martes, 15 de septiembre de 2009

Tentaciones ingrávidas

La metáfora poética en el pensamiento hispanoamericano. Apuntes para una Sociología de las doctrinas estéticas.

I

Durante mi estancia en Toledo, España, como becario en estudios hispanoamericanos por la Fundación José Ortega y Gasset, desarrollé una activa disposición a la creación poética, alimentada por los constantes viajes por el país ibérico: Castilla-La Mancha, Valencia, Granada, Barcelona, Extremadura, entre otros lugares; sino que, además, me acompañaba, ya desde mi partida, haciéndose más evidente conforme pasaron los días, una extraña pero poderosa voluntad de contrastar estos encuentros literarios con un rigor académico al que un profesor calificó de autoexigente, pues más que por iniciativa de la propia institución, que me acogía como el único mexicano de un total de ochenta estudiantes de diferentes países, fui haciéndome conciente de que estaba en un momento único, verdadero caldo de cultivo para el hallazgo de capítulos pendientes por cosechar en la literatura y el diálogo del pensamiento hispanoamericano.

Así fue que al otro lado del charco me acompañó, entre mi equipaje de ropa improvisada y libros escogidos, un tomo de las obras completas de Octavio Paz, el cual contribuyó en principio, con su volumen y peso, a que mis dedos terminaran con algunas heridas, porque desde el arribo al aeropuerto de Barajas, me rehusé a tomar taxi, como me aconsejaron los de la Fundación, tanto por los escasos recursos con que contaba y porque, de pronto, pensé que si había vivido veintidós años de mi vida en una de las ciudades más grandes y caóticas del mundo, no significaba mayor dificultad tomar el metro de Madrid, con todo y dos maletas, bajarme en la estación del sur para tomar luego un camión que me llevaría al antiguo Convento de San Juan de la Penitencia, donde tendría mi residencia durante el otoño y parte del invierno del año 2005. No me imaginaba que ese sacrificio tendría sus frutos cuando, en la clase de Literatura Española del siglo XX, nos dejaron escribir un ensayo sobre algún tema tocado por el filósofo español José Ortega y Gasset en su libro La deshumanización del arte. Fue de esta manera que una noche, en la soledad de mi cuarto, entre ruidos de fontanas y ronquidos de mis compañeros, descubrí un diálogo “secreto” entre Paz y Ortega sobre la metáfora poética.
Antes de entrar al tema de la metáfora poética entre estos dos autores, creo necesario ubicar el presente en que escribo, pues desde aquella experiencia en España han pasado cuatro años. Sin embargo, el tiempo transcurrido no ha sido en vano, porque el hambre del descubrimiento tuvo su pan bendito, ya que en el 2007 apareció en México otra publicación, Reflexiones sobre la poesía, de Enrique González Rojo Arthur, que me pareció fundamental en la prosecución de este pensamiento dialógico entre Paz y Ortega. Publicado 50 años después que El Arco y la Lira, el libro es resultado del pensamiento lúcido de un filósofo y poeta que a los ochenta años de edad sintetizó sus primeras percepciones filosóficas de juventud, como miembro del movimiento llamado “poeticismo”, para exponer ahora una lógica poética que anima a las obras que le antecedieron, afinando de esta forma las categorías que se adentran en el paradigma de la metáfora. Los esfuerzos de estos apuntes se dirigen a la revisión crítica de esta triada de escritores, abarcando un espectro cultural considerable, de tal modo que se puedan poner sobre la mesa las continuidades y rupturas del pensamiento que los forja.
Lo ininteligible del título de este ensayo, Tentaciones ingrávidas, es explicable con relación a una imagen: las islas ingrávidas con que Ortega intenta definir a la metáfora, es decir, a la soledad del lenguaje. Pero también, responde a lo que Paz manifiesta con un gesto poético: se llega a la metáfora como caemos en una tentación, esto es, en la comunión del lenguaje. Para los estructuralistas quizás esto pudo parecer una discusión superflua, pues para ellos no es tan importante la búsqueda del origen del lenguaje como desentrañar su funcionamiento. El ejercicio de desentrañar el lenguaje no reside tanto en lo diacrónico sino en lo sincrónico, no en el exceso de historia acumulada desde un principio mítico, sino en el presente donde el lenguaje se enuncia a sí mismo. Si Ortega acude a las imágenes mientras que Paz a las concepciones, Enrique González Rojo Arthur es el ejemplo más claro de un sincretismo intelectual en el ejercicio filosófico y poético, ya que para el autor de Reflexiones sobre la poesía, el amor por la sabiduría no va en detrimento del pacto de sangre con las musas. Esto se puede reflejar en su propia poesía, en donde hay un sustrato filosófico, así como en su filosofía, en donde existe un trasfondo poético; vocaciones que lo acompañarán a lo largo de su vida. Hay que develar, entonces, en el lenguaje, lo que da vigencia a la metáfora poética como una lógica del pensamiento.

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