miércoles, 16 de septiembre de 2009

Demasiada juerga

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Uno no vive de ficción. 

Voy a rendirme ante los ejércitos de mi dominación mental y recoger todos esos vasos rotos. 

No estoy ebrio, se nublan estas palabras. Han tomado la ciudad entera y tengo que huir, me tambaleo. 

Un hombre observa y grita que me arroje al suelo. 

No hago caso, echo a correr, regando palabras por todo el asfalto, fonemas ahogándose en los charcos, la lluvia que cae de estrépito en mi estrépito. 

Paro a descansar en un parque lleno de fresnos, las gotas se deslizan por las hojas. 

Bebo un poco. 

Estalla una granada lejos de mí. Pronto vendrá alguna que me garapiñe el cerebro. 

Abandono a estas palabras debajo de un árbol, las más se encuentran abrazadas, despojadas de sentido, y otras llegan a nombrar alguna realidad por meras casualidades. 

Entonces leo: ¡escapa! 

Los ejércitos de mi dominación mental, pobre desengaño, se encuentran cerca. 

Subo por la calle mojada y busco el metro. Hay gente malherida. Un transeúnte asesinado al que le ladra con angustia un perro, me parece conocido. 

Todo lo vomito, cristales se desperdigan y el alcohol se derrama como sangre. 

Por fin me arrojo al suelo, no quiero despertar, demasiada juerga entre los muertos de la masacre. 

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Militarización en Chihuahua

La nada de los dioses

Fue en el segundo año del dios de viento, cuando los hombres abandonaron la ciudad buscando otro cardinal del mundo. 

Aquellos edificios fueron vaciados por la tolvanera de voces que llegaron como una premonición de la derrota. 

¿Volveremos al bosque? Se preguntaban, mientras las construcciones encallaban en soledad, trasatlánticos encadenados en una bahía desierta. 

Pasó el tiempo de la siembra cuando los albañiles descifraron el umbral de la guerra. Prefirieron llevarse los ladrillos que construir ignominias para las afrentas. 

Los dioses observaban la partida de los hombres de aquel tráfico de objetos ya inservibles: dinero, basura, armas, cenizas de libros, escombros de espejos rotos por el furibundo reflejo de nuestra especie. 

En el año axial del viento, la arena cubrió por completo los cadáveres. 

Una rosa herida de gravedad subió a los confines de la tropósfera, mientras caían las bombas en el estrecho sin fin de la ciudad en llamas. 

No sólo observaron, sino que los dioses pidieron por mi corazón para acabar con todo aquéllo. 

Me abrieron de tajo el pecho, pero no había nada, ni un latido, sólo el rumor de un mar desolado. 

Se asomó el sol en el horizonte y no vio nada. 

Vino la luna exhausta en su devenir nocturno, a descansar en mi hombro, tatuado por su sombra.

En el estruendo lejano del horror de la ciudad, asomándose por un hueco de la fronda, la luna miraba a través de un celaje, tras la contemplación de las ruinas para desprecio de los dioses y la nada.


Nómadas contra molinos

martes, 15 de septiembre de 2009

Tentaciones ingrávidas

La metáfora poética en el pensamiento hispanoamericano. Apuntes para una Sociología de las doctrinas estéticas.

I

Durante mi estancia en Toledo, España, como becario en estudios hispanoamericanos por la Fundación José Ortega y Gasset, desarrollé una activa disposición a la creación poética, alimentada por los constantes viajes por el país ibérico: Castilla-La Mancha, Valencia, Granada, Barcelona, Extremadura, entre otros lugares; sino que, además, me acompañaba, ya desde mi partida, haciéndose más evidente conforme pasaron los días, una extraña pero poderosa voluntad de contrastar estos encuentros literarios con un rigor académico al que un profesor calificó de autoexigente, pues más que por iniciativa de la propia institución, que me acogía como el único mexicano de un total de ochenta estudiantes de diferentes países, fui haciéndome conciente de que estaba en un momento único, verdadero caldo de cultivo para el hallazgo de capítulos pendientes por cosechar en la literatura y el diálogo del pensamiento hispanoamericano.

Así fue que al otro lado del charco me acompañó, entre mi equipaje de ropa improvisada y libros escogidos, un tomo de las obras completas de Octavio Paz, el cual contribuyó en principio, con su volumen y peso, a que mis dedos terminaran con algunas heridas, porque desde el arribo al aeropuerto de Barajas, me rehusé a tomar taxi, como me aconsejaron los de la Fundación, tanto por los escasos recursos con que contaba y porque, de pronto, pensé que si había vivido veintidós años de mi vida en una de las ciudades más grandes y caóticas del mundo, no significaba mayor dificultad tomar el metro de Madrid, con todo y dos maletas, bajarme en la estación del sur para tomar luego un camión que me llevaría al antiguo Convento de San Juan de la Penitencia, donde tendría mi residencia durante el otoño y parte del invierno del año 2005. No me imaginaba que ese sacrificio tendría sus frutos cuando, en la clase de Literatura Española del siglo XX, nos dejaron escribir un ensayo sobre algún tema tocado por el filósofo español José Ortega y Gasset en su libro La deshumanización del arte. Fue de esta manera que una noche, en la soledad de mi cuarto, entre ruidos de fontanas y ronquidos de mis compañeros, descubrí un diálogo “secreto” entre Paz y Ortega sobre la metáfora poética.
Antes de entrar al tema de la metáfora poética entre estos dos autores, creo necesario ubicar el presente en que escribo, pues desde aquella experiencia en España han pasado cuatro años. Sin embargo, el tiempo transcurrido no ha sido en vano, porque el hambre del descubrimiento tuvo su pan bendito, ya que en el 2007 apareció en México otra publicación, Reflexiones sobre la poesía, de Enrique González Rojo Arthur, que me pareció fundamental en la prosecución de este pensamiento dialógico entre Paz y Ortega. Publicado 50 años después que El Arco y la Lira, el libro es resultado del pensamiento lúcido de un filósofo y poeta que a los ochenta años de edad sintetizó sus primeras percepciones filosóficas de juventud, como miembro del movimiento llamado “poeticismo”, para exponer ahora una lógica poética que anima a las obras que le antecedieron, afinando de esta forma las categorías que se adentran en el paradigma de la metáfora. Los esfuerzos de estos apuntes se dirigen a la revisión crítica de esta triada de escritores, abarcando un espectro cultural considerable, de tal modo que se puedan poner sobre la mesa las continuidades y rupturas del pensamiento que los forja.
Lo ininteligible del título de este ensayo, Tentaciones ingrávidas, es explicable con relación a una imagen: las islas ingrávidas con que Ortega intenta definir a la metáfora, es decir, a la soledad del lenguaje. Pero también, responde a lo que Paz manifiesta con un gesto poético: se llega a la metáfora como caemos en una tentación, esto es, en la comunión del lenguaje. Para los estructuralistas quizás esto pudo parecer una discusión superflua, pues para ellos no es tan importante la búsqueda del origen del lenguaje como desentrañar su funcionamiento. El ejercicio de desentrañar el lenguaje no reside tanto en lo diacrónico sino en lo sincrónico, no en el exceso de historia acumulada desde un principio mítico, sino en el presente donde el lenguaje se enuncia a sí mismo. Si Ortega acude a las imágenes mientras que Paz a las concepciones, Enrique González Rojo Arthur es el ejemplo más claro de un sincretismo intelectual en el ejercicio filosófico y poético, ya que para el autor de Reflexiones sobre la poesía, el amor por la sabiduría no va en detrimento del pacto de sangre con las musas. Esto se puede reflejar en su propia poesía, en donde hay un sustrato filosófico, así como en su filosofía, en donde existe un trasfondo poético; vocaciones que lo acompañarán a lo largo de su vida. Hay que develar, entonces, en el lenguaje, lo que da vigencia a la metáfora poética como una lógica del pensamiento.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Paseaba por los pasillos del panteón francés, buscando estatuas de ángeles caídos. Mis ojos hacían algo parecido con el libro de Ovidio, El arte de amar, como queriendo enterrar sus páginas al fondo del recuerdo, hasta que depositaron mi mirada en una tumba abierta. Me pregunté de quién sería aquella boca sin fondo, la respuestas de los árboles fue: tal vez el último refugio que esperaba Huidobro al final de Altazor. "He aquí la muerte que llega como la tierra al globo que cae". Entonces me senté a leer a las orillas del agujero, pensé en mi propio obituario y unos días más tarde escribí: "Escapan los gusanos de tu fosa/ íntima fosa sin reposo/ no cansados con comerse los ensueños/ en hondos vivideros/ frescos en otoño./ Pujante fosa/ ¿quién nacerá? /Es tu cadáver/ que exquisito cae como las hojas/ facciones de otra cara en los escombros. / Sólo hacen cosquillas los entierros. / Ya no hay huesos, sólo están las lápidas / muda floración de los retoños/ la muerte que bosteza y siembra un coro". A finales de 2004 Obituario era ya un libro de poemas, como dice Sabines, recién parido en el lecho de la muerte.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Toca fondo la crisis literaria

En las primeras planas de los periódicos, en agosto de 1982, un mes antes de mi nacimiento, apareció la noticia: "Fuga de capital en México por 40 mil millones de dólares". Qué buenas nuevas para dar a luz. Así es, en lo que la sangre fluía del vientre de mi madre hacia el cordón umbilical, al mismo tiempo, como un torrente desaforado, la especulación del capital anunciaba ya su engendro financiero. Veintiseis años después, me he refugiado de la tormenta que inunda la Ciudad de México. Estoy en el Chanti Ollín, con un charco metido en cada zapato, forastero de la lluvia y de la depresión (económica). Mi reciente incorporación al ejército urbano de desempleados, en su mayoría jóvenes, en no pocos casos con estudios superiores, me hace platicar lacónicamente con los residentes de este edificio ocupado. Doy gracias a la hospitalidad con trabajo colectivo y nos dedicamos la siguiente hora a desmontar un baño ecológico, ubicado en el techo, para volverlo a colocar en la planta baja del inmueble. Luego Youalli G., residente del Chanti, saca su nuevo disco de hip-hop y nos ponemos a escuchar, pero no logro concentrarme en lo que dice, así que sólo me dejo llevar por el ritmo. Surge la angustia, ¿cómo le voy a hacer para sobrevivir? De pronto entendiendo: uno mismo representa el costo de las sucesivas devaluaciones acumuladas; junto con mi generación fuimos el vaticinio de la crisis, crecimos en ella y ahora nos sigue acompañando; ascenso de la cuota literaria para los paises en desarrollo, pues sólo el porvenir y la imaginación de la escritura, ha valido una cuantiosa descapitalización de miles millones de dólares, sumado al costo de todos los proyectos culturales que ya superan, por mucho y con intereses, el dinero que sigue su curso hacia la alcantarilla de Wall Street. Los poetas no resultan nada rentables, así que sólo queda esperar que me sigan dando guarida estos hombres que sobreviven a la encrucijada. Con razón desde Platón y luego con Augusto, ya los desterraban. Pero aún así, da gusto nacer bajo el signo de la pobreza, porque, como dice Séneca, las cosas buenas que pertenecen a la prosperidad, han de desearse, pero las cosas buenas que pertenecen a la adversidad, han de admirarse. Entre estas divagaciones, pasó el tiempo tras la tarde lluviosa del mes de septiembre, en los umbrales de mi próximo cumpleaños, dando sorbos al pulke de ajo de los compas del Chanti. Por la madrugada, alguien me pasó una cobija, como si viniera del séptimo círculo del infierno hacia Comala o, mas bien, de Guatemala a Watepeor. Me quedé solo, extrañamente frente al televisor, viendo el largometraje de animación Waltz with Bashir (2008), dirigida por Ari Folman, que ya me había recomendado Juan M. Fernández, desde Ciudad Juárez, a través de su blog "entrecaos" (visítenlo), en donde un ex soldado judío trata de encontrar los recuerdos perdidos en su memoria, sobre la intervención del ejército israelí en Líbano y la matanza perpetrada por la Falange Cristinana a palestinos refugiados, que aconteció allí en 1982, precisamente el año de la fuga de capital por 40 mil millones de dólares, el precio tazado por la muerte de niños palestinos. Estas son ahora las condiciones. Sin empleo, sin sueño y sin preocupación metafísica, pernocté en los susburbios de las ruinas, imágenes cinéticas perpetrando el alba con la quimera de mi ensueño. Por la mañana, antes de partir al estruendo citadino, Youalli G. me regaló su disco y se puso a rapear los distintos nombres de la mariguana.

Trabajo



Hay un trabajo detrás de todo esto
lleno de sueños y lluvias que caen con el desvelo de la noche.
Hay un ímpetu de atardecerte y prolongar adioses
en los fulgores últimos de la alborada.
Hay un cuchillo de sierpe atravezando corazones
templos de ceniza para dioses que duran la exhalación del humo
!Ah, los dioses! He tenido que matar a tanto para ser yo mismo
una canción que se aleja del arpa
vibrante en los destellos del sonido
un asesino de relámpagos
que escapa con nostalgia de la luz
en ramajes de vida cada vez más estrechos
hacia bosques inabarcables por invisibles que parezcan.