miércoles, 29 de diciembre de 2010

Jóvenes: En las "filas" en busca de trabajo

Por Silvia Esquivel Navarro

La realidad laboral en México ha ido configurando nuevas dinámicas y relaciones entre la sociedad, la familia y el individuo, que afectan a los jóvenes, desde la inserción de la fuerza laboral por parte de las mujeres jóvenes en los diversos sectores, en las últimas décadas, y su papel sustancial en el sustento del hogar; hasta las transformaciones que ocurren en la estructura socioeconómica en un contexto de crisis constantes. Según datos del Consejo Nacional de Población (CONAPO), la transición demográfica ha contribuido a modificar el escenario en el cual se forman y desenvuelven las familias y los individuos.

El número de hogares se ha incrementado visiblemente, al pasar de 6.8 millones en 1960 a 22.7 millones en el año 2000. Además, los hogares han experimentado la reducción de su tamaño promedio, aun cuando el tipo de hogar más común en el país sigue siendo nuclear, aquellos hogares que no responden a este modelo son cada vez más frecuentes que hace poco más de dos décadas, denominados en un principio como unidades domésticas “no familiares”, terminan dando lugar a nuevos tipos de familia. En 1976 comprendían 4.8% del total de hogares del país, mientras que para el año 2000 habían alcanzado casi 7%, cuyo incremento se debe a que los hogares formados por una persona han aumentado su peso relativo, de 4.2% del total de unidades domésticas del país a 6.5% respectivamente.

Lo anterior pone en crisis el tipo tradicional de familia que ha sido reconocido por el Estado y sus instituciones, con formaciones nunca antes reconocidas, que se han visto reflejadas, por ejemplo, en la discusión sobre propuestas de leyes que acepten la adopción de infantes por parejas del mismo sexo, hasta modificaciones que la propia sociedad impulsa, mediante arreglos de acuerdo común, que incluyen ampliaciones por aceptación de nuevos miembros.

Abarcando un espectro amplio, esto incluye a los jóvenes, tanto aquéllos que en lo colectivo comparten un mismo espacio de convivencia, en donde se tiene un proyecto de vida, con derechos y obligaciones que acuerdan, como también profesionistas que deciden independizarse o aquéllos que, viviendo en zonas metropolitanas, cambian de domicilio para mantener sus empleos. Todos buscan lograr mejores condiciones de vida, pero tanto en las políticas sociales gubernamentales como en la construcción de la autonomía efectiva por parte de la sociedad civil, esta labor se encuentra pendiente.

Los jóvenes que provienen de núcleos tradicionales, así como de los nuevos tipos de familias, en México suman 20.2 millones entre los 15 y 24 años de edad, de los cuales 10.4 millones son adolescentes de 15 a 19 años y 9.8 son adultos jóvenes de 20 a 24 años, siendo que en conjunto, representan cerca de la quinta parte de la población total del país. Sin embargo, aunque es la población económicamente activa por excelencia y que ha alcanzado niveles educativos superiores a los de generaciones pasadas, prevalece una carencia de opciones y oportunidades en el ámbito laboral, con lo que la presión social que la institución familiar ejerce sobre estos miembros ha aumentado en detrimento de sus propias expectativas de vida y participación ciudadana.

Aun cuando la población se encuentra inmersa en la recurrencia de las crisis económicas tanto locales como globales; la precarización del mercado de trabajo; la compleja situación de seguridad en un entorno de creciente violencia; la amenaza a la sustentabilidad del medio ambiente, entre otros aspectos, el momento actual exige ambientes propicios para la inversión en acciones públicas orientadas hacia la juventud. Para ello, es necesario reconocer las necesidades específicas de los jóvenes, teniendo en cuenta que no se trata de un grupo homogéneo, sino que incluso al interior de esta población, las diferencias de género, generación, origen étnico y estratificación socioeconómica, pesan de manera notable en diversos aspectos de su comportamiento y desarrollo.

La incorporación al mercado de trabajo es una de las transiciones más relevantes en la trayectoria de los individuos. En una sociedad en la que los medios necesarios para la subsistencia y el bienestar deben ser adquiridos con recursos monetarios, contar con un empleo remunerado se vuelve imprescindible. En el caso de los jóvenes, además, el trabajo implica un paso más hacia la emancipación y la autonomía, no sólo respecto al hogar de origen, sino a su proyecto de vida, donde el trabajo es factor fundamental para la identidad, expectativas y aspiraciones del joven.

En México, cerca de la mitad de la población entre 15 y 24 años se dedica a trabajar y el escenario actual respecto a su participación laboral es, por lo menos, contrastante, resultado de ello es que a mayor escolaridad menor oferta de empleo, donde el capital dicta lo que la educación debe ser, lo cual conlleva a que los profesionistas estén “sobrecapacitados” desde la perspectiva del mercado laboral, requiriendo sólo de la formación técnica. Ejemplo de esto ocurre en Ciudad Juárez, sumergida en el deterioro del tejido social causado por cuestiones político-económicas que sólo alcanzan a visualizar a la maquila como el único eje central de su economía, por ende su capital humano se destina a esta traza productiva, sin posibilidad alguna de elegir más allá de carreras técnicas, ingenierías o administrativas, rezagando carreras que tienen que ver con lo sociocultural, siendo así, que la vida cotidiana se mueva con la misma lógica seriada de la línea de producción.

Las condiciones de la precaria economía nacional y la inestabilidad del mercado internacional, se traducen en las diversas crisis experimentadas en los años recientes, lo que ha contraído el mercado de trabajo formal, incluso en el sector maquilador, y ha dificultado la generación de nuevos empleos. A la par, ante la necesidad de obtener recursos, se fortalece el sector laboral informal, con el consecuente riesgo de desviación de los recursos hacia actividades ilegales. Más aún, a decir de Portes y Haller, el mismo trabajo formal se ha flexibilizado de tal forma que mediante estrategias de subcontratación, debilitamiento e inestabilidad de las prestaciones laborales, entre otros, la actividad formal corre el riesgo de dejar de representar una ventaja real sobre la actividad informal.

De este modo los jóvenes se enfrentan a distintos problemas. Los que estudian se ven empujados a postergar la conclusión o abandonar sus estudios, con el fin de buscar, obtener y conservar un empleo; otros tendrán la opción de seguir estudiando “indefinidamente”, con la incertidumbre de saber si al finalizar su carrera podrán encontrar un trabajo adecuado a sus capacidades y conocimientos; algunos más, ante la realidad de incorporarse de manera temprana a la actividad laboral (cada vez más en el sector informal), tienen la imperiosa necesidad de obtener recursos suficientes para continuar con su formación o, en su caso, cumplir con sus responsabilidades familiares para poder mantener a miembros también jóvenes para que no trabajen y puedan estudiar, dependiendo en buena medida del estrato socioeconómico del hogar de origen. Las familias con menores recursos tenderán hacia la inserción temprana de sus miembros en el mercado de trabajo como estrategia de sobrevivencia agudizada en tiempos de crisis, con el consecuente impacto en la reproducción de la pobreza y vulnerabilidad de generación en generación.

La crisis económica ha perjudicado a todos los niveles sociales, tanto hombres como mujeres de cualquier edad. Pierre Salama destacó la hipótesis de que en países de Latinoamérica es mayor el índice de violencia, derivado de las condiciones económicas. La dinámica que se ha observado en los últimos años no solamente se registra por la intención de buscar poder o estatus, sino también estabilidad económica. Conjuntamente las mujeres, que tienen una destacada aportación a la economía familiar, han tomado una mayor participación en el crimen organizado. Tomando las cifras sólo de Ciudad Juárez, para darnos una idea del problema, en los primeros ocho meses de este 2010 se rebasó la cifra total de asesinatos de mujeres de todo el año pasado. Hasta el pasado 17 de agosto sumaron 169 feminicidios, mientras que durante todo el 2009 la cifra fue de 164 y en el 2008 se dieron 87. Las estadísticas oficiales establecen que el 70 por ciento de los casos de crímenes de mujeres está relacionado a la delincuencia organizada y el resto, a la violencia de género o familiar, no rebasando los 25 años. En el número de ejecutados alrededor de 40 por ciento son muchachos menores de 25 años, incluyendo mujeres. Años atrás no se veían menores ni féminas de 18 años en este tipo de actos, pero parece que las reglas están cambiando. En la actualidad, cada vez son más los habitantes de entre 16y 23 años que son asesinados sin piedad y frente a los ojos de la población.

Son jóvenes los acusados, detenidos y/o asesinados, que han aumentado desde que el gobierno de Felipe Calderón declarara la “guerra contra el narco”, denunciada por la propia ciudadanía como estrategia ilegal e ilegítima. Las extorciones, secuestros y ejecuciones, prevalecen con tal impunidad, hacia un gran número de la población que se vuelve enemiga para los cárteles en “disputa”. Es evidente la incorporación de jóvenes al crimen organizado; pero en la mayoría de los casos la inserción se da por la falta de oportunidades de empleo bien remunerado, incluso para estudiantes universitarios, a quienes les resulta muchas veces una opción bastante tentadora.

Los jóvenes en su caso, siendo el grueso de la población (y el grupo más golpeado por la política militarista que ha implementado el gobierno federal) se enfrentan a la desesperanza de que al culminar la secundaria desgraciadamente se topan con dos grandes obstáculos: el primero, el acceso a los niveles de educación media superior y superior se ha visto reducido de tal forma que, como opción B, les quedaría ingresar a escuelas privadas, lo que obliga a los adolescentes a abandonar sus estudios al no poder pagar este tipo de educación. Se proponen entonces buscar trabajo y ayudar a sus familias. Ahí es cuando llega la segunda decepción: no hay empleos y menos para personas sin experiencia, y quienes logran conseguirlo tienen un sueldo sumamente bajo o pasan a formar parte de la estadística que va en aumento de los adolescentes-jóvenes que se convierten en los oficialmente llamados “ninis”, que sin estudios y sin dinero no saben qué hacer y es donde el crimen organizado se convierte en una fuente de “trabajo”.

Ante la continua guerra que se vive en Ciudad Juárez, las bandas delincuenciales buscan reclutar la mayor cantidad de personas para que hagan el "trabajo sucio" y luego utilizarlos como chivos expiatorios. Por supuesto, los jóvenes resultan el blanco perfecto: sin educación, trabajo, ni oportunidades, se dejan llevar por los lujos, el dinero fácil, automóviles, ropa de marca, alhajas de oro, drogas y el poder que esperan poseer. Asimismo los jóvenes empleados por el narco cada vez son más conscientes de las dos caras de la moneda que el crimen organizado rápidamente les mostrará: cárcel o muerte. Pero ante la falta de empleo, parece no haber otra opción. Incluso para los jóvenes se crea una narcocultura que hace “aceptable” esta realidad tan devastadora.

En la década de los noventa, las víctimas que se involucraban en este mundo de "poder" eran de 25 a 30 años; hoy son jovencitos de 16 a 24. Mientras la Procuraduría General de Justicia indica que la mayoría de las víctimas del crimen organizado tenían vínculos con la delincuencia, especialistas en la materia aseguran que ni siquiera contaban con historial delictivo, lo que revela que para el narcotráfico los jóvenes son sólo mano de obra barata, desechables y reemplazables, a quienes el crimen organizado les fue pagando cada vez menos, de 400 a 100 dólares semanales en tres años. Su trabajo por lo regular es el transporte, resguardo y en ciertas ocasiones, la venta de droga y armamento. En Ciudad Juárez también es frecuente que jóvenes estén cuidando a víctimas privadas de su libertad y cada vez es más frecuente verlos cobrar la “cuota de protección” a cada negocio de la ciudad. Así también se alimenta un estigma en el cual, además del saldo de muertos cotidiano, continuamente se puede observar en las presentaciones de resultados obtenidos de las corporaciones policiacas, a jóvenes y no a los verdaderos criminales. Y debido a que a los criminales no les interesa que los jóvenes "empleados" sean personas que apenas inician su vida, los asesinan para enviarse supuestos mensajes de cártel a cártel, dejando a los padres desolados: los jóvenes son la carne de cañón para mantener la línea de fuego, ante la indiferencia de las autoridades.

El Estado ha dejado de cumplir con políticas para el desarrollo social, que implica principalmente Desarrollo Económico y Humano, donde se deben proveer ciertos servicios o garantías sociales al total de los habitantes del país, mientras que la sociedad parece ir perdiendo la capacidad de asombro: en cada ejecución hay algo diferente, algo nuevo, pero la población ya sabe que el narcotráfico así "trabaja" y siempre mostrará más sorpresas, mientras tanto, la autoridad sólo recoge y manipula estadísticas, sin preocuparse por combatir la problemática de fondo y evitar que más adolescentes y jóvenes sigan siendo asesinados y empleados por grupos delincuenciales que se aprovechan de la crisis económica que hasta la actualidad persiste en nuestro país y Ciudad Juárez.

Ciudad de la pregunta calcinada


Para Koji Nishida

¿Qué sorda imploración borra epitafios
llaga de olvido la pregunta calcinada?
Oye cómo cae un alud de palabras
júbilos de huertos sin raíz
detona
pantomimas de escoria
crepitación entre ojos:
HIROSHIMA
Grito que no cesa
nos concierne su sangre sin aliento
levantada la sombra sin polvo
último vestigio:
BUDA
Meteoro partido
a unos pasos inefables del templo
vuelto el eco: tropósfera y vasija
remanso de la luz: inocente lejanía
soles estrellados en las testas:
ÁTOMO
Clamando fórmulas
huecos para entierros
la niña se esparce en tu sueño
sumisa de muros
vira hacia el desvelo:
8:15 seis de agosto
pequeños bastardos del tiempo.

(Toledo, 2005)



Matryoshka Ulia

Tus anhelos en mis pasos son de lluvia
mis silencios te hacen sueño
en la nieve sin nombrar largas miradas
te hacen geodas en mis dedos
amatista en mi recuerdo donde moras.

Has venido con matryoshkas a esta calle
son tus ojos de la blanca Bielorusia
llanto de las lunas
muñecas con el vientre desdoblado
que me llaman por mi nombre y yo te digo:
no te vayas, todavía.

Me han llegado los pavores por la espalda
engendraste un par de amores en mi pecho
salgo a vislumbrarte cuesta abajo
repito que perderse en otra tierra
fue encontrarte.

No te quiero hacer poesía porque existas
en la vida no eres sed
eres el agua que me abreva
un alije para mi alma
rauda y queda
que en la fuente de mi sangre se evapora
llueve ahora
y el murmullo de las gotas dice "Ulia".

Entraste en otra piel, cómo te guardas.

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(Toledo, 2005)

viernes, 17 de diciembre de 2010

Arsacio Vanegas y la Revolución cubana en México

Lucha Libre, Cuba Libre:
Arsacio Vanegas y la Revolución




Por Arturo Alvar y Rodrigo Monreal

Si la historia es la historia de los vencedores, heróicas hazañas y apoteosis de grandes personajes, ¿en dónde se juntan las vidas del Che Guevara y el Santo enmascarado de plata? ¿En dónde aparecen los grabados de José Guadalupe Posada y los manifiestos del movimiento “26 de Julio”? Detrás de las simples paradojas y acontecimientos cruciales, se encuentra la vida cotidiana, hábito sorprendente de construir la realidad día con día con objetos y palabras comunes. ¿Aunque quién podría considerar común encontrarse, en el mismo lugar, con la mochila deshilachada del Che y con la placa del grabado original de La Catrina? Más allá de las fechas, más cerca de las personas, se crea la memoria colectiva de una época.

A unas cuadras de la antigua cárcel de Lecumberri, en la colonia Penitenciaría, se encuentra el hogar del luchador mexicano Arsacio Vanegas, nacido en 1922. Nos reciben sus hermanas, Irma y Joaquina Vane­gas con un saludo como cualquier otro saludo y, sin embargo, es el gesto más entrañable de entre todas las primeras impresiones. Nos sentamos a platicar con álbumes de fotos en las manos y escuchando las anécdotas del barrio, entremezclándose con la secuencia de una vida increíblemente asida a los recuer­dos, como un diario que pudiera haberse escrito ayer, con la esperanza de recuperar aquel tiempo que si no se narra puede perderse.

Entonces ellas nos platican acerca de la casa, que es considerada recinto histórico. Cuando el gobierno del Distrito Federal estuvo a punto de demolerla, para construir una estación del metro, los planos termi­naron por trazarse lejos de ella. En la sala se encuentra un pequeño semi-altar con la imagen de Arsacio robusto, maduro y de expresión sesuda. En un pasillo aparece, en contraste, la imagen de Arsacio joven, fuerte y listo para luchar, cargado por dos enanos musculosos. Las paredes y los muebles se vuelven ras­tros y evidencias mostrándose con aspecto familiar. Hay otra foto, un señor barbudo como un druida, es el abuelo Antonio Vanegas, era impresor y Arsacio le aprendió bien el oficio, cuenta Joaquina. Al fondo de la casa existe un cuarto con dos imprentas Kelly, y un sin fin de grabados y volantes que poco a poco van deján­dose explorar. "Esta es la máquina donde se imprimieron los grabados de Posada, yo todavía voy a vender sus carteles al Museo de Culturas Populares", dice Irma. Para no perder la tradición, Arsacio también fue un incansable promotor de la obra de Posada, pero por desgracia, a decir de su sobrino Raúl, ahora ya casi nadie sabe usar estas máquinas de antaño.

Arsacio fue un practicante de la Lucha Libre por más de cuarenta años y uno más de los combatientes de la revolución cubana, con el más absoluto desinterés y plena identificación con la causa, así lo considera Fidel Castro en la carta de condolencias que envió a la familia Vanegas, cuando Arsacio murió el 26 de septiembre de 2001. A Fidel Castro poco a poco se le van muriendo los amigos mexicanos que ofrecieron ayuda a los hermanos cubanos durante el exilio de 1956, entre ellos Guillén Zelaya y Fer­nando Gutiérrez Barrios. Sin embargo, más allá del dolor por su pérdida, Arsacio fue "el hombre" para los jíbaros isleños.

Nace el Kid, un duro contrincante

Arsacio Vanegas comenzó a los 16 años su carrera como luchador, motivado por su profesor Antonio Lara Barragán, quien lo llevó a la Arena México, introduciéndolo así en este mundo deportivo que nada tenía que ver con su infancia, cargada de una vocación llena de influencias familiares, como el grabado, arte popular mexicano por excelencia. Don Antonio Vanegas, abuelo de Arsacio, fue el primer impresor popular en México, con un taller ubicado en Perpetua Nº 8 (actualmente Guatema­la) sobre las ruinas, en ese entonces secretas, del Templo Mayor. A ese taller llegó un señor oriundo de Aguascalientes, preguntando si le podrían dar empleo. Su nombre era José Guadalupe Posada, a la postre el mayor grabador popular de la historia de México. Existe una anécdota que cuenta que el dibujo original de La Catrina en realidad pertenece a la imaginería de Don Antonio, lo cual hace su­poner que había una complicidad entre editor y artista en el uso del grabado, cuya placa original, de veinte centímetros por quince, actualmente se encuentra en el taller de la casa.

Arsacio ya inmerso en el firmamento de los cuadriláteros, se codea con luchadores de la época de oro de la lucha libre mexicana, como fueron Black Guzmán, el Charro Aguayo, el Puma Valderrama, el Murciélago Velásquez, su amigo Dick Medrano (clave para su futuro encuentro con Fidel Castro) y los legendarios Blue Demon y el Santo, con quien se enfrentó en dos oportunidades, perdiendo ambas. Su carrera en el cuadrilátero fue regular, aunque sus rivales siempre lo vieron como un duro contrincante, además de ser tanto técnico como rudo y perder la cabellera. Ya retirado, Arsacio se lamentaba que este deporte se haya convertido en un negocio del espectáculo, "la lucha de hoy no se parece nada a la antigua… la verdadera lucha es a ras de lona o la olímpica y grecorromana, también la lucha que se llevó a efecto en Sudamérica: el catch catch can, que quiere decir agarrar de donde mejor se pueda", escribió en unas memorias.

Pero Arsacio también conoció otra lucha, distinta en estrategia, pero con ideales en común para el Kid Vanegas, donde las llaves, golpes y caídas cedieron el paso al deseo libertario del pueblo cubano, oprimido por la tiranía de Fulgencio Batista.

Órale, tu vida está de por medio…

Estando el “Kid” Vanegas de gira en los Esta­dos Unidos en 1954, conoce a Maria Antonia González, esposa del luchador Dick Medrano, la cual, al año siguiente, le pide que la visite en su casa de Emparán Nº 49 para realizar un trabajo de imprenta. Entonces conoció a Calixto García y Ñico López, integrantes del movimiento 26 de Julio. "Picaban unos cuadros con la imagen de la Virgen de Guadalupe con un socavado para iluminar la imagen por detrás…", cuenta Arsacio en una de las pocas entrevistas que proporcionó. Unos días más tarde, le presentaron a un joven médico argentino, expul­sado de Guatemala por los militares, que trabajaba en el Hospital General y como fotógrafo los fines de semana, posteriormente conocido como el mítico Che Guevara. Así fue entablando amistad con los futuros expedicionarios del Granma.

El inevitable encuentro con Fidel Castro, quien llegaba de Mérida, se dio por Maria Antonia y Raúl Castro, quien comentó a su hermano que Arsacio era un deportista y "tiene una imprenta". En hora y media de plática por las calles de la Colonia Mo­relos, entrando por Edison hasta el Monumento a la Revolución, quedó sellada la suerte del Kid para con la naciente lucha revolucionaria en Cuba, donde las vivencias del Moncada, la lucha contra Batista, la lucha libre y el grabado, derivaron en la pregunta que francamente Arsacio Vanegas le hizo a Fidel: ¿en qué puedo ayudar yo?

De esta manera, la participación del Kid como luchador se tradujo en un plan de entrenamiento físico, con el fin de que los combatientes estuvieran en buenas condi­ciones para triunfar en su incursión por la Sierra Maestra y con la indicación de que dejaran de fumar. La rutina consistía en caminatas diarias a Zacatenco y de ahí al cerro del Chiquihuite, partiendo desde el cine Lindavista, "todos los días estaba yo a las siete de la mañana y de ahí en grupitos, tres acá, cuatro allá, para no llamar mucho la atención". Arsacio en sus testimonios relata en qué consistía su instrucción, muy relacionada a la práctica de la lucha libre, es decir, movimientos de brazos y piernas, cómo cargar a una persona, patear, correr, rodar y caer; así como la difícil labor de caminar hacia atrás e incluso estrategias de ataque o toma de postas. A piedrazo limpio, los cubanos y el Che, que a decir del “Kid” era uno de sus mejores alumnos, se pescaban en pequeñas escaramuzas y cuando alguno de ellos flaqueaba y no quería hacer alguna indicación, Vanegas ponía el ejemplo y luego decía, "órale, tu vida está de por medio, tienes que hacerlo".


Mochila de Ernesto Guevara (dejada en la casa de Arsacio Vanegas)

A comienzos de 1956, los entrenamien­tos se realizan en el gimnasio de un compañero, ubicado en Bucareli 125 (Arsacio menciona en otra fuente el número 118), donde les enseña nuevas cosas, más movimientos de hombros, rodillas, estómago y cabeza; golpes certeros para hacer perder el conocimiento, golpes en los tes­tículos, principios básicos de judo y karate, cómo subir la cuerda o una pared a través de sus salientes. Nos cobraban por cinco y usaban el gimnasio como cien. El Kid recuerda que en esa época sus amigos no tenían dinero, no tenían ni para cigarros y que su dieta era muy raquítica. Sufrieron mucho en aquellos años “amargos del exilio”, como escribió el Che en su dedicatoria enviada a Arsa­cio, en un ejemplar de su libro "Guerra de guerrillas". Además en el taller se imprimían los bonos que después se vendían en los Estados Unidos para financiar la lucha contra Fulgencio Batista y los dos mani­fiestos al pueblo de Cuba, redactados por Fidel Castro.

Los planes se hacen en casa

Hasta ese momento, ningún miembro de la familia, aparte de Arsacio, adivinaba el propósito de los cubanos de regresar a su patria y derrocar al régimen de Batista. Irma y Joaquina Vanegas nos cuentan que ellas sólo sabían de las largas discusiones que se entablaban en el cuarto donde ahora es la sala, hasta ya entrada la noche. Dentro de las anécdotas de su vida con los revolucionarios, cuentan que les preparaban mole verde, frijoles y hasta tacos de gusanos de maguey, además de ponerles los catres para que se quedaran a dormir, donde "los que llegaban primero tenían cama y el resto al piso".

Para ese entonces, la dictadura de Fulgencio Batista ya había iniciado acciones para asesinar a Fidel Castro en México, enviando a sicarios al Distrito Federal, además de una queja formal ante el gobierno de Ruiz Cortines en cuanto a la pre­paración en México de un plan contra una Nación amiga. En ese momento quedan detenidos Fidel Castro, Raúl Castro, el Che y el resto de los cubanos. La intercesión del ex Presidente Lázaro Cárdenas por los rebeldes ante las autoridades, permite su liberación, aunque la versión extra oficial indica que los encarcelaron como medida preventiva para protegerlos de los asesinos enviados desde Cuba. Fue entonces que los planes se aceleraron y se decidió apurar la salida de México.

La casa de la familia Vanegas fue, como la casa de María Antonia, uno de los campamentos cuba­nos. Debajo del piso estaban guardadas las armas y municiones que se llevarían en el yate “Granma” con sus 87 tripulantes. Armas que “se ganan en combate”, como dirá el Che en Sierra Maestra. Los planes estaban hechos y un día Fidel Castro vino con Arsacio y le pidió el parque. Cuando llegó la hora de partir, Arsacio quiso unirse a la expedición, pero Fidel no se lo permitió, le dijo que su lugar estaba en México y con su familia. La despedida fue triste, pero con la convicción en alto. Escuchó después información por radio, de que los rebeldes que lograron llegar a la isla habían sido ultimados por los militares, noticia que tomó con incredulidad. Cuando triunfa la revolución cubana en 1959, Irma y Joaquina cuentan que por fin lograron dimensionar el carácter de lo planeado por sus huéspedes y el trabajo de Arsacio tomó un sentido épico entre la familia y para el pueblo cubano, sobre todo siendo él un luchador.


Irma y Joaquina Vanegas, hermanas de Arsacio

Legados comunes

La vida de Arsacio Vanegas después de la victoria, siguió su curso normal. Su carrera como luchador duró hasta el año de 1975, retirado por motivos médicos a causa de un coágulo formado en el cerebro por un golpe mientras luchaba en Puebla. Como impresor, continuó creando corridos popu­lares. Viajó a Cuba once veces y aunque le ofre­cieron trabajo allá, nunca quiso irse de su tierra, como dijo: "mi hermano Blas vive allá desde hace tiempo, incluso tengo sobrinas cubanas, pero yo soy muy mexicano". Años más tarde recibe una invitación del gobierno inglés para montar una exposición de grabados de José Guadalupe Posada en Londres, a partir de ese momento llevó la obra del aguascalentense a Estados Unidos y diversas partes del globo, continuando el legado del famoso artista hasta el momento de su muerte.

Arsacio Vanegas fue un hombre común que realizó cosas extraordinarias, una persona que re­cibía a los niños con un cariñoso coscorrón, que contaba historias de la más variada índole y que siempre vivió en su barrio, tal vez por no olvidar nunca sus raíces ni de dónde nacen los héroes, los hombres de verdad como menciona Pedro Infante en "Ustedes los Ricos". El legado de Arsacio Vanegas no radica sólo en el apoyo brindado a Fidel Castro, ni a los rebeldes cubanos, sino en la dignidad humana que tuvo para con una causa, sin afanes de gran­deza. Eso se llama consecuencia, un valor poco practicado en estos tiempos.



Tanto en el festejo como en el luto, la relación de Vanegas con la Revolución Cubana se mantiene vigente no por brillar entre aquella pléyade de fu­turos ídolos y mártires, en ese entonces descono­cidos. La historia de los vencedores no hallará en Arsacio Vanegas a un político, militar o comunista, sino a un verdadero luchador de la Colonia Mo­relos, un hombre que hizo su parte en la historia latinoamericana por simple y pura amistad. Al despedirnos de Irma y Joaquina, llegan familiares y vecinos a visitarlas en día domingo, Arsacio está presente en el recuerdo y en la cocina se guisa la misma comida como en aquellos tiempos lejanos.
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