miércoles, 13 de abril de 2011

Poesía y rabia


Por Eusebio Ruvalcaba


La muerte de Juan Francisco Sicilia Ortega me abatió por completo; pero es una muerte entre tantas otras. Entre las de cientos, seguramente miles de jóvenes que son asesinados por el narcotráfico en este país de pánico que se ha vuelto México.

Lo primero que me pregunté fue por qué precisamente el crimen perpetrado en la persona del hijo de Javier Sicilia me había perturbado tanto, y creo que la única respuesta es porque Javier Sicilia es poeta. A cualquier hombre lo destroza la muerte de su hijo, llámese abogado, empresario, deportista, cirujano, mecánico o albañil. Lo que sea. Y conste que no me estoy refiriendo a un crimen con lujo de saña, violencia y tortura, sino a una muerte natural. Ahora bien, que se cometa un crimen terrible es impensado; pero acontece. Y que el padre de esa víctima ─en este caso veinteañera, veintitrés, veinticuatro años─ sea poeta, esto es, un hombre sensible, de suyo dueño de un corazón enorme, que anda por el mundo como aquellos trovadores medievales tratando de confortar a los hombres con los que se topa, cuando esto sucede, entonces el ánimo se crispa y termina por decapitarse. Por caer al suelo como caen tantas cabezas que finalmente son guardadas en una bolsa negra y arrojadas a la basura o dejadas en la cajuela de un automóvil. En fin, ¿cómo ha de estar ese hombre?, se pregunta uno. ¿Por qué le ocurrió esto a él?, ¿por qué a un hombre de letras que, encima, como todo hombre de letras, es dueño de una imaginación desbocada, y que esa imaginación es justo ahora su mayor tortura?, ¿qué diablos está sucediendo para que esto acaezca?

Pero estas son preguntas sin respuesta alguna. Porque a Juan Francisco no lo masacraron por ser hijo de un poeta; lo mataron porque esos denominados hombres habrían de saciar su sed de sangre y maldad, de bestialidad y horror. ¿Y por eso estoy escribiendo estas líneas?, no, por otra razón.

Porque en una de sus últimas intervenciones ante los medios ─intervenciones ante los medios, esto no me gusta nada, no estamos hablando de un personaje mediático, pero así se han dado las cosas; la maquinaria mediática se traga todo─, Javier Sicilia se despidió de la poesía. De pronto apareció su fotografía y lo que él llama su último poema. Cuyos cuatro últimos versos dicen: “El mundo ya no es digno de la palabra,/ es mi último poema,/ no puedo escribir más poesía…/ La poesía ya no existe en mí”.

¿Qué puede obligar a un hombre a dejar de escribir poesía? No lo sé. Creo que es el principio de la ignominia, la culminación de un tramo de vida atroz, despiadado, sin clemencia alguna. Si se lee a Shakespeare, a Dostoievski, a Homero, los hombres sufren castigos brutales, a veces injustamente, a veces con justicia, pero a nadie se le ocurriría castigar a un poeta impidiéndole escribir poesía de ahí en adelante.

Que Javier Sicilia decida no escribir es una decisión absolutamente respetable. Pero no podemos perder de vista por qué lo hizo. ¿A qué nos están orillando estos señores? No es posible pasar por alto esta decisión del poeta. Un hombre, por lo demás, que a sus lectores siempre nos había puesto la fe por delante. Que nos había dicho que la vida es un montón de esperanza. Insisto en que es una decisión que yo respeto, pero estas líneas tienen otro cometido: la reflexión y la solidaridad.

¿Cómo aliviar el corazón de un hombre? Creo que abrazándolo. ¿Cómo empaparse de sus lágrimas? Creo que llorando. ¿Cómo hacer nuestro su dolor, su tristeza infinita? Creo que escribiendo, escribiéndole.

Siempre descubro en la música el interlocutor en quien puedo depositar mi tristeza, congoja, desazón, inclemencia. Pero creo que Javier necesita otra cosa, necesita lo suyo: la palabra. Y, se me ocurrió, qué mejor que una antología de poesía en la que él encuentre la voz amiga, la voz solidaria. No creo que se pueda hacer más. Esta antología llevaría el nombre de Poemas para un poeta que dejó de escribir poesía. Y ya cuenta con editor. Se lo pedí a Víctor Roura y accedió de inmediato. El libro se publicará en la colección Los Cuadernos del Financiero, 80 páginas de manos estrechando la mano de Javier Sicilia.

Pues desde aquí convoco a los poetas, no me importa de dónde sean, a qué grupo pertenezcan, dónde publiquen, los convoco a que me hagan llegar un poema (máxime de dos páginas), inédito, en el que se respire la paz, la solidaridad, la comprensión, la clemencia. Acaso un poco de amor. No habrá pago alguno, ni siquiera es necesario que acompañen el poema de su cv. Sólo su nombre y el poema. Nada más.


Días de ignominia

Por Arturo Alvar

Ya no estará tu voz en mausoleos
de las columnas bajó la sangre
descendimos al desierto más amplio
del silencio.

Fueron las ermitas de tu sueño
un aposento
para la palabra
una cruz
que cargas estos días como a un hijo

tuviste fe en la inspiración
tanto como en los amaneceres.

Ahora resuenan las palabras
de una despedida
que sólo puede honrar la voz
desde la complicidad con tu duelo.

Ante tanto dolor
el único crimen
parece que fue haber creído en Dios.

Sin embargo
cuando un poema parece más inútil
se vuelve necesario.

.

No hay comentarios: