miércoles, 16 de septiembre de 2009

Demasiada juerga

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Uno no vive de ficción. 

Voy a rendirme ante los ejércitos de mi dominación mental y recoger todos esos vasos rotos. 

No estoy ebrio, se nublan estas palabras. Han tomado la ciudad entera y tengo que huir, me tambaleo. 

Un hombre observa y grita que me arroje al suelo. 

No hago caso, echo a correr, regando palabras por todo el asfalto, fonemas ahogándose en los charcos, la lluvia que cae de estrépito en mi estrépito. 

Paro a descansar en un parque lleno de fresnos, las gotas se deslizan por las hojas. 

Bebo un poco. 

Estalla una granada lejos de mí. Pronto vendrá alguna que me garapiñe el cerebro. 

Abandono a estas palabras debajo de un árbol, las más se encuentran abrazadas, despojadas de sentido, y otras llegan a nombrar alguna realidad por meras casualidades. 

Entonces leo: ¡escapa! 

Los ejércitos de mi dominación mental, pobre desengaño, se encuentran cerca. 

Subo por la calle mojada y busco el metro. Hay gente malherida. Un transeúnte asesinado al que le ladra con angustia un perro, me parece conocido. 

Todo lo vomito, cristales se desperdigan y el alcohol se derrama como sangre. 

Por fin me arrojo al suelo, no quiero despertar, demasiada juerga entre los muertos de la masacre. 

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