lunes, 18 de enero de 2010

Odysseas Elytis: una escritura hecha con algas de Sol


No había escrito nada sobre este poeta emblemático, griego nacido en Heraklion, Creta, en 1911, que renovó la lengua griega y atravezó por los mares de una Odisea moderna. En su nombre Οδυσσέας Ελύτης, se cifraba un destino, sólo trazado por Cafavis (1863-1933) hasta entonces: despojar a la poesía- y con ella a la lengua griega entera- del atavismo reforzado por diferentes periodos de Estados autoritarios, con la imposición de una lengua oficial,el καθαρεύουσα, donde el precepto académico y el diccionario de Occidente se pretendían imponer sobre una lengua viva, lo que incluso se poltizaba a tal punto que la arrojaba a un estado de inferioridad. Habría que llegar entonces a la otra orilla, escribió Odysseas en un ensayo titulado "Antes que nada la poesía": ser creadores de otra arquitectura.

El poeta en su adolescencia se vuelca a un ejercicio de constante e intransigente heterodoxia, por ello es que escribe en el ensayo antes mencionado, que no reniega de sus textos de juventud. Si era necesario, habría inclusive qué desentonar, antes de quedar como amputados de la realidad. Es en esa juventud donde un Sol le concede a Elytis el florecimiento de las muchachas y el semblante de hombres valientes, quienes buscaban liberarse del yugo autoritario: el atavismo destruido para un Sol renovado. Sin embargo, se impone la tragedia y llega el día en que su afrenta contra el mar le muestra un Sol que ya no parece iluminar los perfiles de los efebos.

Aparece entonces la muerte. A pesar de los intentos por instaurar la república, el país entra nuevamente en un periodo dictatorial, al mando del general fascista Metaxas. Al comienzo de la Segunda Guerra mundial, aunque Grecia se había declarado neutral, frente a la invasión de los fascistas italianos en 1941, adoptó posición con los Aliados y el pueblo salió a defenderse. Es cuando Elytis entra a pelear en Albania, los fascistas italianos retroceden y esto hace que se dilaten los planes de Hitler para invadir a los rusos antes del invierno.

El Sol se perfilaba sobre el semblante del poeta cuando ve a miles de jóvenes griegos combatir sin temor. Sin embargo, los nazis no tardaron en bombardear Atenas y ocupar Grecia. Esto sorprende a Elytis en la convalescencia, pues cae enfermo de tifus, junto con la noticia de la muerte de un buen amigo en el frente albanés. En el hospital compone las primeras líneas de su canto heróico y fúnebre, en el que le reprocha al Sol: "¿qué no eras el eterno?". La suerte de su amigo fue la misma que la de muchos otros poetas asesinados en europa por las convulsiones bélicas.

Todo eso pareció un trágico e ineludible destino. Hace apenas unos meses antes de estallar la Segunda Guerra, Elytis y Seferis, ambos poetas de la generación de 1930, habían planeado en Atenas una serie de conferencias sobre el movimiento surrealista, ante una posible visita de Vicente Aleixandre, sin saber que unos meses más tarde tendrían que estar en el frente de batalla; como de la misma forma, sin saberlo, miles de jóvenes latinoamericanos "colocaron su mejilla contra la mejilla de la muerte", sacrificados a veces de forma muy absurda, entre ellos poetas como Roque Dalton.

El poeta autor de “Poemas Clandestinos” fue asesinado por traidores de la talla del ahora consejero de seguridad nacional. Una foto reciente en la portada del periódico, nos muestra al entonces presidente Carlos Salinas con cara de niño psicópata, viendo la AK-47 que le ofrece este antiguo "comandante" de las fuerzas guerrilleras en El Salvador, quien siendo su propio compañero condenó a Roque por su cualidad de bohemio en medio de aquellos seres tan estúpidos y arrogantes, que decían pelear por la Revolución y que ahora muestran ser parte de los gobiernos que siguen justificando la barbarie, como el que secuestró a Honduras, con el golpe de estado por parte de la ultraderecha, o como el actual de Felipe Calderón, que justifica la estrategia militar para acrecentar la inseguridad contra una población civil desarmada en Ciudad Juárez.

Durante las guerras civiles y golpes de estado del siglo XX latinoamericano, como escribe Roberto Bolaño, se fue dando algo similar, aterradoramente parecido, como sentenciaba José Emilio Pacheco hace poco, que esta realidad mexicana se parece, sin desearlo y cada vez más, a la imagen que se tiene de una guerra civil tan atroz como la española, en el siglo pasado, donde se perdieron muchas vidas inútilmente, como la de los poetas Miguel Hernández y Federico García Lorca.

La cólera de Aquiles contra una Troya completamente latina, se cierne sobre nuestra memoria colectiva, que para Borges toma su importancia cultural puesto que, aunque Homero se encontraba relatando el incomprensible encono personal de un rey sobre una ciudad, bajo la despótica voluntad de los dioses, quizá nos contaba, sin saber, algo quizá más digno, que la memoria hace perdurar: la resistencia de Troya, cuyos habitantes se enfrentan al destino de una ciudad en llamas, puesto que el Hades siempre ha sido de este mundo. Elytis ardía con la contemplación de esas llamas, pues nadie quiso ver, excepto él, cómo había entrado la muerte por el casco de su amigo en Albania, al igual que Lorca escribía en su Canto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía: "¡que no quiero verla!" Al referirse a la sangre de su amigo torero, derramada sobre la plaza de Granada. Pero en este infierno, como escribe Nicanor Parra, también puede existir un cielo; Odysseas Elytis lo advierte en la idea de llegar a la "otra orilla", a la bahía en donde ya la voz no conoce "la noche anónima de la muerte", donde los barcos se izan como poemas y el poeta encuentra la luz que había soñado algún día, en distantes coordenadas de su navegación.

Existe un trasfondo en esta historia: el círculo que dibujan los poetas solares. Hay además la persistencia en una tradición, el mutuo desconocimiento entre poetas contemporáneos, por ejemplo, entre Odysseas Elytis y Octavio Paz. Aunque ambos poetas comparten ser ganadores del Nóbel, nunca se reconocen mutuamente, a pesar de que son dos poetas solares. En una lectura comparada, me parece que Paz aprovecha el resplandor de Elytis, que en ocasiones lo va guiando para alcanzar zonas hasta antes oscuras, por desconocidas, para el autor de "Piedra de Sol". Sin embargo, la tradición mexicana pesa y dicta que hay que negar al contemporáneo, aún cuando sea fuente de influencia literaria. De algún modo en su obra, Paz reconoce diálogos como el que mantiene con el filósofo Ortega y Gasset, pero con otros se mantiene al margen. Como si fueran parte de un mito nahua como el del Quinto Sol, recogido bellamente por León Portilla, Octavio Paz, en la punta de un cerro, espera tener el valor para arrojarse a la hoguera, para llegar a ser un Sol en la ciudad de los dioses. Sin embargo, Elytis no necesita ese valor, pues trae un escudo que refleja la luz a la manera de un espejo, un hombre de Creta cuya idea de Ítaca está su alma, en algún momento de su camino entre la luz, los cantos de Safo y el poema de Cavafis, dispuesto a encontrar lo más importante de la mirada sobre las cosas, ser capaz de ver lo extraordinario de un lugar común, el retorno a una poesía de la inocencia, que refulja frente a la mueca cadavérica de Occidente en el ocaso.

"Desde niño le entraron mal las letras del mundo, quería una escritura hecha de algas de sol ¿Quién más la iba a conseguir? Sólo él acató la orden". Elytis escribe sobre sí mismo y de esto aprende que más vale mirar un lugar hace tiempo conocido con los ojos del que apenas llega, que la mirada común hacia un lugar nunca antes visitado. No una relación con el sentido original de las palabras, sino el espíritu que anima a nombrar para llegar a una vibración más profunda. Curiosamente esto mismo lo aborda el propio Paz en uno de sus poemas más críticos de su generación: "No nos faltó entereza, nos faltó humildad, lo que quisimos no lo hicimos con inocencia". En cambio, Elytis ante la visión del poeta impresionado eternamente por los sucesos del mundo, contesta: "Muchos han hablado de la luz, pero añado, ¿nos dijo alguién jamás, en el extenso terreno del pensamiento crítico, qué es la luz? Es más prudente, me parece, partir de una escala más humilde y llegar por analogía a lo sustancial y lo grande". Para Elytis el helenismo es un humanismo, le sigue a Odysseas un Sol en el que la poesía va a fundar constantemente ese ejercicio de "constante heterodoxia", necesario para llegar a ser la lógica de excepción que concibe las reglas que puedan transformar la realidad.

En Oaxaca, a finales del año 2009, miembros de la Asamblea de Artistas Revolucionarios de Oaxaca, nos gestionaron alojamiento en C.A.S.O.T.A, un proyecto autogestivo de espacio en apoyo del movimiento popular oaxaqueño. En este lugar también se encontraban dos jóvenes griegos, Sergio y Kostas, que luego partieron rumbo a Chiapas. Cuando le dije a Kostas que quería conocer Creta, se sorprendió pues él es cretense y aún más cuando le dije que quería ver la isla donde había nacido Odysseas Elytis. Sergio luego recordó una frase de Cavafis "Conserva en tu alma la idea de Ítaca" y de pronto mediante la palabra, compartí con aquellos griegos algo hasta entonces poco expresado por mí ante otros amigos sobre la poesía. También se lamentaron que la mayoría de los griegos desconozca quiénes son ambos poetas. Yo quería escuchar los versos del poema en griego Ítaca, de Cavafis, pero acabé contándoles que había conocido, cerca de Tulum, Quintana Roo, a una chica de Málaga, una mediterránea que más bien parecía venir de la isla de Lesbos, coronada por Talas, el triste amor, igual que a Safo. Lo curioso es que ella tenía un tatuaje, en uno de sus codos, con un fragmento escrito en griego. Cuando le pregunté qué decían esos signos como algas de sol, recitó unos fragmentos de "Ítaca”. Nadie hasta ese momento de su viaje por México había acertado a mencionar a Constantino Cafavis como el autor de este poema tatuado en griego. La complicidad, en ambos momentos, me hizo verlos como unos amigos bastante literarios, de algún modo la vida me llevaba a la poesía y viceversa, parafraseando a Elytis sobre el cielo y el infierno, los materiales con los que está hecha la vida son los mismos del que dispone el poeta para escribir, aunque si la realidad nos bastara con eso, no tendríamos por qué imaginar que este infierno puede, en un momento dado, llegar a ser un paraíso, si es que en verdad tenemos un don sobre la tierra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Arturo:

Sólo puedo aludir a algunos aspectos de lo que tu señalas del poeta. La comparación con Paz es cierta y no lo es. Es un poeta solar, pero como tú indicas, es alguien que prefiere aludir a la luz, más por analogía y por modestia, que por alguna clase de identificación: sabe que el sol, antes que dejarnos "ver", nos enceguece; tal vez en un sentido semejante a como el héroe griego, si no mal entiendo, sólo puede ver a la Gorgona en el reflejo de su escudo (su voz), para no convertirse en piedra. Además, a diferencia del poeta mexicano (y de Cortázar), él no cree en la "otredad", sino en sí mismo: "Del otro lado soy el mismo". En todo caso, piensa en el trabajo del poeta, más que como en una tarea de "iluminación", es de transformación: "¡Campesinos del azul infinito!", " Como la espiga transforma su sabiduría en pan, así el poeta en su insensatez en amargo mercurio, pero de amor."

En todo caso, del otro lado ve a los otros, más que a él mismo. En eso, se refugia en la misión esencial del poeta: ser la voz de los otros, de los que escuchan, y el se escucha a sí mismo entre los otros. Saludos,

CGC