domingo, 31 de enero de 2010

La poesía cívica de Gonzalo Millán

Recuerdo que leí por vez primera al chileno Gonzalo Millán en noviembre de 2005, un año antes de su muerte. Para Roberto Bolaño, en Millán encontramos una auténtica “poesía civil frente a la poesía sacerdotal”, que no busca la consagración sino la insurgencia; que se contiene en la respiración hasta que es inminente el grito de inconformidad ante lo Irreparable. Las imágenes fatídicas del poema "La Ciudad", van en retroceso, como si fueran inercias retrógradas de la realidad, mientras que las fuerzas revolucionarias van siempre hacia delante, hasta llegar a un Salvador Allende que dispara. El poema constituye en sí mismo una épica de la dignidad humana, en donde se suceden vertiginosamente las imágenes como un cinematógrafo que pudiera recomponer las cosas para reivindicar la esperanza de los pueblos latinoamericanos.

Es curioso observar que una versión del poema, publicada en la red por "I Poeti Nomadi" (revista polidiomática de Arte y Cultura), cerraba con el verso "Renace Neruda", del cual Millán fue un lector devoto; pero en otra versión, leída por el propio Millán -en un video difundido a través de la red-, los últimos versos constituyen un homenaje a la lucha obrera, al movimiento social que se había gestado en torno al ideal de la Revolución como un cambio de paradigma político, el cual, así hace sentir Millán, debe ser provocado por la voluntad libertaria del ser humano. Son los obreros quienes "desfilan cantando / ¡Venceremos!", como una sola voz detenida en el principio del tiempo, pero palpitante.

Omisión de la revista electrónica o no, el lector atestigua el proceso creativo de una obra donde el escritor va tomando lo más relevante, pues en una tercera versión, que de momento parece una broma que se hace el propio Millán, ¡aparece la próstata de Neruda!, quien murió en 1973, el mismo año del golpe de Estado y en el que Gonzalo Millán partió al exilio rumbo a México, aunque no pudo entrar a nuestro país. Ciertamente, Pablo Neruda falleció por un malestar crónico en la próstata, que en esta última versión del poema milagrosamente vuelve sanar.

En cambio, otros lectores fervorosos del autor de "Residencia en la tierra", consideran que Neruda murió de tristeza, después que Allende fuera asesinado en La Moneda por órdenes del traidor Pinochet y con la complicidad de la CIA, y con él los sueños socialistas, ante la visión de las ruinas de Neruda. En ese sentido, la supresión registrada de este verso por Millán, constituye una corrección frente a un exceso, es decir, un ejercicio de contención poética, como él mismo explicaba sobre la intensión de su escritura, marcada por el exilio que mantuvo en Canadá por muchos años, ya que aprendió a comunicarse desde un idioma muy básico, casi desde lo redundante, pero descubrió a partir de ello una veta de experimentación poética, despojada de toda verbalización desbordada, pero no por ello carente de imágenes.

Ante el culto de la personalidad que propició la influencia literaria de Pablo Neruda, quien implantó su hegemonía frente a voces telúricas como la del tremendista Pablo de Rokha, quien se suicidó en 1968, habiendo escrito versos monumentales tales como "Si no fui más que un poeta con los brazos quebrados... el cadáver del Sol y mi cadáver", o en poemas como "Soy el hombre casado", donde aparecen imágenes profundas y oscuras, "un muerto errante llora debajo de mis canciones deshabitadas", que nos seguirán mirando a través de los siglos, Gonzalo Millán resuelve otorgar al deseo libertario de la clase trabajadora una memoria así de perdurable, pues aunque los sueños no se hayan cumplido, no quiere decir que no valgan. Como escribió en algún momento Octavio Paz, la historia es el error. En cambio, la poesía no nos cancela la posibilidad de imaginar una vida diferente, al contrario, nos otorga una imagen eterna, o que intenta ser eterna, como diría Borges, sobre el devenir de nuestras luchas más legítimas contra la injusticia y la humillación, extendidas por el mundo.

Se registra en la escritura de Millán un proceso de maduración poética, conciente de sus propias limitaciones, pero con lealtad y consecuencia a un pensamiento crítico. De la misma forma, hay que "retroceder" hasta la poesía de Gonzalo Millán, para alcanzar el espíritu revolucionario sobre la faz de nuestros días, donde recobremos al fin la fuerza y la conciencia para salir de nuevo a las calles y venzamos, en estos momentos tan deplorables, el miedo.

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