domingo, 22 de julio de 2012

Arturo Alvar en el CC España, poema "Los ojos de los perros"

Las personas que hemos presenciado Lecturas de etiqueta de Versodestierro y un concierto de la cantante Dulce Chiang acompañada de los músicos de  Vintage Club: Gustavo Salas, acordeón, Cuitláhuac Chavez, piano, Israel Balcázar, percusión y Luis Echeverria, contrabajo, sabíamos de los niveles de excelencia que podían alcanzar en su presentación de Lecturas de etiqueta Poesía a Cuatro Voces con Vintage Club en el Auditorio del Centro Cultural España, el viernes 18 de mayo de 2012, pero cuando todos los participantes entretejieron sus intervenciones unidos a la exhibición simultánea del video de la película Koyaanisqatsi, producida por Francis Ford Coppola, la experiencia fue inenarrable porque junto a las imágenes que el mismo poema convoca, las imágenes de la pantalla funcionaron como hipérboles simbólicas, gigantescas metáforas visuales de los versos de cada poeta.

Azarosamente las imágenes del video y la música de Vintage Club se renovaron con cada  poema del mano a mano entre los poetas Adriana Tafoya y Andrés Cisneros de la Cruz y Hortensia Carrasco y Arturo Alvar y correspondieron en una suerte de dialéctica galopante a los versos que pronunciaron.
 
Instantes de extraordinaria belleza envolvieron a los más de ochenta espectadores que se conmovieron y fueron traspasados por las palabras de los poetas, la calidad histriónica de Dulce Chiang, la música en vivo y las imágenes. Recuerdo los momentos más singulares:

En la pantalla el colapso de edificios ilustró la hecatombe cotidiana que sufren los perros del poema de Andrés Cisneros de la Cruz, cito:/…/ y la anciana dijo/…/esos perros tienen que aprender a comer/ lo que yo quiera/y una semana después murió uno/al otro lo atropellaron/nosotros lo sabemos/los alejaron de su perra madre/porque era lo mejor para ellos.

Arturo Alvar, de pie, sin hojas, sobriamente humano, nombró a Circe y una luna gigantesca se acercó a él para marcharse con sus últimos versos, cito: Se despidió de mí Circe/lejos quedó el camino hasta ella/en el segundo día del mundo/ la palabra fue un "tal vez"… Circe contempló las gotas de mi lucha con los músculos de Poseidón/ enceguecido por la furia del designio/ contra el sopor del agua evaporada/ por una población de estrellas/ en el destello de sí mismas/. Contra el semblante de la noche, los astros quedaron de mi parte/ las fugacidades del relámpago perdido en el temporal de lo eterno".




Cuando Adriana Tafoya leyó de una forma transparente y vigorosa el poema Las dos Ofelias se escucharon las notas de la canción Amor de mis amores en el piano y su sonido remitía a la liquidez y hondura de las olas en las que se sumergen las dos Ofelias, cito:/…/algunos creen incluso que se vencen/y flotan sobre el agua sólo para verse hermosas/sus pechos en el agua, ¡qué delicia!/verlas de Dios esconderse/entre cada capullo del agua abren las piernas/ y Dios desconfía, no las protege, no las olvida/porque Dios no fue creado para las mujeres/ y eso es tan natural como hundirse en el mar/para ver desde el fondo piezas de ajedrez revueltas/en el puñetazo de  una ola.

Amor perdido fue el tema del fondo musical que acompañó estos versos de Hortensia Carrasco: /…/ el amor dejó de ser un castillo de crestas azules/la desesperación los vuelca sobre cada cosa que tentaron/vehementes pretenden estrechar cualquier punzada de nostalgia/el espesor de la costumbre endurece el ligamento/se percatan de que la lluvia no es un ángel/sino la pertinaz ausencia del hastío.

Dulce Chiang alternó sus participaciones con las de los poetas, en cada ocasión les dio pie para su entrada, interpretó las canciones Amor de mis amores, Negra pena, Cuidadito, Nana Pancha,  Amor de mis amores, Mi querido capitán, entre otras. Indudablemente, su voz saturada de pasión recuerda a Edith Piaf.

Y qué decir de la última interpretación de Dulce Chiang, la canción Non, je ne me regrette rien que se escuchó mientras un satélite incendiado caía y terminaba de apagarse y desaparecer con las últimas notas de la melodía.

No, nunca sabemos que esperar en realidad.

En realidad, la voluntad de entretejer esfuerzos y el azar logran que se traspasen los límites y se creen nuevas formas de tocar a los demás.