lunes, 31 de diciembre de 2012

La cultura con "el regreso del PRI"




El regreso del PRI al poder es una ilusión; el dinosaurio siempre ha estado despierto. Como en el cuento de Monterroso, el sistema vigila hasta nuestros propios sueños.

El sistema político configura las ideas de los intelectuales mexicanos, de manera que el régimen se perpetúe. Heriberto Yépez no es la excepción. En su reciente columna de Milenio, apunta que en materia de educación, el sistema nacional mexicano es un desastre y que seguirá siéndolo, en el contexto del nombramiento de Rafael Tovar y de Teresa al frente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Estoy de acuerdo con su diagnóstico primero, pero no con su profecía, lanzada al vacío, ni cómo entiende a la institución que es Conaculta. No creo que Heriberto Yépez pueda publicar un planteamiento independiente desde un periódico que patrocinó la fraudulenta elección que ha impuesto a Peña Nieto como presidente de la República. Por lo cual, trataré de abundar en su diagnóstico, así como determinar el papel que ha tenido esa institución, en contraste con el papel que deberá asumir frente a una sociedad mexicana, cuya cultura está proponiendo alternativas sistémicas en un pujante activismo social, de tal forma que el “curita” que es Conaculta en el ingenuo intento de Tovar y de Teresa por reparar el tejido social, sea la sutura en la herida que ha dejado una guerra que, como dijo Mario Vargas Llosa, estaba perdida de antemano, porque el narcotráfico es parte intrínseca del mismo sistema.

El actual titular de Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, estuvo al frente de los sexenios de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo (1992-2000). Conaculta se formó en 1988, precisamente en los últimos meses del gobierno de Miguel de la Madrid y en el inicio del gobierno de Salinas de Gortari ―no lo puedo afirmar, pero supongo que indirectamente es el patrón actual de Heriberto Yépez, a través de Carlos Marín, editor del periódico donde publica su columna―, quien en un momento crítico, donde la sociedad mexicana se había expresado en contra del régimen, cuando éste había respondido con una elección fraudulenta, trataba de lograr una legitimidad para llevar a cabo las reformas estructurales de corte neoliberal dictadas por los organismos financieros internacionales, un proyecto que no ha detenido su marcha, por lo que podemos decir que el salinato desde luego ha sido más penetrante que el maximato de Plutarco Elías Calles, dentro de lo que en 1990 calificó Mario Vargas Llosa como “la dictadura perfecta” para sorpresa de Octavio Paz. Así como se creó el Instituto Federal Electoral, como parte de la voluntad política del gobierno para abrir el espacio ciudadano, Víctor Flores Olea asumió la titularidad de Conaculta, a partir del decreto donde se separaba de la Secretaría de Educación Pública, para trabajar en coordinación con todas las dependencias culturales del país. Su proyecto inicial fue la descentralización cultural, creándose los fondos estatales y programas culturales en el interior del país, sin embargo, con los gobiernos panistas el proyecto se burocratizó. El proyecto descentralizador devino en la Dirección General de Vinculación Cultural, que actualmente maneja alrededor del 70% del presupuesto de Conaculta, que junto con los presupuestos del INAH y del INBA ascendieron en 2012 a más de 16 mil millones de pesos.

A principios de 2012, Víctor Roura recordaba que la estrepitosa caída de Víctor Flores Olea, sucedió después de que Octavio Paz, telefoneara a Carlos Salinas para exigir su renuncia como titular de Conaculta. El poeta se había ofendido porque Flores Olea, quien había sido su amigo en los sesenta, de manera distraída, es decir, sin percatarse de los códigos de la mafia, había apoyado a un grupo intelectual contrario al patriarca, ya que como respuesta al encuentro “La experiencia de la libertad” organizado en 1990 por la revista Vuelta de Octavio Paz (en colaboración con Televisa, poco antes de recibir el premio Nobel de literatura), la revista Nexos organizó un año después el “Coloquio e invierno”, apoyado por Conaculta, en un gesto que seguramente Octavio Paz, laureado para ese momento con la máxima envestidura, consideró políticamente incorrecto. Carlos Salinas cede fácil al capricho de Paz no porque el patricarca sea sumiso, sino porque le debe el haber no sólo encabezado, sino organizado a nombre de la revista Vuelta, muy conveniente a la coyuntura política del momento, un “encuentro de ideas” a modo del estatus quo, la élite empresarial y la cúpula política ―que en México vienen a ser lo mismo en figuras como la de Carlos Hank―, con el apoyo del monopolio televisivo, donde se vertieron hasta confundirse los conceptos neoliberales, con el correspondiente “método se suplantación”, esto es, un sesgo ideológico en definiciones tales como “solidaridad” y “modernidad”, la primera proviene de las luchas sociales obreras mientras que la segunda del pensamiento ilustrado, que justificarían el clientelismo, el corporativismo, las privatizaciones y la apertura de mercado, con las consecuencias devastadoras que conocemos a la postre para México, ya que, entre otras cosas, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá se firmó en condiciones de extrema desigualdad económica entre nuestro país y las potencias del norte, lo que inauguraba ya la lógica de la clase intelectual orgánica y conservadora para mantener sus canonjías, a cambio de una actitud “crítica” pero siempre dentro del sistema de pleitesías, más como una “indefensión asimilada” que diagnostican algunos psicólogos sociales en el pueblo mexicano frente a los fraudes electorales sucesivos, que constituyen nuestra tradición política autoritaria más cercana, esto respecto de la actitud crítica que formula Yépez, que a un planteamiento realmente independiente, horizontal y democrático que pueda formular imaginarios alternos. Sin embargo, el problema de la cultura mexicana, como el de su política, afirma Víctor Roura, es su “indestructible maquinaria corruptora”.

Con Víctor Flores Olea fuera de la política cultural oficial, a principios de los noventas, cabe preguntarse entonces si Octavio Paz a su vez sugirió alguna terna de nombres o de plano un solo nombre, como Rafael Tovar y de Teresa, para quedar en la cabeza de Conaculta. Sobre este pasaje sería necesario reflexionar para entender las relaciones de poder de los intelectuales en México, es decir, entender sus continuidades, distanciamientos y rupturas ideológicas con los poderes fácticos. Ya en los ochentas Enrique González Rojo había denunciado en Cuando el rey se hace cortesano que el proyecto salinista encontró en Octavio Paz a su principal ideólogo. A su vez, Luis Javier Garrido apunta, en 2011, que el papel de Octavio Paz no fue menor cuando, a cambio de que el gobierno y Televisa le dieran un predominio político, “convalidó el fraude de 1988 y pontificó que el programa de Carlos Salinas de Gortari era el mejor”. De acuerdo con el periodista, Paz “se dedicó a justificar todas las exacciones y crímenes de Salinas de Gortari y a defender las acciones ilegales del poder, como más tarde lo haría con Ernesto Zedillo”. Sin embargo, coincido con Garrido cuando afirma que el papel del intelectual cortesano que advirtiera González Rojo Arthur se está agotando con la emergencia del poder mediático, que ha puesto a los comentaristas televisivos como líderes de opinión, bajo el auspicio del marketing político.

Entre la comunidad cultural se han generado expectativas positivas en torno a la gestión a realizar por Rafael Tovar y de Teresa al frente de Conaculta. Uno de los puntos que se ha manejado a su favor, fue precisamente su capacidad para negociar con los grupos intelectuales en tensión de aquel momento, es decir, en medio de la contienda entre los intelectuales de Vuelta y Nexos, como un efectivo mediador entre las mafias de aquel tiempo. Pero en cuanto a la política de descentralización que asumió en su momento y qué fue lo que pasó en Conaculta con la llegada de los gobiernos panistas con relación a ese proyecto inicial, no se ha suscitado mayor problematización al respecto.

A decir de Ignacio M. Sánchez Prado, adecuando sus ideas sobre la institución cultural a la teoría de los campos de Pierre Bordieu, el Conaculta “emerge en un gesto de automatización del campo cultural hacia dentro del Estado”. Se refiere con esto no tanto al nivel de independencia ideológica que puedan llegar a tener tanto los creadores como las industrias culturales con relación a su producción en sociedad, como al “espacio de autonomía relativa” que consiguieron los intelectuales con la ampliación y el fortalecimiento de la institución cultural. Esto es un movimiento endogámico de la clase intelectual privilegiada, la llamada “alta cultura” por Heriberto Yépez, ya que Sánchez Prado sustenta esta idea en el hecho de que muchos funcionarios “hacia dentro de Conaculta son, de hecho productores culturales”. Visto desde esta perspectiva, está claro cómo el hecho de que los artistas y promotores se volvieran burócratas no garantizó que la institución cultural tuviera un impacto real en la sociedad por medio de la descentralización como objetivo primordial, sino se refiere a una supuesta autonomía cimentada más en la repartición de puestos y prebendas internas, es decir, a la concentración del poder institucional en unas cuantas mafias culturales. Precisamente Gramsci ya había advertido que esa pretendida autonomía era ilusoria frente al carácter orgánico y funcional del intelectual capitalista. En este sentido, Octavio Paz al volverse “consejero del Príncipe” confirmó plenamente la vigencia de la crítica de Antonio Gramsci hacia los intelectuales y sus relaciones con la hegemonía política.

Con Rafael Tovar y de Teresa se fortalecieron mafias literarias como las de Víctor Sandoval, cacique cultural de Aguascalientes que instituyó el premio nacional de poesía más importante del país, pero también a la postre uno de los más desacreditados precisamente por las formas en que se han elegido sistemáticamente a los ganadores, en medio de acusaciones de plagio y de la elección amañada por parte de los jurados (casos Javier Sicilia y Gerardo Deniz). De ahí que funcionarios poetas de de dudosa honradez como Saúl Juárez, discípulo de Sandoval y cercano colaborador de Tovar y de Teresa en Conaculta durante los sexenios de Salinas y Zedillo, puedan tener nuevamente incidencia en los programas artísticos y culturales, pero en beneficio de sus propios intereses. Eduardo Langagne es otro poeta de la misma mafia de Víctor Sandoval, que desde la Fundación para las Letras Mexicanas ha ejercido un espacio de cooptación para los escritores jóvenes.

Con los gobiernos panistas se acentuó el deterioro del Conaculta, ante la ausencia de una política cultural más allá de la endogamia institucional. El plan sexenal de cultura presentó entonces serios vacíos. Por poner un ejemplo, había la exigencia de que se apoyaran proyectos culturales para los 100 municipios más marginados del país, en los cuales se encuentran la mayoría de las comunidades indígenas, en situación de extrema pobreza. En 2004 entré a trabajar en Conaculta como analista de proyectos de infraestructura cultural, en el Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural en los Estados (PAICE). Entonces me di cuenta que había muy pocos proyectos dentro del criterio arriba mencionado, muchos de los cuales eran rechazados dada la dificultad que presentaban las comunidades indígenas para gestionar sus proyectos, por lo que si bien el PAICE destinó en esa época millones de pesos para la rehabilitación de los teatros “centenarios” de Guanajuato, en seis años apenas aportó 230 mil pesos para la creación de cinco bibliotecas comunitarias en la Sierra Triqui de Oaxaca; el único proyecto que atendía la “prioridad” del gobierno foxista, presentado no desde el Estado, sino desde una organización no gubernamental en coordinación con las propias comunidades. En este sentido, la descentralización cultural resultó fallida, ya que mientras Vicente Fox inauguraba la megabiblioteca “José Vasconcelos”, el elefante blanco de su sexenio, que costó 120 millones de dólares, cientos de comunidades permanecieron y permanecen sin una sola biblioteca.

Durante el gobierno de Felipe Calderón, con la entrada de Consuelo Sáizar como titular de Conaculta, se agravaron las prácticas de corrupción dentro de la institución cultural. Sin embargo, Víctor Roura apunta que los escándalos pronto caen en el olvido y eso es una desventaja en el quehacer crítico de la sociedad mexicana. Pero lo anterior quizá se debe precisamente al tratamiento que se le da al tema de la corrupción en la cultura por parte de los medios de comunicación, más cercanos a la política del espectáculo, los pormenores del escándalo, que a una crítica frontal de corte sociológico, que establezca las relaciones intersubjetivas entre el campo artístico, el poder estatal y la lógica empresarial inserta en el desarrollo de las industrias culturales. Si a mediados de siglo XX se conforma el “rompecabezas de la intelectualidad nacional en manos de una docena de personalidades”, no tanto como República de las Letras sino como reinado de “cortes copulares”, Víctor Roura afirma que esta misma clase intelectual de tintes orgánicos fue la que a fines de 1988 logró “su propia rectoría”, refiriéndose a la creación de Conaculta, administrando los recursos que destina el gobierno para el sector cultural y configurando así una serie de códigos de lo que “debe ser la cultura mexicana”.

Heriberto Yépez subestima las consecuencias que ha tenido el Conaculta en el ámbito cultural mexicano de los últimos tiempos, pero retomando a Sánchez Prado a través de su link, sólo con analizar, por ejemplo, el proceso de institucionalización de la literatura joven en programas como Tierra Adentro, afirma Prado que Conaculta no sólo repercute en las estrategias del escritor con relación a su propia trayectoria, sino que también incide en la conformación de una postura estética y de los temas que los jóvenes, nacidos a partir de los sesenta, tienden a tratar en el margen de opciones institucionales, ya sean publicaciones, becas, cargos, reconocimientos, etc.

Pero no estoy seguro si Heriberto Yépez más allá de la discusión teórica pueda advertir que no es desde el centro o su negación, sino desde una lógica independiente, en donde han surgido las propuestas emergentes en materia de cultura y que de esto puede ser que Rafael Tovar y de Teresa esté atento, cosa aparte es que existan las condiciones para llevarlas a cabo, incluso se puede afirmar que la institución que es Conaculta fracasará en este sexenio si no se suscitan cambios a partir de la exigencia ciudadana para impulsar el sector y la capacidad del Conaculta para incorporar y llevar a cabo las propuesta de acuerdo a un Plan Nacional. Dichas propuestas no provienen de una contracultura autoreferencial o de eternas dicotomías, sino espacios desacralizados, incluso de lo marginal que impone la alta cultura. El espacio cívico del arte es lo que está marcando la pauta de lo emergente. Si Sánchez Pardo afirma tajante que el FONCA fue “el evento más importante en la literatura mexicana de los últimos veinte años, pues en sus dos décadas de existencia, ha determinado de manera decisiva una amplia franja de la escritura en México”, hay que considerar que han surgido también otras plataformas, que no son oficiales y que se han organizado con independencia exógena, es decir, más allá de los intereses de la alta cultura. Es el caso, por ejemplo, del Torneo de Poesía “Adversario en el Cuadrilátero”, cuyo formato en poco tiempo ha logrado incidir en las poéticas de jóvenes que están buscando otras maneras de ejercer el oficio sin tener que entrar en el sistema de complicidades ni encajar en los formatos tradicionales de difusión.

La supuesta autonomía a la que alude Sánchez Pardo es orgánica. Si bien Conaculta se separa de la SEP para llevar a cabo su proyecto de descentralización, en los hechos los poderes fácticos importaron más que los diseños institucionales. Por eso resulta un tanto limitado que Heriberto Yépez centre el problema de lo que plantea Tovar y de Teresa al frente de Conaculta ―llevar a cabo programas culturales, a través de eventos, infraestructura y la inserción de nuevas tecnologías para ampliar públicos, así como la promoción de industrias culturales, para resarcir el tejido social― en la disociación institucional entre SEP y Conaculta: son parte del mismo problema, pues mientras la primera atiende la educación escolarizada, la segunda se ha centrado en infraestructuras de la educación no escolarizada y la creación de los fondos estatales con sus respectivos programas.

A tal punto son los vínculos, la relación del poder fáctico en los cargos institucionales, que durante el gobierno de Felipe Calderón, Consuelo Sáizar fue protegida de Elba Esther Gordillo, líder del SNTE, articulando una red de intereses corruptos que tuvieron en el campo literario su espacio privilegiado de impunidad, ya que precisamente la titular del Conaculta durante el gobierno de Felipe Calderón, no proviene de una familia de intelectuales, como en el caso de Rafael Tovar y de Teresa, de raigambre priísta, sino de la industria editorial. Por tanto, el negocio ya no iba a provenir de las facturas infladas para alimentar al elefante blanco que fue la mega-Biblioteca “José Vasconcelos”, sino de la publicación de libros y lo que esto generara en las prebendas de los grupos intelectuales privilegiados, tanto para el Programa Nacional de Lectura como con los libros de texto gratuitos y hasta para las memorias anuales de Conaculta y otras colecciones, como puede verse en la edición, a todas luces carísima, de un libro de gran formato con el informe de resultados sexenales en el sector cultural. ¿Quiénes resultaron beneficiaros, pues, de tales derroches?

En contraste a lo planteado por Heriberto Yépez, escuchar las propuestas del titular de Conaculta y exigir acciones a favor de la población y la comunidad cultural, no necesariamente implica olvidar que ya existe una infraestructura que la SEP no atiende, como son las escuelas, sino precisamente recordar que las escuelas son espacios que deben tener programas de educación artística y de fomento a la lectura, así como actividades culturales dentro y fuera de ella, que incorporen el trabajo de los colectivos y las industrias culturales independientes, donde ambas instancias deben ser complementarias. Sin embargo, la visión neoliberal pugna por la desaparición de las humanidades, lo que es completamente contrario al sentido de fomentar la educación artística en las escuelas, aún cuando hay un ejército de humanistas, filósofos y artistas que están dispuestos a dar lo mejor de su creatividad y su vida por la infancia mexicana. Por ejemplo, la comunidad artística podría impulsar un programa de educación artística en las escuelas educación básica, si la SEP o Conaculta contratara de manera complementaria a talleristas.

Sin embargo, reticencias a este tipo de propuestas no se han hecho esperar por parte de Tovar y de Teresa, cuando declara en una entrevista a la revista Proceso que no hay maestros de educación artística suficientes para cubrir las 240 mil escuelas de educación básica que hay en el país. Quisiera saber entonces dónde están los egresados de las escuelas de INBA y de otras instituciones de formación artística, sin perder de vista la necesidad de ampliar matrículas y generar nuevas carreras y universidades de las artes. Más bien se trata de articular una red de artistas jóvenes independientes que pueda soportar la tarea encomendada y tiene que ver directamente con lo que propone el movimiento social estudiantil. Sin embargo, en el contexto de la Reforma Educativa, el problema de fondo es la negociación que lamentable pero inevitablemente se tiene que establecer con el SNTE, en tanto poder fáctico dentro del sistema educativo, para que permita la entrada de los maestros emergentes y en general se involucre, pero de manera honesta, en la propuesta que implica introducir las artes en las escuelas, lo que se podría interpretar como un paso importante hacia la democratización sindical, así como una respuesta inmediata y urgente a la violencia social generada y potenciada por las decisiones gubernamentales, a todas luces erróneas, por no decir estúpidas y criminales, durante el terrible sexenio de Felipe Calderón.

Ciudad Juárez, Chihuahua
31 de diciembre de 2012


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