Lo he dicho antes, para mí no hay nada más poético que ver en un ring callejero a dos poetas dándose en su madre. Aunque digan que las peleas entre los poetas te dejan sin alma, creo que sobre el ring lo que se disputa no sólo es con la poética del contrincante, sino con uno mismo.
Eso es lo que se quiere documentar por parte del colectivo El punto, que pretende trabajar junto con los organizadores del Torneo de Poesía “Adversario en el Cuadrilátero” en la edición (independiente) de este año. Veremos qué pasa más adelante.
En estos tiempos de ignominia, la voz se hace necesaria. Vamos invitando a los contrincantes futuros del Torneo de Poesía a que comiencen a entrenarse, en voz alta, confrontándose así mismos
y ante la realidad imperante. El ring como la zona de reconocimiento del conflicto, ahora cuando este país se ha vuelto una “dimensión desconocida”, como retrata a México de hoy el periodista Sergio González Rodríguez en su libro “Huesos en el desierto”.
Frente a la diversas opiniones, creo que la declaración del abandono de la poesía por parte de Javier Sicilia, a raíz del asesinato de su hijo, no debe ser reducido a la idea de que un poeta se ha vuelto activista, sino más una cuestión de dignidad, que cabe señalar que es un valor cristiano que profesa el poeta, lo que lo engarza con una tradición canónica. No debe verse tanto desde una óptica política como de voz moral, que desde luego Javier representa en estos momentos para muchos mexicanos y que tiene consecuencias en el ámbito social. Pienso que Javier Sicilia no ha abandonado la voz en cuanto a la dignidad de denunciar los crímenes cometidos, pidiendo por una movilización nacional para detener esta barbarie, pero en el ámbito de la creación, ha decidido el recogimiento personal, en el dolor de un hombre que ahora es el de muchos.
Porque como dice León Felipe, más que la felicidad, el dolor nos hace más cercanos, nos humaniza, nos hermana con el otro. El poeta ahora pide por una caminata de silencio, nos convoca para que el día de llegada al corazón de la ciudad de México, del silencio puedan salir propuestas más sabias. Al respecto, la propuesta que hace Eusebio Ruvalcaba de publicar una antología de poesía en solidaridad con Javier Sicilia, tiene ese carácter de hermandad que no importando grupo o coto literario, invita para que los poetas publiquen un poema donde “se pueda respirar…acaso el amor”, lo que es por demás loable.
Hablando acerca de las creencias y de la creación poética, desde que la modernidad sentó a su proyecto llamado “progreso” en las rodillas y lo encontró amargo y lo injurió, sin duda hay una secularización de la poesía, sin embargo la tradición de la poesía mexicana da cuenta de una continuidad respecto al tema de dios, tanto de forma como de fondo. Desde la óptica canónica, no puedo evitar entender esta “declaración de abandono” de la poesía por parte de Sicilia en este sentido, se develan otras posturas como el antiteísmo de Enrique González Rojos Arthur, incluso dentro del mismo catolicismo como deja constancia la obra y la actitud revolucionaria del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal o la confrontación con Dios que vivió constantemente la poeta sinaloense Norma Bazúa (1928-2011).
La poesía se hace necesaria cuando parece más inútil, porque aunque nada le alivie a este hombre llamado Javier Sicilia el dolor por la pérdida de su hijo, ahora tiene la dignidad de los que claman por justicia, como se ha señalado en el Semanario Deportivo de Poesía, de los que buscan poetizar la vida y socializar la poesía, porque la poesía se hace imprescindible para la perduración de la voz y la memoria de todos nuestros caídos, hijas e hijos (que nunca regresaron a casa), lo que no tiene nombre como le ocurrió al maestro Sicilia.
Si las autoridades no han respondido ante la demanda de frenar los crímenes cometidos a diario (como efectivamente ocurre) en este país (el nuestro, México), entonces es legítimo exigir cada día más su renuncia, incluso como parte del pacto nacional, para que se vaya sin más derramamiento absurdo de sangre. Tenemos derecho a esta clara petición de que el presidente dimita y resulta por demás urgente ante esta “emergencia nacional”. Vamos a hacerlo efectivo, al menos como pauta de protesta, como ocurriría en verdaderos regímenes democráticos.
Esta columna épica recomienda además conseguir dos poemarios: “Aprender la muerte” de Norma Bazúa y “Los rumores de la guadaña” de Enrique González Rojo, son dos libros trascendentes de la poesía mexicana actual, logrados por este par de octogenarios que han estado dispuesto a alzar la voz y dedicar toda una vida a la poesía, en su lectura se confrontarán poéticas en el tema de dios como parte del canon literario.
Norma Bazúa fue también jurado del Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero en 2008, donde en noviembre, durante el Tercer Encuentro Nacional de Artistas Jóvenes Independientes, participé durante una contienda en cuartos de final. Ella dio un voto a favor mío y dos en mi contra frente a Guillermo Rojo Córdova, a quien por cierto saludé en la pasada, durante la marcha en protesta por la muerte de Juan Francisco Sicilia. Me dijo Norma después que a mis poemas les había faltado más contundencia y que el manejo rítmico de Guillermo era bastante más llamativo. Le tuve un aprecio sincero, fraterno.
La última vez que la vi fue apenas, durante la mesa de lecturas del homenaje a Max Rojas, donde le dediqué un poema que habla sobre el mar que todos llevamos dentro. En el Teatro del Pueblo leímos en diferentes mesas. Me despedí de ella mientras comenzaba el son cubano. Ahora, como dice Norma, “en todas la playas estará Dios”, que la perdonará de haber sido no otra cosa sino poeta. “Ya estás de parte de los astros”, se lo dije frente a su “ataúd de arena” cuando ya su corazón enorme estaba detenido.
Su obra constituye una isla que será descubierta por el naufragio de los que la lean y se entreguen al mar de su poesía. Nuestra excepción es Norma, poeta cuyo nombre designaba su otredad, ahora se ha ido con baile y música, una heterodoxa que nunca pudo ni quiso callarse las palabras.
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