martes, 31 de mayo de 2011

Un poema de Fayad Jamís, poeta cubano (pero de madre mexicana, nacido en esta tierra)

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Con tantos palos que te dio la vida
y aún sigues dándole a la vida sueños.
Eres un loco que jamás se cansa
de abrir ventanas y sembrar luceros.

Con tantos palos que te dio la noche
tanta crueldad y frío y tanto miedo
eres un loco de mirada triste
que sólo sabe amar con todo el pecho.

Construir papalotes y poemas
y otras patrañas que se lleva el viento.

Eres un loco de mirada triste
que siente cómo nace un mundo nuevo.

Con tantos palos que te dio la vida
y aún no te cansas de decir: te quiero.


Recuerdo que el libro de Fayad Jamís donde viene este poema se llama "Árbol Adentro". Un libro del color de la tierra (hasta parecía reciclado o de los cartoneros de ahora). Lo encontré en la biblioteca de mi infancia y lo guardaba con un recelo inexplicable para mí ahora. Cuando ya no supe dónde quedó aquel poemario (seguramente se lo regalé a mi amigo Gustavo Enrique Orozco) algunos poemas, en especial éste, quedaron imborrables, no sé si por convicción u otra cosa. Sólo atino a pensar que a los 15 años intuía que este poema tenía que decirlo en la hora más longeva, como un fruto de esperanza, preservado para momentos difíciles.

Saludos de Arturo Alvar

lunes, 30 de mayo de 2011

Fantasma de Mario en Pasta de Conchos

Tienes toda la razón, Mario, cuando escribes que la vida es una madriza sorda, sintiendo los golpes a ras del suelo (por eso mejor a ras de lona). Pero escúchame también: a veces de tanta madriza nos hacemos oír en todos los rincones, en todos los tugurios, con la aplastante realidad en contra nuestra. Entonces subimos a las cuatro cuerdas (no paredes a menos inasibles) y aún tenemos suficiente DIGNIDAD para sonreír de oreja a oreja, incluso con la boca ensangrentada.

Cómo me hubiera gustado verte, Mario, arriba del Cuadrilátero, ya bien pedo y mariguano con tu boca toda floreada a punta de madrazos, por irreverente incólume, diciendo uno de tus poemas más sentidos (que más me gustan por sórdido): “Despiadado de mí” que dedicaste a tu entrañable amigo Roberto Bolaño y a Enrique Lihn, donde te encuentras en un baldío “abierto en canal por la mano firme de la luna llena”, como hoy se suelen encontrar los cuerpos de muchos jóvenes asesinados no por aquel satélite sin vida que Robert Graves llamó “La diosa blanca”, sino por el crimen organizado.

Diez años después de que fueras atropellado como perro callejero (como le pasó a mi Wagner) en medio de tu “delirio de muerte”, el Distrito Federal, bendito sea Rafael Catana que te rescató por medio de ese atroz (por bello) poema para la revista electrónica “Nomedites” en un día afortunado de otoño, en el 2008. Fue lo mejor que me podía encontrar entre las náuseas del Conaculta. Me la regaló Rebeca, tu mujer (editaba entonces libros para niños) que ahora después de tanto sufrimiento en un hospital que nada pudo hacer, por fin está contigo. Aunque fueras un pinche mujeriego, todo te lo perdonaron quién sabe por qué (sólo me falta decir: por pinche poeta).

Ahora en esta noche de escritura, que mi mujer está dormida y sueña que no la encuentro, que alguien piensa en la inmortalidad del cangrejo y se pone a estudiar astronomía, te me apareces más nítido que nunca, entre los muertos de todos nuestros muertos. Ya lo sabrás porque estarán los recién llegados haciendo fila para obtener su entrada permanente al infierno, donde yo también obtengo mi boleto: un pisco reservado que me regaló mi mejor amigo chileno.

No me importa si me leen o no me leen, valedor: me importa entablar una conversación contigo, Mario, hablarte de lo que pasa en este país del que están haciendo un podridero. Yo no me reuniría y menos brindaría con Felipe Calderón, ni aunque un sicario (vestido de federal o militar, da igual) a punta de pistola “amablemente” me lo pidiera. Ni madres. Menos si me han matado el alma. A tu enferma salud, (¿podría decirte Mafffffio?) dedico estas palabras, sólo a ella y a quienes como tú se han partido el lomo todos los días en esta cruenta realidad de mierda.

¿A quién te pareces, Maffio, o mejor dicho, a quién te le apareces? Tu fantasma es tu voz que deambula en lo más telúrico del aire, en el desierto, entre cadáveres proscritos y derrumbes de una mina que se volvió un cementerio. No sé lo que hubieras pensado tú, pero lo que pasó en Pasta de Conchos es lo que en verdad no tiene nombre.

Si no hubiésemos pasado por alto este crimen industrial y de Estado en México (como sí ocurrió en Río Blanco y Cananea, hace más de 100 años) nuestra sociedad tendría más diligencia frente al caos en que nos han metido. Y este caos sólo podrá ser remendado por los poetas porque lo conocen más que nadie, porque saben debatirse y batirse a duelo con él.

Lo que más me duele de México: la injusticia de los días, meses, años, siglos sin respuesta que se han acumulado como la Fosa Común de nuestra historia. Llévalos entonces con tu poesía, Mafffio, por lo que más quieras. A los 65 mineros y a mí, el número 66. Háblales en medio de la oscuridad, sobre las fronteras que podemos traspasar; de la memoria que nunca muere; de la dignidad que siempre nos hará recordarlos.

Que Calderón me otorgue una medalla, el Aguascalientes si más quiere (como a Sicilia), para poder saldar algunas cuentas.

   
Muéstrales, Mario, una salida de este sumidero. Yo sé que tú podrías forjarles el último de los semblantes. Confío en la entrega a la poesía y a la vida de los guerreros como tú. No sé si te habían dicho que te pareces a ellos, a los Mineros, que ante esta clase de injusticias, lo único que logran es hacerlos más fuertes. Quién le va a tener miedo a los abismos si día y noche se adentran varios cientos de metros bajo tierra y consiguen “salir de las cuerdas & fajarse la madre en el centro del ring”.

Conocí en Puebla a algunos mineros, mientras tomaban la carretera principal a la Ciudad de México como último recurso para cumplir con una serie de demandas. Habían llegado del norte. Tipos duros, enormes, venidos desde lo profundo (¿dónde habrían de venir, como tú, sino desde el sueño?) que arribaron en camiones desde Zacatecas, San Luis Potosí y Coahuila, después de que las obreras de una maquiladora automotriz les pidieron ayuda porque un grupo de choque, pagado por la empresa Johnson Controls (proveedora de Volkswagen y con gran “prestigio” trasnacional) había tomado la planta en el primer turno de un lunes y las había golpeado brutalmente por pedir,  en suma, mejores condiciones laborales.

No es que los mineros no tengan nada que perder, sino que su lucha es histórica. Pocos saben que en la Nueva España fue la primera huelga de América y los primeros en ponerse en huelga fueron los indígenas mineros de Mineral de Monte (ahora en el Estado de Hidalgo) en 1766. En ese entonces, no es sólo curioso que ya teníamos al hombre más rico del mundo en nuestra tierra. No era un magnate de las telecomunicaciones como ahora, sino un inglés (que ahora pudiera contratar, digamos, a un chicharito) de la que alguna vez fue la mina de plata más productiva de la región y del orbe entero. Así es, el capitalismo era igual de salvaje sólo que hoy en día mucho más sofisticado.

Cuando ocurrió la tragedia en Pasta de Conchos, las autoridades de la Secretaría del Trabajo (Javier Lozano, yo por pendejo no he votado en contra de estos cerdos) en contubernio con la empresa (denuncian los mineros) y Grupo México (del empresario Germán Larrea, en la actualidad tercer mexicano más rico del mundo oficialmente, después de Slim y Salinas Pliego) declararon que no podían recuperar los cuerpos, ni siquiera intentarlo, por una situación que calificaron de “riesgosa”, cuando en los hechos sólo afecta los intereses de los responsables que no tienen mayor consigna que preservar su impunidad.

Escarbando en la mierda o, como se dice profesionalmente, investigando de manera puntual los hechos, desde una sociedad que respalde y garantice la seguridad de ciudadanos críticos en el aquí y el ahora, se podrían encontrar no sólo a las víctimas (que un Ulises Lima que es Mafio Santiago ha visto desde la tragedia que termina en farsa), sino que quedarían al descubierto y se castigarían las omisiones en que incurrió Grupo México (donde también, por cierto, está más que metido Carlos Salinas de Gortari). Aunque yo no comprendo en mi más lejana embriaguez y mariguanez por qué sucede todo  esto. Sólo sé que tú estás muerto, Mario, junto a Zapata y Villa estarás ya sentado, pero aún somos más los vivos que recuerdan tu muerte, más que aquéllos que buscan con mentiras el olvido.

En medio de una lluvia que caía sobre Puebla, hablé con los mineros miembros de la sección de Cananea y me dieron un dato aún más aterrador con respecto a Pasta de Conchos: unos días antes del “accidente”, Grupo México había puesto a la venta algunas de sus acciones, con lo que después del desastre se desplomaron y los mismos capitalistas las volvieron a adquirir pero mucho más baratas. Provocado o no, la especulación financiera en torno al accidente les resultó muy beneficiosa y por demás inhumana.

“No te alebrestes tan pronto”, me dijo un minero en medio del aguacero. “Hay que aguantar para saber dar unos putazos”, como si esperara que las cosas se pusieran mucho más difíciles. Nos resguardamos en una lona a las afueras de Johnson Controls. Los mineros y las obreras me seguían contando lo que pasaba en este infierno que se ha vuelto México y yo me sentía cada vez más impotente. Sin embargo, otro de los mineros me hizo una precisión de tono pugilístico: “Mira, es como si los electricistas ahorita estuvieran en la lona, mientras nosotros seguimos dando la pelea”.

Entonces recordé a mis amigas poetas que también son de Puebla y que han dado peleas poéticas arriba y abajo del ring. Por ejemplo, cuando se libró la batalla de Gabriela Puente contra Javier Gaytán en un evento de exhibición y que fue una auténtica épica. Alguien las buscó por toda Puebla, pero se habían ido de parranda. Aún así, aquellas obreras de ojos impávidos en medio de la carretera México-Puebla siguen esperando más poesía o como dice Mario: “donde la vida mira al precipicio”.


Nota: Antes de enviar mi texto para la columna épica, he tecleado mal una palabra, pero me he dado cuenta de que nunca habría podido escribir estas líneas desde un “seminario” (clerical y/o académico) tanto como de un semanario de poesía que se ha vuelto los lunes de insomnio por la madrugada, por supuesto, con la presencia inabarcable de Mario Santiago.


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miércoles, 25 de mayo de 2011

Darle rumbo al rumbo: México es Ciudad Juárez más que nunca


Hace una semana, Felipe Calderón estuvo de nuevo en Ciudad Juárez, considerada la más violenta del mundo, con pretexto del programa “Todos somos Juárez” implementado por su administración en 2010 y dos años después de haber militarizado la ciudad, a partir de la inconformidad por la masacre, entonces sin precedentes, de 16 estudiantes que asistían a una fiesta en el Fraccionamiento de Salvarcar, por cierto a diez minutos de un cuartel militar que nunca respondió al llamado de auxilio ante las acciones de un grupo de sicarios.

Por supuesto, esta vez no estuvo en la agenda de Calderón entrevistarse con familiares de las víctimas de los “daños colaterales” en aquella urbe-frontera, puesto que la última ocasión las madres de nuestros jóvenes asesinados brutalmente le dieron la espalda frente a los medios de comunicación y le dijeron que no era bienvenido, ya que en un principio Felipe Calderón había declarado, incluso ante la comunidad internacional, que los jóvenes asesinados eran delincuentes.

Poco tiempo después, en los medios nacionales, Genaro García Luna declaró que en el 90% de los casos de homicidios en el país se trataban de personas vinculadas con el crimen organizado. Insistió, ante la indignación de la población juarense (que se vio reprimida por la policía federal durante aquella visita de Felipe Calderón) que los crímenes en Ciudad Juárez habían disminuido considerablemente, aunque los meses más sangrientos de 2010 quedaban por venir.

En esta inercia, en octubre se alcanzó una cifra record de asesinatos con 350 de ellos, siendo que el día 31 se llevaron a cabo 10 asesinatos, es decir, el día más sangriento de todos los del gobierno de Felipe Calderón, quien en esta última ocasión que visitó Ciudad Juárez, no perdió la oportunidad para degradar a las víctimas una vez más, con sus cifras que burdamente intentan justificar la consolidación de su política de militarización y Estado policiaco que no debemos permitir y si queremos impedir más muertes y sufrimiento.

Sostiene el mandatario que los homicidios han bajado de once a cuatro víctimas diarias sólo en Ciudad Juárez, lo que para él significa una disminución porcentual del 60 por ciento. Pero ¿con relación a qué otras cifras, de qué años, con qué otros delitos? Eso no lo aclara porque no le conviene. El día más sangriento en Ciudad Juárez en 2010, por ejemplo, es menor a los 11 asesinatos que maneja como promedio en la cifra extrema de éstos. Las cifras se manipulan y no es, como vemos, la primera vez que esto sucede.

Basta comparar otras cifras para desechar lo dicho por Calderón, pues de 2007 a 2009 los asesinatos en Juárez aumentaron un 800% y desde 2009 se ha sostenido una cifra de 191 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Lo más dramático es que hay más de 10 mil niños dejados en la orfandad desde 2008 y en 2011 se espera un aumento en el número de los asesinatos en esta urbe fronteriza, la más adolorida de este país a decir de Javier Sicilia.

Entonces por qué ahora Calderón sale ante los medios y declara que los asesinatos han bajado en Ciudad Juárez. ¿Acaso pensaba que iba a poder sostenerse un exterminio de esta magnitud por tanto tiempo, sin que tuviera que declararse una guerra civil abierta? Como si además se nos olvidara que los crímenes cometidos se han acumulado y que deberá rendir cuentas ya que la mayoría de éstos no han sido resueltos todavía.

Ciudad Juárez sigue secuestrada. Lo alarmante es que siguen ocurriendo desde 2008 ataques sin precedentes contra la población civil en nombre una guerra contra el narcotráfico, una guerra declarada a favor de uno de los cárteles, el Estado-cártel, que en complicidad con los grupos oligárquicos nos crea la ilusión mediática de una disputa donde las garantías han sido desplazadas por las fuerzas de la impunidad.

Nos enteramos por lo periódicos sobre las muertes de periodistas en manos del crimen organizado, fuera del gobierno o dentro de él, siendo otro síntoma del estado de descomposición en que vivimos; con indignación, impotencia y coraje, vemos cómo han asesinado a jóvenes que nada tienen que ver con una participación en bandas delictivas, empezamos a presenciar cómo se imponen las lógicas de la destrucción.

En la ciudad las calles se fueron vaciando, las personas tienen miedo de salir, muchos se han ido hacia El Paso, en Estados Unidos y los que se quedan en sus casas tampoco se sienten más seguros. Muchos ya no quieren ni ver las noticias. Hemos escuchado denuncias de que miembros del ejército y policías federales se han rebajado a nivel de sicarios uniformados, lo que se refleja en las denuncias presentadas ante Derechos Humanos

No sólo inventan chivos expiatorios, sino que también se meten a las escuelas, balean estudiantes, acosan a jóvenes que pertenecen a organizaciones sociales, miembros de colectivos y activistas. El nivel de riesgo y peligro hacia los habitantes no es menor que estar viviendo en Irak o en otros países con guerra declarada.  

Debemos reaccionar a lo que está ocurriendo, aunque sea difícil focalizar el punto de quiebre, porque sabemos que esto es parte de un aparato más complejo donde intervienen intereses de los grupos fácticos y que, al mismo tiempo, sólo una movilización organizada en varios frentes podrá alcanzar algún tipo de trascendencia social.

Desde afuera, es decir, en otras entidades del país, hay que multiplicar las muestras de solidaridad ante las condiciones de indefensión en que han dejado a tantas familias inmersas entre el sufrimiento y el anhelo de justicia, entre los que se quedan y los que se han marchado sin otra opción frente al terror.

En este sentido, la movilización convocada por el poeta Javier Sicilia, a quien asesinaron a su hijo el pasado mes de marzo, a la que se han sumado diversos sectores como víctimas y familiares de esta “guerra contra el narcotráfico”, trabajadores y sindicalistas; estudiantes; intelectuales y hasta el Ejército Zapatista Liberación Nacional, constituye un frente legítimo de participación ciudadana para revertir la lógica del terror que se implementa en México, a través de un pacto nacional entre los diversos actores involucrados.

Por lo revisado hasta aquí, a diferencia de cuando se reunió con Calderón, creo que fue acertada la decisión por parte de Javier Sicilia de declarar que se llevaría a cabo este pacto nacional en Ciudad Juárez. Es la primera vez que se resuelve un consenso de esta naturaleza y también más viable que cuando los políticos han hablado acerca de la necesidad de generar un consenso entre la fuerzas partidistas.

Sin embargo, hay varios retos y consideraciones que apuntar para lograr este propósito. Con respecto a la movilización y el uso que se le dé, hay que estar atentos contra los oportunismos electorales. Pero también hay que apuntar a la creación de herramientas para la ciudadanía que permitan limitar y dar contrapesos a la autoridad, en caso de que ésta quiera extrapolar sus funciones hacia un estado autoritario, con miras a la construcción de una agenda nacional que dé un rumbo distinto a este país inmerso en la violencia y la degradación de su tejido social.

Se firmará el pacto en Ciudad Juárez, donde hay que considerar también la presencia de la policía federal y los grupos criminales. Por lo que hay que conjuntar a las redes y organizaciones sociales que ya operan desde allá para dar cabida a la recepción de la Caravana con los menores contratiempos posibles, porque adversidades desde luego las hay no sólo por las rutas de “tierra de nadie” para llegar hasta Juárez, sino por las condiciones mismas de esta ciudad.

En Ciudad Juárez, con una población de más de un millón y medio de habitantes, las manifestaciones masivas no se acostumbran. Los medios de transporte públicos, además, son ineficaces. Eso no deja dinamizar a la población, quien mejor se compra un coche o se transporta en los autobuses que les proporcionan las maquiladoras donde trabajan y se les impone una mecanización de vida. Eso mismo provoca, además de la despersonalización y falta de vínculos sociales, entre otras cosas, poco control de los automóviles que circulan (donde encuentran cuerpos y desde los cuales se llevan a cabo las balaceras entre grupos)  y sobre todo que las autoridades ignoren que el transporte público es una necesidad ineludible y que serviría como catalizador social en pos de una dinamización económica.

Hay que tomar en cuenta que la última ocasión que miembros de la sociedad civil organizaron el Foro contra la Militarización, la Policía Federal baleó a un estudiante de nombre Darío, quien estaba dentro del campus universitario. Ese sólo hecho hubiera justificado la dimisión del Secretario de Seguridad Pública, pero no fue así, al contrario, Calderón respalda sus “logros” en Ciudad Juárez.

Pienso que hay activar las redes civiles que se tienen desde Ciudad Juárez, dialogar con la sociedad en su conjunto, buscar de algún modo ese plebiscito sugerido por Sicilia. Con respecto a las herramientas de la sociedad para cambiar de rumbo,, creo que sirven mucho las distintas experiencias culturales donde los jóvenes son los principales actores.

En este sentido, no es la primera vez que se habla de Ciudad Juárez como el punto desde el cual deba encontrarse un pacto nacional. En el Tercer Encuentro de Artistas Jóvenes Independientes, realizado en 2008 en el Distrito Federal, acudieron varios colectivos y artistas del norte del país, entre ellos de Chihuahua y Ciudad Juárez y se habló de continuar con este evento de alcance nacional en esta última ciudad fronteriza.

Buscamos apoyo de Conaculta para la realización del evento y aunque sí nos colocaron en la cartelera nacional, sólo por este hecho publicaron que el ENAJI era uno de los eventos culturales de mayor relevancia en 2008 apoyados por la instancia. Al siguiente año, el Programa de Jóvenes del Conaculta simplemente desapareció, malgastado por las autoridades en turno que nunca hicieron ni medianamente bien su trabajo.

Habría entonces que exigir en el ámbito cultural una transformación profunda de las instituciones y de la sociedad, donde los jóvenes construyan una agenda nacional que involucre temas como educación, seguridad, espacios públicos, género, políticas sociales, etc. (que ya se está haciendo) antes que la política de sangre y fuego, para que en el caso de Ciudad Juárez sean estas las acciones a implementar por el gobierno atendiendo puntualmente las demandas de la sociedad, en lugar de la violencia imperante que se ha desbordado a niveles hasta ahora inéditos en nuestra apenas incipiente y ya debilitada democracia.

A la par de la convocatoria de Sicilia para cerrar de pacto nacional por la seguridad que, insisto, no debe de dejar a un lado su correspondiente agenda política, se han sumado otras iniciativas de organización cívica, como el Encuentro Nacional de Estudiantes de Sociología, con la presencia de estudiantes de esta carrera para todo el país, con un puntual programa de mesas de ponencias y discusión sobre las problemáticas sociales que aqueja al país y en específico a esta frontera.

Hay que convocar a la sociedad juarense tanto a la marcha del 5 de junio como a la reflexión: madres de familia, estudiantes, jóvenes trabajadores (donde en muchas ocasiones son los tres a la vez) a que se manifiesten, estar con ellos en cuerpo y alma desde todos los puntos del país. Ciudad Juárez es México más que nunca.

Hay que responder como la nación de jóvenes que somos, de los pueblos ancestrales; como colectivos, familias, personas con una voz crítica ante lo que pasa en esta urbe, en donde lo peor son todos los niños huérfanos, porque lo que sucede no es una herida menor, es como si nos extirparan clandestinamente un órgano vital, como si nos secuestraran, en un vil eslogan, la voluntad de ver a nuestro México mejor.


Poetas solidarios 9 de Mayo 

Escucha el audio de la participaciòn de poetas solidarios.

La noche del 9 de Mayo, madres y familiares de mujeres desaparecidas asi como, activistas de  Ciudad Juárez, localidad en la que se dieron cita fuera de la fiscalia zona norte, para denunciar, una vez más, el disimulo y negligencia de las autoridades para resolver el caso de las cientos de mujeres desaparecidas.


lunes, 23 de mayo de 2011

(Des)enmascaramiento del poeta sobre el Ring

Fotografía de Rodrigo Monreal

Con la poesía pasa como en la lucha libre: yo es otro (diría Rimbaud). El luchador se enmascara para devenir en mito (aunque ese rictus no garantiza trascendencia). Sólo es a partir de la épica que se construye en torno como podemos advertir que un poeta dejará de pasar más penas arriba del Ring y por fin conquistará la gloria.

Antes de encarnar al mítico El Santo, Rudy Guzmán era un practicante más dentro del ámbito luchístico; es decir, era un pobre diablo antes de que la máscara plateada le diera su toque divino. Algo parecido sucedió en Fernando Pessoa. Un traductor de cartas comerciales inventa su trascendencia a partir de otredades: los heterónimos. “El poeta es un fingidor”, como sentencia uno de ellos. Pero esto no quiere decir que al poeta en verdad no le dolieran las vivencias como cualquier otra persona, ni que a El Santo tampoco en realidad  no le dolieran las patadas voladoras y urraca-ranas que recibió durante toda su carrera.

De esta manera, publicando una primera plaqueta de poesía, así como contendiendo por el campeonato arriba del Ring, el ejercicio de construcción de la identidad en el poeta es hacia afuera, es decir, hacia el público (sus lectores) tanto como hacia adentro, esto es, en el trato (siempre desnudo, a decir de Octavio Paz) con el poema. En este sentido, creo que debe haber un equilibrio, un balance entre ambas “orillas”, sobre todo porque muchos poetas tienden a volverse exhibicionistas cuando ven que por sí misma su poesía no se sostiene.

¿Qué sería de la poesía si l@s poetas no se hubieran concebido como “otr@s”? En este sentido, el nombre del poeta intenta a veces ser su resurrección como humano. Por eso la última vez que hablé con el poeta Hugo Garduño, no dejó de sentirse inconforme frente a mi señalamiento de que un poeta anterior (en proceso de reconocimiento) tuviera su mismo apellido: Raúl Garduño. Por eso existen los Leones Felipes, los Eliseos Diegos, los Marios Santiagos (José Revueltas y Juan Rulfo no necesitan de adjetivos ni plurales ni gentilicios) quienes no podrán ser “localizados” por sus actas de nacimiento tanto como por sus emblemáticos nombres en concordancia con una grandiosa literatura.

Por eso, ante cualquier cuestionamiento, Jorge Luis Borges explicó lúcidamente su labor como poeta con relación a su otredad: poeta es quien trabaja 48 horas al día (un ejercicio de desdoblamiento). Aunque no en todos los casos las invenciones de una “otredad” fueron a propósito. El premio Nóbel griego Odysseas Elytis, por ejemplo, quien por cierto este año cumple 100 años de su nacimiento (2 de noviembre, día de muertos mexicano)  dicen que aceptó su pseudónimo a regañadientes sólo porque sus amigos le publicaron unos primeros poemas sin su permiso.

Lo cierto es que si bien la identidad desde la cual habla el autor en afortunadas ocasiones ha constituido sin duda un elemento imprescindible para comprender la conformación de todo el sentido de una obra, la construcción de una poética a partir la otredad es un momento fundacional para el nacimiento del poeta moderno, donde todo creador es su otredad: “el dolor que de verdad se siente”.

Menciono al poeta moderno, porque lo que lo caracteriza es precisamente una poética en ruptura con la tradición, que ha sustituido como recurso a “esto como aquéllo” por: “esto es lo otro”. Lo cual se sugiere entre las entrelíneas posmodernas, por parte de algunos críticos literarios como Roland Barthes: el autor muere para nacer literatura, donde acaso el momento en sí de la creación sea el menos importante de todos.

Esto último porque quizá lo que importa sea el instante no del escritor en acto o incluso del libro como obra a pervivir sobre el tiempo, sino más bien en el que uno reflexiona y hace el gesto como lector de alzar la vista y posar nuestra mirada en el “otro” horizonte, donde como dice Bolaño “no hay nada que no le deba todo a la vida”. Son nuestros latidos la lectura de un poema.


Con esto puedo afirmar también que más allá del Torneo de Poesía de años anteriores y venideros a los poetas nos queda todavía (hasta el final de nuestros días) varias batallas con la palabra. Desde tiempos ancestrales. Así que a los poetas del surgimiento, si se buscan un nombre, sólo nos queda darles un pobre argumento: no se esmeren mucho. Al final de cuentas, somos unas cuantas sílabas que nos aprendemos de memoria y aprendemos a decir hasta el último día: llegar a la otra orilla, entrecortadas a cuentagotas del olvido. Sólo el tiempo nos dará un nombre y nos (des)enmascarará del mundo. 
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domingo, 15 de mayo de 2011

Homenaje y Deriva


Con la presencia de una importante comunidad intelectual, amigos y seguidores del poeta Enrique González Rojo Arthur, el pasado 16 de mayo se culminó con una serie de homenajes realizados desde 2008 a su persona y obra.

En esta ocasión, frente a un público que llenó el Club de Periodistas, los oradores hablaron sobre distintas facetas de Enrique: la poética, la filosófica y la política. Entre otros, destaca el texto de Luis Hernández Navarro, publicado en la Jornada en 2009, que nos da un retrato del poeta: un hombre que ante todo tiene la extraña virtud de saber escuchar. Armando Bartra por su parte, resalta la honestidad intelectual y la congruencia política de González Rojo, tanto en épocas de álgidas luchas ideológicas y políticas, pero también con el presente. Más de dos ponentes destacaron que Enrique sigue trabajando y que han leído, quedándose picados, los manuscritos de su siguiente libro: “La idea de socialismo”.

Al final, leyó el más joven de los miembros de la mesa: Jorge Aguilera López, que recientemente ha escrito un texto sobre la concepción del trabajo intelectual para Enrique González Rojo y sus “implicaciones estéticas”, con lo que es evidente que las reflexiones entrecruzan los temas que le han apasionado a este octogenario descendiente de poetas.  

En el 2008, junto con la editorial Versodestierro, algunos escritores jóvenes organizamos los Premios Nacionales de Literatura “Enrique González Rojo” desde Ecatepec de Morelos, Estado de México (ahora el botín político de Peña Nieto y Elba Esther). Publicamos entonces “Poeta en la ventana”, en coedición con el municipio. Se abrió una Biblioteca Central con su nombre (no las chatarras de aviones que puso el ahora candidato priísta al gobierno estatal, Eruviel Ávila, como supuestas bibliotecas "virtuales"). Todo eso se me hace distante ahora, pero al mismo tiempo reconozco que no ha dejado de tener un eco en mi consciencia.

En este último homenaje, creo que Enrique González Rojo tuvo el reconocimiento que merece. Nos toca, sobre todo, leerlo. En este sentido, La brigada Para Leer en Libertad de Paloma Sáinz y Paco Ignacio Taibo, distribuyeron gratuitamente ejemplares de una antología de poemas de Enrique González Rojo, prologada por Andrés Cisneros de la Cruz, editor de Versodestierro.

Entre los asistentes se encontraba Francisco Zapata, “el de los nombres asesinados”, con su revista Deriva en la mano. Acaba de publicar el siguiente número, cinco años después. Zapata había declarado hace tiempo: Ramón Martínez Ocaranza es un chingón de la poesía, a quien precisamente Enrique González Rojo llama “maestro” en un artículo expreso que publica para este número. Pancho Zapata me da la revista y ante mi falta de dinero dice que luego se la pague (en el callejón de los libros) porque los reclamos del tiempo le valen madres.

De esta manera la revista Deriva es otra más que se ha levantado de la lona y sigue peleando. Esa es la lógica de la batalla: este es el ring. Otro asistente al homenaje es Mario Raúl Guzmán, también cercano con el infrarrealismo, a quien se menciona, en la revista Deriva, como uno de los primeros lectores  y escritores en reconocer a Martínez Ocaranza como un gran poeta.

Esto último lo declara también Orlando Guillén, quien niega pertenecer o haber pertenecido al infrarrealismo (pero que lo mismo se encadena para que le publiquen un poemario), dice que en todo caso sus poemas son “orlandistas”. En la revista Deriva menciona además que dos libros de Martínez Ocaranza (Jiquilpan 1915; Morelia1982) son los mayores logros de la poesía mexicana del siglo XX: “Elegía de los triángulos”, cuyo periodo creativo barca de 1967 a 1969 y “Patología del ser” de 1975 a 1979.

Al abrir la revista, del final hacia el principio, se encuentran las obsesiones del michoacano Ramón Martínez Ocaranza, referencias canónicas nuevamente con el tema de Dios. González Rojo nos explica esto como un hecho afortunado en Ramón Martínez Ocaranza ya que de la crisis entre el materialismo histórico y las  propias creencias es en donde se encuentran sus mayores alturas como poeta.

Martínez Ocaranza nos habla de “lo abismal” en muchos de sus poemas. Para avistar la dimensión de la caída es necesaria la elevación: el esfuerzo visible del abismo, como escribiera Leopoldo Lugones. Por otra parte, si el poeta cultiva el vértigo, como pensaba Jorge Cuesta, pienso que en Ocaranza se encuentran elementos de profunda significación que lo producen: sueños y perros amarillos (lo amarillo es la terrible fatalidad dentro un sol en plenitud), circunferencias y triángulos (geometría, repetición y hasta obsesión por los números) junto con signos y un lenguaje cifrado que de pronto se vuelven destellos de una caligrafía cósmica que nos arroja, sin embargo, a una heredad en ruinas.

Con Ocaranza son ya tres poetas que descubro recientemente y que me han abierto otro panorama en torno a la poesía mexicana del siglo XX. Tengo sobre el escritorio también a l tabasqueño José Carlos Becerra y su libro: “El otoño recorre las islas”, quien también fue homenajeado por la revista Deriva en números anteriores, cuando Francisco Zapata era llamado también “el último de los infrarrealistas”. Por su parte un periodista de Ciudad Juárez asentado en el D.F me recomendó leer al poeta chiapaneco Raúl Garduño y me prestó: "Por detrás de la noche”, libro prologado por Francisco Valero Becerra, que me ha dejado "la ceniza con su nombre de oleaje" .

En su discurso, Enrique González Rojo Arthur (EGRA) agradeció el homenaje realizado. En consonancia con la propuesta de Eusebio Ruvalcaba para la publicación de un libro colectivo de poesía en solidaridad con Javier Sicilia, al final del homenaje leyó un poema dedicado éste último, para cerrar con el puño en alto. Se le veía feliz en la mesa y junto a su mujer, Alicia Torres (profesora-investigadora de la UAM-Azcapotzalco).  

Al salir del homenaje caminé hacia Bellas Artes, rumbo al metro, con la revista  Deriva (que me agencié de Zapata) y una antología de poemas de EGRA: El viento me pertenece un poco. Al cruzar el Eje, vi pasar al poeta Eduardo Lizalde, quien parecía haber salido del Palacio, rumbo al estacionamiento y lo miré perderse. Ambos poetas fueron compañeros de travesías poeticistas, cuando eran muy jóvenes, sin embargo, ¿ahora sería posible pensar que el Trigre pudiera acompañar a su antiguo amigo? Es difícil y más porque él tiene sus propios homenajes institucionales.

Todos estos homenajes en vida, esta conversación con los muertos, todo este hablar de ataúdes, toda esta literatura en el infierno (con dedicatorias a Javier Sicilia), me ha dejado muchas cicatrices, no puede dejar de herirme el cielo, de beberme este tiempo hasta la última gota de silencio.

sábado, 14 de mayo de 2011

En marcha con la poesía


Como buen defeño, desde niño tuve una predilección por las marchas. Me fascinaba ver a la gente en pie de lucha. La primera vez fue en las calles y la plaza de la iglesia de Tacubita la bella. Era 1988 y la movilización ciudadana de la “Corriente Democrática” buscaba que Cuauhtémoc Cárdenas llegara a la presidencia. Se pretendía derrocar al régimen de “dictadura perfecta” que había prevalecido por varias generaciones con el PRI. El candidato no oficial, en el templete, me alzó en brazos y pude ver, fascinado, la conglomeración de personas aplaudiendo alrededor.

Con el fraude electoral, supe que con la democracia iba a tener siempre graves problemas de aritmética. Un político (Porfirio Muñoz Ledo) me preguntó si ya sabía multiplicar, puesto que yo estaba cursando primero de primaria. Empecé a decirle la tabla del dos y en la del tres me equivoqué con una cifra. Él me dijo “híjole mano, ya se te cayó el sistema”. Todos rieron. Lo cierto es que con el arribo de Salinas al poder ejecutivo, mi familia ya nunca se pudo confiar ni ponerse de acuerdo con la izquierda (aunque desde entonces siempre vota por ella).

La conciencia política vino después, con la juventud y la confrontación de realidades e ideas. Creo que el acontecimiento más importante fue el de 1994 con el levantamiento zapatista en Chiapas. A la postre, ese momento fue como un despertar para nuestra generación. El movimiento indígena nos decía que había detrás algo mucho más profundo que esa realidad que nos aprisionaba. Si ha habido avances democráticos para el país, se han debido a ese tipo de luchas y no a la “disposición” o "apertura" del gobierno en turno para alcanzar demandas de la sociedad todavía vigentes (más que nunca).

Por eso pienso que las marchas no han dejado de ser útiles para la movilización social, a pesar de que muchos ven en ellas un recurso agotado. Porque el sólo hecho de manifestarse permite la visualización de un cambio o al menos dimensionar la distancia de esa expectativa con lo real. En ella se puede distinguir, a través de la expresión popular, un discurso que propone y una resonancia que dialoga. Algo que de ninguna manera puede ser fabricado por un marketing electorero.

Por esos motivos, la marcha convocada por Javier Sicilia tiene un carácter de auténtica manifestación ciudadana. Quizá muchos no conozcan su obra, pero al enterarse de la tragedia por el asesinato de su hijo y saber a grandes rasgos que este señor es poeta, la sociedad generó un consenso en torno a la voz que habría de denunciar todas las atrocidades cometidas impunemente y que se han ido acumulado a lo largo del sexenio.

Ahí estaban en el Zócalo todas las voces acatando el silencio, aguantándose el grito nomás por respeto, mientras decían los nombres de todos nuestros muertos. Porque la mentada de madre a Felipe Calderón era inminente, cuando empezó su discurso Javier Sicilia sorprendió cuando dijo que exigía la renuncia de García Luna al frente de la SSP. Entonces empezó el coro: “¡Fuera Calderón!”, lo que devino en “¡Muera Calderón!”, por lo que Sicilia reiteró que este movimiento era pacífico, negado para el odio, incluso para quienes podemos afirmar que son criminales por omisión.

Un epígrafe de Holderlin al inicio de su discurso, puede darnos pistas sobre las afinidades del autor de “Tríptico del desierto” (Premio Aguascalientes 2009) con el romanticismo alemán. Sin embargo, en todo caso, fueron las resonancias del público lo que más interesó, es decir, cómo se recibían las palabras venidas desde el silencio inconforme del poeta.

La gente aplaudió cuando Sicilia, durante su intervención, mencionó que muchos empresarios son también responsables de la crisis que impera en México. Esto se añade a la denuncia original, cuando vinculó a los políticos con los mismos criminales, porque parecía que de pronto se le había olvidado un hecho importante: el ascenso de una oligarquía auspiciada por las políticas neoliberales y sus actos corruptos afines a sus propios intereses. La “Guerra contra el narcotráfico” de Calderón, en este sentido, no ha tocado en lo más mínimo el problema del lavado de dinero y la complicidad tanto de banqueros y funcionarios.

De la misma forma, los asistentes celebraron la propuesta de hacer factibles las candidaturas ciudadanas. Si no, pregunta Sicilia, “¿por qué cártel, por qué poder factico tendremos que votar?”. Sin embargo, cuando el poeta terminó su discurso y todos guardaban un minuto de silencio, alguien gritó “¡Sicilia para presidente!” por lo que fue censurado por la mayoría. Entre los asistentes muchos llevaban el retrato de sus hijos secuestrados, desaparecidos, torturados, asesinados; denuncias en una manta, en una copia, en una cartulina. Y escucharon al poeta en silencio.

A colación de la manifestación del sábado por la legalización de la mariguana, Javier Sicilia también apuntó en esta otra que: “se ignora que la droga es un fenómeno histórico que, descontextualizado del mundo religioso al que servía, y sometido ahora al mercado y sus consumos, debió y debe ser tratado como un problema de sociología urbana y de salud pública, y no como un asunto criminal que debe enfrentarse con la violencia”. Con lo que se puede identificar que el sentido de “lo sacro” en este poeta atraviesa diversos aspectos además de la propia concepción de la labor creativa.

En suma, el discurso que escuché hoy en el Zócalo es de un poeta que ha pasado de una poesía lírica, canónica (para mí sospechosa), a una poesía cívica (por demás libertaria y contestataria), porque está siendo escrita desde abajo, por la propia gente: “No todos los padres son poetas, pero todos nuestros hijos son poesía”.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Gonzalo Rojas y los ritmos del aire

Por José Emilio Pacheco



MÉXICO, DF., 2 de mayo (Revista Proceso).- “Me arranco y me arranco los ojos cada día que pasa./ No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día”. Estos dos versos que tan bien describen la pesadumbre de vivir en México en 2011 pertenecen a Contra la muerte que Gonzalo Rojas publicó en l964.

Del mismo modo un poema de “La miseria del hombre”, su primer libro de l948, tiene para nosotros una nueva e inesperada resonancia como la tuvo para el Chile de l973:

“Todos caen y caen, y van perdiendo el bulto en su caída
hasta que son la tierra milenaria y primorosa…
Aquí cae mi pueblo a esta olla podrida de la fosa común. 
Aquí es salitre el rostro de mi pueblo.”

Del Arauco indomable.

Rojas había nacido en Lebu, capital del viejo Arauco indomable, en los últimos días de l9l7, es decir en l918, el año en que Vicente Huidobro publicó en Madrid el vasto poema Ecuatorial y la serie de textos en prosa titulada Poemas árticos. Así empezó la vanguardia en lengua española.

En 1938, a sus 20 años, formó parte por breve tiempo del Grupo Mandrágora integrado por Braulio Arenas, Teófilo Cid, Enrique Gómez Correa y Jorge Cáceres, que llevó el surrealismo a Chile. Fue también el momento de Tala de Gabriela Mistral. Los jóvenes de Mandrágora no supieron leer Tala y sin embargo la Mistral le dio a Rojas la honda materialidad de su poesía.

El joven poeta del sur abandonó sus estudios universitarios para irse al norte, al desierto de Atacama, en donde enseñó y recibió la lección de los mineros. En una edición muy pobre y pagada por el autor, salió en una imprenta de Valparaíso La miseria del hombre (l948). Fue recibido con una animosidad inconcebible ante el surgimiento de una nueva voz. El mayor cargo que se alzó contra él: su inmoralidad. El cuerpo del delito era sobre todo: “Perdí mi juventud”, en que el hablante, un muchacho de 20 años, entra en el burdel y halla en el salón el velorio de la prostituta adolescente a la que frecuentaba:

“Un coro de rameras te velaba 
de rodillas, oh hermosa 
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
y allí donde bailaste 
desnuda para mí, todo era olor a muerte.”

De la poesía sin boom

En l960 Rojas organizó en la Universidad de Concepción un encuentro de escritores iberoamericanos que hoy se considera el origen del boom, pues dio a los autores de nuestros países, que eran jóvenes en ese instante, la oportunidad de tratarse y reconocerse, algo que no había ocurrido desde los tiempos del modernismo, cuando los poetas del continente pudieron relacionarse en París y en Madrid.

El auge de la narrativa fue paralelo al de la poesía. Por razones de mercadeo, la poesía no obtuvo la resonancia que hallaron los novelistas. Sin embargo, cuando en l964 Rojas publicó Contra la muerte  su destino fue muy distinto al que había tenido La miseria del hombre.  A partir de entonces Rojas fue leído en todo el ámbito de la lengua española.

Sus libros siguientes, como Oscuro, Transtierro, Del relámpago, 50 poemas, Materia de testamento, Desocupado lector, Río turbio o Diálogo con Ovidio encontraron el mayor interés y la más honda aceptación. Rojas es hoy el poeta de lengua española con más ediciones, compilaciones y antologías –por ejemplo Concierto (l935-2003), selección y prólogo de Nicanor Vélez–  y obtuvo con la mayor justicia todos los premios: Reina Sofía, José Hernández, Octavio Paz y en 2004 el Cervantes. Esto exigió un precio trágico pues marginó sin quererlo a Nicanor Parra, el gran autor de Poemas y atipoemas, que se acerca a los cien ños sin obtener como merece un reconocimiento semejante.

Apollinaire y Ovidio

Rojas es un caso singular pues en un ambiente poético como el chileno célebre por su belicosidad él no peleó. A  la ilusión de destruir prefirió siempre la tarea de  anexar y colonizar.  Se apropió para sus fines de toda la vanguardia pero también de la tradición clásica y la poesía de los siglos de oro. Respondió en esto a la teoría de Federico de Onís en el sentido de que la literatura hispanoamericana hace compatible lo que en Europa es irreconciliable y vuelve simultáneo lo que allá es sucesivo. Sólo una inteligencia crítica de primer orden puede haberse apropiado de lo más dispar y encontrado en todo ello la fuente de su originalidad.

Como Rubén Bonifaz Nuño, Rojas creó una versificación enteramente nueva en español que se aparta del empleo abrumador, aunque a veces oculto, del octosílabo y el endecasílabo. Poesía para el ojo y para el oído, la de Rojas reivindica al verso como la unidad esencial del poema y le da la fuerza de la respiración y el ritmo de la sangre.

El río del aire

Así como otros se vanaglorian de sus metamorfosis, Rojas estaba orgulloso de haber nacido adulto para su arte y no haber cambiado nunca. Le gustaba incluir en sus libros de madurez y aun de vejez poemas del joven y del adolescente, como para decirle a su lector: “Mira, es igualito”.

Por supuesto no era así: Rojas cambió y enriqueció su poesía hasta sus últimas páginas. Si en cada nuevo libro resucitaba textos de otros libros era para subrayar su idea de la poesía como un río al que nada detiene, es distinto a cada segundo y es el mismo siempre.
La noción de fluidez se vuelve tan definitoria para Rojas como la idea de la respiración.  Sus poemas se escuchan y se aspiran:

“Miro el aire en el aire, pasarán
estos años cuántos de viento sucio 
debajo del párpado cuántos
del exilio, 

2
comeré tierra
de la Tierra bajo las tablas
del cementerio, me haré ojo,
oleaje me haré

3
parado
en la roca de la identidad, este
hueso y no otro me haré, esta
música mía córnea

4
por hueca.
Parto
Soy, parto seré.
Parto, parto, parto.
Del misterioso llanto en maya.

Rojas puede serlo todo: íntimo y público, erótico y político. Su obra está dirigida no a los lectores sino a los relectores. Es imposible e indeseable pasar de prisa por sus descensos a los abismos del mar y a las profundidades de la Tierra y las cavidades para siempre ignotas de los seres humanos.

Su relación con México, iniciada en l959, requiere un capítulo aparte para ver la manera en que Juan Rulfo aparece y reaparece en sus versos.  Hay una extensa correspondencia con Paz que está por conocerse todavía. Y entre sus alusiones mexicanas llama la atención esta estrofa enigmática en “Nieve de Provo”:

“Alabado sea México 
porque es esdrújulo como el hado 
y de él, de sus ruinas siguen apareciendo 
recién nacidos intactos
después del sacudón, llorando
en maya, adivinos.”

En este poema de l986 la alusión a los bebés de l985 que sobrevivieron entre las ruinas del Hospital General es transparente, no así el que lloren en maya ocho años antes del neozapatismo,  y más inquietante aun el que su llanto parezca lamentar desde ese año remoto lo que nos ocurre en 20ll. Desde su pasado-presente los niños lloran por todos los huérfanos de la guerra que devasta a México.

Uno jamás se cansará de leer y releer a Gonzalo Rojas. (JEP).
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A manera de semblanza, Norma Bazúa: una poeta del mar

Por Francis Mestries

Cuando se apaga la voz de una auténtica poeta como Norma Bazúa (a los 82 años, el pasado 23 de abril), se nos hace más negra la noche, más indescifrable el mundo, más absurda la vida y más lejana la belleza, y se nos ahoga un grito de rebeldía y esperanza que, si se trata de un poeta verdadero, va siempre acompañando una vida de integridad y compromiso. A Norma Bazúa le tocó nacer en Sinaloa en la postrevolución, en un paisaje cercano al mar, y del océano heredó su ronco bramido, su temperamento y su fuerza expresiva, pero también su canto sosegado, que se aliaba con la voz de su madre que le leía poemas:

“Me aficioné a las caracolas/  al brillo de las arenas/  igual que las palabras/ las supe de oro molido./  Tuve que aprender a caminar su aridez litoral/ su aridez literal/ distinguir sus metales.” (Como una manera de ser mar)
 
Estudió estética en la universidad, abrevó de los poetas de la generación española del 27, de la mano de su padrino en poesía el poeta exiliado Luis Rius, y empezó a escribir poesía buscando retener en el papel la fiesta de los sentidos, la belleza de la vida. Su libro “Ser, amor y muerte” (1958), fue alabado por Carlos Pellicer: es uno de los primeros grandes poemas eróticos de la poesía femenina mexicana. En este sentido, ella abrió brecha, con Rosario Castellanos, Dolores Castro, Margarita Michelena, etc., para que las mujeres expresaran su propia voz sin tapujos en la literatura mexicana.
  
Luego vinieron en los años sesenta otros libros, “Momentos”, donde extrae de la cotidianeidad y de la naturaleza los “momentos perfectos” de la comunión amorosa, y “Tengo miedo de sacudirle la raíz al sueño”, donde explora los pasadizos secretos del sueño y las criaturas extrañas del inconsciente.

“Como dibujando las distancias”(1970) es un arreglo de cuentas con el hombre que desposó de joven y luego “descasó”, es un requisitorio irónico contra el “macho” y un lamento nostálgico sobre la pérdida de la inocencia y la desilusión de un amor convertido en campo de batalla.
 
En 1970, Norma se aventuró en la reinvención del lenguaje en “Boceto para un palabrario”, donde reflexiona sobre su fascinación por las palabras, bellas como geodas al rojo vivo expulsadas por el volcán, pero peligrosas; con este libro la poeta alcanza sendas inexploradas en la creación poética mexicana.
 
Luego el mar regresó y borró las cicatrices del desamor, al dirigir la batuta de la orquesta de “A manera de pre-texto el mar” (1989), un bello y conmovedor reencuentro con su infancia, y una sonata que habla del amor con los acentos del mar.

Luego vino la “Flor simultánea al fruto” (1988), hermoso poemario permeado del arte de vivir y de escribir breve (haikus) de Japón, donde estuvo una temporada.
 
Posteriormente, la poeta encontró una alma gemela en Remedios Varo, la pintora surrealista, y le escribió un misterioso recetario lleno de formulas mágicas y conjuros de bruja en “Varo entre remedios caseros” (2003), que le hubiera encantado a la hechicera de los pinceles; la magnifica edición con reproducciones de pinturas de Remedios, es obra del Instituto Politécnico Nacional.

Recientemente en “Aprender la muerte” (2010) la poeta presiente su muerte y reflexiona sobre su vida, en un balance retrospectivo para “aprender a torear la muerte”; la autora rescata la memoria de su odisea personal para concluir su travesía sin naufragar, jugándole una última guasa a la muerte; es don (o maldición) de los poetas genuinos tener premonición de su muerte.

Finalmente, Norma nos entregó otro poemario, “Ataúd de arena”, pronto a publicarse, donde remonta el largo curso de su vida hasta el oleaje de su infancia, se identifica con la madre, y se acoge al presagio que le auguraron de “muerte por agua”, para reunirse con ella en un horizonte marino infinito.

Además, Norma Bazúa (cuyo apellido significa "bosque" en vasco) fue una mujer fuera de y anti normas, alegre y generosa, tierna y orgullosa, dueña de un “genio e ingenio” irresistibles, irredenta e irreverente, remisa a los agachamientos oportunistas y a los homenajes oficiales, fiel a sus ideales de libertad y justicia que defendió en público y en privado, apoyando a la Revolución Cubana y a los estudiantes del 68. Se fue una orfebre de la palabra y una de las poetas más jóvenes de México, como lo atestiguan los jóvenes poetas que la homenajearon en 2010.
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martes, 3 de mayo de 2011

La norma como excepción

Entrevista en vivo con la poeta Norma Bazúa


Por Andrés Cisneros de la Cruz
 Transcripción de Graciela Roque

¿Desde que nace, cómo Norma Bazúa está cerca de la poesía?

Nací en Sinaloa en 1928, soy la única que se parece a mi padre, la segunda hija de mi familia. Mi madre me leía poesía para tranquilizarme y peinarme, esos son mis primeros acercamientos a la poesía. Luego tuvimos cine al aire libre, que no nos duró mucho porque vino un ciclón y arruinó las instalaciones, pero allí aprendí a hacer cine. Mis primas y yo después del ventarrón, fuimos artistas de cine. Entre otras cosas que hacíamos, yo componía versos para bailar, por supuesto, eran versos del tipo: “cuántos almohines te voy a comprar para que te bañes o te irás a bailar debajo de la parra de las frutas maduras”. Ese fue mi primer poema.

Después nos cambiamos a vivir a otra ciudad, los niños mayores estaban estudiando fuera, mi padre nos llevó a las niñas a una ciudad más grande en donde podíamos continuar nuestros estudios, yo fui  a una escuela federal cardenista a estudiar la secundaria. Siempre creí que me quedaría en ese pueblo a la orilla del mar, de donde viene toda mi memoria, mi gusto, mi compromiso con el mar, que expongo en mi libro A manera de pre-texto el mar, un libro que me gusta mucho.

¿Para Norma Bazúa, la poesía ha sido siempre lo mismo, cómo ha ido cambiando esa perspectiva de la poesía? ¿Como una manera de ser mar, en ese caso, el mar de la poesía sería siempre el mismo o ha cambiado?

Creo que como poeta que se respeta caminé por muchas vías, iba a ser bióloga, estuve en una carrera de investigación científica, andaba buscando la muerte, como dicen. Pero no, andaba buscando la vida, descubrí que escribía cosas que le gustaban a la gente, fue entonces cuando decidí entrar a la Facultad de Filosofía y Letras, en la carrera de Letras.

La perspectiva de la poesía no cambia mucho porque ya me sentía poeta desde entonces, encontré un diálogo con gente muy valiosa, que me quería mucho. Creo que se tiene que estudiar estética, aprender a separar lo bello de lo feo, la poesía tiene una exigencia de lo bello. Tomé clases de estética, creí en ello.

Alguna vez nos platicaste que Carlos Pellicer te dijo que eras poeta ¿En qué momento te dijeron eso?

Un día alguien me vio seleccionando poemas buenos y malos y se armó una fiesta para que la crema de la intelectualidad mexicana conociera mis modestísimos poemas. Carlos Pellicer los seleccionó y me dijo: “querida señora, no le tenga miedo a la cursilería, usted ni siquiera es poetiza: usted es poeta. Yo le prologo su libro, adelante”, y nos hicimos amigos. Después le dije a Carlos Pellicer que el libro De ser, amor y muerte no tiene unidad, pero él me contestó: “este libro es un ejemplo de todas sus posibilidades poéticas”. A un poeta que empieza siempre le cuesta.

Norma Bazúa es un personaje en el sentido que es muy sui generis, en su época, en sus tiempos, desde el momento en que va a la escuela. ¿Es una guerra contra la sociedad en aquellos tiempos? Norma ha enfrentado el estereotipo de mujer polémica, a partir de un libro de poesía erótica y de ese rol como mujer independiente.

Me comprometía con lo que hacía. Fui a la Universidad, con los niños (sus hijos). Tenía un carácter insoportable para mi marido, por supuesto, el mayorcito ya no me necesitaba, estaba en secundaria, pero los niños pequeños se metían a las fuentes, se mojaban, yo tenía que bañarlos con agua caliente, protegerlos contra un resfriado. Todos mis compañeros lo recuerdan, alguien dice que yo entraba a las clases con el delantal con el que le había dado de comer a mis hijos. Además era lidercilla, llegaba a la escuela a hablar de política.

Mi esposo era una persona muy valiosa, un gran arquitecto que desistió de quererme detener. Hice muchas cosas que no hacían las mujeres de mi tiempo, yo creo que viví intensamente y convencida de que tenía derecho a vivir, yo era muy criticada por mi misma familia, no tuve ayuda para la poesía, al contrario, era criticada por una familia tradicional, decían “¿cómo se va a la Universidad?”, pero viví muy convencida de que tenía que seguir.

En el caso de ese libro, yo estaba recién divorciada de mi esposo, por mi cuenta buscaba editarlo, quería un libro muy bueno y fui a Bellas Artes porque tenía amigos. Lo leyeron, hicieron un escándalo, publicaron en su primera plana: Existe en México una gran poeta erótica. Entonces era presidente José López Portillo y mi marido era su asesor. No me condenaron, pero fui procesada y jamás me volvieron a aceptar nada. Yo era una gente que tenía mentalmente una gran libertad, mas no tuve quién me publicara.

Me acuerdo que mi hija tenía miedo de que se cayera México con el temblor. Había ido a Sonora y recordé que me habían invitado a una lectura. En una bolsa de mandado eché todos mis papeles y poemas y del aeropuerto llegué a dar ese recital. Leí y una persona que acababa de llegar de Inglaterra o España me preguntó: “¿quién eres tú?, ¿de dónde vienes que no estás en los periódicos?, ¿por qué tú no estás publicando?”. Respondí: si te gusta la sopa de cebolla, te invitó a comer. Aceptó y cuando leyó lo que tenía en la bolsa se volvió loco y para mí fue halagador porque ya no publicaba, vendía suéteres para comer. Es un amigo que me respaldó en la literatura, escogió el libro Boceto para un palabrario y me dijo: los españoles se van a volver locos porque no tienen libros sobre el mar, pero nunca lo mandé; en cambio él me seleccionó una serie de libros y yo lo respeté.

En un momento dado, Luis Mario Schneider, que era doctorado en Letras, me empezó a publicar en la Universidad, en papel de estraza, dijo que la vida tiene vicisitudes, “uno nunca sabe quién lo va a querer”, la poesía tiene sus quereres.

¿Qué personajes, qué poetas han marcado su esencia, algunos poetas le han aportado algo?

Fui una poeta muy independiente, no me gustaba que cualquier gente se metiera con mi poesía, pero Luis Rius me hizo leer a Miguel Hernández y Federico García Lorca, cuando en la Universidad se enseñaban sólo los clásicos, había personas muy valiosas como mi maestro Agustín Yáñez, me consentía Antonio Alatorre, yo discutía mucho con los maestros, siempre tenía interrogantes y proposiciones. Creo que mi carácter era muy polémico, sondeé a los contemporáneos. En fin, había una riqueza muy grande.

¿Cómo ves el contexto de la poesía actual?

¿Cuál sería, la que se publica o la que están publicando ustedes (Versodestierro)? Creo que hay como capillitas. Por un librito, una mujer que ha ido a Francia es consagrada. Ahora, también hay poetas valiosos. Fui amiga de la Espiga Amotinada pero me enojé con Jaime Labastida, que decía: “si no leen mis libros, yo tampoco voy a leer los suyos. Es que soy muy contestataria. A Rubén Bonifaz Nuño le gustaba mi trabajo, me ayudó mucho, mientras yo imitaba a Charles Chaplin frente a los compañeros de la clase de latín. Pero había maestros que decían que sólo los homosexuales escribían poesía y yo me peleaba, pasé a ser una especie de emblema sobre cómo debíamos ser las mujeres.

¿Cuál es la relación que tiene la política con la poesía? ¿Cómo se da la relación con la izquierda? ¿Has escrito poesía política?

De joven también hacía vida política, tuve unos hijos muy inteligentes, mi hijo mayor me dijo: “mamá, tú hablas mucho de la paz, ¿qué es la paz?”. Como te digo, era políticamente muy abierta pero era una poeta clandestina. Sin embargo no adopté la política como la esencia de la poesía.

En una época leí a Federico Schiller porque plantea una exigencia entre lo bello y lo no bello, la poesía cayó luego en gritos y sombrerazos, tomé una línea personal que me creó diferencias con la predominancia, aunque, en un momento dado, Lorca me gustaba muchísimo. Abigael Bohórquez recibió con mucho cariño mi primer libro, me conocía, habló de mi personalidad como mujer fuerte. El libro Como dibujando las distancias fue señalado en España; también lo mandé a concurso por parte de una amiga, una argentina que tenía alojada en mi departamento, habíamos ido a un lugar donde nos dieron una convocatoria, ella me dijo: “haz un libro, tienes mucho”, me desvelé armando este libro de poesía satírica. Fue premiado por Margarita Michelena, que le gustó muchísimo y le dio el primer lugar en el concurso, después de cuatro años me contó que ya no le gustaba más que este libro; no me hundía en la vanidad por los elogios, esperaba más de mi esfuerzo poético, este libro tiene algunos poemas que les gustan siempre a los poetas jóvenes.

De Como dibujando las distancias Norma Bazúa leyó:

Zarpazo de luciérnaga dijiste
dejando caer la sátira sobre la fatigada frente
él miraba leones porque cree
que todos son de su condición
se afiló las uñas con punta de diamante
se desgarró las alas
se quedó sin Dios, sin paraíso.

El milagrerío de plata es muy apreciado
gracias a él recordaré siempre
los consuelos desiguales
de Nuestra Señora de los Remedios caseros
que con su ambulo constante
conformaría la de los dejados por el sida
queriendo curarnos del instante
con remedios peores que la enfermedad
contra el sinfín de milagritos
que me colgaste siempre.

Oscuro llenar los relieves
me resulte claro por exceso de luz
o reverendamente oscuro
tras tu cortina bien hecha
latiendo para que no respires.
Todavía me produce pesadillas
el recuerdo de los días aquéllos
con tu gárgola goteando el chigaquedito
y el cuchillito de palo
con el que pretendiste hacerme picadillo
que no son como para olvidarte, amor mío.

Actualmente, los poemas de amor giran en torno al narcotráfico, las canciones de amor, creo que hasta el yoga gira en torno al narcotráfico. ¿En los años sesenta, en qué año escribes un libro de cuentos sobre el narcotráfico? ¿Cómo ha cambiado o qué tanto no ha cambiado aquella violencia que se vivía en esas épocas a la de ahora?

Ha cambiado muchísimo, hemos llegado a una violencia terrible, el país entero está sumergido en la violencia. Yo escribí varios libros de cuentos, uno de ellos sobre el narcotráfico, mi hija dice que mis cuentos no son demasiado violentos, pero de todas maneras me acobardé y no lo publiqué cuando empezó lo de las matanzas de gente que se cantaba en las canciones. Es un libro que se llama El cuentero Mateo, que es un presidiario que cuenta cuentos de narcotráfico, pero como él toca la guitarra y canta en la cárcel, compone corridos y décimas y tiene a sus amigos que le cuentan cosas sobre el narcotráfico. Todavía quiero ver si lo mando a España, tengo esperanzas porque he leído cosas de Cataluña, creo que no sería demasiado escándalo pero, vamos a ver, yo nunca me he precipitado a publicar, veo según las condiciones.

A mí me gusta mucho ahora este libro de Varo entre Remedios Caseros, lo escribí igual en esa época, hace cuarenta años, vi la pintura de Remedios Varo, me cautivó, me encantó su oficio plástico, cómo ella lo dominaba, entonces puse un epígrafe de Leopoldo Lugones: Y decidí ponerme de parte de los astros  y un epígrafe de Octavio Paz: El espacio no es una extensión sino el imán de las apariciones. Navegaciones en el interior de una piedra preciosa. Octavio Paz, en esa época, era condenadísimo por la política mexicana, pero como yo cada vez que leía algo de Octavio Paz encontraba que abría un libro de grandes ensayos, estaban tan perfectamente escritos que para mí era un ejemplo; mas siempre dije que Octavio Paz no es un gran poeta, yo lo condenaba como el ensayista que sabiendo hablar la lengua, traía a México los refritos de los ensayos europeos.

De Varo entre Remedios Caseros leyó:

Caballero encantado:

Te reconozco
a pesar de la piel de cocodrilo
a que te condenó el sortilegio.
Tienes piel de nutria sobre las espaldas
la misma que curtimos juntos
ahora destrozada
copa a mano como siempre
esperando que alguien se aproxime a liquidarte soledades.

Si bien todavía cumples ceremonias con las visitas insólitas.
Y la solemnidad de tus bigotes se hace evidente sobre el yelmo

sólo yo te identifico
porque conozco a fondo tu gentileza sin armadura.

Para mí eres el mismo viejo caimán de ciénaga.
Aunque tienes osadía al substituirte  los pies
por esa rueda que te da ligereza de jovenzuelo.

Me asusta la angustia por tus ojos cansados
angustia saliendo por la rendija de esos párpados de acero
con que pretendes encarcelarte el sueño.

La condena es definitiva
porque no encuentro la boca para desencantarte.
A menos que halle la manera de romperte la máscara.

¿De los años que has estado en el mundo de la poesía, cuáles son los vicios o los errores que cometen frecuentemente los poetas que no les permiten crecer, tú que has tenido talleres?

Creo que es una especie de narcisismo, el poeta se cree la gran cosa, no tiene la humildad para ver sus errores, hacen unos versitos y se piensan los grandes poetas, yo pasé también por eso, pero no me envanecí, tenía una gran humildad frente a los poetas, entonces yo era bastante cobarde ante mis propios poemas, más bien creo que me sirvió mucho para meterme a estudiar estética, porque cuando una estudia estética puede distinguir lo bueno de lo que hay que tirar a la basura. Encuentro que los jóvenes se engolosinan con su poesía y ya se sienten grandes poetas y eso es lo que hay que enseñar a evitar.

¿Has encontrado una estética en la poesía mexicana o hay una variedad de estéticas, a fin de cuentas vivimos en un contexto donde todavía se ha querido plantear la poesía mexicana como parte de una tradición española, qué estética verías en la poesía mexicana y, en este sentido, que tan cerca estás tú de esta estética?

Creo que no hay poesía nacional, hay una poesía que es poesía, hay un lenguaje, una expresión que es poesía y otra que no es poesía, no creo que sea un problema de nacionalismo a pesar de que nosotros tenemos una Sor Juan Inés de la Cruz que es realmente notable y hay una serie de religiosos que escribieron cosas importantes en México, también los había en España. Los jóvenes que saben italiano se van por novedad a los poetas italianos, otros se van a los poetas alemanes, una lengua tan difícil de traducir a la lengua española.

No existe una poesía nacionalista, lo que está pasando en el mundo, está pasando aquí, está pasando en cualquier casa del mundo, el poeta tiene que vivir la vida, los hechos sociales y políticos diarios, tener siempre una posición crítica frente a lo que está pasando, en última instancia es la posición política, tampoco es ser muy light, estar muy perfumando.

Creo que la situación del mundo es terrible, no soy ajena a esto, por allí en mis poemas, de pronto, surgen expresiones que señalan eso que me preocupa, todavía me duele o me molesta el exterminio del hombre por el hombre, me molesta mucho más que el exterminio de un gorila o una culebra, yo no soy ecologista, soy humanista, creo que uno de los problemas es que se están muriendo los niños de hambre porque no hay con qué atenderlos, no estamos viviendo el mundo ideal, estamos viviendo un gran desastre de la vida humana.

¿Alguna vez, te preguntamos qué era la poesía y de repente dijiste la palabra “conjetura”, mucha gente le tiene miedo y ve la poesía como sentimentaloide que no tiene que pasar por un juicio crítico, un juicio racional. Pero qué es esto de la conjetura?

El pensamiento siempre es una conjetura, el hombre para expresar algo necesita conjeturar la realidad. En ese sentido, la metáfora es una forma conjetural del pensamiento porque la metáfora crea un “falso engaño” del lenguaje, habla, y a la gente eso le asusta. La metáfora, a veces, está anunciada de manera oscura. La conjetura es una forma de pensamiento humano normal, la ciencia hace conjeturas para resolver los problemas científicos que existen, todo el hombre hace conjeturas sin darse cuenta. Si no fuera así, el pensamiento sería automático. El pensamiento entonces depende de cada individuo que se enfrenta a una realidad, que conjetura sobre esa realidad.

Creo que la poesía es metáfora porque nosotros no sabemos qué quiere decir el poeta hasta que nos introducimos, igual que el científico, abordamos el conocimiento, sin ser científicos, y conjeturamos. La poesía es una enseñanza para aprender cómo conjeturar, para saber qué dice la metáfora hay que entrar a todo el contexto poético. Cuando el poeta no es eficaz, la metáfora no sirve. Son los retos de la juventud, no es solamente floritura. Sí son espejos, pero, ¿qué clase de espejos son? No es complejidad, es una manera de lenguaje indirecto que nos obliga a conjeturar, a preguntarnos “qué quiso decir”. Al poema lo tenemos que trabajar en nuestra mente.

¿Qué consejo le das al poeta para que aguante, porque no sólo tienen que soportar su ego sino también el ninguneismo donde si no sacas un libro por equis editorial o por el gobierno no eres nadie, qué hacer?

A todos les diría que se pongan a tejer suéteres (risas entre los asistentes a su homenaje). El poeta debe tener auto-apreciación, esa capacidad de autocrítica es lo único que nos puede salvar.

¿Cómo podemos deslindar cierta belleza y lo no bello que los poetas tengan la valentía de buscar?

Hay una especie de comparativa que puede hacer mucho bien: éste no, éste sí. Todos los poetas nacemos con una especie de intencionalidad poética. Sí, a mí me aplauden porque digo unos versitos, pero a mí nadie me aplaudió cuando niña. En el libro que tengo del mar, A manera de pre-texto el mar, trato de cómo nos ponían a hacer versos con los rezos, entonces Padre nuestro que estás en los cielos/ tú cuidas las vacas y yo los becerros es un ejemplo muy gracioso, eso era hacer versos, pero no era la gran poesía. Mi mamá me regañaba, no conseguía mucho porque siempre esa fue mi personalidad.

¿Qué nos puede legar sobre su longevidad, de dónde sacar fuerza para no consumirnos, para no agotarnos?

Esa es una pregunta muy difícil de contestar, cada quien vive la vida que le toca vivir, alguien dice que el matrimonio y la mortaja del cielo baja, lo que tienen que hacer es no perder el tiempo, enriquecerse con la poesía igual que se come para sobrevivir, el poeta debe alimentarse leyendo a los demás, a veces son costumbres, cotidianidades. Yo escribo toda la noche y duermo, lo esencial es cómo te planteas tu vida como poeta y yo creo que no hay recetas, cada quien tiene que encontrar su camino y es muy importante, si no uno anda a bandazos.

Les dije que en una etapa de mi vida tuve que vender suéteres, después de haber sido una mujer millonaria, cuando estuve casada con el arquitecto Carrasco. Fui con tres niños a la Universidad porque no siempre tenía sirvienta. Se tiene que tener un propósito en la vida, aprovechar la vida para lo que quieras hacer. Cada poeta tiene que desarrollar su capacidad de autocrítica, sólo así sabrán lo que son logros. Lo que no es mejor lo pones a un ladito, pero es cuestión de cada poeta, no es una solución que te vaya a llegar por casualidad, el milagro lo vas a hacer tú. Es algo que tú tienes que aprender a hacer trabajando con un sentido autocrítico, para eso sirve la estética, tú tienes que encontrar cuál es tu forma de belleza, es una cosa de trabajo auténtico, de confianza en lo que quieres hacer, es una cosa en la que te tienes que fletar tú.  Para terminar les leeré otro poema satírico.


Distancias bemoles

Mi padre me dijo
lo que tienes realmente hermoso
son el cabello y los dientes
pobrecita hija mía
bastante desprotegida naciste
dejadita de la mano de Dios
cuando me vi regalada al amor
porque no creí que dones tan escasitos
valdrían gran cosa
me acariciabas el pelo
como perro faldero recién bañado
Y los dientes
no me los viste nunca
porque a caballo regalado…

ahora comprendo tu obsesión preciosista
por las yeguas de pura raza 
y las perras de caza mayor. 

De Como dibujando las distancias, 1985.