por lo pronto, no intentaría ninguna composición nueva.

Se sentía algo frustrado por lo que le pasaba. Cayó en cuenta, en medio de la peor crisis, que andar como músico no es fácil. Se consolaba con pensar que todavía estaba chavo. Al llegar la noche, mientras tocaba, empezó a preguntarse por qué nunca lograba recordar lo que escuchaba en sus sueños, sin poner mucha atención en lo demás. Se olvidaba de la banda y sólo quedaban él y Nat, su amigo contrabajista con quien rentaba la planta baja de una casa, en la que continuamente llegaban a vivir personas que intentaban cruzar la frontera. Tiempo atrás, un chilango saxofonista emigrado al norte, había tocado con ellos en distintos antros de mala muerte, pero después se entregó al alcohol por completo. Después Kata también los había abandonado, la afroamericana con voz de falena noctámbula había dejado la frontera, porque con tanta violencia “ya no se puede cantar tranquilamente”.

Si bien el saxo del chilango bebedor les hizo pasar buenos momentos de música, serenatas de blues al fondo de una calle vacía, con la ventana cerrada de una novia invisible; sin la voz de Kata se consideraban completamente perdidos, entre otras razones, puesto que por ella los habían contratado en El Bep. Ahora tendrían que tocar en los camiones, lidiar con los reguetoneros y seudorraperos que andan de cacharpos y, sobre todo, soportar los corridos de narcos que ponen los choferes a todo volumen. Con eso se torturaban Nat y él al hablar sobre el futuro más inmediato.

De lo único que estaba seguro era que amaba la música. La consumía de manera exquisita, o más bien la música lo consumía. Sus preferidos no eran tanto los grandes, sino aquellos músicos que lograban por momentos, en algunas canciones, el grado máximo al que se puede aspirar: “a transparentar la sangre escuchando el torrente del corazón”, como él siempre pensaba en sus sueños, pero no lo alcanzaba a decir en el instante del despertar.

Sus ideas eran pocas y raras. Por ahora el jazz ocupaba sus dedos, pero más allá un umbral le esperaba; adentro de su memoria se encontraban las guitarras estridentes y, todavía un poco más adentro de sí mismo, se encontraba su música, la creación que tejía el prodigio de un requinto para salvarse. Alguna vez pensó que dentro del bar nocturno de su cerebro, habitaban rolas que llegaban a igualar a sus maestros. Después lo consideró y se abstuvo de juicios tan a la ligera, pero es que en verdad creía que la música de aquellos sueños era sublime, en sueños que hacían surgir de entre las cuerdas las sombras fugaces de sus dedos.

Así le gustaba pensar, mientras tocaba. Se le hacía más difícil estar en el mundo real y analizarlo todo al mismo tiempo. En la canción encontraba un mundo aislado, más comprensible para su persona y capaz de resolver sus pequeños problemas. Pero en sus sueños era donde pertenecía el guitarrista poeta. Soñaba en notas casi imposibles de tocar, espacios en blanco, en espera y poco a poco los bemoles de un piano estremecido asaltaban a un tren en marcha, prolongando la noche con su tacto de arena en las dunas del sonido. Un gesto de rebeldía sonaban entre las cuerdas y el lenguaje armónico se adentraba en lo más profundo de su existencia humana.

Al despertar sucedía –cada vez más seguido- el presentimiento de que la canción todavía susurraba en su cuerpo, pero al tratar de transportarla al mundo real, se esfumaba, igual que el humo danzante de todos los cigarros consumidos en El Bep. Ya entrada la noche, ese día el dúo terminó con algo de su siempre repetida: “tú puedes escucharme, pero yo te puedo amar”, como también era su vida, una intervención de cuerda vertiginosa en el mundo, a la que sólo podía escuchar y amar en el secreto de sus sueños.

Se acordó que una vez, cuando era un niño, logró traer a su mente la tonada que había soñado, la estuvo chiflando durante todo ese día y su papá le dijo “esa canción que chiflas suena bien”. Él le contestó que la pasaban en la radio y no se habló más del asunto. Fue la única vez que pudo recordar un sueño musical. Su papá nunca supo que él la había compuesto toda entera.

Se despidió de los meseros y decidió caminar hasta su casa. Esa noche no durmió. Padecía insomnio algunas ocasiones, pero no pensaba ni hacía nada excepto poner a Pink Floyd bajo sus audífonos y cerrar los ojos. Entonces venía el sueño, aparecían guitarras y las mismas sombras cubriendo las cuerdas. La batería a lo lejos, casi imperceptible, entonces venía el grito de una vocalista. De pronto, una voz se prolongaba en el aire rojizo de un desierto, el cual transparentaba las llamas de una ciudad cubierta por la catástrofe, contemplando todo el abandono: la ciudad y sus antros destruidos; melodías sofocadas por el resonar de las sirenas; un deshuesadero de teclados, guitarras y baterías; instrumentos musicales sustituidos por cuernos de chivo y granadas de mano.

Se despertó con una cruda acústica muy fuerte. La cabeza le estallaba y luego casi le revienta cuando se percató de que su aparato de sonido se había quemado. No tenía dinero para componerlo. Dio todo un viaje por el lado oscuro de la luna y la anduvo recorriendo como veinte veces antes del amanecer. Los oídos le retumbaban, pero en verdad disfrutó cada augurio de los Pink Floyd.

En realidad no era tan importante el estéreo; en su potencial interno creaba música suficiente hasta el fin de sus noches. De niño incluso cree que durmió escuchando la flauta mágica de Mozart, aunque de eso no siempre estuvo tan seguro. ¿Para qué se necesitan cosas materiales teniendo el poder de los sueños? Pero sentía hambre y los sueños no llenaban el estómago. El refrigerador aún estaba vacío. Tenía que lograr de alguna forma recordar su música. Su mayor contradicción era saber la respuesta y tener hambre, no sólo de la que aparece en el estómago, tenía hambre de triunfo, hambre de felicidad y de muchas otras hambrunas que también pueden matar a las personas. ¡Qué diablos pasa en este mundo!

Aborrecía la vergüenza, pero más detestaba sentir lástima. Tragó con orgullo un pedazo de bolillo y salió apresuradamente, mientras el sol se ocultaba entre la ciudad.

El bar y el jazz se habían vuelto una rutina tediosa. A veces tocaba totalmente ausente, sin hacerle caso a nadie. Incluso su Gibson llegó a parecerle traicionera pero no, ella no tenía la culpa. Llegar a su casa y dormir era la seguridad de que al despertar sucedería lo mismo. Ya estaba cansado del olvido, de tomar esa distancia con el mundo.

Aquella noche que descubrió al chilango tocando fue la más amarga que recuerda. Soñaba estar escuchando una canción extraordinaria, de pronto despertó y se dio cuenta que en la planta baja, Nat había llegado con el chilango saxofonista y antiguo miembro del grupo, ambos hasta la madre de pedos, y a cierta altura el chilango había tomado su guitarra y la tocaba de manera precoz y desafinada. La realidad era esa: jamás había soñado los sonidos armoniosos, nunca en su mente creaba las más sublimes canciones antes oídas. Todo reafirmaba lo que el mundo le escupía diariamente: naciste fracasado.

No habló de ese asunto con Nat al día siguiente, ni por la tarde cuando se recuperaban, ni cuando caminaron juntos hasta el bar. Estaban desarreglados y sin bañarse. No le había quedado más remedio que seguir la juerga con sus amigos. Durante parte de la noche, que había llegado demasiado rápido, sostuvo su guitarra y tocó sin conversar. La gente realmente no le tomaba en cuenta, ellos iban a lo suyo, no a la música. De pronto no le vio sentido a la creación del arte. Él que siempre supuso necesario el orden de las cosas y la búsqueda de sí mismo, nunca había aprendido a perderse en las fronteras del amor que predicaba. “Al menos ese pinche chilango lo logró anoche”. Es duro cuando lo que crees se desvanece inexorable ante tus manos, porque las manos están hechas para crear. Nunca sería, pues, un hombre pleno. En el bar se encontraban algunas parejas coqueteando y uno que otro ebrio ya entrada la noche.

Lo que sucedió empezó casi imperceptible pero fue llegando más fuerte, todos lo recuerdan de forma vaga; sólo dijeron que, ya casi para cerrar, comenzó a escucharse una guitarra que rompió con el ambiente muerto del lugar. Era el chico que se encontraba con el grupo. Algunos le habían visto antes con indiferencia, pero les atrapó sin más. Nat trató de seguirle sin éxito. Al principio parecía estar moviendo los dedos, muy rápido. Luego ya no parecía moverlos, no se parecía a nada que hubiesen visto o escuchado antes. Era realmente impresionante. La música quedaba fija en el firmamento, una melodía cósmica de las esferas a lo lejos.

Es cierto que suceden cosas indecibles, pero hay acontecimientos sin nombre, como el de aquel chico de la lira en aquel bar. Así lo recuerdan. Cuando terminó, todos estaban acabados. De una manera el hecho los había extasiado hasta la tranquilidad de un mar sin olas. El músico salió corriendo del bar muy consternado, con pasos cortos, a un lado de la banqueta.

Entró a la casa y subió a la azotea. Como siempre, no se veían muchas estrellas, pero necesitaba tranquilidad después de mantener a tal grado su ser. Es verdad, lo que soñaba era veraz y extraordinario. Aún le retumbaba la música que era su música. Estaba toda en su cabeza. Cada nota, cada movimiento, cada tiempo, lo recordó completo y claro. Qué raro se siente, pensó, he cruzado el límite del ansia. Sin embargo, poco a poco se fue calmando hasta que nuevamente no recordó nada, pero ya no estaba deprimido ni angustiado. Sí, es cierto que esa noche le llegó a los grandes con su talento. También es cierto que aquella rola nunca más la recordó. Pero vinieron otras noches y vendrán otras noches para recrear al mundo y a su requinto onírico.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Salir de las cuerdas

Darse en la madre porque nos parió la poesía
un día de catástrofes para ángeles caídos
ya no abrirán sus alas para escapar del cielo
sólo este suelo que recuerda nuestras tumbas
un parque de fresnos para un cementerio
estatuas que en vuelo esculpe la muerte
sueño del bosque relumbra los huesos
nos lleva a saciar la sed con lluvia.

Darse en la madre porque nos parió la poesía
lo mismo en callejones que antiguas cantinas
no es que la rima quedara de golpe
fue la madriza que llevó el retoque
en una esquina la cólera estética
el vaso diáfano que el tequila incinera
en otra una mano que escribe la aurora
lo escrito amanece en la cruda de mi hora.

No hay argumentos para este insaciable deseo
de darse en la madre en el centro del ring
como lo quiso Maffio como se quiere al fin
un atajo inequívoco a la muerte
salir a pelear a pesar de la derrota
hasta acabar con la costra de tu sangre derramada.
Ya no hay mafia, sólo hay Maffio

lunes, 14 de diciembre de 2009

Los ojos de los perros



Los ojos de los perros

A Eusebio Ruvalcaba

En esta ciudad vacía y desnuda
tristeando en solitario
los perros te acompañan:
uno de ellos se muerde la cola y aúlla
otro con rabioso se esconde de la luna
aquél, más sensible, olfatea la poesía
en el hueso que roe un camarada.

Una perra en su mirada está dios que ladra
cuida a unos niños, sus hijos
Rómula y remo en un andén del metro
sacando el colmillo
para que puedan dormir tranquilos
después de haber chupando teta de la Vía Láctea:
xólotl-escuincles malcriados por el hambre
por el mísero bocado que masticas con un trago
de aguardiente, con la botella entre las patas
cauterizas la noche de intemperies
borracho de lujurias para una jauría
pidiendo por tu corazón en celo:

Entrégate a ellos
los perros corrientes como tú
de raza fiel
pueden dejarse matar por sus amos
pero ellos, sin más amo que la noche
te llevan siempre de regreso a casa.

Y tú no eres ya el mismo al alba.

Cópula de nadie (poema de Arturo Alvar)







 
IV

Rompo tus pasos
irrumpo en la catástrofe del páramo
los retornos no existen
polvo que se queda en nuestras manos

El rescoldo se avecina

en el límite del ansia
grito que declina a un sol
amoratado por la autora
tejido en el lienzo del desierto

Soledad que es cólera fortuita

cúmulo de cráneos
desvelo sin ojos
una rosa lapidada en hojarascas
por aprócrifos verdugos de tu cuerpo.

La muerte inefable

inhóspita como este tiempo
el abordaje a un sonido
de tren cargado con brazos
mutilados en el hondo crujir
del engranaje.

Los dedos se colapsan:

sólo queda escribir con la mirada.

Arturo Alvar

domingo, 6 de diciembre de 2009

Espacio en negro

Música de lotos

Escribir para no suicidarse..
EGRA

Koji iba a hacerlo, qué hacer frente a tantos Cristos crucificados. Salió del cine. Traía consigo el libro donde, sin saberlo, le estaba cifrado otro destino. Ese contacto con lo que estaba escrito, le rodeaba. Se sacudió y contrajo al leer una página azarosa, en lo que caminaba, bajo los puentes, a su departamento de Nebraska. Algunos recuerdos pasaron en un primer hojeo, desde sombras de la guerra hasta el rostro del narrador, con quien viajó por toda España. Años atras, en Toledo, bajaron juntos una cuesta empedrada, al pie de las murallas, atisbando mezquitas, disfrutaron perseguir trenes que se escapaban de sus relojes atrasados. Luego, recordó, cerca de la frontera con Portugal, en Guadalupe, subieron por un bosque, hasta encontrar una Ermita y muy cerca de ahí, aislado, un caballo encadenado a un árbol. Sintieron compasión, pero sólo Koji se atrevió a acariciarlo. Ambos vieron el horizonte, como tratando de encontrar una montaña. Un espíritu tan vasto como el de Ryoko, que los dos reconocían pero que en ella se mostraba como algo incomprensible y cerrado. ¿Ryoko está enamorada de ti? Preguntó Koji, asombrado al ver el pañuelo blanco con la inscripción de un templo budista que le había regalado Ryoko al joven poeta. Sólo es un regalo, contestó. Aparte de sus libros, había traído consigo un legajo de grabados adquiridos en una imprenta popular de México. Se los obsequió a Ryoko, la primera persona que le brindó su amistad desde el otro lado del charco. Unos días después, ella apareció con el pañuelo, un loto grabado en él, suave para acariciar el atardecer incendiado de los techos toledanos, junto a un kanji atravezado por la transparencia del día. ¿Qué significan esos signos? Preguntó el poeta en un momento del viaje a Koji. No es tan fácil de traducir, contestó, digamos que es un camino que puede conducir a la felicidad. Por supuesto, dijo el autor, he tenido ese presentimiento desde que llegamos anoche a este monasterio.

Koji recuerda, camina, abre la puerta, su mujer lo espera...

jueves, 5 de noviembre de 2009

jueves, 29 de octubre de 2009

miércoles, 28 de octubre de 2009

Los poemas nómadas

llegan a vivir los poemas nómadas
tan sólo un momento
en casas de palabras que cayeron
germinando avistamientos de la arena.

Mudan de piel
quemados por un sol desierto.

No significan ya lo que una voz dijo
aludes sumergidos por el halo de un respiro.

Boca de cielo abierta
donde va dejando sus ecos dactilares
el tropos infinito.

lunes, 26 de octubre de 2009

Lo bueno y lo malo de los premios literarios


Publicado en El Diario
Por Sujey García

Los concursos literarios que se desarrollan en nuestro país son de gran variedad, éstos pueden ser de convocatoria nacional, estatal y, en algunos casos, municipal; cada uno de ellos se maneja con políticas culturales propias, dependiendo de los intereses del convocante, que bien puede ser una institución cultural, una fundación, un colectivo, una institución educativa, o bien, una editorial; pero que al final, todos tienen un mismo fin: promover la obra de nuevos autores, o en su caso, de escritores con trayectoria literaria. 

La literatura abarca diversos ámbitos, es por ello que en los concursos se convoca a participar en diferentes categorías que van desde la novela, cuento, poesía, ensayo, dramaturgia, documental, crónica y hasta periodismo. Mucho se ha dicho de estos certámenes, algunos han ganado credibilidad y reconocimiento a nivel internacional, como es el caso del Premio de Poesía Aguascalientes, sin embargo otros han sido fuertemente criticados, ya que los participantes argumentan que en este ámbito hay también una especie de compadrazgo. Se han registrado casos, por ejemplo, en los que algún miembro del jurado resulta ser amigo o familiar del participante ganador. 

Así, comenta el escritor Arturo Alvar: “lo bueno de los concursos es que son una forma de buscar nuevos escritores. El problema es que en México, en muchos casos, los jueces no son imparciales, dan preferencia a sus cuates, responden a intereses comerciales o son parte de una red parecida más a la mafia que a una comunidad de artistas independientes. De esta forma, premios van y vienen; pero los autores y las obras, al final, desaparecen. Bajo esta lógica, el gobierno o el promotor oficial pueden avalar distintos premios y justificar amplios recursos, públicos o privados; o bien reconocen a los escritores que ganan certámenes importantes, pero esto no tiene nada que ver con el porvenir de la literatura”. 

Debido a ello, muchos escritores jóvenes han perdido la credibilidad en estos concursos, tan es así, que hay nuevos valores con un alto nivel de escritura, que prefieren editar su obra por su cuenta, o bien buscar nuevas formas de darla a conocer “hay mucha gente que no quiere participar en concursos, porque argumentan que es una causa perdida, hay escritores muy capaces, que podrían ganar premios de concursos nacionales, pero el desprestigio de éstos impide que participen nuevos valores y que busquen en otro tipo de programa la publicación de su obra”, argumentó el escritor Haret Farfán. 

Por su parte, el escritor Hugo Garduño, destacó que antes de juzgar las políticas de algún certamen, es indispensable que el escritor tenga una primera obligación, esto es “escribir bien", pues "esto le permitirá encontrar la forma en que alguien pueda publicarle". 

Por otro lado, dijo que el problema es mucho más profundo, pues "en un país como el nuestro, en el que el reina el analfabetismo funcional, es más que obvio que no se pueden generar buenos escritores, con sus muy marcadas excepciones, porque hay que decir que un buen escritor es siempre un buen lector, y en México los múltiples intentos y programas de fomento a la lectura han fracasado". 

Por lo tanto, ¿cómo se pretende generar un buen escritor, si la lectura es una gran carencia que nuestro país no se ha resuelto? Si el fomento a la lectura es la base del éxito o fracaso de un concurso, puesto que un alto nivel de escritura se logra sólo teniendo también un alto nivel de lectura. “El estado mexicano debería de preocuparse por dar fin al analfabetismo funcional, ya que hoy la atención está fija en el entretenimiento comercial, que no es más que excremento cultural”.

lunes, 19 de octubre de 2009

Poemas rolados de Maffio


Maffio

1 Luca

La Plaza de Santo Domingo
está en 1 billete / de milagro
Oh la efemeridad de las manos
Plumas de papiro lacrado
1 desempleado recuerda
la conducta del sol
no el desdén de los bancos
Le faltó agua a la fuente
de ese pañal monetario
/ El Palacio de la Inquisición
sigue crujiendo a un lado/
& escribanos a sueldo
cantineros cansados
noviecitas de Acuña a la vuelta de 1 siglo
Por aquí la roló también William Burroughs
Vasconcelos se eclipsaba hecho 1 fuego
hacia las piernas de Adriana
Enfermaba de tisis
la aún erecta ciudad
Por 1 carro de estos papeles
me la hubiera mamado Fuensanta
Que 1 luca decida mi vida
no lo soporta mi rabia
En la plaza de 1 día
de invisibles campanas
1 desempleado recuerda
& su amor por vivir
se dibuja
vuelto espuma
/ corazón de baldosas /



19 de septiembre de 1985

Crucé empeyotado lo escombros
Miré mis espejos destrozados
El agua de mi ser hecha cascajo
Las familias de acá enfrente ya no existen
La metáfora se caýó de sus andamios
De ayer a hoy otra es la sangre
Fuera del sueño es crudo el sueño
Se pierden hijos /padres/ amasias
Hay polvo negro: flores de ira que masco & masco
Cruzo 1 infierno
Tierno septiembre / qué madrazote
Temprano el día paría su noche
Infraín sin lengua: no puedes verlo
A estas tus calles
(tu mundo ebrio)
las hiere El Hades
Hemos cambiado de hora & sitio
Lloran sirenas
Se incendia el ánimo
Tiznado & todo grito: Aún vivo
Mi sol es rojo / Mexica Atahui
Quemado el paso / preso en la ceiba
Esta laguna flota en su estrella
Aun en ruinas / aun golpeado /
Mi sol es rojo / Mexica Atahui




EME ESE PE
Moriré sorbiendo
pulque de ajo
Haciendo piruetas
de cirquera
en la Hija de los
Apaches
del buen Pifas'
* *
Bajo la bendición
de las imágenes
sagradas/ inmortales
del Kid/ el Chango/
el Battling/ el Púas
Ultiminio/ el Ratón
(sacerdotes del placer
del cloroformo)
* *
Qué más que
saber salir de las cuerdas
& fajarse la madre en el centro del ring
La vida es 1 madriza sorda
Alucine de Efe Zeta
Película de Juan Orol
Mejor largarse así
Sin decir semen va o enchílame la otra
Garabateando la posición del feto
Pero ahora sí
definitivamente
& al revés.

Foto de Rodrigo Monreal Chandía, 2003

lunes, 12 de octubre de 2009

Lugar del salto


Ilustración de Pavel Zmud


¡Oriunda Luna!

Sapo que se tragó
sus pedazos gravitantes
que la hicieron redonda
desde el reloj más lento

su panza fue el ocaso brillante
inundando por relámpagos
en el salto tremendo hacia el oeste

no caigas en África
vete a un Hai-kú
sé más real en un paisaje
rampante de azul

a la caza del sapo
un día del calendario
nueve planetas rondan
por esta canción.


AA...

Pulkata





A la exploración de un infra jodido

En el extracto de un pulque
un numen procaz me enmaraña la suerte
de un efímero eclipse
en los vestigios de la aurora

veo corrientes que se agregan
a la marea fortuita
de los que dicen tener
los ases bajo la manga

pero, oh victoria
no me des un curado de heridas
mejor que la derrota me dé un pulque natural
tan pobre
como los rostros-años que me quedan.

...

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Demasiada juerga

.

Uno no vive de ficción. 

Voy a rendirme ante los ejércitos de mi dominación mental y recoger todos esos vasos rotos. 

No estoy ebrio, se nublan estas palabras. Han tomado la ciudad entera y tengo que huir, me tambaleo. 

Un hombre observa y grita que me arroje al suelo. 

No hago caso, echo a correr, regando palabras por todo el asfalto, fonemas ahogándose en los charcos, la lluvia que cae de estrépito en mi estrépito. 

Paro a descansar en un parque lleno de fresnos, las gotas se deslizan por las hojas. 

Bebo un poco. 

Estalla una granada lejos de mí. Pronto vendrá alguna que me garapiñe el cerebro. 

Abandono a estas palabras debajo de un árbol, las más se encuentran abrazadas, despojadas de sentido, y otras llegan a nombrar alguna realidad por meras casualidades. 

Entonces leo: ¡escapa! 

Los ejércitos de mi dominación mental, pobre desengaño, se encuentran cerca. 

Subo por la calle mojada y busco el metro. Hay gente malherida. Un transeúnte asesinado al que le ladra con angustia un perro, me parece conocido. 

Todo lo vomito, cristales se desperdigan y el alcohol se derrama como sangre. 

Por fin me arrojo al suelo, no quiero despertar, demasiada juerga entre los muertos de la masacre. 

.

Militarización en Chihuahua

La nada de los dioses

Fue en el segundo año del dios de viento, cuando los hombres abandonaron la ciudad buscando otro cardinal del mundo. 

Aquellos edificios fueron vaciados por la tolvanera de voces que llegaron como una premonición de la derrota. 

¿Volveremos al bosque? Se preguntaban, mientras las construcciones encallaban en soledad, trasatlánticos encadenados en una bahía desierta. 

Pasó el tiempo de la siembra cuando los albañiles descifraron el umbral de la guerra. Prefirieron llevarse los ladrillos que construir ignominias para las afrentas. 

Los dioses observaban la partida de los hombres de aquel tráfico de objetos ya inservibles: dinero, basura, armas, cenizas de libros, escombros de espejos rotos por el furibundo reflejo de nuestra especie. 

En el año axial del viento, la arena cubrió por completo los cadáveres. 

Una rosa herida de gravedad subió a los confines de la tropósfera, mientras caían las bombas en el estrecho sin fin de la ciudad en llamas. 

No sólo observaron, sino que los dioses pidieron por mi corazón para acabar con todo aquéllo. 

Me abrieron de tajo el pecho, pero no había nada, ni un latido, sólo el rumor de un mar desolado. 

Se asomó el sol en el horizonte y no vio nada. 

Vino la luna exhausta en su devenir nocturno, a descansar en mi hombro, tatuado por su sombra.

En el estruendo lejano del horror de la ciudad, asomándose por un hueco de la fronda, la luna miraba a través de un celaje, tras la contemplación de las ruinas para desprecio de los dioses y la nada.


Nómadas contra molinos

martes, 15 de septiembre de 2009

Tentaciones ingrávidas

La metáfora poética en el pensamiento hispanoamericano. Apuntes para una Sociología de las doctrinas estéticas.

I

Durante mi estancia en Toledo, España, como becario en estudios hispanoamericanos por la Fundación José Ortega y Gasset, desarrollé una activa disposición a la creación poética, alimentada por los constantes viajes por el país ibérico: Castilla-La Mancha, Valencia, Granada, Barcelona, Extremadura, entre otros lugares; sino que, además, me acompañaba, ya desde mi partida, haciéndose más evidente conforme pasaron los días, una extraña pero poderosa voluntad de contrastar estos encuentros literarios con un rigor académico al que un profesor calificó de autoexigente, pues más que por iniciativa de la propia institución, que me acogía como el único mexicano de un total de ochenta estudiantes de diferentes países, fui haciéndome conciente de que estaba en un momento único, verdadero caldo de cultivo para el hallazgo de capítulos pendientes por cosechar en la literatura y el diálogo del pensamiento hispanoamericano.

Así fue que al otro lado del charco me acompañó, entre mi equipaje de ropa improvisada y libros escogidos, un tomo de las obras completas de Octavio Paz, el cual contribuyó en principio, con su volumen y peso, a que mis dedos terminaran con algunas heridas, porque desde el arribo al aeropuerto de Barajas, me rehusé a tomar taxi, como me aconsejaron los de la Fundación, tanto por los escasos recursos con que contaba y porque, de pronto, pensé que si había vivido veintidós años de mi vida en una de las ciudades más grandes y caóticas del mundo, no significaba mayor dificultad tomar el metro de Madrid, con todo y dos maletas, bajarme en la estación del sur para tomar luego un camión que me llevaría al antiguo Convento de San Juan de la Penitencia, donde tendría mi residencia durante el otoño y parte del invierno del año 2005. No me imaginaba que ese sacrificio tendría sus frutos cuando, en la clase de Literatura Española del siglo XX, nos dejaron escribir un ensayo sobre algún tema tocado por el filósofo español José Ortega y Gasset en su libro La deshumanización del arte. Fue de esta manera que una noche, en la soledad de mi cuarto, entre ruidos de fontanas y ronquidos de mis compañeros, descubrí un diálogo “secreto” entre Paz y Ortega sobre la metáfora poética.
Antes de entrar al tema de la metáfora poética entre estos dos autores, creo necesario ubicar el presente en que escribo, pues desde aquella experiencia en España han pasado cuatro años. Sin embargo, el tiempo transcurrido no ha sido en vano, porque el hambre del descubrimiento tuvo su pan bendito, ya que en el 2007 apareció en México otra publicación, Reflexiones sobre la poesía, de Enrique González Rojo Arthur, que me pareció fundamental en la prosecución de este pensamiento dialógico entre Paz y Ortega. Publicado 50 años después que El Arco y la Lira, el libro es resultado del pensamiento lúcido de un filósofo y poeta que a los ochenta años de edad sintetizó sus primeras percepciones filosóficas de juventud, como miembro del movimiento llamado “poeticismo”, para exponer ahora una lógica poética que anima a las obras que le antecedieron, afinando de esta forma las categorías que se adentran en el paradigma de la metáfora. Los esfuerzos de estos apuntes se dirigen a la revisión crítica de esta triada de escritores, abarcando un espectro cultural considerable, de tal modo que se puedan poner sobre la mesa las continuidades y rupturas del pensamiento que los forja.
Lo ininteligible del título de este ensayo, Tentaciones ingrávidas, es explicable con relación a una imagen: las islas ingrávidas con que Ortega intenta definir a la metáfora, es decir, a la soledad del lenguaje. Pero también, responde a lo que Paz manifiesta con un gesto poético: se llega a la metáfora como caemos en una tentación, esto es, en la comunión del lenguaje. Para los estructuralistas quizás esto pudo parecer una discusión superflua, pues para ellos no es tan importante la búsqueda del origen del lenguaje como desentrañar su funcionamiento. El ejercicio de desentrañar el lenguaje no reside tanto en lo diacrónico sino en lo sincrónico, no en el exceso de historia acumulada desde un principio mítico, sino en el presente donde el lenguaje se enuncia a sí mismo. Si Ortega acude a las imágenes mientras que Paz a las concepciones, Enrique González Rojo Arthur es el ejemplo más claro de un sincretismo intelectual en el ejercicio filosófico y poético, ya que para el autor de Reflexiones sobre la poesía, el amor por la sabiduría no va en detrimento del pacto de sangre con las musas. Esto se puede reflejar en su propia poesía, en donde hay un sustrato filosófico, así como en su filosofía, en donde existe un trasfondo poético; vocaciones que lo acompañarán a lo largo de su vida. Hay que develar, entonces, en el lenguaje, lo que da vigencia a la metáfora poética como una lógica del pensamiento.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Paseaba por los pasillos del panteón francés, buscando estatuas de ángeles caídos. Mis ojos hacían algo parecido con el libro de Ovidio, El arte de amar, como queriendo enterrar sus páginas al fondo del recuerdo, hasta que depositaron mi mirada en una tumba abierta. Me pregunté de quién sería aquella boca sin fondo, la respuestas de los árboles fue: tal vez el último refugio que esperaba Huidobro al final de Altazor. "He aquí la muerte que llega como la tierra al globo que cae". Entonces me senté a leer a las orillas del agujero, pensé en mi propio obituario y unos días más tarde escribí: "Escapan los gusanos de tu fosa/ íntima fosa sin reposo/ no cansados con comerse los ensueños/ en hondos vivideros/ frescos en otoño./ Pujante fosa/ ¿quién nacerá? /Es tu cadáver/ que exquisito cae como las hojas/ facciones de otra cara en los escombros. / Sólo hacen cosquillas los entierros. / Ya no hay huesos, sólo están las lápidas / muda floración de los retoños/ la muerte que bosteza y siembra un coro". A finales de 2004 Obituario era ya un libro de poemas, como dice Sabines, recién parido en el lecho de la muerte.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Toca fondo la crisis literaria

En las primeras planas de los periódicos, en agosto de 1982, un mes antes de mi nacimiento, apareció la noticia: "Fuga de capital en México por 40 mil millones de dólares". Qué buenas nuevas para dar a luz. Así es, en lo que la sangre fluía del vientre de mi madre hacia el cordón umbilical, al mismo tiempo, como un torrente desaforado, la especulación del capital anunciaba ya su engendro financiero. Veintiseis años después, me he refugiado de la tormenta que inunda la Ciudad de México. Estoy en el Chanti Ollín, con un charco metido en cada zapato, forastero de la lluvia y de la depresión (económica). Mi reciente incorporación al ejército urbano de desempleados, en su mayoría jóvenes, en no pocos casos con estudios superiores, me hace platicar lacónicamente con los residentes de este edificio ocupado. Doy gracias a la hospitalidad con trabajo colectivo y nos dedicamos la siguiente hora a desmontar un baño ecológico, ubicado en el techo, para volverlo a colocar en la planta baja del inmueble. Luego Youalli G., residente del Chanti, saca su nuevo disco de hip-hop y nos ponemos a escuchar, pero no logro concentrarme en lo que dice, así que sólo me dejo llevar por el ritmo. Surge la angustia, ¿cómo le voy a hacer para sobrevivir? De pronto entendiendo: uno mismo representa el costo de las sucesivas devaluaciones acumuladas; junto con mi generación fuimos el vaticinio de la crisis, crecimos en ella y ahora nos sigue acompañando; ascenso de la cuota literaria para los paises en desarrollo, pues sólo el porvenir y la imaginación de la escritura, ha valido una cuantiosa descapitalización de miles millones de dólares, sumado al costo de todos los proyectos culturales que ya superan, por mucho y con intereses, el dinero que sigue su curso hacia la alcantarilla de Wall Street. Los poetas no resultan nada rentables, así que sólo queda esperar que me sigan dando guarida estos hombres que sobreviven a la encrucijada. Con razón desde Platón y luego con Augusto, ya los desterraban. Pero aún así, da gusto nacer bajo el signo de la pobreza, porque, como dice Séneca, las cosas buenas que pertenecen a la prosperidad, han de desearse, pero las cosas buenas que pertenecen a la adversidad, han de admirarse. Entre estas divagaciones, pasó el tiempo tras la tarde lluviosa del mes de septiembre, en los umbrales de mi próximo cumpleaños, dando sorbos al pulke de ajo de los compas del Chanti. Por la madrugada, alguien me pasó una cobija, como si viniera del séptimo círculo del infierno hacia Comala o, mas bien, de Guatemala a Watepeor. Me quedé solo, extrañamente frente al televisor, viendo el largometraje de animación Waltz with Bashir (2008), dirigida por Ari Folman, que ya me había recomendado Juan M. Fernández, desde Ciudad Juárez, a través de su blog "entrecaos" (visítenlo), en donde un ex soldado judío trata de encontrar los recuerdos perdidos en su memoria, sobre la intervención del ejército israelí en Líbano y la matanza perpetrada por la Falange Cristinana a palestinos refugiados, que aconteció allí en 1982, precisamente el año de la fuga de capital por 40 mil millones de dólares, el precio tazado por la muerte de niños palestinos. Estas son ahora las condiciones. Sin empleo, sin sueño y sin preocupación metafísica, pernocté en los susburbios de las ruinas, imágenes cinéticas perpetrando el alba con la quimera de mi ensueño. Por la mañana, antes de partir al estruendo citadino, Youalli G. me regaló su disco y se puso a rapear los distintos nombres de la mariguana.

Trabajo



Hay un trabajo detrás de todo esto
lleno de sueños y lluvias que caen con el desvelo de la noche.
Hay un ímpetu de atardecerte y prolongar adioses
en los fulgores últimos de la alborada.
Hay un cuchillo de sierpe atravezando corazones
templos de ceniza para dioses que duran la exhalación del humo
!Ah, los dioses! He tenido que matar a tanto para ser yo mismo
una canción que se aleja del arpa
vibrante en los destellos del sonido
un asesino de relámpagos
que escapa con nostalgia de la luz
en ramajes de vida cada vez más estrechos
hacia bosques inabarcables por invisibles que parezcan.

domingo, 19 de julio de 2009

Traslaciones

En esta ciudad abominable pasa algo peor que los espejos y las cópulas. Estamos hechos de traslados y distancias. El tiempo nos consume, animal hermoso que digiere al mundo. Nunca había sentido de tan intensamente este viaje narrado a diario como en cuenta regresiva. Cataclismo fallido, pues todo sigue en pie, concentrando el caos. Después de atravezar la ciudad, puntos cardinales desconocidos, rutas deshabitadas por el aguacero, pasillos llenos de basura, el regreso sin Ítaca, los bosillos vacíos, la limosna arruinada. Algunas veces pienso que no hay nadie en el mundo que esté dispuesto a tal o cual barbaridad, que algo así pueda ser posible. Estamos tan expuestos a la contingencia, que un simple traslado es disyuntiva entre la espera de la vida y el tráfico a la muerte. Prefiero caminar aún sea de subida. Existen las hazañas de miles de jóvenes que todos los días se trasladan de sus hogares hasta Ciudad Universitaria, la Escuela Nacional de Artes Plásticas, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en el mejor de los casos, como Joaquín, Lalo o Juan de Dios lo hicieron buena parte de su carrera, estudiando en los camiones, andenes y asientos del metro. Abro un libro para esconderme, me confieso caracol y al igual que todos, derivo en el ser lo que ocultamos, sin coraza y babeantes de infinita oscuridad. A veces, cuando he querido salir de esta ciudad, ella no me deja, me hace perder los estribos y voy blasfemando las horas carcomidas, donde trato de alcanzar los límites del alba. Ella me acaricia con sus cabellos de luz, me besa con sus labios de lámpara encendida, sostiene mis párpados de insomnio perene. Sólo la azotea del edificio gris de diez pisos de la Unidad Marina-Nacional, donde acostumbro subir con Javier, Luis y el Chino, me permite liberar este vicio de no dejar de ver el horizonte. Me recuerda un poco a ese sueño continuo que sólo se interrumpe con la llegada del día, con el paso del tiempo en el que he aprendido a sumar identidades: la otredad de lo indistinto. A cada lugar que llego, de pronto, ya me siento parte. Soy una extremidad de la ciudad, xelhua, una constelación amputada del firmamento, alumbramiento desprendido en ágatas de furia, efluvio detenido en lo incandescente de una vela, donde voy navegando proscrito en "mi barco izado de poemas".

domingo, 10 de mayo de 2009

Viaje lejos de Circe

Ilustración: Eko de la Garza "La muerte del aburrimiento"

Fue cuando la música vagaba
en el brocal bruñido
del horizonte de su cuerpo
Circe bailaba ebria
bajo el influjo de ciertas mareas
transpirando el movimiento
continental de sus caderas.

En el balaje lunar de su sonrisa
lo importante fue el camino
hasta el umbral de la pirámide
labrada por la brisa del oleaje.

Pasea y baila en la orilla de la playa
cangrejos escaparon
tras las huellas de sus dedos
y sus rastas espantadas
se enterraron en la arena

Ítaca escrita en el codo de una amiga de Lesbos
no sabía que estas islas son tan blancas cuando anochece.

Nuestra primera mujer despierta
de sus ojos turquesa el mar por dentro
dentro del recinto claro de firmamentos
búngalos taciturnos la trajeron
huesos de ballenas flotaron como corchos.

Por la mañana el fuego extinto trajo un cielo de cenizas
tragaluz de sombra sobre las grietas del velamen
se despidió de mí Circe, lejos quedó el camino hasta ella
en el segundo día del mundo la palabra fue un “tal vez”.

Así entrando en el mar
atraído por sirenas de escamas ruborizadas
desperté a las medusas
que entre sueños pétreos, danzaban
traslúcidas para los náufragos
en sus pechos desnudos encallaron lunares.

Circe contempló las gotas de mi lucha
con los músculos de Poseidón
enceguecido por la furia del designio
el agua evaporada
por una población de estrellas
en el destello de sí mismas.

Bajo el semblante de la noche
los astros quedaron de mi parte
las fugacidades del relámpago
perdido en el temporal de lo eterno.


Ilustración: Eko de la Garza "Lo mejor de mí son mis vicios".