Por Arturo Alvar
Entre las empresas culturales que más valoro y me entusiasma volver año con año, desde la creación pero también desde la gestión es, sin duda, el Torneo de Poesía
Adversario en el Cuadrilátero, organizado desde 2007 por iniciativa de la editorial
Versodestierro, cuya gravitación final en esta última edición fue una plazuela del Centro Histórico de la Ciudad de México, consolidando así un proyecto que desde entonces, me parece, ha tenido una continuidad obstinada, casi enfermiza, de otorgarle un carácter independiente al acto poético, fuera de los espacios tradicionales, por demás oficiosos, con que suele juzgarse a la obras, los autores y las condiciones del público.
Es por ello que en un tono de festejo me uno al testimonial de la presente
Antología, siendo esta publicación un ejemplo de fertilidad en estos tiempos de abstinencia, donde lo que parimos es la poesía, entre callejones de libros y antiguas cantinas. Gestamos esta propuesta frente a un entorno donde la adversidad se ha vuelto la esencia misma de la independencia a la que se aspira, incluso como un elemento innovador de la actividad artística, cuando es la poesía la principal protagonista.
Considero que
Adversario en el cuadrilátero es un evento deportivo-intelectual de corte performativo, en cuanto a la representación metafórica de una justa poética con elementos de la cultura popular, donde el poeta se vuelve juglar (así como el luchador libre deviene en lector de poesía); pero también toma en cuenta aspectos de la cultura de élites, con la existencia de un jurado conformado por personas de reconocida labor en el ámbito de la creación poética. Una mezcla que para muchos adversarios es un derrotero para confrontar su labor con la reconfiguración del espacio público, que en el marco de este Torneo se convierte en una arena de contienda de forma y contenido, o como diría Mario Santiago, de manera más poética, una “madriza sorda” (la vida), aunque en este caso, de voces, a la que se entregan los poetas para cantar más hondo.
Fue en noviembre de 2007 cuando conocí la propuesta de
Adversario en el cuadrilátero, con su participación en el
Segundo Encuentro Nacional de Artistas Jóvenes Independientes ENAJI, organizado por el colectivo de Artistas Plásticos Independientes (APIE), en San Cristóbal, Ecatepec. Cuando vinieron los adversarios con un par de peleas de exhibición, Andrés Cisneros, editor de
Versodestierro, llevaba en su hombro, subiendo por una cuesta, las piezas de un rudimentario cuadrilátero, improvisado ingeniosamente. La pelea estelar por parte de los finalistas del primer Torneo de poesía, organizado unos meses antes, era entre Mario Dux Castell y Guillermo Rojo Córdova. Subimos a las faldas del cerro del viento, donde se encontraba instalado el ENAJI. Ahí fue donde Rojo Córdova, temible contendiente y Mario Dux, ganador indiscutible del primer Torneo, contendieron en duelo amistoso y sus voces se dejaron sentir, de lo rítmico a lo delirante, del blues al alarido. Durante la contienda, Andrés me dijo: “no te imaginas cómo se ve esto en un ring de verdad”. Al siguiente año, decidí inscribirme en el Torneo.
La fase clasificatoria inició en el Faro de Oriente. Fui muy salsa, con un par de poemas pendencieros; uno de ellos me inspiraba porque lo había escrito en las paredes de la estación del metro Ecatepec, en conjunto con un mural que pintaron los del APIE, donde aparecía, desde un atardecer hasta la noche con Luna y Venus, la serpiente Quetzalcóatl y en su panza al dios del viento, Ehécatl, surcando por el aire los cerros conurbados del municipio más grande de América Latina. Un poema escrito de tal forma que mientras los transeúntes pasaran en su ruta cotidiana al metro, pudieran recorrerlo en su lectura, ya que bien puede leerse de ida y vuelta, pero nunca es el mismo.
Conocí el Faro de Oriente porque en su librería habíamos presentado un par de libros con anterioridad. El ring apenas cupo en la sala principal del Faro. Cuarenta adversarios se habían inscrito, de los cuales, después de dos contiendas (a una caída por cada poeta), logramos clasificar dieciséis. En realidad, me pareció tan breve la contienda clasificatoria como para tanto lío con el montaje del ring. Cerró el evento con un grupo de rock, quienes al final se molestaron, sólo un poco, porque la gente se había ido demasiado pronto, al cabo del término el último combatiente, mientras festejamos en el centro del cuadrilátero. De acuerdo con las bases del torneo, se calificaba por parte del jurado (si no me equivoco): la calidad del poema, la presencia en el escenario y la resonancia del público (conforme al desempeño de los torneos, se fueron afinando estos criterios).
Así, cantando a lo muy salsa, pasé a los octavos de final, que se realizaron afuera del Foro Cultural José Martí. En esta ocasión, cada batalla se iba a librar de dos a tres caídas, con poemas leídos durante tres minutos máximo por cada poeta. Estaba nervioso, salí del metro Hidalgo de lado de la en medio de un turba de comerciantes. A un costado de la estatua de José Martí, habían montado ya el cuadrilátero, con muchos niños arriba de éste, como suele ocurrir con estos escenarios, ante la expectativa de los transeúntes.
“Seguramente te vas a ir a cuatro caídas”, me dijo Adriana Tafoya, tras bambalinas, porque sólo llevaba tres poemas. Me advirtió que iba a contender contra Leticia Luna, una de las favoritas para llevarse el Torneo (como sucedió al final), con lo que necesitaba sacar un poema más, con copia en tres juegos para los jueces. “Así son las reglas del Torneo”. Y ni modo, salí caminando (más bien en chinga), por varias cuadras hasta encontrar un café internet. Cuando por fin regresé, sudoroso, Leticia Luna estaba arriba del ring, con otro retador a quien hizo probar el polvo en dos caídas. Cuando bajó, Steelman, un luchador profesional, la felicitó. Cada quien tiene a su poeta favorito.
Ante el descalabro del retador y mi ausencia, era probable que abandonara el Torneo sin pena ni gloria, pero para mí sorpresa se determinó, por parte del jurado, que tenía derecho a retar a otro poeta y que, si aceptaba, había otra posibilidad de continuar con vida. O sea que me dieron otro chance, pero Leticia Luna ya no quiso aceptar un duelo conmigo, pues ya tenía seguro su pase a la siguiente ronda. Fue Mónica Suárez quien aceptó batirse a cuatro caídas, donde al final se declaró un empate. En el mismo sentido, para la siguiente fase habría que desafiar a otro poeta quien, como yo, se había colado: precisamente mi adversario fue Guillermo Rojo Córdova, que también había logrado pasar a los cuartos de final, siendo ahora que aparecía en el Torneo la figura, siempre polémica, del poeta retador.
La ronda de los cuartos de final del Torneo de poesía, fue presentada como el evento estelar de la programación literaria, en el marco del
Tercer Encuentro Nacional de Artistas Jóvenes Independientes, que se llevó a cabo en el Foro Cultural Calpulli-Marina, a finales de 2008. Con altas expectativas, dieron el primer campanazo. Me sentía con cierta ventaja porque me encontraba como en casa. Pero en realidad, no fue tan fácil ser organizador y peleador al mismo tiempo. Nuevamente problemas con el ring, no por falta de espacio, que en el Calpulli sobraba, o no pudiéramos costearlo como parte de la infraestructura del Encuentro, sino porque cuando se instaló, el chofer estacionó ahí mismo la camioneta en que lo transportaron. Con todo y ese estorbo, después de todo el ring se veía muy poético, con el fondo de los edificios de la Unidad Habitacional Marina, las cuerdas bien estiradas, la lona espléndida, junto a los murales del Calpulli. Subieron Estephani Granda y Mónica Suárez, como puede verse en uno de los carteles que después comenzó a publicar
Versodestierro para darle una difusión mucho más amplia al Torneo, que ya era conocido en diversos estratos del ámbito literario.
Me había preparado con un par de poemas de tono beligerante, pero Guillermo Rojo Córdova había ensayado, desde el año pasado, una presencia escénica cada vez más poderosa. Me pareció también que sobre todo había afinado sus recursos sonoros y rítmicos, lo que daba un efecto lúdico en la lectura de sus poemas, lo que llamaba la atención del público. Gané la primera caída, donde la poeta Norma Bazúa, junto con Karina Falcón y Juan Carlos H. Vera, conformaron el jurado de aquella edición. Me otorgaron la primera caída, con un poema que hablaba de perder la vida, con la imagen de un molino destazado. Pero en las siguientes dos caídas, ahora me parece que el criterio con que elegí mis propios poemas se quedó corto de dar un golpe más certero, sobre todo un error estuvo en repetir el mismo poema, de tema urbano, con el que había contendido en la primera clasificatoria (lo que quizás previno a mi contrincante). Me había faltado un tono más real con mi estrato telúrico que hubiese cimbrado en las paredes del Foro.
Pero el hubiera no existe, así que Guillermo Rojo Córdova supo aprovechar con decisión su poema y a la tercera caída logró pasar a la siguiente ronda. Por la noche, cuando nos felicitamos, pensé que Rojo podría llegar a la final, aunque después él mismo escribiera, al salir derrotado en la siguiente fase: “Que chingue a su reputa madre el que diga que morí indignamente sobre el ring”. Entonces me di cuenta de que la victoria no te enseña tanto como el reto ante la derrota. “No hay éxito como el fracaso” dijo Dylan Thomas (¿O es Bob Dylan?), aunque el fracaso tampoco sea, desde luego, un éxito. En todo caso, de aquella experiencia extraigo, para los que pretenden volverse adversarios en un próximo Torneo, que no hay nada mejor que subirse al ring y ser un duro contrincante.
En la siguiente edición del 2009, comencé a plantear como necesario el registro en video para que a la postre pudiera editarse un documental que diera cuenta del rumbo del Torneo, por lo que me ocupé de la producción del mismo, que hasta el momento continúa, aunque de manera intermitente. La final en esta tercera edición de
Adversario en el cuadrilátero, se llevó a cabo en una cantina taurina del Centro Histórico, donde el ring apenas cupo entre las mesas abarrotadas de seguidores, en la cual Ileana Garma salió vencedora frente a Eduardo Ribé, quien con mucha constancia había alcanzado el último escalón del campeonato, pero que al final su poema monosilábico, de intensa lectura, aunque lúdico ya se conocía en el repertorio de Ribé, entonces sonó bastante repetitivo frente a una fluidez en las imágenes que presentaba Garma en un poema que daba viraje al tema de la naturaleza, dio la pauta para que Max Rojas, instalado en el jurado junto a Gonzalo Martré, pronunciara el dictamen definitivo, pues entre “querer ser poeta y ser poeta hay una enorme distancia”.
Mucho de lo narrado aquí se encuentra grabado en el registro documental del Torneo y para esta última edición nos hemos preparado para dar seguimiento de todo lo que ocurra. Es curioso como un proyecto puede ser útil hasta para lo más simple, pero que es indispensable, para llevar a buen fin un evento. En aquella final, como había poca luz en la cantina, la lámpara que nos servía para la cámara de video, además colaboró con buena iluminación para que el público asistente pudiera presenciar los combates, incluso para que los mismos poetas pudieran alcanzar a leer sus escritos, así como los jurados sus dictámenes (leídos en público) entre los ensombrecidos cuadros de toreros y cabezas de toro de lidia colgadas en las paredes. Así festeamos, con música salsa y platicando hasta la embriaguez de lo que fue el último combate. Entre copas, Tafoya dijo que se podía imaginar a Garma en el espejo diciendo “no voy a perder”. Bailé con todas las almas, hasta perder la mía, conversando a más no poder, hasta que nos terminaron sacando de la cantina.
Además de la presencia de inigualables personajes como Steelman,
Adversario en el cuadrilátero ha visto nacer a otros entes poéticos, como el “poetastro”, versado en la bravuconería, con su máscara rojinegra de poeta consagrado, o criaturas mucho más amables como la “cigarrera” (con su oferta de libros para hoteles de paso). El réferi principal, el poeta Pedro Emiliano, siempre ha tomado un papel fundamental para el cumplimiento de las reglas por parte de los adversarios, buscando que practiquen un juego limpio, el reconocimiento del otro, advirtiendo los tiempos límite de cada lectura o comunicándole al contendiente si ha cometido alguna falta y será sancionado por los jueces. Por parte de los narradores del Torneo, se va conformando un estilo de contar el suceso poético, afinando la manera de involucrar al público presente, con el montaje de una mesa radio-callejera, como testigos privilegiados del acto poético donde Dionisio tiene todas sus apuestas.
Con respecto a las críticas del jurado y al jurado, trae a la mesa la pertinencia de nuevos criterios para determinar un ganador. Otras iniciativas como el documental y el apoyo de la
Plataforma Chilango-Andaluz para transmitir el Torneo vía internet, demuestran que este proyecto se abre a la interdisciplinariedad sin perder su esencia callejera, al contrario, esto permite penetrar en ella. Por parte de los premios, creo que ha sido un acierto la incorporación de las artes plásticas, como la pintura de Felipe Gaytán y los cuadros de Kenta Tori, tanto en los eventos como en la premiación con obra artística; además de que los grupos de Rock, Jazz y Punk que acompañan al Torneo, han comprendido con las sucesivas ediciones, que darle un lugar a la poesía en cuanto acto público, no empobrece en absoluto su actividad musical.
Este pasado
Adversario en el cuadrilátero 2010, las voluntades se han sumado de forma excepcional y esperamos que esta lógica continúe en las siguientes edición del torneo. En una junta con el equipo de organización, previo al inicio de
Adversario, me sorprendió ver que personas que antes habían contendido o que fueron meros espectadores, ahora pasaban a formar parte del apoyo integral requerido para hacer posible el sueño de los poetas que suben al ring. Frente a mí, se sentó un hombre corpulento, pero alegre, que se ofreció a ayudarme con el equipo de sonido, el cual yo había quedado como responsable de traer a lo largo de las fases eliminatorias, si es que se presentaba algún problema. Cuando nos despedimos de él, supe que el sujeto amable era nada menos que Steelman, aunque sin máscara. Era la primera vez que reconocía la identidad secreta, el rostro oculto, de un luchador. Cuando me tocó cargar con las bocinas, ahí siempre estuvieron las manos laboriosas no sólo de él sino de muchos más compañeros. De esos encuentros está hecha la poesía.
Con cada edición de Torneo se suman esfuerzos y con sus logros, nuevas adversidades. Pero no hay nada más poético que ver cómo se instala un ring, como lo he visto en estos últimos cuatro años, como también se alcanza, por parte de un adversario, la gran final que todos esperan: mirar batirse a duelo a las poetas bellas, Alina Hernández y Hortensia Carrasco, situándose en igualdad de condiciones frente a los varones como indiscutibles ganadoras.
Ahora nada será más satisfactorio que ver publicada la
Antología con los poemas que fueron declamados en el centro del ring, librando las afrentas más cerradas; poemazos cantados en cruentos pero sobretodo humanos enfrentamientos, para finalmente aparecer en una publicación como muestra de lucha frente a lo ya instituido en la manera de asignar premios y canonjías en el medio literario, puesto que desde un principio se ha reivindicado, en este quehacer, una expresión artística concebida desde fuera de los parámetros impuestos. En suma,
Adversario en el cuadrilátero ha reconfigurado la dimensión pública de la acción poética, puesta en movimiento y apostando por el movimiento que representa un viraje en la poesía mexicana actual. Como un veterano contendiente de molinos, por demás imbatibles, involucrado a la par en la gestión de este Torneo, recomiendo por igual que público, adversarios, editores y organizadores, se rompan su todita madre, porque nos ha parido, a todos, la poesía. Con la publicación de la presente
Antología, el lector, al final de cuentas, será el que dé el gancho definitivo, la última palabra.