miércoles, 6 de julio de 2011

Fantasma entre los vivos

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Ha pasado el tiempo del exilio
desde que decidimos vivir juntos
en la misma casa, el mismo lecho
dejé por ti el hábito de sembrar la fuga
porque dejaste todo yo solté las amarras
varios kilómetros de desierto
pocas líneas quedaron
como cristales rotos en las costras del verano
inserto en el horizonte
un herraje de engarces pétreos
coagular de retinas que se sangran lo visto
del espejo la bestia que soy y que te ama
aunque lo mío sea el catártico delirio
amar y a mar saben a ti
lo mismo que las lunas abismales
entregadas al vértigo
el tiempo fue un imán de nuestras sombras
la noche en que no pudimos abrazarnos
fastidiados por una discusión irresoluble
¿será la última vez que me destruyas?
Durante el sueño me perdí en una estación
llena de gente, en la terminal donde todos
los miedos bajan mientras la cama tiende trampas
para la madrugada del insomnio
donde deseábamos estar como al principio
los dos sin nada en que caernos muertos
sin nada que perder excepto el extravío
cuando los dos nos encontrábamos desnudos
frente a tardes lluviosas de hoteles de paso
con la distancia nos hicimos esperanzas
de que el paso fuera más perpetuo
de que la arena donde nos revolcábamos
sería la misma con que nos enterrarían
hijos nuestros y nietos de claro semblante
ángeles aún sin nombre
los no nacidos niños
engendrados por la tristeza de tus ojos
de fecundas lágrimas como placentas de agua
que yo podría seguir con mis desvelos marinos
pero la ausencia fue tal que nos arrancó el aire
nos despojó de la piel en carne viva
donde caricias fueron, llagas en las manos.
El mundo puede, desde luego, ser distinto
¿no debí soltar nunca las amarras?
Me he quedado fantasma entre los vivos
un atisbo en la conciencia de mi ira.
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Arturo Alvar
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