lunes, 9 de agosto de 2010

Presentación de poesía, miércoles itinerantes

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A pesar de vivir más la poesía que escribirla, no hay remedio para los poetas, siempre terminarán dando golpes y latidos por un pedazo de papel y tinta. Su manera de combatir con el mundo perdiéndose en el tiempo.

He estado escribiendo algo referente a mi vida actual, mi vida con Silvia, ordenando mi centrada postura poética por una periférica, beligerante frente al mundo, aunque esto no necesariamente ha significado escribir poemas, sin embargo, si hay "nuevo material" los poemas que serán publicados en una revista, otro par que hice como resultado de las pláticas que he llevado a cabo sobre la poesía solar y nocturnal, el espejo del lenguaje y los desengaños de un fundamento mítico de la metáfora; en fin, cambiando el orden para ser la excepción que confirme otra norma.

Ayer en Uruapan, la vieja Bandi, que es dueña de una histórica fábrica de textiles, donde ahora también hay un hermoso teatro improvisado, me dijo varios preceptos que ha tomado a lo largo de su vida, que venían del hijo de una curandera y un chamán: no tomar nada personalmente; buscar las palabras adecuadas para emitir cualquier tipo de juicio; actuar a cada momento como si fuera el último, ejercer una postura crítica en todo momento; pero sobre todo, saber escuchar.

Ahora regreso a mi departamento en la madrugada, tengo pendientes de artículos por escribir, asuntos de la escuela y del trabajo. Me encuentro solo, me consuela pensar que nos hemos arrojado al vacío, sin miedo a los arrepentimientos, porque aunque no estás, hago la cosas que debo y quiero, palpito a cada instante, busco palabras, imágenes, sabores, para encontrarte en cada cosa que transpira tu recuerdo.

Este miércoles volveré a la poesía, me ha hablado Andrés, buscaré poemas que reflejen mi estado de ánimo actual. Me entusiasma ver de nuevo a otros poetas, Gabriela, Víctor y a los que no conozco. Me gustaría que después de la lectura nos fuéramos a caminar un rato y después pasar a echarnos unos tragos por ahí, lejos del silencio de las palabras no entendidas. Aún siento que no ha pasado tanto tiempo desde que nos reunimos más de veinte para aprender a escucharnos en una misma época que reclama nuestros espíritus como cosa sedienta de deseo y liberación.

Los invito a pasar a esta puerta que es un atajo inequívoco a la muerte, porque estamos vivos todavía.

Arturo Alvar.

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