PRESENTACIÓN DE ELOGIO AL OFICIO
A veces, a la poesía la podemos ver como "ensueño", y al ensueño
el modo como los románticos concebían el lazo que unía al sueño con la vigilia,
es decir, el momento en que el sueño es conciencia vivida. Como si el ensueño,
y por ello la poesía, fuese un enlace entre lo que somos y lo que deberíamos o
podríamos ser. De ahí que la poesía debiera ser algo absolutamente presente en
nuestras vidas, pues la poesía nos despierta de nuestra cotidiana enajenación
al hacernos recuperar lo más puro de nuestra condición humana.
Aunque, quizás por ello, la poesía está tan poco presente entre nosotros,
pues resulta esencialmente contestataria, quiero decir, verdaderamente
contestataria. Y es que al voltear a nuestro alrededor lo que vemos tiene más
que ver con la producción o con la incitación al consumo que con la poesía,
pues, como dije, al despertarnos y dejarnos ver cómo en verdad somos, la poesía
se convierte en algo peligroso.
El proyecto "Elogio al oficio", carteles y el libro concebido a
partir de ellos, que aquí presentamos es una manera de querer salvar esa
ausencia. Procurar hacer de la poesía algo visible a través de un instrumento
tan nuevo como viejo como pueden serlo unos carteles. Carteles que se han exhibido
en diversos espacios, en especial, los universitarios, los de la UAM y otras
instituciones, y que pretenden intimar entre lo visual y lo poético, como en la
Antigüedad lo hacían, nos explica Alberto Híjar en la solapa primera del libro,
los pictogramas, "tanto para los poderes del saber como para los
adoctrinadores", en los que se hacía constar el asombro de la existencia. O,
como señala por su parte Óscar Oliva en la segunda solapa del volumen, el libro
se propone con una finalidad estética como didascálica, de formación de
lectores de poesía. Esto último, como aquello con lo que más ha simpatizado
nuestra empresa.
En estos carteles, el reto era que la poesía se hiciera visible, que es
tanto como decir que lo visible se oiga, pues en este caso opera una sinestesia
en ambos sentidos: de la vista al oído y de lo auditivo a lo visual. Se trata
de trece carteles y catorce poemas (pues en uno de ellos se recogen dos haikús,
un modo de hacer poesía originado en Japón). Los poetas aludidos en la serie son
de los más diversos orígenes y tiempos. Se inicia la colección con un soneto de
un escritor mexicano y español como lo fue Tomás Segovia, después otro soneto
esta vez de un escritor francés extraordinario del siglo XIX, Gérard de Nerval,
continuamos con otros poetas de alto registro, el argentino Jorge Luis Borges,
el irlandés Samuel Beckett, el mexicano Renato Leduc, el griego Constantino Cavafis,
el también mexicano José Juan Tablada, el japonés Oshima Ryata, el francés Paul
Valéry, el peruano César Vallejo, el estadounidense cummings, el italiano
Francesco Petrarca, el mexicano José Emilio Pacheco (único poeta vivo del
conjunto) y culmina la serie con un poeta anónimo que testimonia la implacable demolición
de México Tenochtitlan, en la tercera década del siglo XVI, y al que podemos
referirnos sólo como un cuicapicque, es
decir, como un poeta nahua poscortesiano.
En el proyecto intervinieron fotógrafos, ilustradores y once diseñadores
gráficos de las muy diversas escuelas y estilos, como fácilmente puede observarse,
casi todos con una amplia experiencia profesional que se hace evidente, creo, en
la contemplación directa de la poesía visual de los carteles. Un proyecto,
entonces, colectivo que reafirma la convicción de que la poesía es, siempre, la
voz de la tribu.
En este sentido, agradezco el tiempo creativo que cada diseñador le dedico
a la obra de cada uno de los afiches, si bien, en varios de los casos, hubo,
como ya indiqué, la colaboración de otros artistas plásticos. En el cartel
dedicado a uno de los "sonetos votivos" de Tomás Segovia, la
fotografía de Conchi Martínez engalana sobriamente los endecasílabos del poeta,
diseño de nopase editores.
En el cartel dos, dedicado al famoso soneto de Gérard de Nerval, "El
desdichado", se supo crear una estampa de lo que para el escritor francés era
"el Sol negro de la Melancolía", diseño sobrio y eficaz de Eduardo
Téllez. El dedicado al poema "El suicidio" de Jorge Luis Borges fue destacada
elaboración de Patricia Hordóñez, quien se inventa una cabeza poética del
propio poeta a modo de universo en expansión. El cuarto cartel recoge uno de
los grandes poemas del siglo XX, "Cascando" de Samuel Beckett, el
diseño procura estampar en la limpidez de la página en blanco, la imagen de la
caída del lenguaje a modo de cascada verbal. En el poema de Renato Leduc,
"Temas", de indudable tono satírico, Andrés Cardo aprovechó de modo
grato una magnífica estampa femenina de Omar Soto, para resolver la corrosiva
disolvencia propuesta por el poeta. En el también célebre poema de Kavafis,
Ítaca", Guillermo Mercado Mulliet, decide que la luna, espejo del tiempo, en
una eficaz interpretación onírica, es la compañera fiel de quien encarnó para
siempre la astucia y la búsqueda de lo inaudito, Ulises. El cartel siete está dedicado
a dos haikús. Uno de José Juan Tablada, "El saúz", junto con un poeta
japonés del siglo XVIII, Oshima Ryata que nos advierte de la calma vida del
sauce frente a la irritación de la vida humana. Dos relámpagos de sabiduría,
diseño de Andrés Cardo, con ilustraciones de Orlando Díaz.
El poema de Valéry, "El cementerio marino", el número ocho de la
serie, es inmenso por sus propósitos y sus logros, que advierten del encuentro
de los siglos de los siglos con el instante. Tal maravilla verbal alcanza, con
alguna leve ironía bien resuelta, a mostrar la fastuosa arquitectura del poema,
en medio del desastre ecológico de nuestro tiempo, diseño de MonteagudoEstudio.
"Los heraldos negros", el poema del genial peruano César Vallejo, es
visto por Diego Medrano Ávila como el brusco paso que va de la ingenuidad a la
tragedia y con ello revela la caída humana. Cuánta influencia tuvo Petrarca en
su tiempo y cuánta sigue teniendo en el nuestro, aun sin saberlo. Un laurel
sobre una letra arcaica visten al poema de Petrarca, de extraño enigma, el
marcado con el once en la colección. El diseño lo consiguió con gran sobriedad estética
Enrique Hernández López. Versos que son sombras de ellos mismos, en medio de un
azul invierno, son, ya, una sugerente interpretación de los versos del poema de
José Emilio Pacheco, "No me preguntes cómo pasa el tiempo. Su límpida
realización corrió a cargo de Joel Dehesa Guraieb. Al final de la serie, el
número trece, dejamos el que es una lírica conmoción de nuestros orígenes como
pueblo; uno que delinea de un modo sobrecogedor el desastre espiritual y material
que supuso la toma de la ciudad en medio del lago de la luna, en 1521, obra de un
poeta nahua, testigo de los acontecimientos. Sobre una intervención de Omar
Soto del famoso Mapa de Núremberg o Mapa de conquista de Hernán Cortés,
Andrés Cardo estampa lo que el lirismo más puro puede crear en medio del
desastre absoluto.
Creo que con estos carteles de poesía no resulta difícil acometer la tarea
que el proyecto tuvo y tiene, la de crear adeptos a la poesía y a la belleza
plástica. Les agradezco a cada uno de los diseñadores sus magníficas imágenes y
su entrega al proyecto.
De los ensayos, que son parte medular y sustantiva del libro, puedo abundar
de diversos modos, prefiero, por lo pronto, sólo decir que cada una de las propuestas
analíticas ilumina la zona del pensamiento, del pedazo de realidad o de fe que cada
poeta y su poema han sugerido. Esto es el libro Elogio al oficio. Trece carteles de poesía.
Carlos Gómez Carro
Departamento de Humanidades,
UAM Azcapotzalco
Libro sobre carteles de poesía
Por Armando Ponce,
revista Proceso, 19 de junio de 2013
Cuando el poeta Carlos Montemayor dirigió Difusión Cultural de la Universidad Autónoma Metropolitana hace tres décadas, concibió la edición de una serie de carteles de poesía. Cada ilustrador designado ofrecía su homenaje a un poeta y se reproducía un poema.
Hoy, el profesor Carlos Gómez Carro, con el apoyo de la División de la Ciencias Sociales y Humanidades de la UNAM, invitó a más diseñadores para una nueva serie, que se recoge en libro con ensayos de escritores sobre los carteles: Elogio al oficio. 13 carteles de poesía (UAM-Azcapotzalco). La compilación, prólogo y selección son de Gómez Carro.
En el prólogo cuenta que el nombre lo tomó de la columna que el poeta hispano-mexicano ya desaparecido, Tomás Segovia, publicaba en los años 80 en el diario Unomásuno, “Elogio al oficio”.
Los poetas son: Tomás Segovia (Sonetos votivos 3), Gérard de Nerval (El desdichado), Jorge Luis Borges (El suicida), Samuel Beckett (Cascando), Renato Leduc (Temas), Constantino Cavafis (Ítaca), José Juan Tablada y Oshima Ryata (El saúz y Vuelvo irritado), Paul Valéry (El cementerio marino), César Vallejo (Los heraldos negros), E. E. Cummings (69:455), Francisco Petrarca (Cancionero LVI), José Emilio Pacheco (No me preguntes cómo pasa el tiempo), y un anónimo atribuido a la cultura mexica, Cuicapicque (Los últimos días del sitio de Tenochtitlan).
Por su parte, los escritores del libro, respectivamente, son: Ramón Córdoba, Tomás Segovia, Enrique López Aguilar, Adriano Rémuera, Gonzalo Martré, Gunnar Backstrom, Gloria Josephine Hiroko Ito Sugiyama, Roberto López Moreno, Ezequiel Maldonado, Myriam Rudoy C., Fernando Martínez Ramírez, Miguel Angel Flores y Carlos Gómez Carro.
Los ilustradores son: Conchi Martínez, Eduardo Téllez, Patricia Hordóñez, Leonel Sagahón, André Cardo y Omar Soto Martínez, Guillermo Mercado Mulliert, Orlando Ortiz, Monteagudo Estuiox, Diego Medrano Dávila, Enrique Hernández López, Andrés Cardo y Omar Soto Martínez.
Se recoge en la solapa un texto del crítico Alberto Híjar, donde expone:
“Dialéctica de las palabras y las cosas: La narración pictográfica es un recurso ancestral tanto para los poderes del sabes como para los adoctrinadores. Ahora mismo, agosto de 2012, en las llamadas redes sociales abundan los textos con imágenes para animar la digna rabia. Poetas y productores gráficos practican la poesía visual y dan a entender sus proclamas con articulaciones estéticas de tipografías, formatos contra la geometría racionalista y la linealidad narrativa, así como hizo Dada en 1916 o hacen ahora los convocantes al laconismo de Roberto López Moreno, que con tercetos y cuartetos intervienen los muros del viejo barrio de San Cosme. De los gram construidos por las articulaciones de las palabras y los sonidos, nacen y crecen sentidos irreductibles a solo conceptos. A la poesía visual de calles y plazas de las movilizaciones de los indignados y de los okupas, se agregan los carteles y el libro del Elogio del oficio, con todo y su propagación de la belleza del ver, leer, gozar y sufrir, conocer, conocerse, transformarse y transformar.”
Y otro más de Óscar Oliva:
“Este libro cumple con su función estética y de divulgación, por ser un volumen didascálico y de formación de lectores de poesía.”
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