Este texto pretende dar continuidad a la denuncia pública que escribí hace un par de semanas en torno a la polémica sobre la Asociación de Escritores de México (AEMAC), desatada en principio por el poeta Marco Fonz, a través de varias cartas en las que expresaba su inconformidad ante la baja calidad moral de su cuerpo directivo y de personas que influyen en su estructura organizativa, actuando más como charros sindicales que como actores de una generación literaria. Sin embargo, las señalizaciones a proyectos viciados de la AEMAC, como el “Vértigo de los aires” por ejemplo, se quedaron en pura querella de dimes y diretes, apegos y desapegos individuales, propuestas que se vertieron sobre talleres y cambio de directiva que tampoco llegaron al meollo del asunto. No fue sino a partir de la renuncia pública que hicieron los escritores Karina Falcón, Israel Soberanes, Hugo Garduño, Homenic Fuentes, Adriana Tafoya, Víctor Manuel Soberanes y Andrés Cisneros de la Cruz a la Asociación de Escritores de México (AEMAC), por cuestiones de carácter ético, que se abrieron demandas más concretas.
Los renunciantes sostienen que los directivos de la AEMAC han monopolizado sus intereses a favor de unos cuantos proyectos, con recursos que se solicitan en nombre de sus afiliados. Lo cual, advierten, además de que atenta contra los propios estatutos de la AEMAC, refleja una total falta de representatividad, lealtad y solidaridad con los escritores miembros, pues “en lugar de aceptarlos como compañeros de trabajo en la cultura por un bien social, los ven sólo como rivales a destruir”. En su escrito colectivo, además solicitan que la asociación se someta a un procedimiento formal de cuentas claras, nada fuera de lo que establece la normatividad. Como entidad cultural, aún cuando esté viciada por su cuerpo directivo, en mi opinión es necesario se purgue a la AEMAC, llevando a cabo asambleas abiertas y plurales, donde se viertan propuestas concretas que no la dejen morir. A partir de esta renuncia pública, la polémica se mostró mejor perfilada y con un repertorio más amplio de demandas. Algunos directivos de la AEMAC han respondido a las denuncias en el sentido de deslindar a la revista “Viento en vela”, aún siendo evidente que quienes realizan esta publicación también participan en la toma de decisiones en el interior de la AEMAC, es decir, se han mostrado a la defensiva con sus proyectos, pero todavía no hay reflexión, crítica y acciones que los lleven a transparentar sus procedimientos ante la comunidad cultural (sé que esto no les va a gustar, pero lo siento, así lo veo yo).
Fue entonces que decidí dar testimonio con relación al proyecto de los Premios de Literatura en homenaje a Enrique González Rojo Arthur, impulsado desde el municipio de Ecatepec, como parte del Programa de Apoyo Editorial y Fomento a la Lectura 2006-2009, en el cual trabajé como proyectista, promotor y gestor; no como responsable directo, pero sí suficientemente cerca para advertir el actuar de Nahum Torres Rivera, quien fungía como funcionario por asignación directa de Gutiérrez Cureño, quien al quedar como presidente municipal, contrató a personas que no necesariamente contaban con el perfil necesario, ya sea por su relación personal o por desconocimiento, lo cual dificultó la profesionalización de la administración local, una de las metas que no pudieron alcanzarse y que era vital para la continuidad de un proyecto político.
En el caso del proyecto cultural para Ecatepec, el Cabildo municipal aprobó varios programas, incluido el de Apoyo Editorial y Fomento a la Lectura, impulsados desde la comunidad cultural de Ecatepec, quien veía una oportunidad de acercamiento a la administración, en el sentido de ver concretados sus esfuerzos en una política cultural incluyente a las demandas y necesidades de la sociedad. Se creó una Dirección de Cultura, la cual empezó a ser disputada por grupos internos del PRD. No pasó mucho tiempo para que la comunidad cultural se desencantara de los funcionarios deshonestos. El atraso y falta de seguimiento de los trámites, las disputas internas por un cargo y los malos manejos de los recursos, fueron reflejo de la falta de perfil de los funcionarios. No estoy diciendo que esto sólo pasa en Ecatepec, es la constante del rezago educativo del país y es necesario advertir sus consecuencias.
Una de estas consecuencias que intento explicar es por qué se ven involucrados escritores, que no necesariamente están buscando actuar, a priori, de manera deshonesta, pero que terminan por participar en un círculo vicioso. Si bien estar involucrado en un desvío de recursos no necesariamente implica contubernio, esto tampoco quiere decir que haya inocencia, si no más bien lo que apuntaba Gramsci, la confirmación una organicidad que se entrega a la lógica del poder, a pesar de discernir entre lo que es ético o no; a pesar de que en el discurso se diga que se apuesta siempre por la crítica, en realidad es una crítica desde una posición intelectual que sigue sin poner en riesgo, ni modificar estructuras de la reproducción sistémica que impone la lógica de los más fuertes sobre los más débiles, siendo que la bestia, cansada de los azotes del amo, decide arrebatarle el látigo y azotarse a sí misma para ser su propio amo, el mundo es más kafkiano que sobarse el lomo.
Tampoco sé si soy un buen escritor o no, pero creo que soy capaz de discernir y en mi actuar siempre me he puesto del lado de los oprimidos; si hay una injusticia, hay que defender nuestro derecho, así lo haría por las voces de los poetas latinoamericanos que no se sobajaran a los esquemas del poder, por la formación que tengo quizá, porque desde la infancia quise formar parte de las personas que tienen una cierta vocación por defender causas justas desde la clandestinidad de la escritura. Esto no quiere decir que uno se refugie en el anonimato, es por eso que no me arredra denunciar lo que yo creo que fueron actos de corrupción. Si me equivoco, no pierdo nada con disculparme, asumir el error y volver al diálogo con los muertos que me brinda la literatura; pero si no hago nada, considero que seguiré alimentando la impunidad que nos corroe todos los días. Mi demanda es clara: en el Programa de Fomento a la Lectura no se le publicaron obras literarias a escritores que por derecho lo tenían y en cambio se le dio prioridad a otras publicaciones por razones extraliterarias, donde intervinieron los intereses personales de Nahum Torres Rivera. A mi juicio, por tanto, es necesario resarcir el daño causado, aún a pesar de que no haya sido intencional, por parte de los autores beneficiados discrecionalmente, que asuman su cuota de responsabilidad ética que tienen como parte del cuerpo directivo de una asociación de escritores. El funcionario a cargo del Programa de Apoyo Editorial y Fomento a la Lectura, corrompió los objetivos primordiales del proyecto denominado Premios de Literatura “Ciudad Ecatepec” en homenaje a E.G.R.A, dando preferencia a publicaciones de otros autores antes que hacer efectivas las coediciones para publicación de las obras ganadoras de este certamen, como estipulaba la convocatoria. Dentro de estos libros no presupuestados, se encontraban precisamente los de César Cortés y Arturo Sodoma, quienes ocupan cargos en el interior de la AEMAC.
Por parte de estos autores, las reacciones fueron diferentes con respecto a mi denuncia; el primero apuesta por el diálogo, el segundo de plano no cuenta con un lenguaje que le permita articular una idea clara y recurre al insulto. No los conozco físicamente, pero por sus escrituras los conocerás. Me preocupa que para César esto sea un mero divertimento, porque a mí ni su texto ni el asunto por el que discutimos me dan gracia, desde el principio no sé a qué refiere el título “¡A sobarse el lomo, luego la gloria?”, digamos que es por entropía, luego César apunta que mi argumentación primero es confusa, que la información incompleta y, por último, que las conclusiones apresuradas, por lo que incluso afirma que probablemente tengo una intensión distinta a lo que declaro en mi artículo. Aunque me cueste trabajo contestar algo que a mí en particular no me divierte, quiero mantener el diálogo y aclarar algunos puntos. Por eso he leído con detenimiento su argumentación y trataré de dar la información y claridad que solicita Cortés en mi denuncia ― como el de revisar mis fuentes, por ejemplo―, lo cual vale la pena hacer ante el mutismo cómplice de la mafia a la que me he visto en la necesidad de señalar.
Con esto, aclaro a los autores antes mencionados que no me estoy metiendo con su creación literaria, no cuento con sus libros a la mano para estar en posibilidad de esto; además de que no tiene caso abrir una afrenta en el sentido de que les guste o no la forma en que critique literariamente su obra, sino con sus formas de actuar para establecer cotos de poder en torno a la publicación de las mismas. Suena extraño, pero me estoy metiendo con sus personas, no con la literatura. Para que las discusiones lleguen a ser estrictamente de carácter literario, tendrían que superar primero su manera estrecha de entender la relación entre el quehacer cultural y el trabajo comunitario.
César, con respecto a la cuestión de que si el presupuesto asignado para publicaciones del Programa de Apoyo Editorial y Fomento a la Lectura, tuviera que haber sido únicamente para apoyar a escritores de Ecatepec, te respondo que en primera instancia, según los objetivos del Programa, se llevarían a cabo publicaciones y certámenes literarios que despertaran el interés por la literatura entre la población e incentivaran la creación en la localidad. Podrás decir entonces que es una política cultural demasiado localista, sobre todo con el ejemplo extremo que pones; sin embargo, través de los Premios de Literatura en Homenaje a Enrique González Rojo, se abrió la convocatoria a escritores de todo el país, de tal forma que los escritores ecatepenses, en su mayoría jóvenes, se pusieron a la par con sus similares en los diferentes estados de la República. Esto quiere decir que existían canales de participación específicos que en el caso de tu publicación no se cumplieron, aunque se haya impreso tu libro con gasto del municipio, sigo sin encontrar su correspondencia con los objetivos del Programa, porque sencillamente no se siguió el debido procedimiento. Tu ejemplo extremo de “tanto como decir que el Instituto Sinaloense de Cultura no pudiera editar libros de un escritor de Coahuila, por ejemplo, porque no nació en Sinaloa” es muy limitado e inaplicable al igual tu supuesto de que con eso estoy pensando que los jóvenes ecatepenses debieran únicamente leer tan sólo a escritores del municipio. Para nada, incluso si abordamos el caso del Instituto Sinaloense de Cultura encontrarás que se desarrollan programas específicos de becas y apoyos para los creadores locales, esto es, en el marco de una política cultural que va dirigida en primera instancia a la comunidad local, mientras que en fondos regionales se pueden publicar colecciones tan amplias como la narrativa del norte. Así que advierto reduccionismos en tus consideraciones que desvían una demanda central de carácter ético, quizás porque te falta saber más acerca del asunto.
Hace casi un año, en abril de 2009, durante una Feria municipal del libro en Ecatepec, se publicaron y presentaron las obras ganadoras de los primeros lugares de novela, cuento y poesía: “Arraigo Domiciliario” de Óscar Escoffié Padilla; “Números para contar” de Manuel Lino González y “Los Alumbrados” de Manuel Becerra Salazar, de acuerdo con la convocatoria correspondiente y bajo un esquema de coedición estipulado dentro de los objetivos y en el carácter del Programa como Apoyo Editorial, entre el Ayuntamiento ecatepense y las editoriales independientes de corte literario, con lo que salieron a la luz bajo los sellos de Editorial Fictica y Versodestierro, con un costo al municipio de 30 mil pesos por obra y con un tiraje de mil ejemplares cada una. En el caso de la novela, su costó fue de treinta por ciento más porque fueron impresos 1,500 ejemplares. Estas tres publicaciones suman un gasto por $100,000.00 en total. Para ello se realizaron los debidos contratos por coedición, lo que implicó una gestión de casi seis meses, con lo que el proyecto de los Premios se hallaba de nuevo en posibilidad de que se le autorizaran más recursos por $120,000.00 ya presupuestados, con el fin de publicar las obras ganadoras de los segundos y terceros lugares que quedaban pendientes: “Icarianos”, de Stephani Granda Lamadrid (Puebla); “Poemas de la lluvia” de René Morales Hernández (Chiapas); “La ambigüedad del crimen” de Francisco Haghenbeck (Puerto Vallarta) y “Las malas costumbres” de Jordi Alcántara (Ecatepec).
Sin embargo, en ese mismo día en la Feria del Libro, después de la presentación de las obras ganadoras, Nahum Torres Rivera anunció públicamente que a partir de ese momento el Programa de Apoyo Editorial y de Fomento a la Lectura, dejaba de trabajar bajo el esquema de coedición y, por consecuencia, no tendría más relación con las editoriales independientes. Argumentaba sobre todo que las obras ganadoras se tardaron mucho tiempo en salir. De esta forma el Programa perdía su carácter de APOYO y solo quedaría como Programa Editorial y de Fomento a la Lectura “Ecatepec, Ciudad Lectora”, el cual se encargaría por sus propios medios del diseño, corrección de estilo, cuidado de impresión y distribución de las obras restantes por publicar, lo cual implicaba un cambio total de enfoque en la política cultural del Programa y sus inevitables consecuencias, ya que la aventura editorial de Nahum Torres terminó en el desastre y el desperdicio de recursos que eso implicó. La impresión de “La ambigüedad del crimen” salió con tan mala calidad que fue a parar a la basura, así que Haghenbeck al final sólo viajó hasta Ecatepec para constatar la falta de cuidado editorial en la impresión de su libro, en contraste con la calidad y cuidado de los libros publicados bajo el esquema de coedición.
No fue sino hasta que llegaron los libros de Cortés y Sodoma, que Jonathan y yo, promotores de lectura, nos percatamos que Nahum Torres había cambiado de idea con respecto a dejar de publicar con editoriales, pues el primero se publicó con la editorial PuntoData, mientras el segundo bajo el sello de Generación Espontánea. Se habían impreso con la calidad de un proveedor de segunda, que cobraba servicios de todo tipo de impresión de volantes y carteles a una morosa administración municipal a la que al final le cobraban más caro ya que de antemano muchos proveedores sabían que no iban a recuperar su inversión al menos hasta seis meses después y por eso mismo consideraban intereses. En ese entonces, Jonathan y yo recorríamos el municipio yendo a dejar acervo a las Bibliotecas Municipales y entre ellos iban esos libros, para los cuales jamás tuvimos un resquemor, pues en ningún momento pensamos mal de ellos ya que Nahum Torres seguía sosteniendo que iba a publicar también los libros que quedaban pendientes por parte de los Premios y le creímos, aún cuando por esta ambigüedad ya se habían retrasado por completo los tiempos de programación de la siguiente edición del certamen.
Hasta ese momento del asunto, los resultados eran de un libro fallido y dos libros que estaban impresos fuera de la presupuestación autorizada, pero lo que sucedió con la antología satírica de Gonzalo Martré vino a ilustrar lo decadente del asunto. Torres Rivera se había acercado a Martré a ofrecerle sus dádivas literarias. Tal como se había publicado el libro de E.G.R.A “Poeta en la ventana”, le prometió a Martré una antología personal junto con un premio literario y una Biblioteca Pública Municipal que llevaría su nombre, a imagen y semejanza del homenaje a E.G.R.A en Ecatepec, sólo que este partía desde una comunidad cultural en su conjunto, no de una sola persona. El día de la inauguración de la Biblioteca Pública Central de Ecatepec, Nahum Torres había invitado también a Martré, el cual al percatarse de que a su libro le habían suprimido todas las crónicas que servían de antesala para cada cuento, se acercó con Enrique González Rojo a quejarse amargamente por la mala publicación de su libro y no autorizó su distribución. Actualmente Martré sigue buscando editorial que le publique sus últimas dos novelas inéditas tituladas “El día que México ganó el campeonato de fútbol” y “el último libelungo y la valquiria”. Por otra parte, ese mismo día que se inauguró formalmente la Biblioteca Central “Enrique González Rojo Arthur, con la presencia del poeta, asistió también el presidente municipal de Ecatepec. Entonces Estephani Granda Lamadrid aprovechó para recordarle que estaba comprometida la publicación de su obra como ganadora del segundo lugar de poesía, a lo que el presidente se limitó a decir: “vea este asunto con Nahum Torres”. Como Granda Lamadrid, muchos artistas terminaron inconformados con la política cultural real ejercida por las autoridades municipales, ya que Nahum Torres, como otros funcionarios, siguió sosteniendo que se iban a publicar todas las obras premiadas, como dice la convocatoria, antes de terminar la administración en turno; sin embargo la administración terminó con el PRI de nuevo al poder y ni siquiera Torres Rivera, ya sin su chamba, fue para dar la cara y ofrecer al menos disculpas o razones al respecto, no digamos de este caso en particular, sino referente a muchos otros pagos como el que también señalas que como jurado te quedaron a deber, dime tú, César, si puedes responder ¿a dónde crees que se fue ese dinero? Porque tu trabajo seguramente fue justificado ante Tesorería, aunque su remuneración no te haya sido entregada. Así que lo más fácil es esconderse o echarle la culpa a otros por una pésima y corrupta administración. Si en tu argumentación, César, declaras que bien pudiste haber publicado tu libro en otra parte, entonces, quiero que sepas que le quitaste la posibilidad a alguien más de ser publicado con el presupuesto municipal, que no sólo lo merece más sino que era su derecho. Digamos, en el mejor de los casos, que fuiste un inconciente de las consecuencias que tuvieron los acuerdos con Nahum Torres. ¿Estarías dispuesto a resarcir el error? ¿Cuánto fue lo que se gastó el municipio en tu publicación? Sólo te pido que no te vuelvas a salir por la tangente literaria.
Me da gusto saber que a quienes ataco con mi escritura ya leyeron mi denuncia y me los puedo encontrar cualquier día en la calle, sólo que no se la crean tanto que son psiquiatras porque ya me diagnosticaron esquizofrenia. Qué manera tan reaccionaria de tomarse los ataques, ¿no han leído la publicidad de “quien es corrupto señálelo”?, ya deberían leer más seguido aunque sea eso. Todas las voces que escucho son heterónimos que me dicen que hay que denunciar a los corruptos de la literatura, que por cierto están terriblemente cuerdos.
De antemano espero una respuesta más inteligente de su parte.
Saludos.
Discúlpame Javier Gaytán por no haber comprado tu libro, lo rescaté de una jauría en celo aullante, ningún asunto de faldas.