sábado, 1 de mayo de 2010

El museo de la miseria


Después de dos semanas de una estancia nómada en el norte del país, tomé el vuelo de regreso a la Ciudad de México. Con una hora de retraso, desde Chihuahua al aeropuerto de Toluca, traía en mi mente las imágenes intensas de las tomas del documental en Ciudad Juárez. En mi corazón habitaba la satisfacción de las presentaciones de la “Sapiencia” en la UACH y la UACJ, con la presencia de los colaboradores y amigos de la revista. Una Ciudad Juárez secuestrada por los poderes fácticos, que recorríamos haciéndola nuestra, en medio del horror, quizá por un instante de certeza ante lo Irreparable, de estar en el lugar correcto a pesar de la derrota. Sensación vertiginosa del paso del tiempo, del amor que estallaba en medio del viaje al mismísimo infierno, como no podía ser de otra manera. Las palabras de Williams Carlos retumbando en mi cerebro: “No puedo decir que he bajado al infierno por tu amor, pero muchas veces, persiguiéndote, ahí me encontré de pronto”.

Durante el vuelo, en un determinado momento, por las pantallas dispuestas en los asientos del avión, apareció un comercial de Volaris, unas tomas del desierto de una mujer con un caballo, que me recordó la exposición montada por Televisa en la plancha del Zócalo. “Eso no es México” pensé, invadido por las fotografías de sangre, hedor y putrefacción del ser humano. La revista “Proceso” mostrando los últimos segundos de terror y el rostro de la muerte en Beltrán Leyva, leída por mí hacía un par de días en Tepoztlán, buscando un poco de calma antes de emprender el viaje dantesco. Pero no podemos escapar de aquello que nos está matando por dentro. Filas de policías de la PFP anunciaban la posibilidad de que uno de los miembros del cártel, por supuesto no el del Chapo, se hallara disfrutando de un fin de semana en el mismo lugar donde nosotros tratábamos de encontrar, sin tapujos, el semblante del amor.

Para esto, antes de partir rumbo a la frontera más violenta del mundo, en la plancha del Zócalo, en la exposición que dice ser “poesía visual con tecnología”, advertí más un video-comercial del Gobierno Federal para que nos hagamos una idea de que “todo está bien”, en lugar de profundizar en las distintas realidades de México. Carísimo espectáculo enajenante a todas luces, no sólo por el magno montaje de pantallas, video y sonido; sino porque también ahí se esconde la voluntad del Gobierno por acallar las manifestaciones sociales que por tradición llegan a la Plancha del Zócalo para reivindicar las diferentes luchas que acontecen en nuestro ya de por sí desmembrado país. Al final de la exposición, había un par de cámaras entrevistando a los asistentes y una de ellas me tomó por sorpresa. Una persona me preguntó la opinión que tenía como asistente a “México en tus sentidos”. Esto no es México, le respondí, “¿acaso creen que nos vamos a tragar toda esta basura mediática?, de un museo monumental itinerante que sólo nos recuerda el pan y circo con que nos quieren llenar el estómago de la miseria humana en que nos tienen”. Obviamente no creo que editen mi opinión para que en la televisión después estos hijos de la chingada puedan justificar la buena voluntad de todos los mexicanos para “vivir mejor”. Por lo que con esto afirmo que el tal Willy Souza es un artista mediocre al servicio del poder.

Nada de museos que nos anuncien "lo glorioso" de una "diversidad cultural" que lo único que nos recuerda es que nada ha concluido en lo que respecta a la injusticia de los más fuertes sobre los más débiles. Como si sólo por televisión se pudiera visitar "plácidamente" la Sierra Triqui tomada por los paramilitares de Ulises Ruiz. Nada de recursos audiovisuales para injertarnos la idea de que en México “no pasa nada”. Nada de tolerancia a seguir en el círculo de corrupción que a todos los niveles nos merma como pueblo cada día. Ante todo esto, la palabra que denuncia, la palabra que aspira a escarbar en el muro de nuestros sentimientos y hacer aflorar una nación más digna. Si queremos ver el verdadero mosaico de las reivindicaciones sociales de la Revolución Mexicana, asistamos al encuentro con nuestro pasado en el presente: las luchas de los mineros, de las mujeres, de los electricistas, de los estudiantes, de los amantes. La lucha por sobrevivir como humanos a este exterminio de lo humano dentro de un ser que ya no puede reconocerse en el espejo diario de la realidad.

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