jueves, 4 de agosto de 2011

En busca del hilo de Ariadna

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El lunes pasado fui a tomar café con los editores de Verso Destierro, Andrés Cisneros y Adriana Tafoya. Se habían citado con el poeta Enrique González Rojo Arthur, y con Alicia Torres, su esposa. Hablamos de poesía. ¿De qué otra cosa podríamos conversar? Enrique González Rojo Arthur (EGRA) está próximo a cumplir ochenta y tres años de edad, pero su juventud la lleva en los ojos, en la pasión que sigue teniendo al conversar, en lo que escribe, en lo que percibe del mundo.

En la portada del número anterior del Periódico Paideia, de Tabasco, (del cual no habíamos tenido oportunidad de charlar, y en el cual incluyeron, en su dossier sobre las mafias literarias, un texto de EGRA, escrito hace más de 35 años, pero que “extrañamente” continúa vigente) aparecen los nombres de los colaboradores y sus retratos a la manera de la mafia siciliana de Nueva York. El propio nombre de EGRA aparece debajo del rostro de Marlon Brando como “El Padrino” de la propia “Paideia”. Gesto irónico y divertido de su editor, Lorenzo Morales Malasangre, que hizo sacarle a EGRA una sonrisa.

También sale a colación la revista “Sapiencia”, donde aparece el artículo de Jorge Aguilera López que aborda críticamente la concepción de EGRA sobre el trabajo intelectual y sus implicaciones estéticas. Cuando abre la “Sapiencia”, Enrique se encuentra con la entrevista a Norma Bazúa que le hizo Andrés pocos meses antes de su muerte. La mirada de Enrique se entristece, pues recuerda quedó pendiente una cena con la poeta sinaloense, a quien se le rendirá homenaje póstumo en la FIL de Minería. Platicamos sobre ella. Abundo en mi impresión cuando leí la parte de la entrevista donde Norma muestra un especial interés por mandar una de sus obras a España… pero el tiempo se le estaba acabando, aunque ella se negaba a aceptarlo. Al final de sus días, fue con Verso Destierro donde encontró el apoyo literario que tanto le hizo falta, pues además de haber publicado “Aprender la muerte” esta editorial independiente recién acaba de publicar, en coedición con Poetas en Construcción, el libro póstumo “Una chispa del cuerpo y ya el incendio del sueño”.

EGRA menciona que Jorge Aguilera López también estuvo en su homenaje realizado en el Club de Periodistas, hace un par de meses, pero que nadie pudo escuchar bien su ponencia, ya que el sonido era pésimo. Ahora con la publicación del artículo, por fin iba a saber de qué se trataba. El Secretario de Desarrollo Social, Martí Batres, sentado junto a EGRA en esa ocasión, no pudo hacer nada frente a las fallas técnicas, pero eso sí, estuvo muy “orgulloso” con la presencia de Enrique.

Otra anécdota reciente fue el encuentro en un restaurante de González Rojo con Eduardo Lizalde, su compañero poeticista de juventud. A diferencia de mucho tiempo atrás, donde a partir de una ruptura ideológica su amistad se distanció, en esta ocasión se abrazaron y el “Tigre” Lizalde le dijo: “no hemos envejecido tan mal”. Esto me recordó también el homenaje en el Club de Periodistas que le realizaron a EGRA, pues cuando salí de ese recinto, al pasar por Bellas Artes, había visto salir también a Lizalde y me pareció increíble que ambos estuvieran tan cerca y tan lejos. Tuve una rara nostalgia, junto a la sensación solitaria de ser el único testigo de los hilos de Ariadna que se tensan entre ambos poetas.

Adriana Tafoya cuestiona el interés que tienen los políticos del PRD en EGRA, lo que derivó en una discusión sobre el vacío ideológico de ese partido y la falta de congruencia de sus dirigentes, por lo que salta su interés al acudir a intelectuales como Enrique. EGRA aclara entonces que la invitación que le hicieron para un homenaje no fue por parte del gobierno, sino a iniciativa de un amigo suyo, y que fue apoyado a su vez por esa instancia. Luego, nos comenta al respecto, que el PRD del Distrito Federal recientemente le había propuesto la publicación de sus obras completas, como “la gran oportunidad de su vida”, a lo que EGRA se negó rotundamente, pues a partir de la ruptura ideológica que tuvo con ese partido no ha dejado de tener una postura crítica, por lo que no consideró coherente aceptar una oferta de esa naturaleza.

Le entrego a González Rojo la antología de “Moebius. Memoria del Primer Encuentro 2010. Poetas nacidos en los 80” que acaba de salir de imprenta, y le comento que fue publicada de manera autogestiva con los apoyos de los poetas participantes, compilada por Estephani Granda Lamadrid, editora del Semanario Deportivo de Poesía (SDP), que pretende año con año se vuelvan a llevar a cabo tanto el Encuentro como la publicación, de tal manera que en próximas entregas en el propio SDP aparecerá publicada la convocatoria correspondiente.

EGRA se muestra entusiasta de revisar el índice, poeta por poeta. Hace tiempo que ya había externado su interés por conocer la obra de poetas más jóvenes. Alguna vez me preguntó si entre los jóvenes de mi generación la poesía social era abordada. En ese momento me pareció que no era un aspecto predominante, era una excepción. A mí me decían bicho raro al escribir poemas sobre hechos históricos o sociales, como la matanza de Tlatelolco. Al contrario, la poesía social era una excepción. Sin embargo, quizás esa misma impresión de “excepcionalidad” en varios poetas se ha vuelto reto para abordar este tipo de temas, pues también es necesaria una asimilación de los acontecimientos con relación a sus propias experiencias de vida. Entonces, por ejemplo, en el caso de los poetas de mi generación ¿nos encontramos ahora con una poesía social no sólo en gestación, sino en plena efervescencia?

EGRA nos comentó que Alicia Torres y él habían estado trabajando un texto sobre las generaciones literarias precisamente. La versión de Ortega y Gasset, al respecto, comento a EGRA, defendía una postura de élites y dividía a las generaciones por cada 15 años. Algunas generaciones se mencionan por un año en específico, como las españolas del 98 y la del 27, respecto a publicaciones o hechos importantes. Se han llamado Contemporáneos, en México; Beat en Estados Unidos, aunque en realidad sólo hagan referencia a un grupo o publicación específica. Entonces, ¿bajo qué criterios podemos distinguir a nuestra generación de otras? Creo que la nuestra se definirá más por sus obras en retroalimentación, crítica y reconocimiento unas de otras, dentro nuevos tipos de socialización y formatos de difusión de la poesía, así como por acontecimientos públicos, promoción cultural y participación colectiva.

Adriano Rémura, que ha llegado tarde a la mesa, y con él el tema álgido de otra Antología, la de “Poemas para un poeta que dejó la poesía”, a propósito del asesinato del hijo del Javier Sicilia, publicada por Eusebio Ruvalcaba y Víctor Roura, en una colección de El Financiero, en la que estamos incluidos Enrique y yo. Rémura se muestra crítico al respecto y no desaparece la sospecha de su rostro. ¿Para quién ha servido esta publicación, de qué ha servido para que las cosas cambien?, me pregunto yo. En principio, fue un gesto de solidaridad, pero tanto Enrique como yo coincidimos en la ingenuidad con que, después del trágico acontecimiento y la declaración de Sicilia de que abandonaría la poesía, había incurrido el poeta al tratar de liderar un movimiento social con una postura tan poco secular, y más bien religiosa, y con gestos absurdos como abrazar al propio Calderón y ahora a Beltrones, personajes “siniestros”, líderes de la clase política responsables de desastre nacional, el primero ha llamado a su guerra una “cruzada”, se apropia de los discursos ciudadanos y utiliza los mismos símbolos para legitimar su poder cuando en los hechos el Estado sostenido por su régimen ya es fallido; el segundo está al frente del PRI de la Cámara de Senadores, un político nacido en Sonora, de donde son los narcos que protege ese mismo partido.

Hay algo que debe separarse, defendió Enrique, el hecho del dolor de perder a un hijo y las muestras que eso despierta y lo que a posteriori hizo Javier Sicilia en lo político. Lo primero es lo que lo movió a participar en la Antología, lo segundo es la razón por la cual ahora afirma que no sólo no tuvo el efecto deseado, sino que ha fortalecido al gobierno federal, aunque confiesa en principio confió en “la buena voluntad” de Sicilia. Para Adriano Rémura esta situación no puede ser fruto de la ingenuidad, sino que por lo menos parece un fenómeno creado como paliativo social. EGRA coincide en que el gobierno federal, efectivamente, es el que sale beneficiado de esto. Yo recuerdo, frente al reproche de Domínguez Michael de que muchos de los que escriben sobre este tema sólo conocen a Sicilia a partir de la muerte de su hijo y no en lo literario, uno de los últimos poemas publicados por él, si no es que el último, antes del suceso: aparece en la revista “Perros del alba” en su quinto número, titulado “Lista de Preferencias”. Cuando habla acerca de las muchachas, dice “las de veinte”, cuando se refiere de las mujeres dice “las más maduras”; cuando habla de sus creencias dice: “de los dioses/ el único y trinitario”. Mientras EGRA sigue discutiendo animosamente sobre lo imposible que resulta, un padre pueda al igual que Abram, sacrificar a un hijo, recuerdo y me hacen temblar los versos finales con que cierra aquel poema de Sicilia: “De las vidas/ las verdaderas… De las muertes/ las que se entregan”.

Ya me he bebido tres tazas de café, no puedo pedir otra más porque están cerrando el restaurante. Se nos ha pasado el tiempo de volada, como suele ocurrir en una buena charla. Enrique nos platica de un poemario que realizó y que está corrigiendo. Me reservo el nombre. En éste, Enrique vuelve al mito, aún cuando ha escrito poesía social y de otro tipo, porque es como estar conversando a través de la época. Todo es cuestión de salir del laberinto, y que se resume finalmente, en la búsqueda de la libertad. El hilo de Ariadna que vinculara lazos de sangre entre los poeticistas, vuelve a conducir la pluma de EGRA, en un poemario donde aparecen los héroes y personajes míticos de la cultura cretense. No podemos quedarnos más tiempo en el restaurante y afuera ya hace más frío. Tenemos que despedirnos. La pareja entonces cruza una glorieta para llegar a su departamento, los otros cuatro tenemos que cruzar la ciudad en diferentes direcciones. Durante el camino, seguimos discutiendo: “Está bien, el movimiento es religioso”, yo acepto, “pero y los ateos y los antiteístas, a quienes también les matan a sus hijos, dónde quedan?”, espeta Adriano y se despide con esa pregunta cuando yo desciendo del Metrobús.

Camino a casa y me parece que EGRA ha sido especialmente sensible con el tema del hijo de Sicilia, porque el poema que escribió también estaba referido a la muerte de su propio hijo, también Enrique, en el 2008. Curiosamente a mí me pasó algo similar, sólo que a la inversa, porque recientemente había muerto mi abuelo y el poema que escribí para la Antología estaba atravesado por ese duelo, por lo que en “Días de ignominia” no abordo tanto la cuestión social. Pero coincido con la idea de Adriano Rémura, de que si hubieran asesinado al hijo de otro poeta, hablamos no de un poeta clerical, sino a alguien más cercano, “uno de nosotros, como Pancho Zapata”, no hubieran hecho nada, ni lo hubieran recibido en Los Pinos. Ya lo había dicho Rémura en algún momento de la reunión, cuando EGRA nos contaba que había rechazado la publicación de sus obras completas por parte del PRD: “El problema es que, a diferencia de tu caso, actualmente casi todos los poetas carecen de congruencia, y no sólo ideológica, sino ética y estética”.


 Leonora Carrington (1917-2011). La hermana del Minotauro y
El Laberinto.


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