Nuevos apuntes sobre el poeticismo
Por Enrique González Rojo Arthur
A decir de Adriano Rémura, el poeticismo es el movimiento poético menos estudiado. Pero me sospecho que será en el futuro uno de los más comentados. ¿Por qué? Porque en cada grupo (modernista, contemporáneo, etc) se despliega una manera de hacer poesía (o varias) mientras que el poeticismo, en su esencia, busca basarse en el sustrato de todas las maneras (la lógica poética).
Los poetas son como pájaros y también los grupos (parvadas) que cantan a su manera, pero no investigan en general los mecanismos internos que emplean para poetizar. El poeticismo era una inquisición sobre el poetizar. En este sentido, se acerca al creacionismo (Vicente Huidobro) que es una inquisición sobre el crear.
Pero no era una mera investigación, una fenomenología o un teorizar, sino que era un escarbar en el campo de la producción (para dar con los mecanismos de la poiesis) con el propósito de que ello coadyuvara a la creación. Así como se habla de práctica-teoría-práctica, el poeticismo hablaba de poesía-lógica poética-poesía. Aunque no ignoraba la unidad indisoluble de la obra (poema), el poeticismo hablaba nuevamente de forma y contenido.
La forma es la parte reglamentable de la poesía. En la poesía clásica tradicional: metro, rima y retórica. A esta parte se le puede llamar la canónica poética y es susceptible de enseñanza y aprendizaje. El contenido es lo que se halla más allá del metro, la rima y la retórica. La retórica (o las figuras retóricas) son un primer intento de arrojar las redes de la reflexión para sacar a flote una lógica poética, porque ya no alude a la externidad de la forma (que es prescindible) como lo muestra la poesía moderna, sino a la corteza o la superficie del contenido.
La esencia de la retórica (y también su limitación) es que localiza y define procedimientos: paronomasia, prosopopeya, metáfora, metonimia, aliteración, sinécdoque, etc. La poesía clásica está en estrecha relación con la forma (versificación) y los tropos de la retórica. Pero no se identifica o confunde con ellos. Se puede ser un buen versificador y conocedor de las figuras retóricas y no ser poeta. Cualquier persona puede aprender la canónica poética, pero la poesía está allende ésta. Cuando se habla de lo poético que trasciende lo meramente formal o retórico, se tropieza uno con la inspiración.
La inspiración es la red o el anzuelo que le permite a la imaginación adueñarse de lo poético. El poeticismo hablaba de dos interpretaciones de la inspiración: la idealista y la materialista. En la interpretación idealista (muy de los románticos, pero no sólo de ellos), la inspiración es el medium entre lo sobrenatural y la página en blanco. Aquí el poeta no es sino el micrófono de la divinidad. Para los intérpretes de la inspiración, no puede haber una lógica poética porque las raíces últimas de la inspiración se hunden en las brumas del misterio.
Para la interpretación materialista de la inspiración, ésta no es sino un producto humano. No es algo que le advenga al hombre desde el más allá, desde el ignoto parnaso de la metafísica. La inspiración, aquí, no es sino un estado especial de la imaginación, una disposición vivencial del alma para recopilar hallazgos que consideramos poéticos. En Reflexiones sobre la poesía, mi texto de 2007, se expone la idea que el poeticismo tenía de la lógica poética. Antes de proseguir, conviene hacer notar que si la inspiración, independientemente de la interpretación que se le dé, conduce a sacar de sus escondrijos a la belleza, sólo la concepción materialista de ella conduce al fervor poeticista de construir/descubrir la lógica poética inherente a la creación lírica.
La lógica poética no es, desde luego, la lógica de la que habla la filosofía. Esta última estructura o el molde general que emplea el pensamiento para aprehender la realidad. Las diferentes lógicas de la filosofía – forma, simbólica, matemática, dialéctica- son un organon intelectivo para adueñarse epistémicamente de porciones cada vez más amplias de la naturaleza, la sociedad y el propio pensamiento.
La sustancia de la lógica poética no es la verdad, en el sentido de la adecuación o reflejo, sino que alude a la forma específica en que los fonemas se enlazan para producir un placer estético. Un juicio científico, propio de la lógica tradicional, sería decir: el agua se enfría cuando baja la temperatura. Una imagen lírica, con su sustrato de lógica poética, sería afirmar como el clásico: "el agua se pone fría/ para que nadie la toque”.
En el primer caso, la verdad salta a la vista. En el segundo – y todos lo sabemos: el poeta y sus lectores- hay una simulación de verdad. Desde el punto de vista de la lógica científica, la imagen lírica mencionada es un dislate: se trata de una burda antropomorfización de la realidad. Pero la misma imagen, desde el punto de vista lírico, es totalmente válida. Pero ¿por qué?
Una primera respuesta a esta pregunta es: porque su criterio de validez no es la verdad. Pero una respuesta más profunda va por este lado: porque lo que nos place de la imagen es advertir cómo el poeta ubica un objeto (en este caso el agua) dentro de una lógica que parece convenirle, pero que no le conviene. La lógica poética está lejos de prescindir de la lógica filosófica. Pero, ojo con esto, echa mano de ella pero despojándola de su fidelidad con lo estrictamente real.
Una parte del goce estético de la poesía –desde luego, subrayo, que no todo- se produce al someter las criaturas de la fantasía a los principios de la lógica (concepto, juicio, raciocinio). El resultado de ello es la apariencia de la existencia de un orden lógico donde no lo hay. Pongo un ejemplo muy sencillo: Si decimos “Pájaros de oficio carpintero” (López Velarde), estamos poniendo en juego dos principios lógicos: el género y la especie. En la vida cotidiana decimos: los hombres que tienen un oficio (género) pueden ser carpinteros, sastres, relojeros, etc. (especie). Es obvio que, en sentido estricto, los pájaros no trabajan ni pueden tener un oficio diferenciado de otros. Pero esto es una interpretación cientificista. En “la realidad poética” generada por el mentiroso empleo de principios lógicos – incluyendo el símil convertido en metáfora entre carpintero (hombre) y pájaro carpintero- la falsedad empírica es echa a un lado por la construcción figurativa, que resulta válida estéticamente.
Creo que el placer estético generado por este simulacro de lógica reside en el hecho de que, frente al rigor de la ciencia, en que la lógica se aplica necesariamente a los enlaces que efectivamente tienen su lugar en lo real, el poeta primero (y en cierto modo sus lectores después) experimenta la libertad de proporcionar un andamiaje aparentemente riguroso a lo que carece de él. Elementos inconexos de la realidad se someten a una supuesta relación causal o de acción recíproca, o de fenómeno y esencia, o de juicio hipotético (si… entonces), etc. Y producen un efecto aparencial de realidad diferenciada tanto de la lógica científica como de la realidad en su pluralidad inabarcable. Esta realidad poética y la libertad que presupone es la fuente más visible del placer estético.
El simulacro de lógica (o sea la síntesis) entre los objetos manipulados por la imaginación y la lógica tradicional es el terreno donde nace y se desarrolla la lógica poética. Más hay que dejar en claro que esta lógica no puede nunca tener la pretensión de ser definitiva y acabada. Así como el conocimiento es infinito (porque el objeto del conocimiento también lo es), la lógica poética es inabarcable (porque los campos de la fantasía lo son también). Pero así como en términos relativos se pasa constantemente de lo desconocido a lo conocido, se puede transitar en los mismos términos, de la ausencia de la lógica poética a la develación de ella. La lógica poética tiene, pues, un camino infinito que recorrer. El poeticismo no hizo otra cosa que llamar la atención sobre su existencia y emprender la complicada labor de dar los primeros pasos. La lógica poética no tiene fin, ni puede constituir un sistema acabado, porque tanto el afuera del hombre (la realidad en sí misma) como el adentro de él (la imaginación) son infinitos.
Una última cosa: aunque el poeticismo estuvo influido por las vanguardias (desde el futurismo hasta el estridentismo pasando por el creacionismo) no fue ni tenía pretensión de ser un movimiento de vanguardia. La razón de esto resulta ahora ya muy comprensible: las vanguardias rechazaban las viejas maneras de poetizar a favor de lo nuevo, mientras que el poeticismo busca la lógica poética que subyace tanto en lo nuevo como en lo viejo.
.
.