domingo, 27 de febrero de 2011

Réferi de coraza

Alina Hernández y Pedro Emiliano, Final del Torneo de Poesía 2010
 
Los diapasones de Pedro Emiliano

En la última final del Torneo de Poesía “Adversario en el Cuadrilátero” fui testigo de todos los esfuerzos tras bambalinas que fueron puestos al servicio de la poesía. Cuando el réferi Pedro Emiliano, amotinado en su conteo, alzó los brazos de Hortensia Carrasco en señal de triunfo, fue un gesto perdurable para muchos espectadores, donde más de uno quedó asombrado por la intensidad del encuentro. Lo que empezó hace cuatro años con un rudimentario pero ingenioso ring, hecho de cuerdas deshilachadas, palos de escoba y botes de cemento, se ha transformado en un certamen literario de una complejidad inédita, destacable también en cuanto al trabajo en equipo.


Ante el despliegue de producción que ha alcanzado el Torneo, incluso más de un poeta oficial se ha cuestionado cómo es posible que éste salga adelante sin los recursos de algún programa de Conaculta o al menos de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal. “Creen que aquí hay mucha lana de por medio” afirma Estephani Granda Lamadrid, “cuando ven todo el trabajo de comentaristas, jurados, técnicos, músicos, etc.”, puesto que cada vez es más difícil creer que todavía hay proyectos culturales como el nuestro, cuya realización depende más de la voluntad solidaria de las personas que del interés para lucrar con el arte. De esta forma, la producción de “Adversario en el Cuadrilátero” ha ido incorporando distintas estrategias en cuanto a la logística y la infraestructura; desde el montaje de un cuadrilátero y demás requerimientos escénicos, hasta el uso de la tecnología para su transmisión en vivo, donde hay elementos lúdicos que interactúan entre diferentes disciplinas.


Sin embargo, es en el ámbito de los personajes donde hay que subrayar la fuerza de atracción en el público. Los personajes adquieren una importancia por su carácter performativo, donde el perfil de cada uno es de vital importancia para el buen desempeño del certamen. Cada personaje se ha incorporado a la escena del Torneo de manera fundacional, al mismo tiempo que desempeña una función específica y que incide en la misma evolución del evento. Desde Steelman (enmascarado de azul), luchador libre profesional, como punto de atracción de mujeres y niños, pasando por las ocurrencias y malversaciones del poetastro, hasta una coqueta cigarrera que te vende libros de bolsillo por menos de un tostón, considero que el personaje que más ha tomado relevancia en el Torneo ha sido, en cuanto a su función, el réferi.


Fue el poeta Pedro Emiliano quien terminó por encarnar al réferi del Torneo de Poesía “Adversario en el Cuadrilátero”, aunque también ha participado dentro de este papel el editor Eric Marvás. La primera vez que hablamos en serio fue tras bambalinas, mientras nos prendíamos, en la plática, con un sorbo de ron de caña. El olor a mota salía por debajo del ring y despistaba a los policías que vigilaban a las afueras del José Martí. La segunda vez que hablamos largamente fue cuando le llevé a Wagner, mi perro de siete meses de edad, que acababa de adoptar. Como Pedro Emiliano además de poeta entrena perros, me dio unos consejos caminando entre las calles de la colonia Anáhuac. Luego quedamos de vernos para una entrevista. Un bar ubicado en República de Cuba, durante un recital poético. Pedro llevaba un traje oscuro, elegante como el réferi de las mil épicas.


En el bar, platicamos brevemente con el músico y periodista Rafael Tonatiuh, quien nos contó que la última vez que asistió a una final de Adversario en el Cuadrilátero, en 2009 cuando tocó con su grupo, conoció a un hombre que le aseguró ser Piel Divina, uno de los personajes que inspiró a Roberto Bolaño para escribir Los detectives salvajes. Esto me llama la atención, pues no es la primera vez que escucho una historia similar, donde afirmaban haber visto o conocido a Piel Divina o de que algún otro infra de pronto se aparecía como un fantasma en las etapas más críticas o catárticas del Torneo.


Entre sorbos de café, Pedro Emiliano recordó sus inicios dentro del Torneo. En un principio, Pedrito llegó por mera casualidad al Centro Cultural José Martí, a las afueras del metro Hidalgo, en un día de cuartos de final, en la primera edición de 2007. “Llegué caminando y con huarache”. Estaban dos poetas contendiendo. Uno de ellos era Homenic Fuentes, “poeta muy contundente, estaba hablando de la nueve milímetros que le cascabeleaba a la cintura”, mientras que Hugo de Mendoza “me había parecido de lo más cursi”. “Entonces le pedí a Andrés que me dejara leer un poema”. Pedro Emiliano leyó un poema como retador, que acababa de escribirle a su mujer, ahora lejana, cuyo nombre prefirió omitir para esta entrevista (sólo mencionó que fue una bailarina que conoció en un “putero” de Ecatepec y que el poema se titulaba “La pantera rosa”).


Cuando subió al ring por vez primera, sin temor Pedro Emiliano se quitó los huaraches y recitó descalzo. Fue por ese pequeño acto performativo que le comenzaron a decir “el poeta descalzo”. “Pasé a las clasificatorias que se llevaron a cabo en la explanada del metro Insurgentes. Ahí perdí contra Manuel Becerra, el poetastro fundacional; después me invitaron a los miércoles de poesía en la Roma, fue cuando conocí a otros poetas como Refugio Pereida, Tonatiuh Mercado, Pancho Zapata y Leticia Luna. Fue hasta la segunda edición del Torneo cuando entré a trabajar como réferi. En esos tiempos como era yo un tránsfuga, acepté la propuesta”. Es importante señalar que en el Torneo de Poesía no había réferi sino hasta que entró en ese rol Pedro Emiliano, para quien el réferi “es el que lleva la batuta de las emociones. Tiene que estar conectado con el público, cambiar la energía de tal forma que el evento lleve a una constante cresta emocional. Es como estar surfeando”, afirma.


El ring para Pedro Emiliano es como un arte ritual, donde las resonancias emotivas e inflexiones de la palabra dan la capacidad de cambiar el destino de cada encuentro. El performance significa manifestar la idea de los personajes. “Cuando hago el papel de réferi, hago un performance de poesía de emociones cavilantes”. Aquél que ha visto caer a tantos combatientes, recomienda: “si van participar en un Torneo de Poesía, deben de llevar los ovarios bien puestos, o los huevos. La estética del poema siempre te da el tono adecuado para lograr un equilibrio entre la voz y el espíritu de lo que se quiere decir”. Más que la aplicación de un reglamento, para el réferi es fundamental el papel multipolar de su labor, ya que es como un “diapasón de las emociones para poder desenvolverse conforme el evento avanza”, donde es a él a quien le corresponde “mantener el conflicto”.


Nuestro réferi afirma que los mejores adversarios son los que tienen poéticas combativas. Nada de egolatrías, pues “muchos poetas no tienen los cimientos literarios o éticos importantes, siendo que a veces se reúnen sólo en la bohemia o para la auto-adulación”. Como ejemplo de poéticas combativas latinoamericanas, menciona a “El techo de la ballena”, grupo de poetas peruanos que también influyó en Mario Santiago Papasquiaro. Advierte, desde su propia experiencia, que en el Torneo “están participando poetas que representan a distintos grupos, aunque también se hallan los solitarios que suben al ring”. Durante el desempeño de cada combatiente, en el proceso de “hacer brillantes lo que se le da en bruto al poeta”, dice Pedro Emiliano que hay una identidad que no debe traicionarse, pues también hay poetas “alejados de su propio ser”. Por lo que en cuanto a su propia otredad, como réferi y como poeta, Pedro Emiliano aunque siempre ha usado “otros nombres” se mantiene fiel a sí mismo, en el espejo diario que buscó también López Velarde, puesto que lo importante “no es tanto el personaje, si no el ente que se mueve tras bambalinas”.
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viernes, 25 de febrero de 2011

Presentación de "Los heterodoxos"

Presentación de la Revista "Tema y Variaciones de Literatura" no. 34. Jueves 3 de marzo a las 18 horas, Casa de la Primera Imprenta de la UAM, con la participación de los escritores Enrique González Rojo Arthur y Gonzalo Martré. Vino de honor.

martes, 22 de febrero de 2011

La máscara velada de Rafael Tomé


Conocí a Rafael Tomé Zamora (1950-2010) a finales de 2006, en El Juglar, cafetería cultural y rincón literario del poeta Israel Soberanes, ubicada en Santa Clara Coatitla, Ecatepec, donde Rafa impartía los sábados un taller de lectura en voz alta, de los pocos en su tipo no sólo de toda la zona conurbada, sino de la misma ciudad de México.

Recuerdo a Tomé como un hombre atento a la lectura del otro, distinguiendo matices y haciendo recomendaciones para hacerla más amena y con mayor presencia frente al público que escucha. La lectura en voz alta para Rafa Tomé era, como en los infras para la poesía, un estado del alma, un humanismo literario, por lo que desde el primer encuentro supe que en él tendríamos a un luchador insobornable.

Por ese entonces comenzamos a implementar un programa de fomento a la lectura para el municipio de Ecatepec, que Rafa Tomé apoyó desinteresadamente, siempre crítico de las autoridades en turno. Participó en la formación de los promotores de lectura, en su mayoría jóvenes, con el fin de activar el programa Libro-Club, que él conocía porque en la Delegación Gustavo A. Madero, de donde él era oriundo y había participado como lector en voz alta en varios libro-clubes. En una visita al palacio municipal, en 2007, llegamos a conocer al poeta Alejandro Aura, iniciador del programa en la ciudad de México, poco antes de su fallecimiento. Entonces había algo de esperanzador en todo aquel propósito de alzar la voz sobre la mancha urbana.

Rafael Tomé Zamora no sólo leyó en todo Ecatepec, sino que mediante la literatura aprendió a ser hasta coqueto con las bibliotecarias, a quienes les leía desde la soledad de una tarde en la biblioteca. Vio en el escritor Miguel Zaqueo a un joven discípulo, quien lo acompañó en sus últimas andanzas (en busca del tiempo perdido, detectives del libro-club extraviado). Aunque por sus constantes críticas, las autoridades municipales lo quisieron relegar después a otras tareas, como cargar despensas, al final de la administración, en 2009, un año antes de su imprevista muerte, Rafael Tomé alcanzó a publicar un primer y único número de la revista Rehilete. Sin pretensiones, el maestro Tomé llegaba a cada espacio para crear una atmósfera propicia a la lectura. De hace tiempo congeniaba y era amigo de poetas jóvenes, como el propio Israel “Bull Dog” Soberanes y Karina Falcón, quienes después fueron, respectivamente, adversario y jurado del Torneo de Poesía en 2008, con quienes compartió, a manera de coucheo, su pasión por la vida y la literatura.

Entre los paisajes periféricos donde creció como lector en voz alta, con el tiempo Rafael Tomé se hizo escritor, también de una narrativa periférica, cuyos límites se extienden como la propia urbe. Arriba y abajo del cuadrilátero, Rafael Tomé sabía más que nadie del poder que puede tener una buena lectura en voz alta de un poema o narración, propia o ajena. Consecuente con la pasión que igualmente compartía por la lucha libre, un día Rafael Tomé, en el cerro del viento, me dijo que estaba preparando una novela donde aparecía El Santo, sólo que su héroe era un personaje que no abandonaba el barrio, ni su nombre original, Rudy Guzmán, que es develado en la novela, así es, el nombre real del célebre luchador.

En 2008, los Premios Nacionales de Literatura en homenaje a Enrique González Rojo Arthur, impulsaron a Rafael Tomé a terminar de mecanografiar la novela. Estaba dispuesto a participar en este certamen, pero como recientemente él había entrado trabajar en el programa de fomento a la lectura del municipio, al final no pudo participar. Sin embargo, la expectativa tuvo sus frutos, pues ya estaban los tres engargolados con su novela y un día Rafael Tomé Zamora le entregó uno de éstos al editor de Versodestierro, Adriano Rémura, quien de inmediato se interesó por su publicación, como así sucedió finalmente dentro de la “Colección extraordinaria”, que apenas se había inaugurado con Arraigo Domiciliario, novela de Oscar Escoffié Padilla que había resultado ganadora del Premio Enrique González Rojo Arthur, teniendo como único jurado a Eusebio Ruvalcaba. Sin embargo, había otro adversario que se habría de levantar una vez más de la lona para volverlo a intentar.

La novela de Rafael Tomé, Máscara de Cristal, se publicó por parte de Versodestierro en el 2010. Cuando la obra estaba en edición, Adriano Rémura recibió la noticia de que Rafael Tomé había muerto, víctima de cirrosis hepática. Ese día Rafa Tomé había asistido a una comunidad a leer en voz alta, aún cuando suponemos que ya se sentía muy mal. Contendía con su propia enfermedad desde hace años. La literatura quizá fue su obstinación ante la certidumbre de la muerte. Rafa Tomé colgó los guantes, dejó su máscara en esta novela que se descubre como póstuma, acontecimiento que se festeja pero que también duele para quienes lo conocieron y le tuvieron un aprecio sincero; que ahora han leído Máscara de cristal y se han reído con ella de las ironías de la vida.

Al leer Máscara de cristal, me encuentro con afinidades en personajes como Julia, que es periodista y entre otras cosas, registra los avatares de la lucha libre de su época, desde la triada conformada por Blue Demon, El Santo y el Rayo de Jalisco, en la Arena México, pasando tras las bambalinas del cuadrilátero, hasta la entrevista con un gladiador donde éste le comenta que la “Empresa” no se interesaba mucho por ellos, que no querían tener tratos con la CTM de Fidel Velázquez, es decir, marginados que podían ser insurrectos, tipos duros que salían al quite ante cualquiera, inclusive contra los halcones, el grupo represivo por excelencia del autoritarismo mexicano. Me gusta el escenario que se va dibujando en la novela, la zona de batalla de los poetas, periferia donde se levantaron ciudades como Ecatepec y Nezahualcóyotl.

En la presentación del libro, realizada en el Teatro del Pueblo, asistieron los familiares de Rafael Tomé Zamora. Algunos presentadores confesaron no haberlo conocido personalmente y se limitaron a comentar su obra. Steelman, enmascarado para la ocasión, abundó más acerca del buen tipo que era Rafa. El texto de Diego Velázquez Betancourt, afirmaba que el lector es como un réferi de la contienda que se libra en Máscara de Cristal; Guillermo Vega nos dice que Rafael Tomé nos aplica “la de a caballo” en esta última novela y que el autor “amenaza con regresar”. Pero creo que Rafael Tomé nos muestra que el lector no solamente es el réferi, sino que en el lector se devela el auténtico escritor, donde el autor, aunque un día jamás regrese, se convierte en un héroe develador de héroes, como ha señalado con anterioridad Roberto Bolaño, una literatura que podríamos llamar de conflicto y que ha sido de mi interés abordar en esta épica del cuadrilátero.

Máscara de cristal incluso va más allá del tema la lucha libre, cuando toca un trasfondo social, donde la cultura popular vence a la de masas, mediante la ironía, con la aparición patética de estrellas del espectáculo, se intenta retratar, a la manera cinematográfica, el contraste con la estafeta del luchador más allá de las cuerdas, donde los héroes de verdad lo mismo te pueden rescatar de una trifulca, combatir a las mafias trasnacionales y a los charros sindicales, que salir al quite por una chica de barrio pobre, como lo es Julia. Con la publicación de esta novela, Rafael Tomé Zamora develó su propia máscara y aunque se terminó la última de sus caídas, nos queda esta obra que se ha cristalizado en el salto de nuestro narrador desde la tercera cuerda.

Tomé Zamora, Rafael. Máscara de Cristal. Versodestierro. México. 2010.

sábado, 5 de febrero de 2011

Las Adversidades del cuadrilátero

Por Arturo Alvar

Entre las empresas culturales que más valoro y me entusiasma volver año con año, desde la creación pero también desde la gestión es, sin duda, el Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero, organizado desde 2007 por iniciativa de la editorial Versodestierro, cuya gravitación final en esta última edición fue una plazuela del Centro Histórico de la Ciudad de México, consolidando así un proyecto que desde entonces, me parece, ha tenido una continuidad obstinada, casi enfermiza, de otorgarle un carácter independiente al acto poético, fuera de los espacios tradicionales, por demás oficiosos, con que suele juzgarse a la obras, los autores y las condiciones del público.

Es por ello que en un tono de festejo me uno al testimonial de la presente Antología, siendo esta publicación un ejemplo de fertilidad en estos tiempos de abstinencia, donde lo que parimos es la poesía, entre callejones de libros y antiguas cantinas. Gestamos esta propuesta frente a un entorno donde la adversidad se ha vuelto la esencia misma de la independencia a la que se aspira, incluso como un elemento innovador de la actividad artística, cuando es la poesía la principal protagonista.

Considero que Adversario en el cuadrilátero es un evento deportivo-intelectual de corte performativo, en cuanto a la representación metafórica de una justa poética con elementos de la cultura popular, donde el poeta se vuelve juglar (así como el luchador libre deviene en lector de poesía); pero también toma en cuenta aspectos de la cultura de élites, con la existencia de un jurado conformado por personas de reconocida labor en el ámbito de la creación poética. Una mezcla que para muchos adversarios es un derrotero para confrontar su labor con la reconfiguración del espacio público, que en el marco de este Torneo se convierte en una arena de contienda de forma y contenido, o como diría Mario Santiago, de manera más poética, una “madriza sorda” (la vida), aunque en este caso, de voces, a la que se entregan los poetas para cantar más hondo.

Fue en noviembre de 2007 cuando conocí la propuesta de Adversario en el cuadrilátero, con su participación en el Segundo Encuentro Nacional de Artistas Jóvenes Independientes ENAJI, organizado por el colectivo de Artistas Plásticos Independientes (APIE), en San Cristóbal, Ecatepec. Cuando vinieron los adversarios con un par de peleas de exhibición, Andrés Cisneros, editor de Versodestierro, llevaba en su hombro, subiendo por una cuesta, las piezas de un rudimentario cuadrilátero, improvisado ingeniosamente. La pelea estelar por parte de los finalistas del primer Torneo de poesía, organizado unos meses antes, era entre Mario Dux Castell y Guillermo Rojo Córdova. Subimos a las faldas del cerro del viento, donde se encontraba instalado el ENAJI. Ahí fue donde Rojo Córdova, temible contendiente y Mario Dux, ganador indiscutible del primer Torneo, contendieron en duelo amistoso y sus voces se dejaron sentir, de lo rítmico a lo delirante, del blues al alarido. Durante la contienda, Andrés me dijo: “no te imaginas cómo se ve esto en un ring de verdad”. Al siguiente año, decidí inscribirme en el Torneo.

La fase clasificatoria inició en el Faro de Oriente. Fui muy salsa, con un par de poemas pendencieros; uno de ellos me inspiraba porque lo había escrito en las paredes de la estación del metro Ecatepec, en conjunto con un mural que pintaron los del APIE, donde aparecía, desde un atardecer hasta la noche con Luna y Venus, la serpiente Quetzalcóatl y en su panza al dios del viento, Ehécatl, surcando por el aire los cerros conurbados del municipio más grande de América Latina. Un poema escrito de tal forma que mientras los transeúntes pasaran en su ruta cotidiana al metro, pudieran recorrerlo en su lectura, ya que bien puede leerse de ida y vuelta, pero nunca es el mismo.

Conocí el Faro de Oriente porque en su librería habíamos presentado un par de libros con anterioridad. El ring apenas cupo en la sala principal del Faro. Cuarenta adversarios se habían inscrito, de los cuales, después de dos contiendas (a una caída por cada poeta), logramos clasificar dieciséis. En realidad, me pareció tan breve la contienda clasificatoria como para tanto lío con el montaje del ring. Cerró el evento con un grupo de rock, quienes al final se molestaron, sólo un poco, porque la gente se había ido demasiado pronto, al cabo del término el último combatiente, mientras festejamos en el centro del cuadrilátero. De acuerdo con las bases del torneo, se calificaba por parte del jurado (si no me equivoco): la calidad del poema, la presencia en el escenario y la resonancia del público (conforme al desempeño de los torneos, se fueron afinando estos criterios).


Así, cantando a lo muy salsa, pasé a los octavos de final, que se realizaron afuera del Foro Cultural José Martí. En esta ocasión, cada batalla se iba a librar de dos a tres caídas, con poemas leídos durante tres minutos máximo por cada poeta. Estaba nervioso, salí del metro Hidalgo de lado de la en medio de un turba de comerciantes. A un costado de la estatua de José Martí, habían montado ya el cuadrilátero, con muchos niños arriba de éste, como suele ocurrir con estos escenarios, ante la expectativa de los transeúntes.

“Seguramente te vas a ir a cuatro caídas”, me dijo Adriana Tafoya, tras bambalinas, porque sólo llevaba tres poemas. Me advirtió que iba a contender contra Leticia Luna, una de las favoritas para llevarse el Torneo (como sucedió al final), con lo que necesitaba sacar un poema más, con copia en tres juegos para los jueces. “Así son las reglas del Torneo”. Y ni modo, salí caminando (más bien en chinga), por varias cuadras hasta encontrar un café internet. Cuando por fin regresé, sudoroso, Leticia Luna estaba arriba del ring, con otro retador a quien hizo probar el polvo en dos caídas. Cuando bajó, Steelman, un luchador profesional, la felicitó. Cada quien tiene a su poeta favorito.

Ante el descalabro del retador y mi ausencia, era probable que abandonara el Torneo sin pena ni gloria, pero para mí sorpresa se determinó, por parte del jurado, que tenía derecho a retar a otro poeta y que, si aceptaba, había otra posibilidad de continuar con vida. O sea que me dieron otro chance, pero Leticia Luna ya no quiso aceptar un duelo conmigo, pues ya tenía seguro su pase a la siguiente ronda. Fue Mónica Suárez quien aceptó batirse a cuatro caídas, donde al final se declaró un empate. En el mismo sentido, para la siguiente fase habría que desafiar a otro poeta quien, como yo, se había colado: precisamente mi adversario fue Guillermo Rojo Córdova, que también había logrado pasar a los cuartos de final, siendo ahora que aparecía en el Torneo la figura, siempre polémica, del poeta retador.

La ronda de los cuartos de final del Torneo de poesía, fue presentada como el evento estelar de la programación literaria, en el marco del Tercer Encuentro Nacional de Artistas Jóvenes Independientes, que se llevó a cabo en el Foro Cultural Calpulli-Marina, a finales de 2008. Con altas expectativas, dieron el primer campanazo. Me sentía con cierta ventaja porque me encontraba como en casa. Pero en realidad, no fue tan fácil ser organizador y peleador al mismo tiempo. Nuevamente problemas con el ring, no por falta de espacio, que en el Calpulli sobraba, o no pudiéramos costearlo como parte de la infraestructura del Encuentro, sino porque cuando se instaló, el chofer estacionó ahí mismo la camioneta en que lo transportaron. Con todo y ese estorbo, después de todo el ring se veía muy poético, con el fondo de los edificios de la Unidad Habitacional Marina, las cuerdas bien estiradas, la lona espléndida, junto a los murales del Calpulli. Subieron Estephani Granda y Mónica Suárez, como puede verse en uno de los carteles que después comenzó a publicar Versodestierro para darle una difusión mucho más amplia al Torneo, que ya era conocido en diversos estratos del ámbito literario.

Me había preparado con un par de poemas de tono beligerante, pero Guillermo Rojo Córdova había ensayado, desde el año pasado, una presencia escénica cada vez más poderosa. Me pareció también que sobre todo había afinado sus recursos sonoros y rítmicos, lo que daba un efecto lúdico en la lectura de sus poemas, lo que llamaba la atención del público. Gané la primera caída, donde la poeta Norma Bazúa, junto con Karina Falcón y Juan Carlos H. Vera, conformaron el jurado de aquella edición. Me otorgaron la primera caída, con un poema que hablaba de perder la vida, con la imagen de un molino destazado. Pero en las siguientes dos caídas, ahora me parece que el criterio con que elegí mis propios poemas se quedó corto de dar un golpe más certero, sobre todo un error estuvo en repetir el mismo poema, de tema urbano, con el que había contendido en la primera clasificatoria (lo que quizás previno a mi contrincante). Me había faltado un tono más real con mi estrato telúrico que hubiese cimbrado en las paredes del Foro.


Pero el hubiera no existe, así que Guillermo Rojo Córdova supo aprovechar con decisión su poema y a la tercera caída logró pasar a la siguiente ronda. Por la noche, cuando nos felicitamos, pensé que Rojo podría llegar a la final, aunque después él mismo escribiera, al salir derrotado en la siguiente fase: “Que chingue a su reputa madre el que diga que morí indignamente sobre el ring”. Entonces me di cuenta de que la victoria no te enseña tanto como el reto ante la derrota. “No hay éxito como el fracaso” dijo Dylan Thomas (¿O es Bob Dylan?), aunque el fracaso tampoco sea, desde luego, un éxito. En todo caso, de aquella experiencia extraigo, para los que pretenden volverse adversarios en un próximo Torneo, que no hay nada mejor que subirse al ring y ser un duro contrincante.

En la siguiente edición del 2009, comencé a plantear como necesario el registro en video para que a la postre pudiera editarse un documental que diera cuenta del rumbo del Torneo, por lo que me ocupé de la producción del mismo, que hasta el momento continúa, aunque de manera intermitente. La final en esta tercera edición de Adversario en el cuadrilátero, se llevó a cabo en una cantina taurina del Centro Histórico, donde el ring apenas cupo entre las mesas abarrotadas de seguidores, en la cual Ileana Garma salió vencedora frente a Eduardo Ribé, quien con mucha constancia había alcanzado el último escalón del campeonato, pero que al final su poema monosilábico, de intensa lectura, aunque lúdico ya se conocía en el repertorio de Ribé, entonces sonó bastante repetitivo frente a una fluidez en las imágenes que presentaba Garma en un poema que daba viraje al tema de la naturaleza, dio la pauta para que Max Rojas, instalado en el jurado junto a Gonzalo Martré, pronunciara el dictamen definitivo, pues entre “querer ser poeta y ser poeta hay una enorme distancia”.


Mucho de lo narrado aquí se encuentra grabado en el registro documental del Torneo y para esta última edición nos hemos preparado para dar seguimiento de todo lo que ocurra. Es curioso como un proyecto puede ser útil hasta para lo más simple, pero que es indispensable, para llevar a buen fin un evento. En aquella final, como había poca luz en la cantina, la lámpara que nos servía para la cámara de video, además colaboró con buena iluminación para que el público asistente pudiera presenciar los combates, incluso para que los mismos poetas pudieran alcanzar a leer sus escritos, así como los jurados sus dictámenes (leídos en público) entre los ensombrecidos cuadros de toreros y cabezas de toro de lidia colgadas en las paredes. Así festeamos, con música salsa y platicando hasta la embriaguez de lo que fue el último combate. Entre copas, Tafoya dijo que se podía imaginar a Garma en el espejo diciendo “no voy a perder”. Bailé con todas las almas, hasta perder la mía, conversando a más no poder, hasta que nos terminaron sacando de la cantina.

Además de la presencia de inigualables personajes como Steelman, Adversario en el cuadrilátero ha visto nacer a otros entes poéticos, como el “poetastro”, versado en la bravuconería, con su máscara rojinegra de poeta consagrado, o criaturas mucho más amables como la “cigarrera” (con su oferta de libros para hoteles de paso). El réferi principal, el poeta Pedro Emiliano, siempre ha tomado un papel fundamental para el cumplimiento de las reglas por parte de los adversarios, buscando que practiquen un juego limpio, el reconocimiento del otro, advirtiendo los tiempos límite de cada lectura o comunicándole al contendiente si ha cometido alguna falta y será sancionado por los jueces. Por parte de los narradores del Torneo, se va conformando un estilo de contar el suceso poético, afinando la manera de involucrar al público presente, con el montaje de una mesa radio-callejera, como testigos privilegiados del acto poético donde Dionisio tiene todas sus apuestas.

Con respecto a las críticas del jurado y al jurado, trae a la mesa la pertinencia de nuevos criterios para determinar un ganador. Otras iniciativas como el documental y el apoyo de la Plataforma Chilango-Andaluz para transmitir el Torneo vía internet, demuestran que este proyecto se abre a la interdisciplinariedad sin perder su esencia callejera, al contrario, esto permite penetrar en ella. Por parte de los premios, creo que ha sido un acierto la incorporación de las artes plásticas, como la pintura de Felipe Gaytán y los cuadros de Kenta Tori, tanto en los eventos como en la premiación con obra artística; además de que los grupos de Rock, Jazz y Punk que acompañan al Torneo, han comprendido con las sucesivas ediciones, que darle un lugar a la poesía en cuanto acto público, no empobrece en absoluto su actividad musical.


Este pasado Adversario en el cuadrilátero 2010, las voluntades se han sumado de forma excepcional y esperamos que esta lógica continúe en las siguientes edición del torneo. En una junta con el equipo de organización, previo al inicio de Adversario, me sorprendió ver que personas que antes habían contendido o que fueron meros espectadores, ahora pasaban a formar parte del apoyo integral requerido para hacer posible el sueño de los poetas que suben al ring. Frente a mí, se sentó un hombre corpulento, pero alegre, que se ofreció a ayudarme con el equipo de sonido, el cual yo había quedado como responsable de traer a lo largo de las fases eliminatorias, si es que se presentaba algún problema. Cuando nos despedimos de él, supe que el sujeto amable era nada menos que Steelman, aunque sin máscara. Era la primera vez que reconocía la identidad secreta, el rostro oculto, de un luchador. Cuando me tocó cargar con las bocinas, ahí siempre estuvieron las manos laboriosas no sólo de él sino de muchos más compañeros. De esos encuentros está hecha la poesía.

Con cada edición de Torneo se suman esfuerzos y con sus logros, nuevas adversidades. Pero no hay nada más poético que ver cómo se instala un ring, como lo he visto en estos últimos cuatro años, como también se alcanza, por parte de un adversario, la gran final que todos esperan: mirar batirse a duelo a las poetas bellas, Alina Hernández y Hortensia Carrasco, situándose en igualdad de condiciones frente a los varones como indiscutibles ganadoras.

Ahora nada será más satisfactorio que ver publicada la Antología con los poemas que fueron declamados en el centro del ring, librando las afrentas más cerradas; poemazos cantados en cruentos pero sobretodo humanos enfrentamientos, para finalmente aparecer en una publicación como muestra de lucha frente a lo ya instituido en la manera de asignar premios y canonjías en el medio literario, puesto que desde un principio se ha reivindicado, en este quehacer, una expresión artística concebida desde fuera de los parámetros impuestos. En suma, Adversario en el cuadrilátero ha reconfigurado la dimensión pública de la acción poética, puesta en movimiento y apostando por el movimiento que representa un viraje en la poesía mexicana actual. Como un veterano contendiente de molinos, por demás imbatibles, involucrado a la par en la gestión de este Torneo, recomiendo por igual que público, adversarios, editores y organizadores, se rompan su todita madre, porque nos ha parido, a todos, la poesía. Con la publicación de la presente Antología, el lector, al final de cuentas, será el que dé el gancho definitivo, la última palabra.