Jorge Cuesta: modernidad y canon poético
Apuntes para una lectura crítica de la
Antología de poesía
mexicana moderna
Por Arturo Alvar
Jorge Cuesta nació en Córdoba, Veracruz, el 21 de
septiembre de 1903 y murió a los treinta y nueve años, el 13 de agosto de 1942.
El hijo de Enrique González Rojo, del mismo nombre que su padre, excepto porque
se apellida Rojo-Arthur, también poeta, cuenta que en su casa se tenía de
cierto que el más inteligente de todos los Contemporáneos era Jorge Cuesta.
Terminó sus días emasculándose −aclara Rojo-Arthur que el
que sabe los pormenores de este asunto es Elías Nandino, porque fue médico de
Cuesta−. Autor de ensayos paradigmáticos como "El arte moderno" y
"El clasicismo mexicano", Cuesta es una cárcel lúcida que revela su
propio retrato, que es el de la modernidad. Se afirma que Jorge Cuesta instauró
el canon al mismo tiempo que la crítica literaria en México[1]. El
texto pretende dilucidar en torno a esta relación entre la labor crítica y
consolidación del canon.
Jorge Cuesta fue un intelectual que entendió su
vanguardia, los Contemporáneos, como una oposición necesaria frente a la
tradición dominante de su época, contra la mitificación nacionalista
posrevolucionaria. Sus proyectos como la Antología
de poesía mexicana moderna y las revistas Examen y Contemporáneos,
aunque sacudidos por el escándalo[2], más que
manifiestos, se consolidaron por su rigor intelectual y ahora son modelo a
seguir. Si bien hay distintas modernidades, la crítica es la actitud moderna
por antonomasia, donde Jorge Cuesta encuentra su abrevadero universal.
En la actualidad, tomando en cuenta el lugar
triunfal desde el cual se afirma la institución crítica de Jorge Cuesta, habría
que cuestionar que los sucesores de Octavio Paz reclamen para sí la legítima
herencia intelectual de quien Enrique González Martínez consideraba el más
inteligente entre todos los Contemporáneos. Esto a partir de proseguir con la
tradición crítica fundada por Jorge Cuesta, es decir, como "conciencia de
la literatura", que es, a final de cuentas, una conciencia moral, que
incide en la construcción del canon[3]. Se
posiciona una perspectiva hegemónica, en lugar de lo que debiera ser un
reconocimiento a la diversidad de vetas que coexisten en la literatura mexicana
contemporánea −la crítica es una de ellas, imprescindible−. El pensamiento
crítico se ejerce sin herencias exclusivas y el mismo Jorge Cuesta escribe, a
propósito de sus consideraciones sobre lo demoníaco, que no hay un arte moral.
En este sentido, tampoco un tratamiento doctrinario o pensamiento único para
valorar la literatura.
Lo anterior implica un cuestionamiento profundo a
la idea misma de canon, que los herederos de Octavio Paz −Fundación para las
Letras Mexicanas; Enrique Krauze y su pandilla (incluidos Zaid y Pacheco); por la parte académica, otros grupos como el de Gustavo Jiménez Aguirre y la propia Malva Flores (con el espacio "Horizonte" apoyado por la UNAM), entre otros− dan por sentado, aunque con sus respectivas diferencias, bajo una misma lógica (la de la hegemonía intelectual), que en la tradición literaria Octavio Paz ejerce su patriarcado y ha conquistado
las ideas de Jorge Cuesta[4], siendo
que sólo ellos reflexionan al respecto y más allá de ellos no hay debate ni
crítica. De acuerdo a lo anterior, el giro que a Rafael Lemus le parece
radical, simplemente es necesario: "continuar a Jorge Cuesta"; lo
radical sería identificar y abordar las irrupciones a la aparente continuidad que
se ha prolongado entre el canon −impuesto por una Letras que se suponen Libres, así como una academia que se supone crítica − y el pensamiento cuestiano.
Para continuar a Jorge Cuesta no hace falta
emascularse, ni mitificar al poeta hasta el punto de hacerlo irreconocible. Leer
desde el presente al crítico, criticarlo como se propuso Eliot, es debatir con
sus fantasmas, que son los malestares de la modernidad, quimeras que siguen
presentes y que hay que combatir, mostrando vivos los debates en pleno discurso
posmoderno. Es ir a una crítica sin complacencias y hasta sus últimas
consecuencias −lo que implica que la crítica propiamente literaria salte a un
campo de poder, intervenga en su estructura− como la experiencia más inmediata
dentro de lo que el propio Cuesta reconoce como su generación; esto es,
colocando en su momento a los Contemporáneos (1920-1932) como parte medular en
la genealogía del árbol canónico[5].
La exigencia por comprender nuestro tiempo, encuentra en la obra de Jorge Cuesta un pensamiento agudo y un pathos cultural encarnado en su persona, contrastado con la arbitrariedad, el hedonismo y la contingencia de la posmodernidad. Siguiendo a Jorge Cuesta, el siglo XXI podría ser el siglo de la crítica para la literatura mexicana, dentro de esa pluralidad que la va poblando de representaciones y búsquedas. Pero esto depende de leerlo a conciencia, plantear los caminos ineludibles de su pensamiento, tanto como advertir los valores estéticos que empleó como crítico de poesía, donde Jorge Cuesta echa mano del ensayo como método de la inteligencia[6].
Jorge Cuesta criticó a varias generaciones de
poetas mexicanos. Por mencionar a quienes, como él, a la vez que poesía realizaron
crítica, escribió al respecto de obras como la de Alfonso Reyes (generación
antecesora) y Octavio Paz (como poeta de la herencia hacia el futuro), afines a
lo que llama T.S Eliot los "críticos practicantes"[7]. En este
sentido, criticó al crítico Genaro Fernández Mac Gregor. También escribió
respecto a la poesía de Ramón López Velarde y Salvador Díaz Mirón; José Gorostiza
y Bernardo Ortiz de Montellano (Contemporáneos); sobre Margarita Urueta y Luis
Cardoza y Aragón, "íntimo amigo de Cuesta desde su llegada a México"[8]. En el
texto "La enseñanza de Ulises", a propósito de la crítica de Genaro
Fernández Mac Gregor, Jorge Cuesta discute los problemas de método, los
acercamientos a la "experiencia literaria". Comienza afirmando que:
"Hay de dos clases de crítica: la poética y
la científica. Estrictamente sólo esta última merece el nombre de crítica y a
la primera debe reservarse el título de ensayo, pero, como sucede con todas las
realizaciones del espíritu, es casi imposible encontrar en la experiencia
literaria ejemplos puros de los géneros que analíticamente concibe la
teoría"[9].
José Luis Martínez publica a Jorge Cuesta en su El ensayo mexicano moderno y con esto se define el género donde
Cuesta dejó sus mejores intuiciones. Si lo aplicamos a su propia labor,
encontramos que el trabajo crítico de Jorge Cuesta se concretó no sólo en sus
ensayos, sino en esa operación llamada Antología
de poesía mexicana moderna (1928) −que lleva su firma en el prólogo− con la
cual se logró un auténtico debate sobre la tradición poética en México;
provocando, además, ante la polémica desatada, una cohesión intelectual −como
advierte Carlos Monsiváis[10]− que se
concretó en el nacimiento de la revista del grupo: Contemporáneos, poco después de publicada la Antología. En la revista, tomando un papel estratégico, Cuesta también
critica la vida política, artística e intelectual del país, sin hacer
distinción entre crítica literaria y crítica de la cultura.
Coincidiendo con Domínguez Michael, Malva Flores
considera a Jorge Cuesta como un "intelectual estrictamente moderno que
asume su tarea como crítico del poder en cualquiera de sus manifestaciones"[11]. La
autora acude a su vez a la opinión de Guillermo Sheridan y reafirma que la
modernidad de Jorge Cuesta tiene raigambre en la originalidad de sus ideas. Por
ejemplo, sus vislumbres sobre la tradición, condición universal de la poesía
mexicana "en tanto inclinación clásica"[12]. Al tomar
conciencia de la literatura, Jorge Cuesta no está en la elaboración de una
ortodoxia que exalte lo particular −lugar común del nacionalismo−, sino de un
proyecto de alcances cosmopolitas, que a decir de Malva Flores conlleva la
creación de una "figura de poder alterno e independiente cuya fuerza
radica en el valor de sus ideas y la repercusión que éstas puedan tener en el
conjunto de la sociedad"[13].
Esa vocación universalista del intelectual desde
luego existe, pero que se conciba como independiente es lo que otorga semblante
moderno a Jorge Cuesta, leído y promovido desde una revista como Letras Libres, así como desde otros
espacios instituyentes del canon, como ha sido la academia (la UNAM, en el caso
de "Horizonte de poesía mexicana", espacio virtual). En este sentido,
habría que cuestionar la supuesta independencia tanto de la publicación como de
la figura crítica que enaltecen en el poeta[14] −la
sombra esquiva de Jorge Cuesta− en la disputa de un canon que intenta
constituirse como legítimo, a partir de proclamar lo moderno, una heredad
literaria que incluya su crítica, pero que en los hechos se intenta imponer como
política. En la mitificación de las ideas de Jorge Cuesta, la tradición crítica
y su aparente continuidad en el concepto "tradición de la ruptura"
enarbolado por Octavio Paz en 1966, a propósito de Poesía en movimiento, pero despojado para entonces de esa puesta en
crisis radical que en su momento Jorge Cuesta hizo del poder, los herederos,
como hoy como ayer, dan por sentado que la sociedad sigue "representada
por sus élites intelectuales y políticas"[15].
Al respecto, una clara influencia ideológica de
lo afirmado por Malva Flores en el terreno estético, llevada a lo político, es
la que adoptó Octavio Paz en Itinerario.
A los ochenta años, escribió que "el proceso de modernización ha sido
siempre una empresa de minorías empeñadas en cambiar a la mayoría". Considerando
que la política de Carlos Salinas de Gortari "había logrado sacar al país
del pantano en que había caído", afirmó que el proceso de modernización en
México, tomando una postura reformista, lo que incluyó la justificación a la
privatización de empresas estatales, garantizaría un crecimiento económico que paulatinamente llegaría a la mayoría, cosa
que no ocurrió. Octavio Paz se justifica y dice que, en todo caso, sólo a los
"trabajadores y consumidores", ya no al Estado, les corresponde
luchar por una mejor distribución del ingreso, omite así la responsabilidad de
los grandes empresarios y los abusos que han cometido a la postre, precisamente
en los rescates bancarios, la precarización laboral, el castigo al salario y al
poder adquisitivo, mientras que Carlos Salinas de Gortari y su grupo siguen
manteniendo sus privilegios, sin que haya cambiado la estructura[16].
Aunque son completamente distintos los términos modernidad en el sentido de la crítica
literaria que se ha discutido y modernización
como política del régimen priista, Malva Flores empata estas dimensiones cuando
afirma que la suya es una "generación del desencanto", en el sentido
que llamó Max Weber a la modernidad como un proceso de desencantamiento y racionalización
del mundo[17]
−aunque finalmente algunos pensadores como Gianni Vattimo, han observado que en
la posmodernidad persisten sacralizaciones que la modernidad no secularizó[18]−. Mientras
que por un lado se racionalizan los procedimientos y códigos para legitimar una
obra, por otra parte el canon sigue viendo a la poesía como una tradición sagrada
y desde ahí determina su función estética frente al poder. No sorprende que se
destaque una generación "desencantada", que parte de Letras Libres hacia atrás: 1968[19]. De
esta manera, Malva Flores evita tener que cuestionarse de atrás para adelante, yendo
del presente conquistado hacia el pasado por conquistar; plantea a una generación
de poetas nacidos en los sesenta, convencidos de que hay razones para que la
poesía se vea como separada de lo político, siendo que estos
poetas de élite, al mismo tiempo que "representantes" de su
generación, no ven razones suficientes para que la poesía no sólo, en palabras
del propio Paz, se conforme con contemplar el mundo, sino que también aspire a
transformarlo.
En el caso de la literatura, la representatividad que ostenta el canon, resulta sesgada porque actualmente en México ya se reconocen varias literaturas, las indígenas sin ir más lejos. Lo que antes llamó Salvador Novo una "literatura del pueblo", ausente en la historia de la literatura mexicana de su tiempo, ahora es un reconocimiento de las diferencias que ha lanzado a la literatura mexicana a un espacio inconmensurable, donde se queda corta la Academia Mexicana de la Lengua, es decir, de la lengua dominante que penetró en los conquistados con la espada de la religión y de la letra. Sin embargo, el heterodoxo de Contemporáneos, como se consideraba Novo a sí mismo respecto del "grupo sin grupo", no estimaba dicha literatura en la medida de la diversidad, por ejemplo, de las lenguas originarias, sino como valor estético universal: "acaso no se ha advertido muy claramente que el entronque tradicional español con los corridos es garantía de la pureza de su expresión"[20]. Es a una élite −la de Novo, aunque distante− a la que va dirigido el reproche, pues son la pureza y la tradición europea lo que a sus pares importa, como el mismo Jorge Cuesta, a quien Salvador Novo ubicaba entre los escritores críticos, pero que a su ver no era tan independiente, al menos como lo quieren ver los herederos actuales, sino "una de las personas descubiertas por Xavier Villaurrutia y puestas en relieve por su trato"[21]. Guillermo Sheridan da crédito a Xavier Villaurrutia en la creación del concepto antológico, cuando cita aquella afirmación de que Alfonso Reyes fue quien, en principio, habría estimado prudente la confección de una antología a la altura de "nuestra lírica"[22] y que eso motivó la elucubración cuestiana, que no sale ilesa frente a la imposición de intereses entre los propios Contemporáneos hacia la Antología, sean políticos o intelectuales, atravesados por los conflictos de su época[23].
En el caso de la literatura, el conflicto de una
heredad poética y lo que en libertad la legitima: su crítica, se desata con la
publicación de la Antología de poesía
mexicana moderna, en la que Jorge Cuesta firma el prólogo a una obra que
luego se presumió colectiva[24], donde
incluso Jaime Torres Bodet muestra un interés por destacar en la antología, lo
que conlleva una intrusión más allá de lo literario[25]. Aún
con estas tensiones internas, Jorge Cuesta asume la responsabilidad intelectual
del acto. Hay entonces una idea de
tradición crítica que intenta fundar la Antología
de poesía mexicana moderna, como punto de ruptura para crear su propia
genealogía. La Antología para Jorge
Cuesta fue una elección forzosa y un compromiso donde sacrificaba su gusto
personal, ejercido en libertad, a cambio de despojar a la creación de toda
sombra de subjetividad. El fin de la crítica, en este sentido, sería desencadenar
una serie de "liberaciones": que el poeta quede liberado de la
escuela, que la obra quede liberada del autor y que el poema quede liberado de
la obra, en estado puro y viviente; pero además, libre también del interés
ejercido por el poder extraliterario. En suma, lo que resulte en una antología
para lectores liberados por el crítico, desprejuiciados de una imposición
subjetiva, en defensa paradójica de la propia subjetividad.
Puesto que "sólo dura
la obra que puede corregirse y prolongarse; pronto muere aquella que sólo puede
repetirse", para Jorge Cuesta fue necesario, pues, mostrar la afirmación y
la negación como las dos caras de una misma moneda, una de las formas del
"repudio de la continuidad ininterrumpida" de la modernidad, que
menciona Daniel Bell, en detrimento de la totalidad, donde paradójicamente se
pierde el sentido clásico por uno vanguardista. Más que una bomba como piensa
Sheridan, la Antología fue un
"buscaminas" en un campo cultural minado por el nacionalismo. A decir
de Guillermo Sheridan, la Antología funcionó
como un corte de caja que los poetas jóvenes hacían en la poesía mexicana para
dar cuenta de "cómo prolongar en ellos esa tradición"[26],
aunque a la postre se abrió una distancia casi insalvable entre los preceptos
cuestianos y el corpus final de la Antología que, con el paso del tiempo, ha
puesto en duda su pretendida objetividad.
La crítica de Jorge Cuesta no
era ni canónica ni triunfalista en su momento. Su contexto era más bien hostil.
Xavier Villaurrutia sale en su defensa y aclara también, respecto a los
criterios de selección de la Antología,
que Jorge Cuesta "no ha postergado" a los poetas Manuel Gutiérrez
Nájera, Amado Nervo y Manuel José Othón, tal como se fraguaba en la calumnia,
al calor de las acusaciones. Xavier Villaurrutia subraya que al incluir a Manuel
José Othón, un poeta detestable para Cuesta, éste último castiga su propio
gusto, incluso abre la Antología,
mientras que Amado Nervo, dice Xavier, "ocupa un pequeño alveolo", siendo
que el célebre ausente fue Manuel Gutiérrez Nájera, entre otros poetas que los
Contemporáneos dejaron fuera[27].
En el prólogo, Jorge Cuesta precisa que la Antología
en nada pierde con "olvidarlos", siendo que la poesía mexicana simplemente
se enriquece con "poseerlos"[28].
Hay efectivamente una inflexión
en plural que Jorge Cuesta utiliza para reafirmar sus consideraciones, un
factor gregario que muestra que el poeta no actuaba solo, aunque para Efraín
Huerta la Antología fue
"perpetrada diabólicamente por Jorge Cuesta"[29],
como recuerda Sheridan, lo cual se comprueba parcialmente cuando en la polémica
asume un yo categórico. Pero lo cierto es que hay un posicionamiento estético gregario,
a partir de la elaboración tras bambalinas de la Antología y en ello estriba una consideración política a la crítica
de poesía mexicana, por medio del trabajo antológico de sus propios
conspiradores, quienes −a decir de Óscar Oliva− con el transcurrir de las
décadas se han consolidado como el grupo más influyente en la poesía mexicana
del siglo pasado, donde Jorge Cuesta se encuentra entre el canon y el mito.
El canon de Jorge Cuesta es
el de una élite intelectual, lo que algunos críticos como Heriberto Yépez y
Sánchez Prado llaman "alta cultura"[30],
aún cuando ha dejado de ser aristocrática como en tiempos de los Contemporáneos
y que incluso el saber se ha masificado, acercándose más a lo que detestó el
mismo Baudelaire de la burguesía, cuyo gusto rechazaba. Por contraste, el mito se
da por el escándalo social y la nota roja del poeta, que no faltaron en vida. Sin
embargo, la "pura influencia" que anhelaba Jorge Cuesta para las
obras, es decir, "una constante incitación a contradecirlas, a
corregirlas, a prolongarlas" −yo agregaría a irrumpirlas− es el ejercicio
más consecuente con la heterodoxia que las anima, aún cuando los poemas hubieran
permanecido marginales, que no fue el caso de los Contemporáneos y su polémica Antología.
La Antología resultó para el gusto común en una decepción. El lector
tradicional sólo admite, a decir de Jorge Cuesta, la irracionalidad si ésta
conmueve a su espíritu y no soporta que le tracen un criterio estético más allá
del orden moral, dogmático y predecible; incluso al espectador le repugna una
obra que lo libere de la emoción, de cualquier juicio y lo comprometa, ante el
prodigio del arte, con la realidad misma, la que ha sido para los Contemporáneos
una realidad del desamparo. Así, reconociendo a los miembros de lo que
considera su generación, a su vez "Pellicer decepciona a nuestro paisaje; (vemos) cómo Ortiz de
Montellano decepciona a nuestro folclore; cómo Salvador Novo decepciona
a nuestra costumbres; cómo Xavier
Villaurrutia decepciona a nuestra
literatura", etcétera[31].
Es decir, confronta los tópicos canónicos de su tiempo, promovidos por el
nacionalismo y su lectura hegemonía.
Hay una perspectiva herética
desde luego y un saber que es comunicado de manera secreta en Jorge Cuesta, a
través del poema o por medio de una lectura profana de la tradición: la Antología en sí misma como obra de arte,
a decir de Daniel Bell, se publica sin "subordinación de los impulsos
estéticos a la conducta moral"[32].
En este sentido, el principal atractivo del modernismo fue que la vida y el arte
se fundieran; lo mismo experiencia y belleza. Para Jorge Cuesta, la creencia
religiosa no tiene cabida ante el vacío de la nada y el individuo únicamente
desaparece en la embriaguez del momento, por lo que no deja de ser necesaria la
lucidez; despertar finalmente sobrios como apunta Cuesta, al mismo tiempo que confiesa
"una pasión sin límites por Nietzsche"[33] −como ha escrito
Evodio Escalante al respecto de Canto a
un dios mineral−. Dionisiacamente apolíneo, el joven crítico propone una Antología sin repeticiones ociosas,
señalando las diferencias necesarias y sin dejar huecos. Pero no se refiere a
huecos históricos, generacionales o pedagógicos, como señala Sheridan, sino al criterio
selectivo del responsable, refiriéndose a la calidad poética que lleva a su vez
a la consigna moral platónica:"Dejar a cada quien lo suyo es la única
manera de no perder lo propio y de poseer lo justo". Jorge Cuesta como antologador,
lo mismo que en sus ensayos, apuesta por una lectura estética de la poesía, más
que a una crítica pretendidamente científica.
La Antología de poesía mexicana moderna es una fotografía de la
familia en discordia por la tradición. Una mirada que saca filo y parte de la
sospecha, sistemática duda sobre lo que se ha impuesto como poéticamente
valioso desde un pasado que fija antes de posibilitar su transcurso. Un pasado mexicano
cuya poesía fue endogámica para mantener un estatus conciliatorio entre el
refinamiento aristocrático y el gusto por lo popular, cuyo aparato canónico se
vio apenas agitado por el drama social que implicó el conflicto revolucionario.
Abierta la necesidad de remontar lo perdido por años de lucha, el fotógrafo −la
mirada crítica− debe enfocar la "individualidad de cada objeto" sin
detrimento del "paisaje que los contiene a todos".
En este sentido, Jorge
Cuesta declara que la irrupción de la Antología
en el panorama cultural mexicano (a finales de la década de los veinte), no
buscaba establecer un orden violento, sino acomodarse en un lugar que le
exigiera "los más ligeros sacrificios". En palabras de Daniel Bell, el
modernismo es el "obstinado esfuerzo de un estilo y una sensibilidad por
permanecer en el frente de la conciencia
en avance"[34];
un movimiento cultural llevado a cabo por élites intelectuales, que se suscitó
desde hace más de siglo y medio "renovados y sostenidos ataques contra la
estructura social". Por tanto, no se podía esperar menos de la Antología que su incomprensión como
dificultad original, signo moderno, por parte de sus primeros detractores.
Jorge Cuesta, ve la
necesidad de que los grupos y las escuelas queden superadas por los individuos
(así lo asienta en el prólogo), que responde, más que a una tendencia, a un
cambio de identidad de corte generacional. Retomando a Daniel Bell, la conciencia de sí mismo rompe con la
autoridad de la razón a partir de la experiencia como sustento de
"significados comunes". De esta manera, surge el sentido de la
generación como "el centro distintivo de la identidad moderna"[35].
Esto adquiere importancia
tanto en la esfera literaria como en el ámbito político, puesto que tiene tanta
importancia la noción generacional en la modernidad, que Daniel Bell sentencia:
"la realidad se derrumba cuando los otros que confirman pierden
significado para la persona que trata de ubicarse o de hallar un lugar"[36].
La pertenencia o no a un grupo, entonces, no sólo es una tendencia sino una
ideología, un campo en disputa que se caracteriza de tensiones e intereses en
conflicto, donde cada grupo quiere ser reconocido. Este proceso, junto con el
de la modernidad, son los que han permitido la autonomía del campo estético.
El propio Cuesta brinda una
instantánea del grupo que toma por una imagen generacional. Aparte de nacer en
México, los jóvenes escritores de los años veinte crecieron en un
"raquítico medio intelectual", huérfanos al carecer de
"compañías mayores que desde la más temprana juventud deciden un
destino", pero por ello mismo una generación que elige su propio camino,
destacando encontrarse en medio de una producción literaria que tiene por
cualidad esencial carecer de toda crítica. La falta de crítica es, por tanto,
la condición más importante que configura "la realidad mexicana de este
grupo de escritores". Una generación del desamparo que "no se ha
quejado de ello", ni ha querido falsear la realidad nacional por su afán
universalista. Parafraseando a Villaurrutia, la libertad de Contemporáneos ha
consistido en elegir su propia fatalidad como realidad: "ella les permite
ser lo que son"[37].
Si en el prólogo de la Antología Cuesta afirma: "quien no
abandona la escuela en la que ha crecido, quien no la traiciona luego, encadena
su destino a ella: con ella vive y con ella perece", en un tono más
político, como advierte Carlos Monsiváis, finalmente Jorge Cuesta consideró que
en México nunca había existido una generación "más conforme con su propio
destino" que la suya[38].
Por lo anterior, surge la pregunta: si de antemano estos jóvenes poetas
aceptaron su destino ¿en qué poemas los Contemporáneos abandonaron su propia
escuela; cuándo nos decepcionaron? En la Antología
de poesía mexicana moderna, el rigor que impusieron a otras generaciones,
lamentablemente no estuvo al mismo
nivel cuando tuvieron la oportunidad de ponderar su propio trabajo.
De acuerdo con lo tratado,
la aspiración de Jorge Cuesta por la poesía, como dice en su prólogo, estaba en
"arrancar cada objeto de su sombra y no dejarle sino la vida individual
que posee". Esta develación de las apariencias sólo puede suceder por
medio de la crítica, como ya dije al principio de este ensayo, actitud moderna por antonomasia.
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[1] Hace más de una década, Christopher Domínguez Michael sostuvo
en Letras Libres que Jorge Cuesta
"fue esencialmente quien dio forma al canon de nuestra tradición
literaria".
[2] El juicio legal entablado por el Estado en contra de la
revista Examen por la publicación de algunos
fragmentos “inmorales” de Cariátide,
la novela de Rubén Salazar Mallén, a decir de Malva Flores, representa "el
primer capítulo de una historia donde la figura del intelectual mexicano se va
separando, paulatinamente, de su colaboración con el Estado".
[3] En el primer número de Letras Libres, en su versión electrónica, Enrique Krauze escribió:
"Somos herederos de una tradición
intelectual que por más de dos decenios encarnó en la
revista Vuelta de Octavio Paz".
[4] En la versión impresa de Letras Libres, el editorial del primer número es más
prudente con la heredad de paciana, aunque ya se declaran afanes de conquista:
"...en Letras Libres —nombre acuñado por el propio Paz— no
nos sentimos herederos automáticos de su legado: haremos lo posible por
conquistarlo”.
[5] Como señala Malva Flores, para el séptimo
número de Letras Libres (1999), aparece un “Árbol hemerográfico de la
literatura mexicana”, preparado por el consejo editorial y firmado por
Christopher Domínguez Michael, donde se plantea la revista como la heredera
directa, no sólo de Vuelta sino, partiendo de Contemporáneos, como señala
Malva Flores: "del tronco robusto de nuestras revistas literarias, al que
coronaba".
[6] Para Carlos Monsiváis, Jorge Cuesta escribió con mejor
fortuna el ensayo que la poesía, aunque Evodio Escalante lo interpela y escribe
en su libro Metafísica y delirio que
"los cambios en el gusto
estético propician hoy una recepción más generosa ante una
obra a la que siempre se reprochó su frialdad intelectual".
[7] Escribió Eliot:
"De modo que el crítico por quien siento mayor gratitud es aquél que puede
hacerme ver algo que no había visto nunca, o que había visto con ojos
enturbiados por prejuicios, aquél que me enfrenta con la obra y luego me deja a
solas con ella". Criticar al crítico y otros escritos. Traducción de Manuel Rivas Corral de: To Criticize
the Critic and Other Writings.
[8]Guillermo Sheridan, en el prólogo
a la Antología de poesía mexicana moderna.
México, FCE, Primera edición en Lecturas Mexicanas, 1985. p13.
[9]
Cuesta, Jorge. Poesía y Crítica. México, CNCA,
Colección Lecturas mexicanas, 1991 (página 344).
[10] Monsiváis, Carlos. Introducción a la Poesía Mexicana II
.1915-1979. p. XXXI. En ella escribe sobre la reacción ante la Antología de poesía mexicana moderna:
"...al reanimar el odio circundante, obliga a la unidad interna del
grupo..que intensifican su desafío: ordenar y consolidar los vínculos con la
cultura occidental, ya no exclusivamente francesa, sino también
anglosajona".
[11]
Flores, Malva. El ocaso de los poetas intelectuales y la generación del
desencanto. Xalapa. Universidad
Veracruzana, 2010.
[12]
Cuesta, Jorge. Poesía y Crítica. México, CNCA,
Colección Lecturas mexicanas, 1991 (página 296).
[13]
Flores, Malva. El ocaso de los poetas intelectuales y la generación del
desencanto. Xalapa. Universidad
Veracruzana, 2010.
[14]
Para Ignacio Sánchez Prado, la figura intelectual en Jorge
Cuesta representa "la primera etapa de consolidación de la autonomía del
campo literario frente al Estado", ya que es "el primer intelectual mexicano
que se sitúa fuera de cualquier vínculo con éste y utiliza esa posición para
asumir una valiosa actitud crítica".
[15]
La opinión también es de Malva Flores, Premio Nacional de
Poesía Aguascalientes 1999, también ensayista que ha abordado con actualidad al
poeta como crítico, por mencionar un referente canónico que vale la pena cuestionar.
[16]
Paz, Octavio. Itinerario.
México, FCE. Colección Tierra Firme, 1995. 250p.
[17] Weber, Max. El político y el científico, Alianza Editorial, México, 1991.
[18] Vattimo, Gianni. Introducción a Nietzsche. Barcelona,
Península. 1987.
[19] Flores,
Malva. El ocaso de los poetas intelectuales y la generación del
desencanto. Xalapa. Universidad
Veracruzana, 2010.
[20] Novo,
Salvador. "Literatura del pueblo". En Salvador Novo. Sus mejores obras. México, Proxema editores. 1979. p
38
[21]Novo, Salvador. "El trato con los escritores". En Salvador Novo. Sus mejores obras.
México, Proxema editores. 1979. p 106.
[22] Guillermo Sheridan cita a Xavier
Villaurrutia, sin dejar referencia, en el prólogo a la Antología de poesía mexicana moderna. México, FCE, Primera edición
en Lecturas Mexicanas, 1985. p. 9
[23] Enrique González Rojo respecto a
la confección de la Antología, escribe:
"No se crea que esas reuniones se caracterizaban por el trabajo en
común... la situación política... (así como) disputas literarias y elementos
extraños (incluido Cuesta)...fueron las principales causas de nuestras desavenencias".
Se puede consultar en González Rojo, Enrique. Obra Completa 1918-1939. México, SEP. 1987. Prólogo de Jaime
Labastida. 495pp.
[24]
Sheridan, Guillermo, en el
prólogo a la Antología de poesía mexicana
moderna. México, FCE, Primera edición en Lecturas Mexicanas, 1985. p 12.,
anota: "...imposible deslindar con precisión las responsabilidades de la Antología , más allá de la del prólogo
de Cuesta que aún así, podría haber sido alterado en sus párrafos
finales".
[25] Sheridan, Guillermo, en la
presentación a la Antología de poesía
mexicana moderna. México, FCE, Primera edición en Lecturas Mexicanas, 1985.
p 9., apunta que "Torres Bodet en sus memorias, se las arregla como
siempre para secuestrar a su favor el crédito de la empresa.
[26] Sheridan, Guillermo, en el
prólogo a la Antología de poesía mexicana
moderna. México, FCE, Primera edición en Lecturas Mexicanas, 1985. p 15.,
escribe: "Si la Antología quería ungir a los jóvenes como los herederos y
continuadores de la tradición, −la que la misma antología expurgaba− podría
haberla dignificado para su propia causa exigiendo de sus propios responsables
la responsabilidad que pedían ellos a otros..."
[27] Cuesta, Jorge. Antología de poesía mexicana moderna. Apéndice
con la carta de Xavier Villaurrutia a Manuel Horta, del 9 de julio de 1928. p.
32.
[28] Cuesta, Jorge. Antología de poesía mexicana moderna.
Prólogo de Jorge Cuesta. p. 40.
[29] Sheridan, Guillermo, en la
presentación a la Antología de poesía
mexicana moderna. México, FCE, Primera edición en Lecturas Mexicanas, 1985.
p 13.
[30] Yépez, Heriberto en "Archivo
Hache": "La cultura alta
—universal, simultánea y refinada— soñada por la aristocracia mexicana".
[31] Monsiváis, Carlos. Introducción a la Poesía Mexicana II .1915-1979.
p. XXVI. En ella escribe sobre la "actitud de decepcionar":
"Cada grupo o generación elige, como punto de partida, la certidumbre de
sus propias limitaciones: no hay tradición o si la hay se concreta a unos
cuantos nombres, a unos cuantos ejemplos".
[32] Aunque
parezca forzado pensar inmediatamente la modernidad de Daniel Bell con relación
a Jorge Cuesta, puesto que desde luego hablan desde contextos muy diferentes,
Bell la hablar de modernismo no se refiere sólo a su país sino de un movimiento
universal y de un proceso que tuvo repercusiones en la estética y el gusto.
[33] Escalante, Evodio. Metafísica y delirio. México, Ediciones
sin nombre, 2011. p 18. Evodio apunta que: "Cuesta precisa que la grandeza
de Nietzsche consistió en haber vencido a su naturaleza,
elevándose por encima de ella".
[34] Bell,
Daniel. Las contradicciones culturales
del capitalismo. Madrid, Alianza Editorial. 1976. p. 56
[35]
Bell, Daniel. Las contradicciones culturales del
capitalismo. Madrid, Alianza Editorial. 1976.
[36]
Bell, Daniel. Las contradicciones culturales del
capitalismo. Madrid, Alianza Editorial. 1976.
[37]
Cuesta, Jorge. Poesía y Crítica. México, CNCA,
Colección Lecturas mexicanas, 1991 p. 273
[38]
Cuesta, Jorge. Poesía y Crítica. México, CNCA,
Colección Lecturas mexicanas, 1991. p. 275