Lo que dejó el año de Hidalgo, sin remedios
Este domingo que, bajo el signo del abstencionismo, se llevaron a cabo las votaciones para la elección por la gubernatura en el Estado de México, una de las entidades más pobladas del país, pienso en las graves consecuencias que para el sector cultural tendrá que el “Partido de la Revolución Institucionalizada” continúe en el gobierno, más con los antecedentes que tiene el gobernador entrante como presidente municipal de Ecatepec.
La colindancia del Estado de México con el Distrito federal, como se sabe, ha conformando en las últimas tres décadas una zona metropolitana que actualmente supera a la población que vive dentro de la capital. En municipios como Naucalpan, Tlalnepantla, Ecatepec y Nezahualcóyotl se concentran más de 12 millones de habitantes, con lo que el Estado de México se ha vuelto el más importante bastión electoral para el PRI.
El Distrito Federal, elevado al grado de entidad federativa, ha podido ser gobernado por más de dos décadas por un partido de oposición con tendencias de izquierda, como lo es el PRD, como consecuencia del movimiento ciudadano. Se esperaba que sucediera una tendencia similar en el Estado de México, como parte de un proceso de ciudadanización propio de una democracia en ascenso. Sin embargo, esto no sucedió así, sino todo lo contrario, el PRI en la entidad no sólo ha mantenido sino que ha acrecentado su estructura política clientelar, a tal punto la hegemonía de este partido, la del grupo Atlacomulco, impulsa al actual gobernador de esta entidad para la candidatura presidencial del año siguiente.
En términos de calidad de vida, las políticas clientelares del PRI en el Estado de México han acentuado de manera más visible las contradicciones respecto a lo que significa tener residencia en el Edomex o en el Distrito Federal, pues mientras muchos mexiquenses se trasladan todos los días a laborar a la capital del país, esto no viene acompañado de mejoras en educación, salud, vivienda, empleo, seguridad; mientras que el Distrito Federal, una de las ciudades menos inseguras del país, sigue absorbiendo la demanda laboral de una entidad que por sí misma podría salir adelante en términos económicos.
La realidad arremete contra todo supuesto: las votaciones se realizaron tras el desbordamiento del Río de los Remedios, el canal de aguas negras que atraviesa Ecatepec y Neza. Esto sucede con cada vez mayor frecuencia, más aún en contingencias climáticas, pero esta última ocasión inundó más de treinta colonias, con miles de personas damnificadas. Este tipo contingencias sólo dejan ver el abandono sistemático y la falta de infraestructura para garantizar la seguridad de los habitantes mexiquenses.
El corporativismo priísta insiste en mantener una lógica donde los ciudadanos son mera clientela, donde los votos se compran a cambio de despensas y materiales de construcción, con recursos que ellos mismos han usufructuado y dilapidado del presupuesto público. Incluso han cometido, el día previo a la elección, la infamia de aprovechar la tragedia del desbordamiento de mierda, que ellos mismos han propiciado, para condicionar el voto a los afectados. Sin duda, es conveniente para el PRI en el Edomex frenar el advenimiento de la democracia , marcada por un abstencionismo que la hace obsoleta, lo cual se refleja en el alto costo de la elección, de más de 3 mil millones de pesos, siendo la entidad que más cuesta a la “democracia”, mexicana.
No puedo evitar pensar en lo que se hubiera podido hacer con ese dinero en educación, infraestructura hidráulica y cultural para la entidad; pero el acarreo y el condicionamiento del voto mediante la pobreza y la ignorancia, es lo único que saben hacer estos señores. La ausencia en propuestas a la cultura, es un síntoma de que los mexiquenses no participan. Hace un par de días escuché en un video subido a internet, no sin azoro, justificaciones de personas que siguen votando por el PRI porque sus abuelos así les enseñaron, aunque ellos sigan instalados en el mismo rezago que sus padres; a personas que admitieron asistir a los mítines sin saber ni cómo se llama el candidato, a cambio por una torta y que se quejaron porque sólo les dieron un refresco; a los burócratas que sólo esperan obtener un puesto mayor en el gobierno; o los que terminan pegando en su casa una manta a favor del candidato que les ha quitado hasta el empleo y los hace nadar entre aguas negras. En fin, pienso en cuánta ignorancia se incuba en todo esto, pero ¿cómo puede acabarse este círculo vicioso? Mis temores se corroboran este día domingo, cuando los resultados preliminares anuncian que Eruviel Ávila resultó ganador en los comicios mexiquenses.
No se pudo detener a la maquinaria priísta y no puedo ver más que implicaciones devastadoras. Ahora se dimensiona el tamaño de los errores cometidos por la militancia perredista en Ecatepec que en su momento tuvieron la oportunidad de ejercer el buen gobierno, pero que de manera arrogante hicieron a un lado los intereses públicos por sus intereses particulares. Se marearon con sólo subirse a un ladrillo y perdieron. Era importante que la izquierda partidista no terminara por caer en la lógica del corto plazo, herencia priísta por antonomasia, donde el último año es el de Hidalgo: “chingue a su madre el que deje algo”.
Mi experiencia cultural en Ecatepec
Llegué a Ecatepec a trabajar en el 2006 en el gobierno municipal de Gutiérrez Cureño, candidato que tenía fama de borracho y mujeriego, lo que no fue la excepción como presidente. Un tipo sin mayor perspectiva que la de llegar, casi por accidente, a ganar la elección local debido al “Efecto Peje”, es decir, por lo comicios donde López Obrador contendió por la presidencia y que aunque no la ganó, esto tuvo efectos en la conquista de localidades importantes como Ecatepec, a favor del PRD.
Es en esa coyuntura donde aparecieron los diversos colectivos, artistas y promotores culturales del municipio. Hubo mucha expectativa por el impulso que supuestamente daría el gobierno municipal a las políticas culturales para Ecatepec. Aunque yo era un extranjero venido de la hermana república de Azcapotzalco, me involucré de inmediato con la gente del municipio que estaba impulsando proyectos, aunque el tema que dominaba entonces en mí fuera más bien solitario: las bibliotecas, los libros, el fomento a la lectura, es decir, expresiones de mi pasión por la literatura. El cabildo municipal entrante aprobó y autorizó un presupuesto inicial para que en principio se rehabilitaran todas las bibliotecas. Me fui a radicar por un tiempo a San Cristóbal, la cabecera municipal en las faldas del Ehécatl. Ahí no sólo me involucré con el trabajo propio de las bibliotecas, lo que de por sí me abrió una perspectiva más amplia sobre la realidad de ese municipio y de sus carencias, sino que conocí y llegué a formar parte de un colectivo cultural. Luego de que el presidente municipal creara la dirección de cultura, miembros de “Los de apie”, artistas plásticos en su mayoría, entraron a trabajar como promotores culturales del municipio, a la par que sus integrantes continuaron con la intensión de conformar proyectos independientes y apuntando a la autogestión.
En el primer recorrido que hice por el municipio, conocí a un bibliotecario, el más gallo de todos, que había trabajado antes en la Tesorería municipal y que por unos negocios a espaldas de su jefe fue castigado en administraciones pasadas, confinándolo a una biblioteca, pues para muchos bibliotecarios su trabajo es un castigo. Me platicó que había sido chofer de un secretario de estado y que, en sus mejores tiempos, se encargaba de llevarle las maletas llenas de dinero. “Puedes tener buenas ideas, pero así son las cosas aquí. Lo mejor que puedes hacer, ahorita que tienes trabajo, es sindicalizarte. Yo conozco al Cachorro, si quieres te lo presento”. Le dije que no era mi intensión pertenecer al sindicato ni quedarme para siempre en ese municipio, pero sólo con el paso del tiempo los bibliotecarios entendieron que su labor para mí era fundamental y no una mera simulación, pues hasta ese momento no se hacía nada por las bibliotecas municipales y aún menos por sus trabajadores.
Llegué a deprimirme cuando vi las condiciones deplorables de las pocas bibliotecas del municipio. En la más importante de ellas, por su impacto en el número de usuarios, instalada en Ciudad Azteca, los sanitarios estaban atrofiados, los pasillos en penumbras, equipos de cómputo inservibles y saqueados. La bibliotecaria, desesperada, lo primero que solicitó fue material de limpieza. No me creyó cuando, en días posteriores, le dije que íbamos a rehabilitar su biblioteca. “Nunca te van a hacer caso”, respondió. En eso se empezó a salir el agua por los escusados del baño. Rápidamente un policía de planta, habilitado con trapos y cubeta, hizo lo posible porque el agua no llegara a una columna de libros apilados junto a un estante. En un salón de la biblioteca, que ante había sido banco, estaban muchos más libros amontonados, donados por los vecinos. ¿Por qué no se distribuye este acervo a otras bibliotecas? No había quién lo hiciera. Revisando el material, encontré los “Cantos” completos de Ezra Pond y pensé que al menos esa era una señal de que valía la pena intentar un cambio.
No sabía a lo que me estaba enfrentando. Esa biblioteca, “Tlacaélel”, en principio, no contaba con escrituras propiedad municipal, requisito para obtener recursos federales del Conaculta, así que habría que regularizarla como todas las otras. Además, estaba instalada junto a un mercado donde vendedores ambulante ocupaban parte de la entrada para ejercer el comercio informal cada que podían y pedían porque fuera reubicada. Al parecer nadie quería una biblioteca ahí, pero eso contradecía las donaciones de la gente. Así que decidimos continuar con el proyecto.
Fueron muchas las adversidades además de lidiar con ambulantes, pero en este caso como en otras bibliotecas del municipio, logramos rehabilitarlas y crear otras más, precisamente con muchos de los libros que fueron donados o que compramos con editoriales independientes, como nunca se había hecho; dignificando estos espacios junto con el apoyo de vecinos, maestros, lectores y promotores culturales. Con los bibliotecarios hice un viaje al congreso nacional de bibliotecas que se realizó en Chiapas. Pocos habían salido del estado, ninguno había viajado por parte del trabajo; incluso para una pareja de bibliotecarios fue hasta como su luna de miel. Me parece que experiencias como ésta deben ser tomadas en cuenta para lograr un cambio fundamental de perspectiva en los gobiernos locales para implementar una política cultural de alcances tangibles y perdurables.
En 2007, con el colectivo “Los de a pie” realizamos el Segundo Encuentro Nacional de Artistas Jóvenes Independientes, con sede en Ecatepec (el primero fue en Iztapalapa), en las instalaciones de un teatro al aire libre, ubicado también en las faldas del cerro del Ehécatl. Recuerdo que ese espacio estaba hasta ese momento tomado por la Dirección Municipal de Seguridad Pública como deshuesadero de patrullas. No sé cómo pudimos pero en la antesala del encuentro, a finales de 2007, logramos que desalojaran toda esa chatarra. Como petición directa, después del Encuentro el presidente municipal otorgó ese espacio a la Escuela de Bellas Artes del municipio, la cual tenía sólo dos salones prestados por una Normal de Maestros local. También en ese entonces logramos que el gobierno municipal cediera un espacio para albergar nuestro proyecto colectivo, que consistía en una cafetería cultural donde se presentarían eventos artísticos y culturales que le darían vida al corazón de Ecatepec. El kiosko cultural “El Semillero” fue un proyecto digno con las expectativas que nos habíamos trazado para dar un auge cultural al municipio.
Recuerdo que cuando revisé los expedientes que había sobre las bibliotecas municipales, analicé sus antecedentes, cada espacio en donde vecinos habían solicitado al gobierno la construcción de una biblioteca, me di cuenta de que el rezago era de casi dos décadas, donde las autoridades no habían atendido ninguna solicitud. Cuando Eruviel Ávila aparecía como destinatario del oficio donde se solicitaba una biblioteca en Ampliación Tulpetlac, por ejemplo, hace 15 años, nunca dio contestación a las peticiones que en vano esperaron ser atendidas, mientras este oscuro personaje fue ascendiendo de puesto y posición: de secretario municipal a presidente municipal, de presidente municipal a diputado federal, de diputado otra vez a presidente municipal y así, ahora será el gobernador del Estado de México, aunque nunca concluyó un sólo periodo completo de gestión local.
El virtual abandono de la cultura
Durante mi estancia en Ecatepec, durante 3 años, me di cuenta del uso político al más puro estilo priísta, inserto en la estructura de los gobiernos locales, así como del abandono e incluso del desdeño total por la cultura, pero lo que no me cabe ahora en la cabeza es pensar en el cinismo con que Eruviel Ávila regresó a la presidencia municipal, usando el puesto de trampolín para su candidatura gubernamental, donde antes de oficializar su lanzamiento por parte del PRI, anunció la creación de “bibliotecas virtuales” como estrategia electorera.
En 2008, con presupuesto de 2.6 millones de pesos, gestionado ante el Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados (PAICE) de Conaculta, se aprobó un proyecto para la construcción de una biblioteca pública en una zona desprovista por completo de infraestructura cultural, en una colonia por demás marginal, llamada El Salado, con un terreno amplio y contiguo a una escuela primaria, la Rufino Tamayo, donde al siguiente año comenzó el levantamiento de un inmueble ex profeso para biblioteca, como había sido la solicitud de los vecinos durante más de 15 años sin obtener respuesta.
Recuerdo que al principio la construcción empezó con la nivelación del terreno con la Avenida Central, así que un día sobre el terreno apareció un montículo de arena, dejado por la constructora, donde unos niños jugaban aventándose piedras. Pensé en lo que harían esos niños cuando la biblioteca estuviera funcionando, si acaso ese pequeño acontecimiento pudiera cambiarles un poco la vida. Sobre todo porque los más jóvenes de esa colonia, quizá los hermanos mayores de esos niños salvajes que vi aquella tarde, se dedicaban a asaltar a los pasajeros del transporte público.
La biblioteca se terminó de construir en 2009, a finales de la gestión perredista. Al ser un proyecto conjunto con Conaculta y el municipio, su destino como biblioteca estaba considerado en el presupuesto federal, por lo que debía incorporarse a la Red Nacional de Bibliotecas, con acervo, mobiliario y un número específico proporcionado por la Dirección General de Bibliotecas, teniendo el municipio que sesionar en Cabildo un acuerdo entre ambas instancias, lo cual era estafeta para la siguiente administración. Pero Eruviel Ávila lo primero que hizo no fue sesionar este punto en Cabildo, sino mandó pintar el inmueble de los colores que usurpa su partido a la bandera nacional. Eso fue lo de menos. Luego la policía municipal lo usó por un tiempo como base para realizar operativos en el transporte público (seguramente por los chavos asalta camiones) y finalmente, frente a la insistencia de un vecino de que se continuara con el proyecto inicial de crear una biblioteca, puesto que una vez construido ese inmueble lo que seguía era su equipamiento, fue que Eruviel Ávila, a pesar de que ya se tenían asegurados los libros y el mobiliario asignado por Conaculta para tal fin, anunció la creación de una más de sus “bibliotecas virtuales”.
No entendí de qué se trataba el asunto, así que acudí a la Biblioteca Central Enrique González Rojo Arthur, ubicada en el Fraccionamiento Las Américas, ahí me enteré que el inmueble de El Salado aún no estaba incorporado a la Red y que en el recinto recién construido se había hecho un convenio con un privado para brindar servicios informáticos. No estaba en manos de ningún bibliotecario el inmueble y tampoco estaba la gestión en manos de la coordinación de bibliotecas y fomento a la lectura. Todo se manejaba desde la secretaría del ayuntamiento, desde la presidencia. Hasta ahí pude llegar con mi incipiente investigación, porque obviamente la información no me la iban a dar y menos cuando fui trabajador de la administración pasada.
Poco tiempo después, como dije, en las vísperas de su candidatura oficial a la gubernatura por el Estado de México, Eruviel Ávila anunció que instalaría más bibliotecas virtuales “del Bicentenario”, pero ahora salía con la noticia de que las haría en armatostes de aviones inservibles, estacionados en los hangares del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Se le ocurrió comprarlos al Sistema de Administración y Enajenación de Bienes, cuando pudo bien haber prescindido de ese gasto al solicitar la donación de las varias toneladas de esa chatarra, que le costó al municipio 478 mil pesos. Televisa y T.V Azteca, eso sí, dieron total cobertura al traslado de los aviones mediante grúas y un operativo vial, donde al menos el municipio gastó otro millón, recursos que se hubiera podido invertir para la construcción de una biblioteca con infraestructura acorde y según las recomendaciones de la UNESCO para la existencia de una biblioteca pública por cada 50,000 habitantes (cuando en Ecatepec existe una por cada 250,000). Pero los tiempos de Eruviel, que eran los electorales, lo apremiaron al derroche irresponsable.
Mientras el PRI festeja su “incuestionable” victoria en tres estados de la República, incluyendo el Estado de México, el inmueble de El Salado sigue sin incorporarse a la Red Nacional de Bibliotecas Públicas. Los niños no pueden llevarse sus libros a domicilio porque ni siquiera hay libros y si están enterados tienen que cruzar la Avenida Central, adentrarse en el Fraccionamiento Las Américas, para llegar a la biblioteca más cercana que es la “Enrique González Rojo Arthur”, la cual existe porque se le exigió a la constructora ARA que esta biblioteca fuera parte del equipamiento urbano más urgente en esta comunidad. Ellos festejan mientras los vecinos de las colonias afectadas por el desbordamiento de aguas negras, piden que el gobierno los visite al menos para reconocer el recuento de los daños. Todo esto sucede mientras en el país alcanzamos más de 40 mil muertos desde que Calderón emprendió su genocidio. El Kiosko Cultural “El Semillero” sigue cerrado, ante la negativa del gobierno municipal de Ecatepec para ceder un ápice de espacio para la expresión artística a los jóvenes de este municipio, menos para alentar políticas culturales a favor de ellos. Este país se cae a pedazos, pero seguramente alguien, en algún rincón de una biblioteca inundada, rescata de entre las aguas a Ezra Pound y lee que Ulises regresará “a través del rencoroso Neptuno, por oscuros mares, perdiendo todos sus hombres”.