Crónica vs crítica de los
Cuartos de Final del Torneo de Poesía 2012
(Primera Parte)
Por Arturo Alvar
"La exaltación termina por resbalarse a 1/2 esquina".
Mario Santiago Papasquiaro
Llegué a Bellas Artes cuando el sol ya arremetía sobre la plaza. El sol era el primer contrincante que asomó la vista ese día. El ring estaba colocado del lado izquierdo del Palacio, si lo vemos de frente, a un costado de la estatua que sólo daba a medio día una línea de sombra. Ahí estaba resplandeciente el Cuadrilátero, con sus cuerdas bien tensas, la lona azul reflejando el cielo. No pensé que quería estar allá arriba en ese momento, sin embargo ahora lo pienso, mientras escribo esta crónica, pues como se pregunta Miguel Santos: ¿acaso alguien puede mirar el cielo sin arrojarse a volar?
Se escuchaban ya los comentarios de aquellos cábulas en el micrófono: Steelman, quien no se había aparecido en las eliminatorias previas, hace acto de presencia, lo mismo que Andrés Castuera y Gustavo Alatorre. No se iban a perder unos Cuartos de Final, que se han caracterizado dentro del Torneo, en sus diferentes ediciones, por ser los más peleados. Ahí estaban ya los adversarios, sin saber todavía con quién se iban a enfrentar. El sol no daba tregua, pero el poetastro y el poetastro junior sacaron unos sombreros chinos de color azul y los repartieron entre el público, para dar un poco de alivio a las cabezas insoladas. Quizá por esto último y por la máscara, metido por completo en su personaje, el poetastro reclamaba que lo pusieran al chambear y ya trataba de acaparar la atención cuando dieron comienzo los Cuartos de Final.
Hortensia Carrasco se subió al ring para fungir de réferi, mientras que Andrés Cardo desde el encordado ajustaba los últimos detalles. Abajo los jueces se notaban impacientes. Cynthia Pech, Alejandro Joel Hernández y el maestro Saúl Ibargoyen, conformaron el jurado. No es casualidad que Ibargoyen acuda a los Cuartos de Final, es una etapa crítica del Torneo que necesita de un rigor en el mismo grado que la gran Final, además de toda la expectativa que se genera en torno a las propuestas, pues en general se considera que, a esta altura del Torneo, la poesía que se va a presentar tiene ya una calidad indudable.
Abrió esta prometedora e intensa jornada Edwin “Canuto” Roldán, ganador del Tercer Lugar en el 2011, quien con versos provocadores, como lo apreció Gustavo Alatorre, incitó a los poetas al combate, con un cierre por demás contundente: “Escribir es un acto terrorista o reconciliador”. Entre esos dos polos se cifraría la contienda.
El primer enfrentamiento se dio entre Víctor Lovera y Huber Martínez, chilango y guerrerense respectivamente, ambos nacidos en la década de los ochenta, lo digo porque fue evidente que sus poéticas están determinadas tanto por el espacio como por el lugar desde el cual enuncian. Víctor Lovera, quien eligió la esquina ruda, se llevó el primer round por unanimidad, pero sorprende que no se le concediera a Huber Martínez un sólo voto a pesar de que su poema planteaba vetas interesantes.
Si bien ambos plantearon paisajes interiores, lo hicieron con una propuesta simbólica completamente distinta. Lovera se dirigió al cuerpo femenino, que es una estepa, lo verbaliza y penetra “aselvado”, planteando un poema fálico con imágenes como “pelaje oleando de espumas”, “bisonte a traspasar el pleoceno de tus piernas”, “ejército de cuernos” donde al final, después de la estampida, llega el decaimiento del ímpetu, la sequedad del “deseo estepario en tu llanura”.
Sin embargo, en este poema no alcanzamos a ver a la persona a quien le canta, el cuerpo se transforma en algo ajeno, en alusión apenas, como un maniquí en la vitrina de su soledad. No es fácil alcanzar ni mostrar al otro en un poema, desde luego, siendo que la tendencia natural es la objetivación. El maniquí, no el cuerpo, está ahí para que exponga el abrigo hecho con la piel del bisonte, depredado con las conquistas del hombre civilizado, con el que creemos sentirnos menos vulnerables, al contrario, la prenda nos hace sentir viriles, victoriosos.
A su vez Huber Martínez, más humilde, es decir, sin imperativos hacia el cuerpo del otro, se defendió con poemas que desde la segunda persona hablaron del “hambre a la intemperie”, de aquéllos que pueden ser él mismo como “fantasma de paso”, “los que sin pies lejos se fueron buscando su raíz”. Para el segundo round, Huber mostró una poética que toma distancia de la metáfora antropomorfa: “Por siempre amanece la piel / en donde airado nací”, desplegando una fauna donde la otredad no es el hombre, sino el animal o la naturaleza: “el otro, mi llaga de árbol, espiga tornasol”. Se fusionan los seres lo mismo que lo animado con lo inanimado, donde el cuerpo hecho danza es la conciencia del poema: “Sólo bailo la voz del pájaro-lagarto”, “en el costado de la piedra-lagartija”.
Por su parte, con un poema escatológico titulado “Anorexia”, donde habla de “Buscar la involuta que parte de tu ombligo” de una “venganza contra los círculos del verbo”, así como de las victorias que “asomas por tu ano”, Víctor Lovera tuvo la apreciación negativa del jurado, quien no estimó las imágenes que nuevamente nos remitieron a la objetivación del cuerpo, ya no en el símbolo fálico sino en una crítica poco lograda a los arquetipos femeninos. Con esto bastó para que el primer combate se fuera hasta un tercer round, donde Huber Martínez empezó bastante fuerte: “Arrancas mi silencio/ en guijarro azul me trepas”, un poema donde aparecen elementos quizá chamánicos como un “amarre de vícera”, volviendo al cuerpo como mímesis de la naturaleza: “mis piernas de alga/ mi collar… mi vientre dormido”.
Sin embargo, problemas técnicos impidieron que se oyera bien la declamación final de Huber Martínez, a lo que Víctor Lovera contestó con el “erotismo” que planteó a lo largo de la contienda, es decir, centrando la objetivación en el cuerpo femenino: “pezones en gancho/ pescando Rómulos”. Ya no la selva en la llanura, sino una “erosión eólica”, retomando la fauna agreste donde se advierte la alusión del cuerpo, más bien el tórax femenino, como patria fundacional, en referencia directa a Octavio Paz: “tus senos son dos águilas”/ la serpiente designa/ tu vientre rococó”. El jurado finalmente favoreció a Víctor Lovera, siendo que el código simbólico usado por él definitivamente es más dominante que el de Huber Martínez.
El segundo enfrentamiento, quizás el mejor de la jornada, sin desmerecer la intensidad de los otros, fue entre Miguel Santos versus Alejandro Zenteno, muy parejo, donde el primero salió avante frente al segundo. El jurado apreció más el carácter experimental de Santos que el peso de la tradición en la que se inscribió Zenteno. Antes de subir al encordado, Alejandro me comentó que estaba guardando sus mejores poemas para la final. Pues bien, seguirán guardados quizás para el siguiente año, lo que Adriana Tafoya calificó de una derrota por “exceso de confianza” por parte de Zenteno.
Pero no hay que olvidar que Miguel Santos viene con unos poemas tremendos, que han sacudido a más de uno y se han llevado los mayores elogios. Mientras que otros se suben al ring, ya sea como jóvenes recién llegados o viejas promesas, Miguel Santos es el contrincante a vencer. En su poema “A puño limpio”, el cual abrió el segundo enfrentamiento, nos mostró que se pueden hacer poemas, con temática del ring, sin que esto implique un desgaste por su carácter tautológico. Al contrario, Miguel Santos reconoce que: “A veces no funcionan las palabras” y que “el vocablo no siempre es efectivo”, por lo que es necesario entregarse al ritmo de la danza, hecha combate, conociendo los tiempo para llegar al límite. Hace fluir el poema: “mientras un ocioso canguro brinca sobre los ojos del otro”; suelta sonidos y retoma el discurso: “Bien sabe el poeta que el oficio no pasa del costal”. Miguel Santos repite el uno-dos varias veces, mientras camina, como acechando a su presa, entre las cuerdas. Entonces da el primer “Gancho-Neruda” y logra un efectivo “recto-Bukowski” para llevarse el primer round con el “golpe-palabra golpe-palabra/ al mismo tiempo”, dedicados a Zenteno, su contrincante, para que “llore la canción su propia estrofa”.
Alejandro Zenteno sacó de entre sus armas un escudo: el poema solar. Invocó desde lo arcano a los “Espíritus del Sol”, “en su ruta al Cenit”. En la visión de los voladores de Papantla, que “ofrecen dos colores”,anudados con el cosmos en círculo, es a la vez una alusión al juego de pelota, “los jugadores bajo el Sol”, también ad hoc con la temática del ring y con el momento poético. Así invoca a Huitzilopóchtli y como los mexicas en la Toltecáyotl, escribe que “el colibrí esplende su cuchillo/ vida y muerte da/ en la bóveda del cielo / y la sangre se pinta de amarillo”. Se inscribe, como ya dije, en la tradición, tratando de asegurar el triunfo. Sin embargo, los jueces valoraron más la experimentación oral y semántica de Miguel Santos, lo performativo del contexto no como ilusión, sino como un plus para resaltar el tono coloquial del poema, efecto con el cual pretende, antes que los jueces, ganarse al público, si bien los jueces le dieron el gane por unanimidad.
En el segundo round, Miguel Santos salió con un poema titulado “Zona sísmica” donde vuelve también la mirada al “tambor-ocelote” con reminiscencias al lugar sagrado donde “se esconden los lagos”. En un código parecido al de Zenteno en su primer poema solar. Pero aquí el dicho popular es el que Santos supo variar con agilidad poética, usando nuevamente el recurso del contexto de enunciación, que lo sitúa como un ente oral y performático, con el fin de alcanzar al otro de manera más efectiva, a través de un mensaje que interpela al público: “Alguien vino hoy a escuchar llover y no mojarse”, al espectador que se siente ya no sólo aludido, sino partícipe del suceso. La variación siguió, ya instalada en lo sola, cuando Santos dijo: “Alguien vino a sentir fuego y no quemarse”.
Santos prosiguió con bellas imágenes que remitían al pasado: como “antigua resina de los bosques/ roce de quetzal sobre tu espalda/ shu shu shu”. Aquí el poeta acude a lo onomatopéyico para dar plasticidad al verso, para después, lacónico, volver a la conciencia del oficio: “Hablar de muertos”. Lo musical se hace presente cuando escribe: “el alma te vibra en el caparazón de una tortuga” y de esta manera, haciendo una última variación al dicho popular, concluye con una pregunta retórica, pero altamente efectiva si tomamos en cuenta la recepción, el carácter de la verosimilitud en poesía: “¿acaso alguien puede mirar el cielo sin arrojarse a volar?”.
Alejandro Zenteno, en condición de haber perdido el round pasado, sacó uno de sus mejores poemas, “Rapsoda en do de pecho”, tal vez pensando que no tendría otra oportunidad de hacerlo en semifinales. “Hoy vengo aquí”, dijo, “para cantar tu lucha, tu vida y tu muerte, / la epopeya interminable que resuena con tus versos” No interpela al público sino engrandece la figura de un poeta, exaltando su “iluminada rebeldía”, que pudo ser una respuesta al gancho nerudiano de su adversario, pero terminó en una conversación exclusiva, lo que no fue muy propicio frente al contexto: “Tú mismo sabías, Pablo de Rokha, que el acento que emprendiste, la batalla que asumió tu espíritu, fue para dar voz y estilo a un pueblo… así tu corazón se desplegó como velamen de pellejo enrojecido en los atardeceres de la humanidad”. Identifica al poeta con Ulises, cargando como el héroe, “un costal de mitologías sobre un mar de mutilados cadáveres”.
En serio creo que Zenteno tenía posibilidades de ganar el segundo round contra Santos, pero no calculó bien la duración del poema. Le faltó toda una estrofa final y aún con el voto de Saúl Ibargoyen a favor de “Rapsoda en do de pecho” como un gran poema, afincado en la tradición, creo que estaría de acuerdo el maestro si digo que aunque quizás este poema no pudo ser valorado adecuadamente, en todo caso, el poeta sabe de antemano que el tiempo máximo para la declamación de cada poema es de tres minutos, por lo que el desempeño arriba del ring se tiene que ajustar a este formato. Miguel Santos sacó por demás un triunfo incuestionable, a la luz de la participación que viene desarrollando en este Torneo 2012, tanto que muy probablemente lo estemos viendo en la final. ¿Ustedes qué piensan?
Crónica de días de lucha
(Segunda parte)
Cobertura del Torneo de Poesía 2012
(Segunda parte)
Cobertura del Torneo de Poesía 2012
Por Arturo Alvar
Continúo mi crónica como se entra a un segundo round. Estamos a la mitad de los Cuartos de Final del Torneo de Poesía “Adversario en el Cuadrilátero” 2012. Trato de fijar nuevamente las imágenes, pero pienso que el tiempo es implacable y ha borrado algunos detalles, mas es cuestión de esfuerzo, a través de la escritura, para que regrese aquel momento. Recuerdo al público expectante, cuando los adversarios subieron a dar lo mejor de sus poéticas. Ese sol que me quemó el cuello, multiplicado sobre la plaza, con el mármol de los monumentos. Recuerdo la palabra “verso” al comienzo de la batalla, donde sólo quedaban cuatro contrincantes y dos lugares para la siguiente y última fase.
Abre la participación de mujeres Joana Medellín, quien junto con Adriana Ventura eran las dos únicas poetas que quedaban de los ocho adversarios que llegaron a los Cuartos de Final. Ambas pasaron a las semifinales, lo que ha puesto la situación en equidad de género y confirma la participación destacada de las mujeres, logrando remontar la aparente desventaja. Lo cierto es que las poetas han mostrado ya sus cualidades expresivas más altas en lo que va de la justa. Por puntuación, se ha trascendido que muy probablemente las semifinales sean entre hombre vs hombre y mujer vs mujer, es decir, entre Santos vs Lovera y Joana vs Adriana, para encontrarnos con un escenario de mujer vs hombre en la gran final.
Por parte de Joana, se hizo patente el carácter indómito de su juventud hecha poesía, ella misma se transformaba en un poema viviente, inconstantemente bello, donde su cuerpo adquiere la mudanza de los mares, el histrionismo a veces cede y deja ver lo emotivo por detrás del performance: “Fosforescencias sin abotonarse” alcancé a apuntar, en la aparición sucesiva de imágenes que Joana hizo fluir como estrellas lechosas, donde el poema no se hizo blanquecino o blanco sino, donde el espectador se vio atraído de principio a fin por el verbo de su poesía, hasta que “verso tras verso” lo “seduzcan sus mandalas”.
No quiero encasillar a Joana en una generación ni en un estilo, aunque se acerca mucho a una temática cósmica que comparte con otros poetas nacidos a finales de los ochentas, aunque ella nació a principios de los noventas. A mí me gustan los viajes intergalácticos, pero avisto en ellos una evasión y una exaltación donde terminas resbalándote a media esquina, como dice Mario Santiago, sin siquiera alcanzar a comprar el cartón de caguamas para los cuates.
Hay imágenes en Joana que perturban, son oníricas y de tono surrealista. De esta manera, “con el párpado de una galaxia”, destella una luz de luna que nos abre en canal y nos siembra magnolias en los oídos, en la que podemos compartir un ánimo exaltado, una catarsis emblemática, que permite a nuestras pupilas tener también, como Joana, “un segundo de distracción”. Pero un segundo para la luz es todo un horizonte y durante su transcurso pueden ocurrir las situaciones más prodigiosas, como fundar ciudades o alimentar los corazones humanos con poesía, donde la poeta invoca a las palabras para que acudan a su lecho: “Vengan cachorras mías, vámonos de viaje”. La lírica de Joana es corpórea, es decir, en ella encarnan, más bien encallan sus metáforas. Joana está preñada de poesía, como ella misma dice, una poesía para no enamorarnos, pero de la que podemos quedar irremediablemente enamorados “cuando olvidamos las navajas que somos”.
Carlos Chávez, por su parte, también afirma el cuerpo, ya no como lugar donde habita la poesía, sino como cárcel de la conciencia: “Quiero salir de mis entrañas” nos dice desde un comienzo, en tono telúrico, devastador. Nos habla de “un pozo oscuro” donde el yo lírico se postra “ante una imagen que sirve de envoltorio”. Ese envoltorio quizá es la apariencia, el reflejo en el espejo de lo que no somos pero mostramos. Tirar el envoltorio al suelo de esos chocolates metafísicos de Álvaro de Campos, como se tira la propia vida, escribe Pessoa, sería el acto de rebeldía que propone a su vez Carlos Chávez. No en el vuelo del sueño sino en el reptar del lenguaje, que también es otra dimensión y un transcurso que arroja versos como: “Sólo mi carne arraigada en la tierra/ sabe que están aquí”. Atrapado en un cuerpo que lo mantiene prisionero, queda como “estatua que se hunde en el vil cemento/ la cárcel más absurda”. Los caballos, siempre al límite de la razón, en el desquicio de la crueldad como animal de carga y explotación del hombre, aparecen en una última línea que cierra enigmática: “matará a los caballos que relinchen por su nombre”.
El primer round se lo llevó Joana, pero el segundo se lo llevó Chávez, con el voto favorable de Saúl Ibargoyen, por lo que el encuentro se decidió en un tercer round, donde Chávez habló en un tono social que aludía a los presentes. “Venga todo el mundo”, dijo en su poema “pliego petitorio”, como si tuviera que dar una noticia poética, la cual será difundida en internet, radio y T.V. A la mitad del ring, Chávez se muestra inconforme ante el mundo lleno de injusticia, dirigiendo su mensaje a los de arriba: “Díganle a presidentes, campañas… guerra contra granaderos y fusiles”, así el poeta se pronuncia a favor de que el Poder reciba definitivamente una “santa sepultura”. Por su parte, Joana en su tercer round explayó sus capacidades histriónicas y dejó ver a través del velo de la realidad, una invención de sí misma en el poema, una rescritura “que no es murmullo, ni gesto ni poema”, sino desgarramiento del nombre de la amada como su propio cuerpo. “¿Quién eres tú?”, le pregunta Joana a su deseo, ya muy lejos, en la penumbra de la muerte, donde encuentra a su amada como un “rumor en los desiertos/ojos eternamente abiertos/ cráter en la superficie de la luna”. Es un discurso amoroso hacia el ser que ya no está aquí, apostando por el paroxismo, que sin embargo se tornó en un discurso azotado cuando Joanna lo escenificaba, cayendo en la exageración cuando trató a su vez de explicar sus sentimientos, pero esto sin dejar de ser persuasiva, pues logró un efecto visible de conmoción en los escuchas, lo que le dio el triunfo por unanimidad.
Para la última batalla de la jornada, nos preparaba una grata sorpresa Adriana Ventura, que venció a David de la Torre en una contienda que se alargó también hasta el tercer round. Como en un juego de ajedrez, empezó de la Torre moviéndose en línea recta por el tablero encordado, mientras que Ventura preparaba su movimiento de reina. David de la Torre comenzó con una letanía: “Lenta, dolorosamente entender…” el ejercicio de la poesía como un acto de conocimiento está inmerso en su poética, se sitúa a lo Vallejo, pero ya sin el Dios enfermo: “nací en un año sin erección”, irrumpe blasfemo en la retahíla clerical, tanto como “un día sin temblor”. En la misma veta cósmica, David tiene su nave espacial, sólo que otro modelo, distinto del de Joana, digamos que un “bólido espacial” que no circula los sábados y por eso el poeta se había tenido que venir en metro, mientras que el poema nos invita un trago de “mezcal coronado/ sin sal de gusano”. Parece que es la austeridad republicana lo que mueve a David, no eludiendo ni empuñando el poema fálico, sino aludiendo a él.
De esta manera, David de la Torre se sitúa en Oaxaca y con el problema de lo que significa entender, se inconforma como poeta y se vuelve hipércrita: “eso de las saetas es una mamada… y yo que la mamo tanto… enchílame la otra”, en alusión directa a Mario Santiago Papasquiaro y su verso: “mejor largarse así/ sin decir semen va o enchílame la otra” que es por demás un dicho popular, pero que se incorpora en David con un gesto de vanguardia contra las saetas proyectadas al universo.
Por su parte Adriana Ventura, logró el voto de Saúl Ibargoyen en el primer round, aunque se le acabara un poco el tiempo, Adriana escribe sobre “los tentáculos que sujetan mi conciencia/ Leyes de la Ciudad que no terminan… pistilos de luz”. Nos habla desde su propia circunstancia, como con toda verdadera poesía: “entonces voy sola”, oscura y ya presa o cazadora de una voz que madura sobre un “bosque de muerte/ de nuestros pasos y el murmullo”. No le canta al fin del mundo, pues “aquí nada termina”, sino al momento cuando “el sol acaricia las orillas de la noche”. Adriana se descubre nocturna, ha gestado cada poema como una crisálida a su falena y venturosa abre las alas. Finalmente su “Ciudad-Bosque/ se evapora”, con lo que Adriana Ventura se llevaba el primer round con los votos del jurado dos a uno.
En el segundo round, a la voz de verso, David de la Torre salió con un poema-instructivo, mismo que fue desdoblando, como un mapa para “desandar el camino andado / borracho de recuerdos” donde quizás sea “imposible anclar”. Asimila la tradición del poema donde se evoca el pasado, como Octavio Paz en su poema “Nocturno de San Ildefonso” que era la prepa donde él estudiaba, la única de entonces, donde evoca una imagen en la que arriba de la pirámide “unos muchachos fuman mariguana”. Así David evoca “una ciudad que se fumó su primer toque”, la ciudad como uno mismo, metamorfosis donde con voz en off se dice “Zapata vive” y donde lo lésbico y lo hetero se encuentran on-line y en la calle al mismo tiempo, cerrando en sonoro gesto burlón “ji ji ji / jajaja/ jijiji”.
Por su parte, Adriana Ventura con su poema “Pasionaria” nos dice: Ojos haces mis párpados/ desmoronándose en siglos de plumas/ aleteo enloquecido es /delgadísima franja/ brota de tu infierno/ en el limbo boreal de mis tobillos”. Sigue Adriana en tono oscuro: “Mi mano perdió la sombra/ que nuestra costra sangra” y más adelante remata: “siglo de ámbar/ llaga en forma nace/ el desafío para el verdugo”. Son versos resonantes de inconformidad frente al mundo, que duelen en la medida que la faz de la poeta se concibe como horizonte derruido. Sorpresivamente el segundo round se lo llevó David de la Torre con dictamen del jurado dos a uno.
Para el tercer round, David de la Torre utilizó un tono lírico más coloquial, que sin embargo no alcanzó para llevar a Adriana Ventura a la lona-luna o al sueño de los poetas que caen bajo el diluvio del tiempo. David suelta las imágenes: “De pronto, madrugada fría y sus gatos”, variando con destreza una frase popular: “No hay diciembre que dure cien años”, así como se dice: “no hay mal que dure cien años”. Un tanto simple, pero efectivo, David de la Torre discurre sin problemas, pero tampoco arriesgando lo suficiente como para dar un gancho definitivo. Sin embargo, una imagen suya se queda fija en el firmamento: “En el entrepaño de la noche, veo tus ojos, que se me escapan”.
En cambio, Adriana Ventura tomó la iniciativa en el último round, comenzando con un uper de palabras venidas de un légamo sonoro: “podredumbre de mis huesos/ por no estar en la boca del Enfermo/ en la niebla de la arena”. Con mirar de alud profundo y melancólica ruina, ahí donde la exuberancia es belleza para William Blake, Adriana escribe que “las mieles suelen germinar el hambre”; ahí donde las mandrágoras crecen, Adriana Ventura, en tono más lúdico, no sin alusión al canon, fecunda versos donde nos dice que: “en brillantes juguetes deambulan roedores/ hasta encontrar en mis manos/ brazos solares/ el desierto en su rugido”, con lo que tuvo más que suficiente para llevarse el gane de la tercera caída y asegurar de esta manera su lugar en las semifinales y probablemente en la gran final; pero para que esto último suceda, tendrá que prepararse pensando en adversarios de altos vuelos como Miguel Santos o Joana Medellín, a mi parecer los dos favoritos para llevarse el campeonato de este año.
Fue en la cantina “La Esperanza” donde posteriormente nos reunimos para dar nuestras impresiones del encuentro. De los comentarios pasamos a los pronósticos, pero no hay un acuerdo definitivo, pues cada quien lleva su intuición a cuestas sobre el desenlace del Torneo, cuya final se va a llevar a cabo el próximo 8 de diciembre en el Centro Cultural España, lo que promete muchas luces, cámaras y acción, pero sobre todo esperamos que sea una final con mucha poesía.
Luego, como sucede con todo verdadero festejo, terminamos hablando sobre el poeta Mario Santiago Papasquiaro. A la bandita de Guerrero, Max Rojas les ha dicho que existe una especie de “baúl del tesoro” escondido, con cientos de poemas del infra romántico (como califica Heriberto Yépez a Mario Santiago). Esto me entusiasma de sobremanera. Platico también con Gustavo Alatorre y me dice que una amiga suya estaba preparando una investigación sobre Mario Santiago para estudiar la maestría en letras en la UNAM, pero que se la rechazaron. Al parecer, Mario sigue despertando enconos diversos aunque esté muerto. Salgo de "La esperanza" cuando ha comenzado a anochecer, no fuera que se me pasaran las copas y quedara derribado por el alcohol, con todo mi entusiasmo, a media esquina.
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