viernes, 17 de diciembre de 2010

Arsacio Vanegas y la Revolución cubana en México

Lucha Libre, Cuba Libre:
Arsacio Vanegas y la Revolución




Por Arturo Alvar y Rodrigo Monreal

Si la historia es la historia de los vencedores, heróicas hazañas y apoteosis de grandes personajes, ¿en dónde se juntan las vidas del Che Guevara y el Santo enmascarado de plata? ¿En dónde aparecen los grabados de José Guadalupe Posada y los manifiestos del movimiento “26 de Julio”? Detrás de las simples paradojas y acontecimientos cruciales, se encuentra la vida cotidiana, hábito sorprendente de construir la realidad día con día con objetos y palabras comunes. ¿Aunque quién podría considerar común encontrarse, en el mismo lugar, con la mochila deshilachada del Che y con la placa del grabado original de La Catrina? Más allá de las fechas, más cerca de las personas, se crea la memoria colectiva de una época.

A unas cuadras de la antigua cárcel de Lecumberri, en la colonia Penitenciaría, se encuentra el hogar del luchador mexicano Arsacio Vanegas, nacido en 1922. Nos reciben sus hermanas, Irma y Joaquina Vane­gas con un saludo como cualquier otro saludo y, sin embargo, es el gesto más entrañable de entre todas las primeras impresiones. Nos sentamos a platicar con álbumes de fotos en las manos y escuchando las anécdotas del barrio, entremezclándose con la secuencia de una vida increíblemente asida a los recuer­dos, como un diario que pudiera haberse escrito ayer, con la esperanza de recuperar aquel tiempo que si no se narra puede perderse.

Entonces ellas nos platican acerca de la casa, que es considerada recinto histórico. Cuando el gobierno del Distrito Federal estuvo a punto de demolerla, para construir una estación del metro, los planos termi­naron por trazarse lejos de ella. En la sala se encuentra un pequeño semi-altar con la imagen de Arsacio robusto, maduro y de expresión sesuda. En un pasillo aparece, en contraste, la imagen de Arsacio joven, fuerte y listo para luchar, cargado por dos enanos musculosos. Las paredes y los muebles se vuelven ras­tros y evidencias mostrándose con aspecto familiar. Hay otra foto, un señor barbudo como un druida, es el abuelo Antonio Vanegas, era impresor y Arsacio le aprendió bien el oficio, cuenta Joaquina. Al fondo de la casa existe un cuarto con dos imprentas Kelly, y un sin fin de grabados y volantes que poco a poco van deján­dose explorar. "Esta es la máquina donde se imprimieron los grabados de Posada, yo todavía voy a vender sus carteles al Museo de Culturas Populares", dice Irma. Para no perder la tradición, Arsacio también fue un incansable promotor de la obra de Posada, pero por desgracia, a decir de su sobrino Raúl, ahora ya casi nadie sabe usar estas máquinas de antaño.

Arsacio fue un practicante de la Lucha Libre por más de cuarenta años y uno más de los combatientes de la revolución cubana, con el más absoluto desinterés y plena identificación con la causa, así lo considera Fidel Castro en la carta de condolencias que envió a la familia Vanegas, cuando Arsacio murió el 26 de septiembre de 2001. A Fidel Castro poco a poco se le van muriendo los amigos mexicanos que ofrecieron ayuda a los hermanos cubanos durante el exilio de 1956, entre ellos Guillén Zelaya y Fer­nando Gutiérrez Barrios. Sin embargo, más allá del dolor por su pérdida, Arsacio fue "el hombre" para los jíbaros isleños.

Nace el Kid, un duro contrincante

Arsacio Vanegas comenzó a los 16 años su carrera como luchador, motivado por su profesor Antonio Lara Barragán, quien lo llevó a la Arena México, introduciéndolo así en este mundo deportivo que nada tenía que ver con su infancia, cargada de una vocación llena de influencias familiares, como el grabado, arte popular mexicano por excelencia. Don Antonio Vanegas, abuelo de Arsacio, fue el primer impresor popular en México, con un taller ubicado en Perpetua Nº 8 (actualmente Guatema­la) sobre las ruinas, en ese entonces secretas, del Templo Mayor. A ese taller llegó un señor oriundo de Aguascalientes, preguntando si le podrían dar empleo. Su nombre era José Guadalupe Posada, a la postre el mayor grabador popular de la historia de México. Existe una anécdota que cuenta que el dibujo original de La Catrina en realidad pertenece a la imaginería de Don Antonio, lo cual hace su­poner que había una complicidad entre editor y artista en el uso del grabado, cuya placa original, de veinte centímetros por quince, actualmente se encuentra en el taller de la casa.

Arsacio ya inmerso en el firmamento de los cuadriláteros, se codea con luchadores de la época de oro de la lucha libre mexicana, como fueron Black Guzmán, el Charro Aguayo, el Puma Valderrama, el Murciélago Velásquez, su amigo Dick Medrano (clave para su futuro encuentro con Fidel Castro) y los legendarios Blue Demon y el Santo, con quien se enfrentó en dos oportunidades, perdiendo ambas. Su carrera en el cuadrilátero fue regular, aunque sus rivales siempre lo vieron como un duro contrincante, además de ser tanto técnico como rudo y perder la cabellera. Ya retirado, Arsacio se lamentaba que este deporte se haya convertido en un negocio del espectáculo, "la lucha de hoy no se parece nada a la antigua… la verdadera lucha es a ras de lona o la olímpica y grecorromana, también la lucha que se llevó a efecto en Sudamérica: el catch catch can, que quiere decir agarrar de donde mejor se pueda", escribió en unas memorias.

Pero Arsacio también conoció otra lucha, distinta en estrategia, pero con ideales en común para el Kid Vanegas, donde las llaves, golpes y caídas cedieron el paso al deseo libertario del pueblo cubano, oprimido por la tiranía de Fulgencio Batista.

Órale, tu vida está de por medio…

Estando el “Kid” Vanegas de gira en los Esta­dos Unidos en 1954, conoce a Maria Antonia González, esposa del luchador Dick Medrano, la cual, al año siguiente, le pide que la visite en su casa de Emparán Nº 49 para realizar un trabajo de imprenta. Entonces conoció a Calixto García y Ñico López, integrantes del movimiento 26 de Julio. "Picaban unos cuadros con la imagen de la Virgen de Guadalupe con un socavado para iluminar la imagen por detrás…", cuenta Arsacio en una de las pocas entrevistas que proporcionó. Unos días más tarde, le presentaron a un joven médico argentino, expul­sado de Guatemala por los militares, que trabajaba en el Hospital General y como fotógrafo los fines de semana, posteriormente conocido como el mítico Che Guevara. Así fue entablando amistad con los futuros expedicionarios del Granma.

El inevitable encuentro con Fidel Castro, quien llegaba de Mérida, se dio por Maria Antonia y Raúl Castro, quien comentó a su hermano que Arsacio era un deportista y "tiene una imprenta". En hora y media de plática por las calles de la Colonia Mo­relos, entrando por Edison hasta el Monumento a la Revolución, quedó sellada la suerte del Kid para con la naciente lucha revolucionaria en Cuba, donde las vivencias del Moncada, la lucha contra Batista, la lucha libre y el grabado, derivaron en la pregunta que francamente Arsacio Vanegas le hizo a Fidel: ¿en qué puedo ayudar yo?

De esta manera, la participación del Kid como luchador se tradujo en un plan de entrenamiento físico, con el fin de que los combatientes estuvieran en buenas condi­ciones para triunfar en su incursión por la Sierra Maestra y con la indicación de que dejaran de fumar. La rutina consistía en caminatas diarias a Zacatenco y de ahí al cerro del Chiquihuite, partiendo desde el cine Lindavista, "todos los días estaba yo a las siete de la mañana y de ahí en grupitos, tres acá, cuatro allá, para no llamar mucho la atención". Arsacio en sus testimonios relata en qué consistía su instrucción, muy relacionada a la práctica de la lucha libre, es decir, movimientos de brazos y piernas, cómo cargar a una persona, patear, correr, rodar y caer; así como la difícil labor de caminar hacia atrás e incluso estrategias de ataque o toma de postas. A piedrazo limpio, los cubanos y el Che, que a decir del “Kid” era uno de sus mejores alumnos, se pescaban en pequeñas escaramuzas y cuando alguno de ellos flaqueaba y no quería hacer alguna indicación, Vanegas ponía el ejemplo y luego decía, "órale, tu vida está de por medio, tienes que hacerlo".


Mochila de Ernesto Guevara (dejada en la casa de Arsacio Vanegas)

A comienzos de 1956, los entrenamien­tos se realizan en el gimnasio de un compañero, ubicado en Bucareli 125 (Arsacio menciona en otra fuente el número 118), donde les enseña nuevas cosas, más movimientos de hombros, rodillas, estómago y cabeza; golpes certeros para hacer perder el conocimiento, golpes en los tes­tículos, principios básicos de judo y karate, cómo subir la cuerda o una pared a través de sus salientes. Nos cobraban por cinco y usaban el gimnasio como cien. El Kid recuerda que en esa época sus amigos no tenían dinero, no tenían ni para cigarros y que su dieta era muy raquítica. Sufrieron mucho en aquellos años “amargos del exilio”, como escribió el Che en su dedicatoria enviada a Arsa­cio, en un ejemplar de su libro "Guerra de guerrillas". Además en el taller se imprimían los bonos que después se vendían en los Estados Unidos para financiar la lucha contra Fulgencio Batista y los dos mani­fiestos al pueblo de Cuba, redactados por Fidel Castro.

Los planes se hacen en casa

Hasta ese momento, ningún miembro de la familia, aparte de Arsacio, adivinaba el propósito de los cubanos de regresar a su patria y derrocar al régimen de Batista. Irma y Joaquina Vanegas nos cuentan que ellas sólo sabían de las largas discusiones que se entablaban en el cuarto donde ahora es la sala, hasta ya entrada la noche. Dentro de las anécdotas de su vida con los revolucionarios, cuentan que les preparaban mole verde, frijoles y hasta tacos de gusanos de maguey, además de ponerles los catres para que se quedaran a dormir, donde "los que llegaban primero tenían cama y el resto al piso".

Para ese entonces, la dictadura de Fulgencio Batista ya había iniciado acciones para asesinar a Fidel Castro en México, enviando a sicarios al Distrito Federal, además de una queja formal ante el gobierno de Ruiz Cortines en cuanto a la pre­paración en México de un plan contra una Nación amiga. En ese momento quedan detenidos Fidel Castro, Raúl Castro, el Che y el resto de los cubanos. La intercesión del ex Presidente Lázaro Cárdenas por los rebeldes ante las autoridades, permite su liberación, aunque la versión extra oficial indica que los encarcelaron como medida preventiva para protegerlos de los asesinos enviados desde Cuba. Fue entonces que los planes se aceleraron y se decidió apurar la salida de México.

La casa de la familia Vanegas fue, como la casa de María Antonia, uno de los campamentos cuba­nos. Debajo del piso estaban guardadas las armas y municiones que se llevarían en el yate “Granma” con sus 87 tripulantes. Armas que “se ganan en combate”, como dirá el Che en Sierra Maestra. Los planes estaban hechos y un día Fidel Castro vino con Arsacio y le pidió el parque. Cuando llegó la hora de partir, Arsacio quiso unirse a la expedición, pero Fidel no se lo permitió, le dijo que su lugar estaba en México y con su familia. La despedida fue triste, pero con la convicción en alto. Escuchó después información por radio, de que los rebeldes que lograron llegar a la isla habían sido ultimados por los militares, noticia que tomó con incredulidad. Cuando triunfa la revolución cubana en 1959, Irma y Joaquina cuentan que por fin lograron dimensionar el carácter de lo planeado por sus huéspedes y el trabajo de Arsacio tomó un sentido épico entre la familia y para el pueblo cubano, sobre todo siendo él un luchador.


Irma y Joaquina Vanegas, hermanas de Arsacio

Legados comunes

La vida de Arsacio Vanegas después de la victoria, siguió su curso normal. Su carrera como luchador duró hasta el año de 1975, retirado por motivos médicos a causa de un coágulo formado en el cerebro por un golpe mientras luchaba en Puebla. Como impresor, continuó creando corridos popu­lares. Viajó a Cuba once veces y aunque le ofre­cieron trabajo allá, nunca quiso irse de su tierra, como dijo: "mi hermano Blas vive allá desde hace tiempo, incluso tengo sobrinas cubanas, pero yo soy muy mexicano". Años más tarde recibe una invitación del gobierno inglés para montar una exposición de grabados de José Guadalupe Posada en Londres, a partir de ese momento llevó la obra del aguascalentense a Estados Unidos y diversas partes del globo, continuando el legado del famoso artista hasta el momento de su muerte.

Arsacio Vanegas fue un hombre común que realizó cosas extraordinarias, una persona que re­cibía a los niños con un cariñoso coscorrón, que contaba historias de la más variada índole y que siempre vivió en su barrio, tal vez por no olvidar nunca sus raíces ni de dónde nacen los héroes, los hombres de verdad como menciona Pedro Infante en "Ustedes los Ricos". El legado de Arsacio Vanegas no radica sólo en el apoyo brindado a Fidel Castro, ni a los rebeldes cubanos, sino en la dignidad humana que tuvo para con una causa, sin afanes de gran­deza. Eso se llama consecuencia, un valor poco practicado en estos tiempos.



Tanto en el festejo como en el luto, la relación de Vanegas con la Revolución Cubana se mantiene vigente no por brillar entre aquella pléyade de fu­turos ídolos y mártires, en ese entonces descono­cidos. La historia de los vencedores no hallará en Arsacio Vanegas a un político, militar o comunista, sino a un verdadero luchador de la Colonia Mo­relos, un hombre que hizo su parte en la historia latinoamericana por simple y pura amistad. Al despedirnos de Irma y Joaquina, llegan familiares y vecinos a visitarlas en día domingo, Arsacio está presente en el recuerdo y en la cocina se guisa la misma comida como en aquellos tiempos lejanos.
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola que tal, mi nombre es Victor Ortiz. Soy Productor Audiovisual, de profesion y por estudio. Ahora estoy terminando mi Master en Gestion y Diseño de la Produccion Cinematografica, en Barcelona. Soy Mexicano y estoy interesado por impulsar en nuestro pais en el desarrollo cinematografico documental. Queria ponerme en contacto con el Coordinador Editorial de su revista Sapiencia; Arturo Alvar Gomez. Para hacer una invitacion a colaborar en mi siguiente proyecto filmico. He leido su trabajo y me agrada la redaccion y el tono que aborda su relato. Y me gustaria invitarlo a formar parte de un proyecto que estoy desarrollando.

Me gustaria poder recibir noticias de Ustedes, y leer mas de sus publicaciones. Tambien poder platicar un poco mas de mi proyecto para ver si estan interesados en colaborar.

Quedo a sus ordenes.

Vic Ortiz

Leonora González dijo...

Hola a Arturo Alvar y Víctor ortíz. Soy Leonora González. Hace muchos años, un amigo de Arsacio (a quien conoció antes de ser luchador y dejó de ver largo tiempo), me contó lo que Arsacio le platicó de esta historia. Lo grabé en audio y he querido hacer una versión ilustrada de esto (soy pintora). Si les interesara, me encantaría colaborar en algún proyecto con ustedes. Muchos saludos.

Leonora González dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Arturo Alvar dijo...

Claro Leonora, por qué no te poner en contacto conmigo, al correo: claveriaveintidos@gmail.com

Sería estupendo que colaboráramos en algún momento. No supe más de Víctor Ortiz, pero se comenta que ya han hecho algunos trabajos documentales al respecto.

Saludos.

Arturo Alvar