Reseña crítica del primer miércoles de poesía 2012
Por Andres Cardo
La
poesía está en guerra, no cabe duda, y los poetas que compusieron esta
primer mesa de los miércoles itinerantes de poesía, en su sexto año, lo
constatan. No es casualidad, que más allá de la situación política por
la que se atravieza en México; y que en un acto, en una especie de
puente, es nuevamente la poesía la que mantiene la tensión entre lo que
fue el 68, y lo que es ahora el movimiento estudiantil, en su potencial,
al menos, representado en el yo soy 132.
La
historia ha demostrado que las revoluciones tienden a favorecer a una
clase mínima. Más allá de ese aventajamiento de la clase propulsora de
los "cambios sociales", están los poetas, que por un lado, sirven a ese
cambio, y por otro lado, los que se apegan a la verdad del suceso, a la
crónica poética de lo que no cambió para todos (sino para los menos, los
de arriba, siguiendo al pie, a Mariano Azuela), fuera de eso, queda lo
que se quedará impregnado como "utopía" en el sedimento de la clase más
baja, que es la que compone regularmente estas luchas. En esta ocasión
es la clase estudiantil, parte mínima, pero importantísima, de una clase
intelectual, que puede asumir responsabilidades más allá de un servicio
cumplido a cualquier clase en reacomodo.
Nos van a dar de comer a todos, dicen en este preciso momento todos los presidenciables, en su segundo debate. Nos van a dar de comer para que no moramos de hambre.
Eso es lo que promenten. Así de triste es el alcance de nuestro pueblo,
y sus promesas. Aún peleamos por comer. ¿Por qué nos sorprende entonces
que los poetas griten, se encabronen, maldigan la realidad, y golpeen
en los muros de la existencia, como si fuera una caja para muerto,
tratando de salir, y de sacar con ellos a todos lo que detrás se
afianzan a sus palabras? ¿Por qué habría de sorprendernos que los poetas
como Leopoldo Ayala sigan gritando indignados esta realidad, y la lucha
de tanta gente para salir de ese muro, mientras tantos otros poetas
comen tranquilamente en el cajón de su escritorio (donde estudian el
paso del tiempo a través de la poesía, en NY, en Vienea, en England) un
buen baguett con ajonjolí y jamón serrano?
Sea dicha la pregunta, comienzo la reseña:
El
poeta que abrió la mesa fue Sandino Bucio, que recientemente ha tenido
que dormir mucho menos (sus propias palabras) y se ha sumado a fondo en
el trabajo del movimiento yo soy 132, según afirma Sandino,
también ganador del tercer lugar el Torneo de Poesía 2009. El poema con
el que abrió fue parte de la serie con la que comenzó a ascribir, y que
concibe más cercano a la poesía urbana, con la crítica inherente al
sistema social en el que vivimos. Versos violentos, de desencanto, pero
sobre todo con la fuerza de la resistencia a continuar en un estado
pasivo frente a la realidad tal cual se ve. Para la segunda ronda, leyó
dos poemas que fueron realizados ex profeso para leerse en voz alta: uno
en contra de las televisoras corruptas y de baja calidad que
atrofian la mente de cualquier mexicano que las atienda. Un
manifiesto-poema que está realizado con esa intención, la de llegar al
que lo escucha y refrendar esa idea clara: la tv abierta nacional es una
vil basura, y nosotros los poetas proponemos otra televisión, y
que ésta pueda democratizarse, pensar los contenidos. Poesía política,
sí. Para algunos de los asistentes, el carácter poético estaba (y quedo)
en entredicho; pero me pareció, que a diferencia de otras cantaletas,
donde la repeticion se vuelve un coro, o una cancioncita snob,
o parecida al lloriqueo de un niño de familia haciendo berrinche, como
sucede en algunos poetas de los 80-90, en este caso está más que
justificado, y el verso reiterado de nos ofrecen productos, productos, productos, y así continuamente, y después, vender, vender, vender (x
10), es efectivo, pues cumple perfectamente la analogía crítica al
embotamiento que resiente la mente, los ojos, la moral, que es golpeada
en el estómago, innumerables veces, y da un respiro para lavarse un poco
la mente de esa mierda televisiva que, incluso después del debate
presidencial, puede verse en los comentaristas del mismo en canal 11.
Este poema lo leyó en la aparición primera de yo soy 132.
Crítica de una intelectualidad "acomdaticia". Para concluir leyó el
poema contra el despilfarro de las instituciones en elefantes blancos
como la gran estela de luz, que comparo con un falo,
refiriéndose al poder. Poesía en pleno sentido de su contexto. Algunos
pidieron más profundidad, y me parece en su momento Sandino Bucio lo
hará, esperemos, como otros tantos poetas que ahora están sumados al
grito.
Por
su parte, Arturo Alvar mostró poemas de cargas simbólicas, donde el
poema se volvía un espacio, literalmente hablando, para la
reivindicación de la lucha con la desmemoria, y al mismo tiempo, un
crítica contra el ritual de "recordar" para repetir la historia.
Recordar la masacre para "temer" al espacio, y en una especie de
exorcismo, en su último poema leído, en torno al 68, escribe: "aléjate
de aquí 2 de octubre", y llama mejor a la conciencia, a la lucha, al
estar despiertos con la palabra lista para enfrentar los disparos, para
volverlos hacia otra dirección; tal vez en contra del mismo que dispara,
justo en su frente. Una poesía emotiva, y hecha para leerse en el
silencio de la reflexión, aunque la reflexión en sí brilló también al
momento de escucharse en voz alta. Un poeta de clara conciencia social,
pero también que goza de la retórica, y se embelesa en la sonoridad
retocada. En torno a los molinos y el quijote también retoma, y abunda
en un regresar a los siglos de oro, como un modo de saber a qué nos
enfrentamos, no sólo en lo político, sino también en el marco de lo
literario.
Roberto Romero es el poeta guarro (como bien lo apunta Sergio García Díaz, en la introducción a Extras),
pues todo su vocabulario es el de la "banda" en la esquina de la calle,
el de la tienda con las chelas en la banqueta, y del microbusero ñero
que anda viéndole las protuberancias a las pasajeras, sin escrúpulo
alguno. El padre vicioso, el chaval cábula, los ojetes del barrio, "la
mala onda" de la pandilla, la inseguridad del madreador, cobrándosela
con quien se deje. Todos estos personajes hablando al por mayor, de tal
modo que sus "metáforas involuntarias", la de los personajes, no las del
poeta, evidencian la putrefacción social que se manifiesta en cualquier
"hijo de vecina", y al mismo tiempo, la lucha por superarse, y salir de
ese porquerillero. La riqueza lingüística nos pone ante una estilo
especifico, que vulnera el oído, y la conciencia, pues no es tampoco un
moralizador, sino un ejecutante de una poética tácita, y al mismo tiempo
contradictoria. Es poesía social que se lanza desde su propia sombra
contra sí misma, para golpearse en el piso como a cualquiera de sus
integrantes que no logró "aguantar vara" a la mera hora de la hora. Como
bien lo cierra en un verso contundente, último de su lectura, ellos son
"el disparo que entra por la frente", y ahí donde se alojan, crecen
como mancha urbana, como una sombra que ilumina los ojos.
Para
el cierre el maestro Leopoldo Ayala, con toda la fuerza de sus años, y
la violencia de su discurso, apuntó hacia los ignorantes que nos
gobiernan, así como contra los que deberán cumplir sus promesas, si
llegaran a gobernar. Mostró su furia contra los poetas que se acomodan
en el escritorio a esculpir mármoles inútiles, como tumbas para letras
sin muertas. Luego leyó dos poemas. El primero, ante lo atónito del
público, es un poema que lamenta, narra, poetiza la caída de los
estudiantes, los obreros que cayeron el 10 de junio de 1971, y que para
el espectador, el contexto crítico del poema "10 de Corpus", los versos
siguen tan vigentes. La fuerza dramática, así como el lirismo exacerbado
del poeta al entrar en las situaciones de muerte, así como la consigna
contra el futuro, no para..., sino contra el futuro, estallan como
premonición, de modo poético, en la vinculación con el movimiento
estudiantil que ahora se mueve en México. La gente que afuera pasaba, se
detenía un momento para ver qué sucedía adentro el Café Raíz. Poetas de
alto grado histriónico, como Rojo Córdoba o Eduardo Ribé, bien podrían
pasar por alumnos del gran poeta en voz alta, Leopoldo Ayala: alguna vez
Ribé compartió escenario con el maestro Ayala, en el Gran Hotel de
México, durante la presentación de 40 Barcos de Guerra, donde ambos están incluidos, y él azorado me compartió su sorpresa mayúscula ante el maestro.
Sólo
faltaría empatar la fuerza y contundencia del poema, así como el nivel
poético, cosa que también se suma, a que Ayala estuvo en aquellos
fatídicos sucesos del 68, y después, ante los cuales ha mantenido el
fusil en alto, como un modo de tener presente, que no basta recordar: es
necesario hacer, como él lo ha hecho ya 40 años, sin pasar por alto el
hecho de que hay cosas de la historia que definitivamente todavía no se
superan; corrupción, burócratas asesinos, o indiferentes, soldados o
servidores públicos que "les vale madre" lo que les manden a hacer, pues
para eso les pagan, ¿no? Al final, con la piel erizada, por más
"grandilocuentes o sobrecogedores" que parezcan los poemas de Leopoldo
Ayala, son vigentes, no cabe duda, tanto en el contenido, como en la
desaprobación, o la desesperación de que no cambien las cosas, de que
sigan igual los aparadores de la mentira; los fraudes electorales, las
oligarquías, etc., etc. Contra el conformismo es contra lo que escribe
Ayala, contra los centímetros y centímetros de conformismo y mediocridad
que tienen como piel, como protección, los ciudadanos de México,
incluidos los poetas.
Por
eso, cada uno de sus versos es un hacha, para romper el caparazón en
donde se guarda la "inteligencia" (en ella confía el poeta) de los
individuos, y los obliga a voltear y ver lo que han hecho con su mundo,
con su país, con su vida, de cómo es que viven en un lugar en donde la
más alta propuesta política de los gobernantes es "que no te van a dejar
sin comer".
Para
muchos este es un discurso viejo. Para varios jóvenes incluso, que
ahora cargan sus consignas jóvenes (y tan viejas a la vez), y que
todavía no se enfrentan a la lápida enorme de los "ojetes" que
gobiernan. La pregunta es, y para eso grita, Leopoldo Ayala, la pregunta
es: si una vez que nos apliquen el fraude otra vez, los estudiantes
seguirán luchando, seguirán luchando como lo ha hecho Leopoldo Ayala por
40 años, sin callarse, 40 años sin ocultar la estupidez en la que se
vive; y todo esto para que muchos de los poetas "acomodados" lo vean
como un "loco" mientras se sientan en su sillón de poetas (bien pagados,
o más o menos) que superaron "la tragedia", y que pueden vivir
tranquilamente bajo el gobierno de un espurio, sin decir nada al
respecto. Y sólo recordar a Homero. Sólo recordar a Homero.
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