domingo, 27 de febrero de 2011

Réferi de coraza

Alina Hernández y Pedro Emiliano, Final del Torneo de Poesía 2010
 
Los diapasones de Pedro Emiliano

En la última final del Torneo de Poesía “Adversario en el Cuadrilátero” fui testigo de todos los esfuerzos tras bambalinas que fueron puestos al servicio de la poesía. Cuando el réferi Pedro Emiliano, amotinado en su conteo, alzó los brazos de Hortensia Carrasco en señal de triunfo, fue un gesto perdurable para muchos espectadores, donde más de uno quedó asombrado por la intensidad del encuentro. Lo que empezó hace cuatro años con un rudimentario pero ingenioso ring, hecho de cuerdas deshilachadas, palos de escoba y botes de cemento, se ha transformado en un certamen literario de una complejidad inédita, destacable también en cuanto al trabajo en equipo.


Ante el despliegue de producción que ha alcanzado el Torneo, incluso más de un poeta oficial se ha cuestionado cómo es posible que éste salga adelante sin los recursos de algún programa de Conaculta o al menos de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal. “Creen que aquí hay mucha lana de por medio” afirma Estephani Granda Lamadrid, “cuando ven todo el trabajo de comentaristas, jurados, técnicos, músicos, etc.”, puesto que cada vez es más difícil creer que todavía hay proyectos culturales como el nuestro, cuya realización depende más de la voluntad solidaria de las personas que del interés para lucrar con el arte. De esta forma, la producción de “Adversario en el Cuadrilátero” ha ido incorporando distintas estrategias en cuanto a la logística y la infraestructura; desde el montaje de un cuadrilátero y demás requerimientos escénicos, hasta el uso de la tecnología para su transmisión en vivo, donde hay elementos lúdicos que interactúan entre diferentes disciplinas.


Sin embargo, es en el ámbito de los personajes donde hay que subrayar la fuerza de atracción en el público. Los personajes adquieren una importancia por su carácter performativo, donde el perfil de cada uno es de vital importancia para el buen desempeño del certamen. Cada personaje se ha incorporado a la escena del Torneo de manera fundacional, al mismo tiempo que desempeña una función específica y que incide en la misma evolución del evento. Desde Steelman (enmascarado de azul), luchador libre profesional, como punto de atracción de mujeres y niños, pasando por las ocurrencias y malversaciones del poetastro, hasta una coqueta cigarrera que te vende libros de bolsillo por menos de un tostón, considero que el personaje que más ha tomado relevancia en el Torneo ha sido, en cuanto a su función, el réferi.


Fue el poeta Pedro Emiliano quien terminó por encarnar al réferi del Torneo de Poesía “Adversario en el Cuadrilátero”, aunque también ha participado dentro de este papel el editor Eric Marvás. La primera vez que hablamos en serio fue tras bambalinas, mientras nos prendíamos, en la plática, con un sorbo de ron de caña. El olor a mota salía por debajo del ring y despistaba a los policías que vigilaban a las afueras del José Martí. La segunda vez que hablamos largamente fue cuando le llevé a Wagner, mi perro de siete meses de edad, que acababa de adoptar. Como Pedro Emiliano además de poeta entrena perros, me dio unos consejos caminando entre las calles de la colonia Anáhuac. Luego quedamos de vernos para una entrevista. Un bar ubicado en República de Cuba, durante un recital poético. Pedro llevaba un traje oscuro, elegante como el réferi de las mil épicas.


En el bar, platicamos brevemente con el músico y periodista Rafael Tonatiuh, quien nos contó que la última vez que asistió a una final de Adversario en el Cuadrilátero, en 2009 cuando tocó con su grupo, conoció a un hombre que le aseguró ser Piel Divina, uno de los personajes que inspiró a Roberto Bolaño para escribir Los detectives salvajes. Esto me llama la atención, pues no es la primera vez que escucho una historia similar, donde afirmaban haber visto o conocido a Piel Divina o de que algún otro infra de pronto se aparecía como un fantasma en las etapas más críticas o catárticas del Torneo.


Entre sorbos de café, Pedro Emiliano recordó sus inicios dentro del Torneo. En un principio, Pedrito llegó por mera casualidad al Centro Cultural José Martí, a las afueras del metro Hidalgo, en un día de cuartos de final, en la primera edición de 2007. “Llegué caminando y con huarache”. Estaban dos poetas contendiendo. Uno de ellos era Homenic Fuentes, “poeta muy contundente, estaba hablando de la nueve milímetros que le cascabeleaba a la cintura”, mientras que Hugo de Mendoza “me había parecido de lo más cursi”. “Entonces le pedí a Andrés que me dejara leer un poema”. Pedro Emiliano leyó un poema como retador, que acababa de escribirle a su mujer, ahora lejana, cuyo nombre prefirió omitir para esta entrevista (sólo mencionó que fue una bailarina que conoció en un “putero” de Ecatepec y que el poema se titulaba “La pantera rosa”).


Cuando subió al ring por vez primera, sin temor Pedro Emiliano se quitó los huaraches y recitó descalzo. Fue por ese pequeño acto performativo que le comenzaron a decir “el poeta descalzo”. “Pasé a las clasificatorias que se llevaron a cabo en la explanada del metro Insurgentes. Ahí perdí contra Manuel Becerra, el poetastro fundacional; después me invitaron a los miércoles de poesía en la Roma, fue cuando conocí a otros poetas como Refugio Pereida, Tonatiuh Mercado, Pancho Zapata y Leticia Luna. Fue hasta la segunda edición del Torneo cuando entré a trabajar como réferi. En esos tiempos como era yo un tránsfuga, acepté la propuesta”. Es importante señalar que en el Torneo de Poesía no había réferi sino hasta que entró en ese rol Pedro Emiliano, para quien el réferi “es el que lleva la batuta de las emociones. Tiene que estar conectado con el público, cambiar la energía de tal forma que el evento lleve a una constante cresta emocional. Es como estar surfeando”, afirma.


El ring para Pedro Emiliano es como un arte ritual, donde las resonancias emotivas e inflexiones de la palabra dan la capacidad de cambiar el destino de cada encuentro. El performance significa manifestar la idea de los personajes. “Cuando hago el papel de réferi, hago un performance de poesía de emociones cavilantes”. Aquél que ha visto caer a tantos combatientes, recomienda: “si van participar en un Torneo de Poesía, deben de llevar los ovarios bien puestos, o los huevos. La estética del poema siempre te da el tono adecuado para lograr un equilibrio entre la voz y el espíritu de lo que se quiere decir”. Más que la aplicación de un reglamento, para el réferi es fundamental el papel multipolar de su labor, ya que es como un “diapasón de las emociones para poder desenvolverse conforme el evento avanza”, donde es a él a quien le corresponde “mantener el conflicto”.


Nuestro réferi afirma que los mejores adversarios son los que tienen poéticas combativas. Nada de egolatrías, pues “muchos poetas no tienen los cimientos literarios o éticos importantes, siendo que a veces se reúnen sólo en la bohemia o para la auto-adulación”. Como ejemplo de poéticas combativas latinoamericanas, menciona a “El techo de la ballena”, grupo de poetas peruanos que también influyó en Mario Santiago Papasquiaro. Advierte, desde su propia experiencia, que en el Torneo “están participando poetas que representan a distintos grupos, aunque también se hallan los solitarios que suben al ring”. Durante el desempeño de cada combatiente, en el proceso de “hacer brillantes lo que se le da en bruto al poeta”, dice Pedro Emiliano que hay una identidad que no debe traicionarse, pues también hay poetas “alejados de su propio ser”. Por lo que en cuanto a su propia otredad, como réferi y como poeta, Pedro Emiliano aunque siempre ha usado “otros nombres” se mantiene fiel a sí mismo, en el espejo diario que buscó también López Velarde, puesto que lo importante “no es tanto el personaje, si no el ente que se mueve tras bambalinas”.
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